La enseñanza universitaria se inspirará en un definido espíritu de democracia, de justicia social y de solidaridad humana, y estará abierta a todas las corrientes del pensamiento universal, las cuales se expondrán y analizarán de manera rigurosamente científica (Artículo 4 de la Ley de Universidades).
La Facultad de Agronomía de la UCV no podía ser menos que las ubicadas en Caracas, en materia de apertura de expedientes para expulsar a quienes disienten de la línea derechista que defienden las autoridades de esa casa de estudios. Pero en realidad Maracay avanza en jerarquía, puesto que no se intenta la expulsión de estudiantes sino de la profesora Delia Polanco Loaiza, acusada en principio de hacer proselitismo político, por un estudiante que cursa su asignatura Sistemas de Producción Agrícola. Y no es para menos. La profesora osó mostrar algunas fotos del Presidente Chávez, junto con la de otros Presidentes de la Cuarta, en un tema en el cual se deben analizar las políticas agrícolas sustentadas por diferentes regímenes, y eso hirió profundamente la susceptibilidad del joven acusador.
Como posteriormente la mayoría de los alumnos de la materia desmintió por escrito al denunciante, el Consejo de Facultad, cumpliendo su papel de poder ejecutivo, legislativo, judicial y moral, previa solicitud de apoyo técnico de una especialista de la Facultad de Humanidades y Educación, decidió que de todas formas había que abrirle expediente a la profesora Polanco, porque no cumple con la obligatoriedad de pasar la lista de asistencia a sus alumnos. A lo Jalisco, se decidió además la intervención de la cátedra para verificar si los elementos didácticos y pedagógicos, siguen las directrices de la Facultad de Agronomía.
El caso sería risible, sino se tratara de una línea institucional, oscurantista y desesperada, que nos retrotrae a la Edad Media. Una línea que se vale del ventajismo, porque no hay un acto de grado en el Aula Magna, en el cual los señores del pódium, no se esmeren en derramar su virulencia contra Chávez, sin considerar que entre los asistentes pueda haber personas que lo apoyan, sin derecho a voz.
En su momento, la profesora Polanco fue pionera en su facultad en el uso de las herramientas que brinda la informática, para la obtención de publicaciones científicas actualizadas. Por eso cuando casi todos los docentes empleaban láminas de acetato, muchas veces amarillentas por el uso, ella dictaba unas clases con alto nivel conceptual y apoyo didáctico impecable, a lo cual sumaba el carácter participativo de las mismas, con la incorporación de recursos que superaban con creces al clásico método discursivo que deviene frecuentemente en monólogo. Es decir, la profesora no sólo es inteligente y trabajadora, sino que se dedica a la docencia con pasión, pero en un medio que se hunde la calidad no puede quedar impune.
Precisamente, si ella ha liberado a sus estudiantes de la asistencia obligatoria a clases, típica de los liceos, es por la solidez de la formación que imparte, que le ha permitido tratar como adultos a sus estudiantes. Quienes hoy la juzgan, con base en el último numeral del artículo 110 de la Ley de Universidades, deberían revisarse a sí mismos, para constatar si su calidad docente puede competir en verdad con la de la acusada. También y para ser justos, deberían evaluar cuántos de sus colegas cumplen con las exigencias del artículo 85 de la mencionada ley.
(*) Profesor Titular Jubilado
Facultad de Agronomía UCV
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