Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo XIII de “El Capital” (VIII)

¿Cuál es el interés principal de los fabricantes de las maquinarias?

La reducción de la jornada laboral a 12 horas data, en Inglaterra, de 1832. Ya en 1836, declaraba un fabricante inglés: "Comparado con lo que ocurría antes [...], el trabajo que se ejecuta en las fábricas se ha acrecentado considerablemente [...] a causa de la atención y actividad mayores exigidas al obrero por la mucho mayor velocidad de las maquinarias". En 1844 lord Ashley, el hoy conde de Shaftesbury, efectuó en la Cámara de los Comunes las siguientes manifestaciones, respaldadas documentalmente:

"El trabajo de quienes se ocupan en los procesos fabriles es actualmente tres veces mayor que cuando se iniciaron tales operaciones. La maquinaria, no cabe duda, ha ejecutado una tarea que reemplaza los tendones y músculos de millones de personas, pero también ha aumentado prodigiosamente el trabajo de los hombres regidos por su terrible movimiento... El trabajo consistente en seguir el vaivén de un par de mules durante 12 horas, para hilar hebra nº 40, exigía en 1815 recorrer una distancia de 8 millas. En 1832 la distancia que se debía recorrer siguiendo un par de hiladoras alternativas automáticas durante 12 horas, para hilar el mismo número, ascendía a 20 millas y a menudo más. En 1825 el hilandero, durante las 12 horas, tenía que hacer 820 operaciones de descarga en cada hiladora alternativa automática, lo que daba para las 12 horas un total de 1.640. En 1832 el hilandero, durante su jornada laboral de 12 horas, estaba obligado a hacer 2.200 de esas operaciones en cada hiladora alternativa automática o sea un total de 4.400; en 1844 2.400 en cada hiladora alternativa automática, 4.800 el total, y en algunos casos la masa de trabajo exigida es todavía mayor... Tengo aquí, en mi manos, otro documento de 1842, en el que se demuestra que el trabajo aumenta progresivamente, y no sólo porque debe recorrerse una distancia mayor, sino porque aumenta la cantidad de mercancías producidas mientras que decrece proporcionalmente el número de la mano de obra, y además porque ahora suele hilarse algodón de peor calidad, que exige más trabajo... En el taller de cardado se verifica también un gran aumento del trabajo. Un hombre hace ahora la labor que antes estaba repartida entre dos... En la tejeduría, donde están atareadas gran cantidad de personas, principalmente mujeres [...], el trabajo ha aumentado holgadamente en un 10 %, en virtud de la mayor velocidad de la maquinaria. En 1838 se hilaba semanalmente un número de 18.000 madejas; en 1843 ese guarismo ascendía a 21.000. Y mientras que en 1819 el número de lanzadas en el telar de vapor era de 60 por minuto, en 1842 esa cantidad ascendía a 140, lo que revela un gran incremento del trabajo".

A la vista de esta notable intensidad alcanzada por el trabajo ya en 1844, bajo el imperio de la ley de las doce horas, parecía justificarse la afirmación de los fabricantes ingleses, según los cuales todo progreso en esa dirección era imposible, puesto que toda nueva disminución del tiempo de trabajo equivaldría a reducir la producción. La aparente justeza de ese razonamiento encuentra una inmejorable comprobación en las siguientes manifestaciones que efectuara por esa misma época el infatigable censor de aquéllos, el inspector fabril Leonard Horner:

"Como, en lo fundamental, la velocidad de la maquinaria regula la cantidad producida, el interés de los fabricantes consiste necesariamente en que aquélla funcione con el más alto grado de velocidad compatible con las condiciones siguientes: preservar la maquinaria de un desgaste excesivamente rápido, mantener la calidad del artículo fabricado y que el obrero siga el movimiento sin un esfuerzo mayor que el que puede efectuar de manera continua [...]. Suele ocurrir que el fabricante, en su prisa, acelere excesivamente el movimiento. Las roturas y el trabajo mal hecho contrapesan entonces, en exceso, la velocidad, y el empresario se ve obligado a moderar la marcha de la maquinaria. Como un fabricante activo e inteligente encuentra por fin el máximo alcanzable, concluyo que es imposible producir en 11 horas tanto como en 12. Supongo, además, que el obrero pagado a destajo despliega el esfuerzo máximo, en tanto puede mantener continuamente la misma intensidad del trabajo". Horner, pues, pese a los experimentos de Gardner y otros, llega a la conclusión de que una nueva reducción de la jornada laboral, por debajo de las 12 horas, reduciría necesariamente la cantidad del producto. Él mismo cita 10 años más tarde sus reparos de 1845, como prueba de lo mal que comprendía entonces las elasticidades de la maquinaria y de la fuerza de trabajo humana, llevadas ambas al grado máximo de tensión por los límites impuestos coercitivamente a la jornada laboral.

Pasemos ahora al período que se inicia en 1847, a partir de la implantación de la ley de las diez horas en las fábricas inglesas dedicadas a elaborar algodón, lana, seda y lino.

"La velocidad de los husos ha aumentado en los throstles en 500 y en las hiladoras alternativas automáticas en 1.000 revoluciones por minuto, o sea que la velocidad del huso de un throstle, que en 1839 era de 4.500 revoluciones por minuto, asciende ahora" (1862) "a 5.000, y la del huso de hiladora alternativa automática, antes de 5.000, alcanza ahora a 6.000 por minuto, lo que en el primer caso equivale a 1/10 y en el segundo a 1/5 de velocidad adicional". James Nasmyth, el afamado ingeniero civil de Patricroft, cerca de Manchester, expuso en 1852, en una carta a Leonard Horner, los perfeccionamientos introducidos en 1848 a 1852 en la máquina de vapor. Tras observar que los caballos de fuerza de las máquinas de vapor, estimados siempre en las estadísticas fabriles según el rendimiento de esas máquinas en 1828, sólo son nominales y no pueden servir más que como índice de su fuerza real, dice Nasmyth, entre otras cosas: "No cabe duda alguna de que maquinaria de vapor del mismo peso y a menudo máquinas absolutamente iguales, a las que tan sólo se les han adaptado los perfeccionamientos modernos, ejecutan término medio un 50 % más de trabajo que antes; y en muchos casos, las mismas e idénticas máquinas de vapor que en los tiempos de la limitada velocidad de 220 pies por minuto desarrollaban 50 caballos de fuerza, hoy, con menor consumo de carbón, desarrollan más de 100... La moderna máquina de vapor, con la misma cantidad de caballos de fuerza nominales, funciona con mayor potencia que antes debido a los perfeccionamientos introducidos en su construcción, al menor volumen y a la mejor disposición de las calderas, etc... Por eso, aunque proporcionalmente a los caballos de fuerza nominales se emplea el mismo número de operarios que antes, se utilizan menos brazos en proporción a la maquinaria de trabajo". En 1850 las fábricas del Reino Unido emplearon 134.217 caballos de fuerza nominales para mover 25.638.716 husos y 301.445 telares. En 1856 el número de los husos y el de los telares ascendió respectivamente a 33.503.580 y 369.205. Si los caballos de fuerza requeridos hubieran sido iguales a los de 1850, en 1856 se habrían necesitado 175.000 de esos caballos de fuerza. Sólo ascendieron, no obstante, según la fuente oficial, a 161.435; más de 10.000 caballos de fuerza menos, pues, que si calculáramos sobre la base de 1850. "Los hechos verificados por el último informe de 1856" (estadística oficial) "son que el sistema fabril se expande a gran velocidad; que en proporción a la maquinaria ha decrecido el número de operarios; que la máquina de vapor, gracias a la economía de fuerza y a otros métodos, impulsa un peso mayor de máquinas y que se efectúa una cantidad mayor de labor debido a las mejoras introducidas en las máquinas de trabajo, los métodos de fabricación perfeccionados, la mayor velocidad de la maquinaria y otras muchas causas". "Los grandes perfeccionamientos introducidos en máquinas de todo tipo han acrecentado considerablemente su fuerza productiva. No cabe duda alguna de que la reducción de la jornada laboral... constituyó el acicate para efectuar dichas mejoras. Éstas, así como el esfuerzo más intenso desplegado por el obrero, han surtido el efecto de que por lo menos se produzca tanto con la jornada laboral reducida" (en dos horas, o sea 1/6) "como antes durante la jornada más extensa".

Cómo se intensifica el enriquecimiento de los fabricantes con la explotación más intensiva de la fuerza de trabajo, lo demuestra la mera circunstancia de que el incremento medio proporcional de las fábricas algodoneras, etcétera, inglesas ascendió de 1838 a 1850 al 32 % y en cambio de 1850 a 1856 al 86 %.

Por grande que fuera el progreso de la industria inglesa en los 8 años que van de 1848 a 1856, esto es, bajo el régimen de la jornada laboral de 10 horas, dicho avance resultó superado ampliamente en el período sexenal siguiente, de 1856 a 1862. En la industria sedera, por ejemplo, había en 1856 1.093.799 husos; en 1862, 1.388.544; en 1856: 9.260 telares; en 1862: 10.709. El número de los obreros, por el contrario, era de 56.137 en 1856 y de 52.429 en 1862. Esto significa un aumento del 26,9 % en el número de husos y de 15,6 % en el de los telares, contra una disminución simultánea del número de obreros en un 7 %. En 1850 las fábricas de estambre empleaban 875.830 husos; en 1856, 1.324.549 (aumento de 51,2 %), y en 1862, 1.289.172 (disminución del 2,7 %). Pero si se deducen los husos de torcer, que figuran en el censo de 1856 pero no en el de 1862, el número de los husos se mantiene prácticamente estacionario desde aquella fecha. Por el contrario, desde 1850 la velocidad de los husos y telares en muchos casos se había duplicado. El número de los telares de vapor era en la industria del estambre, en 1850, de 32.617; en 1856, de 38.956 y en 1862, de 43.048. Se ocupaban en esta industria 79.737 personas en 1850, 87.794 en 1856 y 86.063 en 1862, pero entre ellas los menores de 14 años eran en 1850, 9.956; en 1856, 11.228 y en 1862, 13.178. Pese al muy considerable aumento operado en el número de los telares entre 1856 y 1862, decreció, pues, el número total de los obreros ocupados y aumentó el de los niños sujetos a explotación.

El 27 de abril de 1863 el parlamentario Ferrand declaró en la Cámara de los Comunes: "Delegados obreros de 16 distritos de Lancashire y Cheshire, en cuyo nombre hablo, me han informado que a causa del perfeccionamiento de la maquinaria se incrementa continuamente el trabajo en las fábricas. Antes un obrero, con sus ayudantes, atendía dos telares, mientras que ahora atiende tres sin ayuda alguna, y no es nada extraño que una persona atienda cuatro, etc. Como surge de los hechos expuestos, 12 horas de trabajo se comprimen ahora en menos de 10 horas. Se comprende de suyo, pues, en qué enorme medida han aumentado los esfuerzos de los obreros fabriles durante los últimos años". "Treinta años atrás" (en 1841) "no se exigía de un hilandero de algodón, con 3 ayudantes, más que la vigilancia de un par de hiladoras alternativas automáticas con 300 a 324 husos. Con 5 ayudantes tiene ahora" (fines de 1871) "que vigilar hiladoras alternativas automáticas cuyo número de husos asciende a 2.200, y produce cuando menos siete veces más hilado que en 1841." (Alexander Redgrave, inspector fabril, en "Journal of the Society of Arts", 5 de enero de 1872.).

Por tanto, aunque los inspectores fabriles elogien infatigablemente, y con toda razón, los resultados positivos de las leyes de 1844 y 1850, reconocen empero que la reducción de la jornada laboral ha provocado ya una intensificación del trabajo perniciosa para la salud de los obreros, y por tanto para la fuerza misma del trabajo. "En la mayor parte de las fábricas que elaboran algodón, estambre o seda, el agotador estado de excitación necesario para el trabajo con la maquinaria, cuyo movimiento se ha acelerado extraordinariamente en los últimos años, parece ser una de las causas de ese exceso de mortalidad por enfermedades pulmonares señalado por el doctor Greenhow en su reciente y admirable informe". No cabe la mínima duda de que la tendencia del capital, no bien la ley le veda de una vez para siempre la prolongación de la jornada laboral, a resarcirse mediante la elevación sistemática del grado de intensidad del trabajo y a convertir todo perfeccionamiento de la maquinaria en medio para un mayor succionamiento de la fuerza de trabajo, pronto hará que se llegue a un punto crítico en el que se volverá inevitable una nueva reducción de las horas de trabajo. Por otra parte, el avance impetuoso de la industria inglesa entre 1848 y el presente, esto es, durante el período de la jornada laboral de 10 horas, sobrepuja al lapso que va de 1833 a 1847, es decir al período de la jornada de 12 horas, mucho más ampliamente que este último al medio siglo transcurrido desde la introducción del sistema fabril, o sea el período de la jornada laboral ilimitada.

En Lancashire el número de fábricas aumentó entre 1839 y 1850 sólo en un 4 %; desde 1850 hasta 1856, en 19 %; de 1856 a 1862 en 33 %, mientras que en ambos períodos oncenales la cantidad de personas ocupadas creció en términos absolutos, pero decreció relativamente. En Lancashire predominan las fábricas algodoneras. Pero qué lugar ocupan proporcionalmente las mismas en la fabricación de hilado y tejidos, en general, lo muestra el hecho de que de todas las fábricas del mismo tipo en Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda, 45,2 % están en ese distrito; de todos los husos, el 83,3 %; de todos los telares de vapor, el 81,4 %; de todos los caballos de fuerza de vapor, el 72,6 %, y del número global de personas ocupadas, el 58,2 %.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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