Toda revolución, al igual que cualquier otro proceso, está llena de contradicciones. Otra cosa es que las contradicciones sean creadas por los propios agentes revolucionarios. Las políticas y prácticas en materia de educación llevadas adelante en estos diez años de gobierno bolivariano parecieran no estar guiadas por principio alguno, y muchas se contradicen entre ellas. Por ejemplo, he mencionado como contradictorio hasta el cansancio el hecho de asumir el supuesto pensamiento pedagógico de Luis Beltrán Prieto Figueroa, insigne dirigente adeco y anticomunista, como ejemplar para el desarrollo de prácticas y políticas educativas revolucionarias. Pero hay mucho más que eso.
La política del Estado Docente fue usada como propaganda por Acción Democrática, especialmente durante el gobierno que se instauró después del derrocamiento de Medina Angarita. Los intelectuales de AD se dedicaron a desarrollar esta idea en el sentido de justificar la intervención del Estado en la educación, siendo este un estado supuestamente democrático. No fueron los adecos los creadores de la doctrina del Estado Docente, ésta es tan vieja como el sistema escolar mismo. Sin razón aparente el Gobierno Bolivariano asume para la educación el mismo enfoque de AD, por lo menos en lo que respecta al Estado Docente.
La enseñanza por proyectos fue introducida por primera vez en los programas oficiales en nuestros país por los años de 1940, bajo la influencia del movimiento pragmatista estadounidense liderado por John Dewey. Ésta fue retomada por la reforma curricular que creó la Educación Básica de nueva grados. Recordamos los debates público y acalorados sobre la famosa Unidad Generadora de Aprendizajes (UGA), eran tiempos del gobierno de Luis Herrera. Le tocó al Presidente adeco Jaime Lusinchi implantar la reforma y, aunque la UGA quedó relegada, se mantuvo la enseñanza por proyectos como un enfoque metodológico para abordar la enseñanza. Pero fue durante le segundo gobierno de Rafael Caldera, cuando se profundizó la aplicación del paquete neoliberal, que el proyecto pasó a ser el protagonista de la planificación curricular y de la administración escolar. Financiado y promovido por el Banco Mundial y otros organismos multilaterales, y con el asesoramiento de expertos franceses, el proyecto se convirtió en el eje de la reforma curricular. Así se impusieron el Proyecto Pedagógico de Plantel (PPP) y el Proyecto Pedagógico de Aula (PPA) en la práctica y en el discurso pedagógico nacional.
La descentralización es una bandera del neoliberalismo, la educación no se escapa de su influencia. Fue en el segundo gobierno de Caldera, continuando con las políticas y prácticas educativas de Carlos Andrés Pérez, que se profundizó en esta dirección. Se inició la creación de las autoridades únicas de educación en cada estado, con la idea de acabar con las Zonas Educativas dependientes del entonces Ministerio de Educación. Se comenzó a transferir competencias del nivel nacional al estadal, incluso se trasladaron nóminas de un nivel al otro. El método de proyecto, o enseñanza basada en proyecto, era el caballo de batalla de la descentralziación. Cada escuela elaboraba su proyecto pedagógico, luego incluso cada salón o sección haría lo propio. Se inició así el proceso de fragmentación del currículo, de centrar el currículo en lo parroquial, en lo local, de esa manera se perdía el sentido de lo nacional, de lo universal. Este proceso estaba acompañado del ataque postmoderno y posicionamiento triunfal en las escuelas de educación. Se declaró el fin de la realidad, de las ciencias, de la búsqueda de la verdad, etc. El neoliberalismo logró su propósito. Todavía estamos sufriendo las consecuencias.
El Estado Docente, la enseñanza basada en proyectos y la descentralización fueron compartidas por las clase dominantes, y llevadas adelante por los gobiernos adecos y copeianos a su servicio, durante la década de los 1980 y 1990. Claro que había entre ellos diferencias de matices, claro que la idea del Estado Docente, cara a los adecos, se vio disminuida ante al avance del neoliberalismo, de la descentarlización. ¿tenemos los revolucionarios que asumir una o varias de ellas como bandera? Reo que por lo menos deberíamos someter esas políticas y prácticas a una severa crítica, un revolucionario no puede hacer menos.
En conclusión, la enseñanza por proyectos es una estrategia de enseñanza (y de aprendizaje) articulada con el proceso de descentralización del sistema escolar iniciado en nuestro país junto con la implantación de las políticas económicas neoliberales. Con este proceso se buscaba minimizar la influencia del Estado (más bien ejecutivo nacional) en la labor educativa, resaltar la participación de la comunidad (en forma de sociedad civil) y llevar a la administración privada de las escuelas aunque fueran financiadas con fondos públicos. La enseñanza por proyectos no es coherente con la política del Estado Docente, a menos que se trate de un estado light. Si tanto apreciamos a Simón Rodríguez, en lugar de seguir empeñados en copiar o adaptar el uso de proyectos en la enseñanza, deberíamos inventar una nueva forma de enfocar la enseñanza. Un enfoque que fuera más allá del método de proyecto, aunque se disfrace de enseñanza o aprendizaje basado en proyectos. Si apreciamos a Paulo Freire, deberíamos considerar su llamado de alerta cuando expresó que si las políticas y prácticas educativas de un partido de derecha y las prácticas y políticas educativas de un partido revolucionario se parecen algunos de los dos está equivocado. Los educadores revolucionarios, como he dicho en otras oportunidades, estamos ante un gran reto.
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