Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo VIII de “El Capital” (XVIII)

¿Qué nos puede decir sobre la jornada de trabajo nocturno?

El capital constante, es decir, los medios de producción, no tienen, considerados desde el punto de vista del proceso de incrementación del capital, más finalidad que absorber trabajo, absorbiendo con cada gota de trabajo una cantidad proporcional de trabajo excedente. Mientras tanto están inmóviles, su simple existencia implica una pérdida negativa para el capitalista, ya que durante el tiempo que permanecen inactivos representan un desembolso ocioso de este capital, y esta pérdida se convierte en positiva tan pronto como su paralización exige desembolsos adicionales para reanudar el trabajo. Prolongando la jornada de trabajo por encima de los límites del día natural, hasta invadir la noche, no se consigue más que un paliativo, sólo se logra apagar un poco la sed vampírica de sangre de trabajo vivo que siente el capital. Por eso es algo inmanente a la producción capitalista la ambición de absorber trabajo durante las 24 horas del día. Pero, como esto es físicamente imposible estrujando día y noche sin interrupción las mismas fuerzas de trabajo, para vencer este obstáculo físico no queda más camino que relevar las fuerzas de trabajo devoradas durante el día y durante la noche, relevo que admite diferentes métodos, pudiendo por ejemplo organizarse de tal modo, que una parte del personal obrero trabaje una semana de día y otra de noche, etc. Como es sabido, este sistema de relevos o régimen de turnos era el aplicado durante el período juvenil y próspero de la industria algodonera inglesa, entre otras, y es también el que florece actualmente en las hilanderías de algodón del departamento de Moscú. Como sistema, este proceso de producción de 24 horas diarias sólo impera hoy en muchas ramas industriales inglesas todavía libres, por ejemplo, en los altos hornos, forjas, talleres de laminación y otras manufacturas de metales de Inglaterra, Gales y Escocia. En estas industrias, el proceso de trabajo no sólo abarca las 24 horas de los 6 días de labor, sino también, en su mayor parte, las 24 horas del domingo. El personal obrero está formado por hombres y mujeres adultos y niños de ambos sexos. La edad de los niños y jóvenes oscila desde los 8 (en algunos casos desde los 6) hasta los 18 años. En algunas ramas, las muchachas y las mujeres trabajan también durante la noche mezcladas con los hombres.

Dejando a un lado los daños que acarrea el trabajo nocturno, la duración ininterrumpida del proceso de producción durante las 24 horas del día y de la noche brinda una magnífica y gratísima ocasión para rebasar las fronteras de la jornada nominal de trabajo. Así, por ejemplo, en las ramas industriales que mencionábamos arriba, ramas fatigosísimas, la jornada oficial de trabajo de cada obrero asciende por lo regular a 12 horas, diurnas o nocturnas. Pero el trabajo extraordinario después de cubierta esta jornada es, en muchos casos, para decirlo con las palabras del informa oficial inglés, algo verdaderamente espantoso. “Es humanamente imposible –dice el citado informe- concebir la masa de trabajo ejecutado, según testigos presenciales, por muchachos de 9 a 12 años, sin llegar a la irresistible conclusión de que este abuso de poder de padres y patrones no debe seguir siendo tolerado.”

“Este procedimiento de hacer trabajo a los muchachos por turno día y noche determina, no sólo en las épocas de mayor apertura, sino también en épocas normales, una vergonzosa prolongación de la jornada de trabajo. En muchos casos, esta prolongación es no sólo cruel, sino verdaderamente inverosímil. Ocurre a veces que, por unas razones o por otras, no se presente el muchacho que ha de relevar al saliente. Cuando esto sucede, se obliga a uno o a varios de los muchachos que han terminado ya su jornada a llenar el hueco. Y este sistema se halla tan generalizado, que, preguntado por mí el gerente de un taller de laminación cómo se cubrían los puestos de los muchachos de relevos que faltaban me contestó: “Estoy seguro de que usted lo sabe también como yo”, y no he tenido el menor reparo en confesar el hecho.”


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Nicolás Urdaneta Núñez


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