Panorama 7-4-92
El viernes de
la semana pasada, o sea, el día de mi debut en la página 4 de Panorama
–antes escribía en la 5-, ocurrió un hecho que, aparte del señalado,
tiene una trascendencia cuya importancia no es posible ignorar. Se trata
de que el Dr. Sosa Pietri fue removido del cargo que venía desempeñando
en Petróleos de Venezuela. Esta destitución, porque en la práctica
lo fue -el curso de su actuación lo hacía potencialmente objeto de
la medida punitiva-, ¿lo libra acaso de responsabilidades? ¿hace que
todos los estropicios y desafueros cometidos por él al frente de nuestra
principal industria deban ser olvidados? ¿Qué sus monumentales y catastróficas
equivocaciones -todas ellas impregnadas de mala fe-, que han colocados
a esas empresa en una situación francamente desesperada, deban ser
pasadas por alto y que ni siquiera se intente un somero análisis de
las causas que la provocaron? Creo que no. Por el contrario, pienso
que este es un tema -por lo que tiene de ejemplarizante- demasiado importante
para que pueda despacharse con aquello de borrón y cuenta nueva.
Aquí, como expresión de los nuevos tiempos que auspiciosamente se
asoman en el horizonte, las cuentas deben ser muy claras, y se les deben
pedir a quienes, por ser responsables de ellas, están en la obligación
de darlas
Esta rendición
de cuentas es necesaria, porque lo que jamás debe volver a repetirse,
y menos en estos momentos de radicales cambios y rectificaciones, es
lo que ha sucedido no sólo con PDVSA sino también con Sidor. Como
se sabe, en esta empresa del estado fueron invertidos cuantiosísimos
recursos financieros. Tan crecidos y desproporcionados fueron esos aportes
de capital, que parte de la descomunal deuda que hoy arrastra el país
y que ha acabado con la clase media y sumido a densos sectores de la
población en la más espantosa y degradante miseria, eliminando de
paso, con los hospitales, acueductos, transportes||, etc., fue contraída
incluso ilegalmente, con el pretexto de financiar el fatídico Plan
Cuarto de Sidor.
En relación
con este inmenso fraude, que podría calificarse de histórico, todavía
resuenan en nuestros oídos las ripiosas arengas, plagadas de lugares
comunes y fastidiosamente repetitivas, que el nativo de Rubio, con el
acento propio de su región, le dirigía al país con el fin de justificar
aquel doloso y orgiástico derroche de dinero. Y en tal sentido, pudo
haber dicho lo siguiente en la época de su primer gobierno, cuando
puso en marcha el Plan Cuarto de Sidor.:Estamos construyendo en estos
momentos, venezolanos –pudo haber dicho- la herramienta de la definitiva
independencia de nuestra patria. En este acto, al que con singular orgullo
nacionalista estamos asistiendo hoy, hemos inaugurado, en emocionado
homenaje al Libertador, una etapa cargada de la mayor significación
histórica. Eso se debe, no solamente porque la planta que hemos puesto
en marcha esta mañana, no sólo nos librará de la nefasta coyunda
del petróleo, sino porque, además, le permitirá a nuestros compatriotas
marchar confiados y optimistas al encuentro con su gran destino, que
sin duda estará signado por la vida digna y próspera de todos los
hijos de esta noble tierra. Manos a la obra, venezolanos. Estas palabras,
como dijimos, no la dijo el gocho, pero pudo haberlas dicho, ¿verdad?
Desde aquellos
días, en que a través de una alucinada retórica se nos prometía
un mundo repleto de recompensas y satisfacciones hasta hoy, han transcurrido
apenas unos pocos años. ¿Y cuales han sido los resultados aunque sean
preliminares? Los que todos, en medio de una inmensa angustia, que no
es ontológica, por supuesto, sino muy real y copncreta, estamos presenciando
en estos cruciales y difíciles momentos. Es decir, una siderúrgica
quebrada y endeudada, un pueblo miserable y hambriento, degradado en
su dignidad humana hasta más no poder, y un país en ruinas, hipotecado
y amenazado por un siniestro y variopinto cortejo de calamidades
Es
esto en lo que finalmente ha venido a parar las descomunales inversiones
hechas en el complejo industrial de Guayana. Y este ha sido también
el frustrante final de toda aquella delirante y alucinada verborrea
que, para justificar un endeudamiento totalmente contrario al interés
nacional, cayó sobre los indefensos habitantes de este territorio como
un torrencial y anestesiante aguacero de falsedades y mentiras.
De modo
que ninguno de los extraordinarios objetivos que presuntamente se perseguían
con aquellos fabulosos planes industriales, se logaron alcanzar. Por
lo tanto, ni nos hemos independizado del petróleo; ni se ha creado
una economía más eficiente, competitiva y diversificada; ni tampoco
la situación que estamos viviendo en estos momentos tiene nada que
ver con una Arcadia, ni siquiera con el Paraíso de John Milton, porque
aun ése nos resulta inalcanzable.
Y en cuanto
a la definitiva independencia, ya sabemos en manos de quienes se encuentra
el control y dirección de nuestro proceso económico. No en manos de
compatriotas capaces, que los hay, sino en las de asesores extranjeros,
que por el solo hecho de serlo, ningún interés pueden tener por la
suerte de nuestra nación. Bueno, ningún es un decir, una exageración
o, si se quiere, una hipérbole, porque en realidad sí tienen un interés
y grande. El mismo consiste en que le paguemos hasta el último centavo
la monumental deuda que gobernantes irresponsables y ladrones contrajeron,
violando nuestra legislación, con bancos extranjeros, y de los cuales
muchos de esos asesores son accionistas. Es decir, que están despachándose
y dándose el vuelto los muy…. Además, ¿tiene algún sentido ese
asesoramiento? ¿Ha ponderado debidamente el primer mandatario nacional
las indeseables consecuencias que de ese insólito hecho se deriva
tanto para la soberanía del país como para el fisco nacional?
Lo menos que podrían
pensar en el exterior es que este es un país de burros, incapaces de
valerse por sí mismos y de usar sus propias cabezas. Y lo peor,
que una nación así no tiene derecho a ser libre e independiente. Pero
paremos, porque Adalberto ya empieza a arrugar la cara.