Bonus Track: Viejos argumentos para un debate permanente

En la sustentación de las posiciones que he venido sosteniendo en torno a las causas y perspectivas de solución de los graves problemas que confronta la industria petrolera nacional y el país mismo, hurgué en materiales propios para encontrar datos y argumentos procesados en otros tiempos sobre situaciones similares . Además de los datos que presenté en mi trabajo anterior, terminado el día de ayer en medio de la turbulencia electoral y, por ello mismo, con la sensación de estar en la misma posición de los músicos del Titanic, encontré dos textos que reproduzco aquí por considerar que los argumentos esgrimidos en ellos siguen estando vigentes y ponen en evidencia que las circunstancias críticas y las posiciones de los participantes en el debate no han cambiado.

 

Escenarios, falacias y caballos de Troya

FUNDAPATRIA, 30 de enero de 1997

"Crítica Petrolera Contemporánea 1996-2000" (CDCH-UCV 2000)

En la entrega anterior de "Apuntes..." prometíamos continuar la historia de las relaciones que se instauran en Venezuela en torno al petróleo y su explotación industrial, cuyos protagonistas, contradictorios pero mutuamente dependientes, han sido el Estado venezolano y las grandes corporaciones petroleras internacionales.

Decíamos entonces que esas relaciones florecieron inicialmente dentro del marco del régimen concesionario heredado de nuestro pasado colonial. Concluido el ciclo concesionario, esas relaciones cambiaron de forma con la "nacionalización" de la industria, pero no sólo se mantuvieron, sino que se intensificaron y extendieron a campos inusitados.

Hacíamos referencia a los contratos de Asistencia Técnica y Comercialización, suscritos pocos días antes del tránsito formal de la industria petrolera a manos del Estado, como los eventos paradigmáticos en cuanto a los vínculos Estado-Corporaciones en los años que siguieron hasta nuestros días. Utilizando una terminología contemporánea, en esos contratos se plasmaron los pasos iniciales de la apertura petrolera, porque fue a través de ellos que las antiguas concesionarias pasaron a tener injerencia en espacios distintos a los de las antiguas concesiones.

Fue así como se inició un curso fatal de deterioro de la participación nacional en el negocio petrolero, constituyendo la llamada "apertura petrolera" sólo el Capítulo contemporáneo de una política que ha tenido siempre el mismo signo: la expropiación del patrimonio colectivo en beneficio del gran capital transnacional y de las elites aprovechadoras criollas, cuya punta de lanza la constituyen hoy, y desde hace 20 años, las cúpulas gerenciales de mentalidad privatista enquistadas en los puestos de comando de la empresa estatal.

En los últimos eventos de esa política hubo todo un proceso previo de preparación y hasta un ensayo general: el Proyecto Cristóbal. En cada escaramuza por la "internacionalización", la Orimulsión, el mejoramiento de crudos extrapesados y la entrega de los "campos marginales", se quedaron pedazos de soberanía, de capacidad de control y fiscalización, jurisdicción de las leyes y tribunales nacionales, y, como se constata en las cifras oficiales, de integridad de la participación fiscal. Todo ello, en nombre del mantenimiento de la autonomía operativa y financiera de PDVSA y sus filiales, pero con los propósitos reales abiertamente planteados por su Presidente: expansión del negocio y "estímulo" a la participación del capital extranjero.

De esta manera es que llegamos "preparados" para negociar nuevas concesiones con nuestros antiguos y renovados socios extranjeros: con un viejo cuerpo legal, reglamentario y de control desmantelado, pero con un instrumento completamente nuevo y aceitado para el regreso transnacional: el "esquema de ganancias compartidas".

Es así, pues, como PDVSA ha devenido en la antítesis de lo que debería ser y la empresa del Estado para la administración eficiente de los recursos públicos de hidrocarburos se transforma en facilitadora de oportunidades de negocios privados, promoviendo paulatinas modificaciones legales o propiciando transgresiones legales, multiplicando proyectos de limitada o nula rentabilidad fiscal, impulsando múltiples formas de participación privada, desde la internacionalización, la contratación de servicios y el "outsourcing" de ciertas funciones considerada no medulares, hasta los diversos niveles de "asociaciones estratégicas" que desembocan en el presente otorgamiento subrepticio de concesiones, paso previo a la "democratización del capital" mediante la colocación de bonos y la venta en forma de acciones de PDVSA y sus filiales.

Tal es nuestra opinión en torno al proceso de la política petrolera venezolana en los últimos 20 años. A contrapelo de las formulaciones legales y reglamentarias, de las tradiciones y rituales de la política petrolera venezolana, con el disfraz de la nacionalización hemos introducido en nuestra casa un caballo de Troya antinacional, el cual, en nombre de supuestos "escenarios productores" y de "combate al rentismo" ha liquidado la capacidad efectiva de captación nacional de una renta que de todas maneras se produce, en tanto que su determinación es el resultado de un intrincado conjunto de relaciones económicas internacionales, establecidas y consolidadas en un proceso que se inició a principios de siglo.

La falacia del "escenario productor" enfrentado a otro "rentista" queda en evidencia cuando constatamos que uno de los resultados evidentes que tendrá el "esquema de ganancias compartidas" será la minimización de la participación de PDVSA, tanto en su condición de operadora como en la de perceptora de beneficios, colocándose en una posición que no tiene otro nombre sino el de rentista, en tanto y en cuanto usurpa el papel que le corresponde al Ministerio de Energía y Minas en la fiscalización y control de entes operadores extranjeros.

Ahora bien, todo lo anterior constituye una visión particular de un proceso que puede ser evaluado desde ópticas más modernas y con colores menos sombríos. Visiones que, entre otras cosas, desechen anticuados principios nacionalistas, de soberanía o autarquía, muchos de los cuales se resumen en el antediluviano y pavoso concepto de "patria".

Visiones que entiendan la realidad unipolar y las condiciones que nos son exigidas para integrarnos a los mercados mundiales, cumpliendo más eficientemente, y sobre todo competitivamente, con nuestro tradicional papel de suministradores de materias primas baratas. Que tomen en cuenta que, si en alguna oportunidad nos pudimos colar entre los resquicios de la guerra fría y ello nos permitió invertir transitoriamente el sentido de la corriente expoliadora de nuestras riquezas y capacidades productivas, ahora esa posibilidad ya no existe y debemos renunciar a lo que "modernamente" se considera como una participación "exagerada" en la renta generada por nuestro subsuelo.

Eliminemos controles e impuestos, minimicemos esa excrecencia feudal que es la regalía, acordemos depreciaciones aceleradas para la inversión extranjera, reconozcamos toda clase de gastos como costos deducibles para fines fiscales y recibamos los beneficios de empleo y prosperidad que nos ofrecen los capitales internacionales que vendrán a ubicarse dentro de nuestras fronteras, los cuales no serán "capitales golondrinas" aprovechadores de ondas especulativas, sino avezados "capitales vampiros" que chuparán nuestros recursos mientras ello sea lo suficientemente rentable y luego nos dejarán, como siempre, enfrentados a otro "viernes negro" y preguntándonos ¿ en qué nos equivocamos esta vez?

 

La realidad es terca... pero mucho más lo son los planificadores petroleros

FUNDAPATRIA, 20 de enero de 1998

"Crítica Petrolera Contemporánea 1996-2000" (CDCH-UCV 2000)

Enero comienza y ya casi termina, con noticias nada auspiciosas en materia petrolera: Una caída de los precios del petróleo que ha obligado a redefinir los cálculos presupuestarios y ha puesto a los planificadores petroleros a producir declaraciones apresuradas sobre el carácter coyuntural del fenómeno: un invierno moderado y los coletazos del "efecto dragón" –que se suponen también coyunturales- son los factores que más se mencionan. Como comentáramos ya en la columna anterior, algunos llegan al cinismo de achacar el desencadenamiento del proceso a "la sobreproducción saudita" sin mirar la viga en el ojo propio, materializada en varios años de sobreproducción venezolana, la cual en el último de ellos promedió bastante más de un millón de barriles diarios. De esta manera se pretende, con la clásica "viveza criolla" que no engaña a nadie, que nuestros excesos son benignos y no causan sobreoferta y que la culpa es de los demás.

Por otro lado, considerar coyuntural la crisis de los países asiáticos cuyas monedas han caído entre un 30 y un 80 por ciento desde julio del pasado año, tal como lo reportara recientemente el Wall Street Journal en su versión de El Nacional, deja ver a las claras la voluntad gerencial de cerrar los ojos ante realidades que anuncian tendencias distintas a las pregonadas.

El dogmático optimismo de los escenarios en los cuales basan su política expansiva los planificadores de PDVSA puede evaluarse por su inmutabilidad. En efecto, desde 1991 se han mantenido incólumes –salga sapo o salga rana- las proyecciones de un crecimiento de la demanda energética global a una tasa del 2% anual "en los próximos 20 años". Más recientemente, en su "Plan de Negocios 1997-2006" el optimismo siguió creciendo: ahora se proyecta que ya no será la demanda energética, sino la petrolera, la que crecerá a esa tasa interanual y un poco más (2,1%), con lo cual resulta que el consumo petrolero pasará de 70 millones de barriles diarios en 1995 a 88 MMBD en el año 2006, es decir, un crecimiento de casi 26 por ciento respecto al año inicial.

Pero las cosas no se quedan allí. Según las previsiones de ese Plan de Negocios, el suministro No-OPEP se mantendrá estacionario durante el lapso considerado lapso, registrándose al final del período una disminución del 1,2%. La emergencia de Kazajastán, Colombia, Vietnam, Papúa Nueva Guinea, Uzbekishtán y otros nuevos productores, y la próxima recuperación de un tradicional productor gigante, Rusia, en el cual el capital petrolero internacional está realizando grandes inversiones, será compensada con la inevitable caída de la producción en Estados Unidos, México y el Mar del Norte. Por el contrario, el suministro petrolero aportado por los miembros de la OPEP crecerá a una tasa del 5% interanual, al pasar de 27,8 millones de BD en 1995 a 47 millones en el 2006, para registrar un 69% durante el lapso considerado. Y dentro de esas auspiciosas perspectivas de la OPEP a Venezuela se le asigna, por arte de Birlibirloque, la mayor tasa de crecimiento: un 7,5% interanual, que elevará la producción del país desde los 2,7 millones de BD de 1995 a los proyectados 6 millones de 1996, un crecimiento total de 122,22% durante el lapso.

¡Que sabroso es "planificar" así! Minimizar los factores negativos, espolvorear las dificultades sobre los competidores y paralizarlos: Así, PDVSA aprovecha que aquellos seguirán empeñados en defender los precios y se lanza a la conquista de una mayor tajada del mercado. Para ello es necesario asignarse a sí misma todas las bondades competitivas: eficiencia productiva, cercanía a los mercados, garantía de suministro sin perturbaciones bélicas, cultura occidental, bajos precios, apertura a la inversión extranjera con impuestos mínimos y ofertas de privatización total a mediano plazo ¡y ya! la producción comenzará a crecer a tasas aceleradas. Poco importa que los incrementos de producción se hagan a costos unitarios crecientes y con una participación fiscal y nacional cada día menor. En fin, lo que importa es la expansión del "negocio" y las oportunidades de ganancias rápidas que ofrece a los potenciales socios e inversionistas.

Ah, pero cuando los efectos de la sobreoferta comiencen a sentirse, habrá que echarle la culpa a otros, en particular a "nuestros competidores", quienes han tenido la osadía de seguir nuestro ejemplo y comienzan a recorrer el camino de la sobreproducción. ¡El colmo es que hasta santificaron nuestra sobreproducción en su última Asamblea, para poder hacer lo mismo! "Pero eso es coyuntural".

Venezuela, que tiene 27.000 pozos en capacidad de producir y que en efecto produce por unos 14.000, a una tasa de 250 barriles diarios es, a pesar de ello, y según los cálculos de PDVSA, uno de los productores de más bajos costos unitarios, tanto, que puede competir ventajosamente con Arabia Saudita, Kuwait, Irak, Irán y los Emiratos Arabes, los cuales producen por mucho menos pozos y a una tasa promedio de sólo 5.000 barriles diarios. Sólo los eternos inconformes se atreven a insinuar que en esos países el costo unitario por barril está por debajo de los dos dólares y que en el nuestro pasa de cuatro de esos billetes... y hasta de seis si es para declararle costos a la OCEPRE.

Ironías aparte, se trata de un asunto de una gravedad particular, donde están en juego gigantescas cantidades de recursos materiales y financieros y donde un tratamiento subjetivo, falaz y sesgado por los intereses particulares, nacionales y sobre todo extranjeros, que han impuesto la política de expansión a todo trance, tendrá consecuencias catastróficas para el país y, sobre todo, para los más golpeados sectores de la población.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 3211 veces.



Carlos Mendoza Potellá

Economista. Investigador Petrolero. Docente. Blog: http://petroleovenezolano.blogspot.com

 cmendop@gmail.com      @cmendop

Visite el perfil de Carlos Mendoza Potellá para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:


Notas relacionadas

Revise artículos similares en la sección:
Energía y Petróleo para el Pueblo


Revise artículos similares en la sección:
Actualidad