Hace unos días, me pidieron reunirme con un grupo de extranjeros, de visita en el país, que querían conocer el proceso político venezolano, desde la perspectiva de un chavista. Empecé diciéndoles que Chávez estaba cambiando, no sólo a Venezuela, sino al mundo. Que observarán cómo, hasta hace poco, América Latina estaba dominada por las políticas neoliberales. Que cuando llega Chávez al poder, la OPEP estaba desintegrada, los precios del petróleo por el suelo, el ALCA era una realidad inminente… Muy poco tiempo después, el ALCA estaba “enterrada”, la correlación de fuerzas políticas había cambiado radicalmente en AL. Que allí estaba el ALBA, UNASUR y, en perspectiva, una OEA sin USA... Que vieran el significado de las misiones sociales, cómo se está saldando, y no sólo en Venezuela, la inmensa deuda social; cómo nuestros países están conquistando una verdadera independencia y recuperando su dignidad; cómo nuestros pueblos han ganado confianza en sí mismos…Que también hay muchos problemas y obstáculos por superar. La corrupción, el burocratismo, la ineficiencia institucional. Que el problema del desarrollo económico es un tema complejo, en un país acostumbrado a vivir de la renta petrolera. Que son muchos los paradigmas que debían ser cambiados y que no será fácil hacerlo mientras prevalezca el modelo consumista. Que es indispensable “radicalizar” el proceso revolucionario… Esta última afirmación causó sorpresa. Señalé, entonces, que uno de los graves problemas que teníamos, es que estábamos plagados de “chavistas light”. Chavistas de la boca para afuera, de escaso compromiso revolucionario y poca sensibilidad social… Aquí concluyo el relato. Guillermo García Ponce escribió, recientemente, un interesante editorial sobre “los infiltrados”. Nosotros agregaríamos que el “chavismo light”, por falta de claridad ideológica, por amiguismo o clientelismo es el que permite, y no enfrenta, a esos miles de “infiltrados” de nuestras instituciones públicas.
Y termino con una denuncia que, en buena medida, motiva este artículo. MOVILNET, hace más de 15 días, le “cortó” los teléfonos celulares corporativos a un número inmenso de médicos cubanos, dejando a buena parte de la Misión Barrio Adentro incomunicada. Las razones: una deuda importante que tiene la FUNDACIÓN BARRIO ADENTRO con la empresa telefónica y un uso “irracional” de los teléfonos celulares. Quienes conocemos la Misión BA, sabemos que el celular es un instrumento de trabajo. El único que tienen para sus comunicaciones. No sólo para comunicarse entre ellos, sino también con las comunidades. Éstas, normalmente, no tienen “saldo” para las llamadas. Es el médico, él que recibe la llamada o el mensaje de texto, y devuelve la llamada. Eso lo sabemos quienes trabajamos con las comunidades. Los médicos han tenido la sensibilidad para entender eso. Uno se pregunta: ¿Cómo se mide un uso “irracional” de los celulares? ¿Se justifica “cortar” los teléfonos aunque su uso sea “excesivo”? ¿Cuál es el criterio “humano” para tomar tal decisión? ¿La atención al pueblo no es una prioridad? ¿Es ésta, una acción del “chavismo light” o de los “infiltrados”? ¿O de ambos? La falta de respeto implícita, hacia los miles de colaboradores cubanos, es inaceptable. El “corte” de teléfonos pudiera ser también una metáfora del “corte” del contacto con el pueblo…
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