Los incendios del Lago

Para 1880 la ciudad de puertos conocida posteriormente como Maracaibo, (Venezuela) ya era pujante. Cada año un promedio de doscientos vapores se estacionaban a lo largo de sus costas haciendo negocios junto a una flota de ochocientos cayucos, bongos y piraguas, estas últimas llegaban a tener hasta quince metros de largo y cuatro de ancho, todos juntos se paseaban alrededor de los cuatro buques que semanalmente atracaban en sus aguas.

Con el pasar del tiempo aquellos momentos también generaron tragedias como la vivida en 1937 cuando la piragua Ana Cecilia se hundió ahogándose junto a sus ciento veinte ocupantes. En 1955 igual destino tuvo La Diáfana, entre otros falleció la gloria deportiva Rosario Solarte.

Aquella Maracaibo de veinte mil habitantes ocupaba en las labores del Lago a cinco mil hombres y unas cuantas mujeres dedicados a los trabajos de marineros, esto representó el veinticinco por ciento de su población.

Sus habitantes mil quinientos años atrás eran conocidos como Los señores de la laguna. Entre ellos se hablaba de los pueblos de agua y de pueblos de tierra. En tiempos de la colonia sus poblaciones se fundaron a las orillas del Lago: Maracaibo, Los Puertos de Altagracia, Tomoporo, Moporo, Santa Rita, Gibraltar, La Cañada, Lagunillas y Cabimas.

Para 1950 en sus astilleros se construyeron los vapores Trujillo y Venceremos, fueron copia de los que ya surcaban el Misisipi. En 1878 surcaban el Lago los vapores Progreso de la Casa alemana Boulton, luego hicieron lo mismo el Venezuela, Colombia, Maracaibo, Filadelfia, Zulia y Mérida.

Los viajantes hicieron de los alrededores del Lago su ciudad y fundaron para 1834 su propio cementerio donde fueron a parar colonias de extranjeros conformadas por alemanes, ingleses y judíos. El camposanto fue cerrado para 1842 y saqueado un siglo después en 1942.

En las ciénagas de Juan Manuel está el Relámpago del Catatumbo el mismo se observa a cuatrocientos kilómetros y su encendido relampaguea más de 1.176.000 veces al año. Este fenómeno genera el diez por ciento del ozono que sustenta el planeta.

Lagunillas de Agua creció como una zona de palafitos y la misma se remonta a más de diez mil años de antigüedad. En el siglo XV las hordas coloniales la atacaron, pero sobrevivió al igual que lo hicieron en tiempos de corsarios un siglo después. Luego vino el despojo tras la colonización la cual perduró cuatrocientos años y a partir del siglo XX fue fuente inagotable de petróleo y un siglo después aún mantiene reservas. Toda esta zona logró resistir cuatro grandes incendios, aunque el de 1939 la arrasó.

En solo una noche el fuego destruyó a Lagunillas. Poblado lacustre que dio origen al nombre de Venezuela. En 1774 su nombre la distinguía como Nuestra Señora de la Candelaria de Lagunillas, ya desde aquel entonces había afloramientos de mene los cuales fueron solicitados con regularidad por el Rey Carlos V, todos con fines medicinales.

Más del sesenta por ciento de toda la producción petrolera venezolana provino de Lagunillas. A todas sus partes llegaron pescadores margariteños, aborígenes de Coro y zamarros mestizos provenientes de los llanos venezolanos, su objetivo era vencer la pobreza en sus hogares trabajando de sol a sol en aquellas estaciones petroleras.

El pueblo crecía pues exageradamente. Se instalaron planchones los cuales descansaban en profundas estacas, todo esto hizo crecer a Lagunillas de Agua. A un lado protegido del verde oleaje se encontraba escondido el jugo de la tierra y esto lo sabían las empresas extractoras.

Aquello se inundaba de familias, pero tras ellos también llegaban oportunistas, jugadores, cerveceros, prostitutas y leguleyos. Muchos sindicatos y las llamadas asociaciones de defensa igual fueron constituidas, casi todos ilegales frente a los ojos del gobierno y muy incómodos para las costumbres de las transnacionales las cuales no estaban dispuestos a tolerarlos.

Los voceros de las compañías petroleras calificaban a través de periódicos y en sermones domingueros que aquel poblado era una Sodoma moderna, pueblo inundado de sindicalistas y prostitutas. El sector donde vivían los obreros construido por la Lago Petroleum Corporation fue etiquetado como La cueva del humo o Campo Rojo.

Lagunillas fue famosa por los incendios de 1927, 1928, 1932 y 1939 al poco tiempo de iniciarse la era petrolera. El incendio del 16 de abril de 1932 fue muy lamentable pero el ocurrido en 1939 logró poner punto final a la historia de palafitos sobre Lagunillas.

En 1932 el fuego comenzó a las 4:10 pm. Se inició en una casa que llevaba signado arriba del marco de su puerta el número 3. Perteneció a Antonio José Navarro. Aquello literalmente arrasó toda la población, las lenguas de fuego llegaban a la avenida de sesenta metros y cincuenta y dos casas quedaron hechas polvo. Las pérdidas sumaron medio millón de dólares.

Pero aún el infierno no llegaba y como una imagen violenta la cual se asoma más allá de un dintel desaparecido esta salió la noche del 13 de noviembre de 1939. Por allí se encontraba distraído Juan Arrieta quien al percatarse del fuego su garganta se le pelo de tanto gritar. Aquello fue desgarrador. Algunos afirman que fueron tres mil personas las que murieron calcinadas, otras cifras revelan algo mucho más aterrador, los muertos llegaban a cinco mil. A la mañana siguiente todo escupía un humo triste de pocos horcones los cuales ardían todavía.

La culpa —como de costumbre en Venezuela— recayó sobre una pobre mujer, Alicia Mendoza le decían La Caraqueña, dueña del Bar Caracas. Era una morena preciosa proveniente de la capital de la república quien al encender una lámpara de querosén se derramó el líquido y cayó encendido sobre sus dedos, la mujer no tuvo opción sino lanzar aquel aparato por la ventana, y todo comenzó. Trescientos palafitos fueron arrasados. Las pérdidas se situaron en dos millones y tanto de dólares.

Aquel evento fue el punto final de Lagunillas de Agua pues en 1937 el presidente Eleazar López Contreras, quien venía de ser ministro de Guerra y Marina del dictador Juan Vicente Gómez había firmado el decreto para que aquellos incrédulos habitantes se fueran a los terrenos de una nueva ciudad, Ciudad Ojeda. Así aquellas áreas irían a parar a los propietarios de las transnacionales.

Hoy, apenas un muro con una longitud de veintisiete kilómetros protege aquella área para que las aguas del Lago no entren a una superficie que está siete metros debajo del nivel del mar pues las transnacionales extrajeron tanto crudo que la tierra se hundió esa cantidad de metros.

La historia de aquellos eventos ansiosos por conseguir más dinero fácil por parte de las compañías petroleras ocasionó los feroces incendios, pues les resultaba difícil la explotación de innumerables y apetecibles depósitos de petróleo los cuales se escondían debajo de los tablones que protegían a los indefensos lugareños.

Las entrañas del lago de Maracaibo quedaron amarradas por un sistema de tuberías los cuales han originado cientos de derrames, para esconderlos las transnacionales utilizaban una espuma la cual hacía que el crudo se hundiera en el fondo del Lago. Capa sobre capa lo impermeabilizó, eso fue haciendo que el Lago muriera lentamente junto a sus peces y algas.

Hasta más pronto…

Noviembre 2021



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Miguel Jaimes

Politólogo. Magister scientiae en ciencias políticas. Doctor en ciencias gerenciales. Posdoctor ontoepistemología en geopolítica de las energías. Cursando doctorado en letras. Cursando Posdoctorado en literatura del petróleo en Venezuela. Libros: El oculto poder petrolero, apertura petrolera, poder de PDVSA vs. poder del estado. Petrocaribe la geogerencia petrolera. Primera edición. Petrocaribe la geogerencia petrolera. Segunda edición. Director del diplomado internacional en geopolítica del petróleo, gas, petroquímica y energías – Venezuela. Director de la web https://www.geopoliticapetrolera.com

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