Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo XIII de “El Capital” (XI)

¿De qué han servido los adelantos de la ciencia físico-mecánica?

La maquinaria no sólo opera como competidor poderoso, irresistible, siempre dispuesto a convertir al asalariado en obrero "superfluo". El capital proclama y maneja, abierta y tendencialmente, a la maquinaria como potencia hostil al obrero. La misma se convierte en el arma más poderosa para reprimir las periódicas revueltas obreras, las huelgas, etc., dirigidas contra la autocracia del capital. Según Gaskell, la máquina de vapor fue desde un primer momento un antagonista de la "fuerza humana", el rival que permitió a los capitalistas aplastar las crecientes reivindicaciones obreras, las cuales amenazaban empujar a la crisis al incipiente sistema fabril. Se podría escribir una historia entera de los inventos que surgieron, desde 1830, como medios bélicos del capital contra los amotinamientos obreros. Recordemos ante todo la hiladora automática, pues la misma inaugura una nueva época del sistema automático. "En su declaración ante la "Trade's Unions Commission", Nasmyth, el inventor del martinete de vapor, informa en estos términos acerca de los perfeccionamientos de la maquinaria introducidos por él a consecuencia de las grandes y prolongadas huelgas de los obreros constructores de máquinas en 1851: <>" De una máquina para estampar colores en calicó dice Ure: "Finalmente, los capitalistas procuraron librarse de esa esclavitud insoportable" (o sea de las condiciones contractuales convenidas con sus obreros, a su juicio gravosas), "invocando para ello el auxilio de los recursos de la ciencia, y pronto estuvieron restablecidos en sus legítimos derechos, a saber, los de la cabeza sobre las demás partes del cuerpo". Refiriéndose a un invento para preparar urdimbres, motivado de manera directa por una huelga, expone: "La horda de los descontentos, que atrincherada tras las viejas líneas de la división del trabajo se creía invencible, se vio entonces asaltada por los flancos, con sus medios de defensa aniquilados, por la moderna táctica de los maquinistas. Tuvo que rendirse a discreción". Observa con respecto a la invención de la hiladora automática: "La misma estaba destinada a restaurar el orden entre las clases industriales... Esta invención confirma la doctrina propuesta por nosotros, según la cual cuando el capital pone la ciencia a su servicio, impone siempre la docilidad a la rebelde mano del trabajo". Aunque el libro de Ure apareció hace treinta años, o sea en una época en que el desarrollo del sistema fabril era aún relativamente débil, sigue siendo la expresión clásica del espíritu fabril, no sólo por su franco cinismo, sino también por la ingenuidad con que divulga las irreflexivas contradicciones que alberga el cerebro del capital. Tras desarrollar, por ejemplo, la "doctrina" de que el capital, con el concurso de la ciencia puesta a sueldo por él, "impone siempre la docilidad a la rebelde mano del trabajo", se llena de indignación porque "hay quienes acusan a la ciencia físico-mecánica de servir al despotismo de los ricos capitalistas y de constituirse en medio para la opresión de las clases pobres". Luego de predicar a todos los vientos cuán ventajoso es para los obreros el rápido desarrollo de la maquinaria, les previene que con su resistencia, sus huelgas, etc., aceleran el desarrollo de la maquinaria. "Revueltas violentas de esa índole", dice, "muestran la miopía humana en su carácter más despreciable, el carácter de un hombre que se convierte en su propio verdugo". Pocas páginas antes afirma, por el contrario: "Si no fuera por las violentas colisiones e interrupciones resultantes de las erróneas ideas de los obreros, el sistema fabril se habría desarrollado con mucho mayor rapidez y de manera mucho más útil para todas las partes interesadas". Y más adelante exclama: "Afortunadamente para la población de los distritos fabriles de Gran Bretaña, los perfeccionamientos introducidos en la maquinaria son graduales". "Se acusa equivocadamente a las máquinas", sostiene, "de reducir el salario de los adultos porque desplazan una parte de los mismos, con lo cual el número de dichos adultos resulta excesivo respecto a la demanda de trabajo. Pero aumenta la utilización de trabajo infantil, y la ganancia de los adultos es, por ello, tanto más considerable". Este mismo dispensador de consuelos defiende, por otra parte, el bajo nivel del salario infantil, pues gracias a ello "los padres se abstienen de enviar prematuramente sus hijos a la fábrica". Su libro entero es una apología de la jornada laboral ilimitada, y cuando la legislación prohíbe explotar más de 12 horas diarias a niños de 13 años, el alma liberal de Ure recuerda los tiempos más tenebrosos de la Edad Media. Pero no por ello deja de proponer a los obreros fabriles que eleven una oración de gracias a la Providencia, la cual, con la maquinaria, "les ha proporcionado el ocio necesario para meditar acerca de sus intereses inmortales".

Toda una serie de economistas burgueses, como James Mill, MacCulloch, Torrens, Senior, John Stuart Mill, etc., sostienen que toda maquinaria que desplaza a obreros libera siempre, al mismo tiempo y de manera necesaria, un capital adecuado para la ocupación de los mismos e idénticos obreros.

Supongamos que un capitalista, por ejemplo, emplee 100 obreros en una manufactura de papel de empapelar, a razón de 30 libras esterlinas anuales por obrero. El capital variable desembolsado anualmente por él ascenderá, pues, a 3.000 libras. Digamos que despide a 50 obreros y que ocupa a los restantes 50 con una maquinaria que le cuesta 1.500 libras esterlinas. Para simplificar, hagamos abstracción de locales, carbón, etcétera. Supongamos, además, que la materia prima consumida anualmente cueste siempre 3.000 libras esterlinas. ¿Se "libera" algún capital gracias a esta metamorfosis? En el sistema industrial anterior, la suma global desembolsada, 6.000 libras esterlinas, se componía de una mitad de capital constante y de una mitad de capital variable. Consta ahora de 4.500 libras esterlinas (3.000 libras esterlinas para materia prima y 1.500 libras esterlinas en maquinaria) de capital constante y de 1.500 libras esterlinas de capital variable. En vez de la mitad, el capital variable, o invertido en fuerza de trabajo viva, constituye únicamente 1/4 del capital global. En vez de liberación, encontramos aquí sujeción de capital bajo una forma en la que cesa de intercambiarse por fuerza de trabajo, esto es, transformación de capital variable en capital constante. Si las demás circunstancias se mantienen constantes, el capital de 6.000 libras esterlinas ya no podrá ocupar nunca a más de 50 obreros. Con cada mejora introducida a la maquinaria, ese capital ocupará menos obreros. Si la maquinaria recién introducida cuesta menos que la suma de la fuerza de trabajo y herramientas de trabajo desplazadas por ella, por ejemplo sólo 1.000 libras esterlinas en vez de 1.500 libras esterlinas, un capital variable de 1.000 libras esterlinas se convertirá en constante, o quedará ligado, mientras que se liberará un capital de 500 libras esterlinas. Este último, suponiendo que se mantenga igual el salario anual, constituiría un fondo de ocupación para unos 16 obreros, cuando los despedidos son 50, y en realidad para mucho menos de 16 obreros, ya que para su transformación en capital las 500 libras esterlinas tienen en parte que convertirse de nuevo en capital constante, y por tanto sólo es posible convertirlas parcialmente en fuerza de trabajo. "Con todo, si supusiéramos además que la construcción de la nueva maquinaria significa ocupación para un número mayor de mecánicos, ¿constituiría ello una compensación para los productores de papel de empapelar, lanzados a la calle? En el mejor de los casos, la construcción de esas máquinas ocupa menos obreros que los que desplaza su utilización. La suma de 1.500 libras esterlinas, que sólo representaba el salario de los papeleros despedidos, representa ahora lo siguiente, bajo la figura de maquinaria: 1) el valor de los medios de producción requeridos para construirla; 2) el salario de los mecánicos que la producen; 3) el plusvalor que recae en el <> de éstos. Además, una vez construida, la máquina no necesita ser renovada hasta su muerte. Por tanto, para que la cantidad adicional de mecánicos esté ocupada de manera duradera, un fabricante de papel de empapelar tras otro habrá de desplazar por máquinas a sus obreros".

En realidad, aquellos apologistas no se refieren a esta clase de liberación de capital. Se refieren a los medios de subsistencia de los obreros liberados. No puede negarse que la maquinaria, por ejemplo en el caso aducido más arriba, no sólo libera a 50 obreros y los convierte de esa manera en "disponibles", sino que a la vez anula su conexión con medios de subsistencia por un valor de 1.500 libras esterlinas, "liberando" así esos medios de subsistencia. El hecho simple, y en modo alguno novedoso, de que la maquinaria libera de medios de subsistencia a los obreros, se formula en términos económicos diciendo que la maquinaria libera medios de subsistencia para el obrero o convierte esos medios en capital para su empleo. Como vemos, todo depende del modo de expresión. Es lícito atenuar con palabras el mal. "Conforme a esta teoría, los medios de subsistencia por valor de 1.500 libras esterlinas eran un capital valorizado por los 50 obreros productores de papel pintado despedidos. Ese capital, en consecuencia, queda sin ocupación no bien los cincuenta comienzan sus vacaciones y no descansa ni reposa hasta encontrar una nueva <> en la cual los mencionados cincuenta puedan de nuevo consumirlo productivamente. Tarde o temprano, pues, el capital y los obreros tienen que reencontrarse, y es entonces cuando ocurre la compensación. Los padecimientos de los obreros desplazados por la maquinaria son tan perecederos, pues, como las riquezas de este mundo."

Los medios de subsistencia por un monto de 1.500 libras esterlinas nunca se enfrentaban como capital con los obreros despedidos. Las que se contraponían a ellos como capital eran las 1.500 libras esterlinas ahora convertidas en maquinaria. Consideradas más de cerca, aquellas 1.500 libras esterlinas sólo representaban una parte de los papeles de empapelar producidos anualmente por los 50 obreros despedidos, parte que su empleador les entregaba como salario, bajo la forma de dinero en vez de en especie. Con los papeles pintados convertidos en 1.500 libras esterlinas, compraban medios de subsistencia por el mismo importe. Éstos, por ende, existían para ellos no como capital, sino como mercancías, y ellos mismos no existían como asalariados para esas mercancías, sino como compradores. La circunstancia de que la maquinaria se haya "liberado" de los medios de compra transforma a esos obreros de compradores en no-compradores. Demanda reducida para aquellas mercancías, pues. Eso es todo, si esa demanda reducida no se compensa de otra parte con una demanda aumentada, baja el precio de mercado de las mercancías. Si esta situación se prolonga y adquiere mayor amplitud, se operará un desplazamiento de los obreros ocupados en la producción de aquellas mercancías. Una parte del capital, que antes producía medios de subsistencia imprescindibles, se reproducirá ahora bajo otra forma. Al bajar los precios de mercado y desplazarse el capital, también los obreros ocupados en la producción de los medios de subsistencia necesarios se verán "liberados" de una parte de su salario. Por tanto, en vez de demostrar que la maquinaria, al liberar de los medios de subsistencia a los obreros, convierte al mismo tiempo a aquéllos en capital para emplear a éstos, lo que demuestra el señor apologista, con su incuestionable ley de la oferta y la demanda, es a la inversa que la maquinaria arroja obreros a la calle no sólo en el ramo de la producción en el que se introduce, sino también en aquellos en que no se introduce.

Además de la buena intención de encubrir las cosas, lo que sirve de fundamento a la absurda teoría de la compensación es, primero, que la maquinaria libera fuerza de trabajo antes sujeta, y que en caso de que un capital suplementario pugne por encontrar colocación, aquélla pone a disposición del mismo, junto a la fuerza de trabajo disponible, y al mismo tiempo, los medios de subsistencia que se han convertido en disponibles. Pero la maquinaria no sólo desplaza a los obreros que se han vuelto "supernumerarios", sino, a la vez, a esa nueva corriente humana que suministra a cada ramo de la industria el contingente necesario para remplazar las bajas y crecer de manera regular. Se distribuye nuevamente este personal sustitutivo, al que absorben otros ramos del trabajo, mientras que las víctimas originarias languidecen y sucumben, en su mayor parte, durante el período de transición. Además, su fuerza de trabajo se ha vuelto tan unilateral por la división del trabajo, que sólo encuentran acceso a unos pocos ramos laborales inferiores y por tanto constantemente saturados. "Los hechos reales, disfrazados por el optimismo económico, son éstos: a los obreros desplazados por la maquinaria se los arroja del taller al mercado de trabajo, donde aumentan el número de las fuerzas de trabajo ya disponibles para la explotación capitalista. Este efecto de la maquinaria, al que se nos presenta aquí como una compensación para la clase obrera, es para los obreros, por el contrario, el peor de los flagelos, tal como habremos de ver más adelante. Baste aquí con decir lo siguiente: los obreros expulsados de un ramo de la industria pueden, sin duda, buscar ocupación en otro ramo. Si la encuentran y se restablece el vínculo entre ellos y los medios de subsistencia liberados junto a ellos, esto ocurrirá por medio de un capital nuevo, suplementario, que pugna por encontrar colocación, pero en modo alguno por medio del capital que ya funcionaba con anterioridad y que ahora está transformado en maquinaria. E incluso entonces, qué míseras son sus perspectivas! Mutilados por la división del trabajo, estos pobres diablos valen tan poco fuera de su viejo círculo de trabajo que sólo pueden tener acceso a unos pocos ramos laborales inferiores y por tanto siempre saturados y mal retribuidos. Por lo demás, todo ramo industrial atrae año tras año una nueva corriente humana que le proporciona el contingente necesario para remplazar las bajas y crecer de manera regular. No bien la maquinaria libera una parte de los obreros ocupados hasta entonces en determinado ramo industrial, se distribuye también el personal sustitutivo, al que absorben otros ramos del trabajo, mientras que las víctimas originarias languidecen y sucumben, en su mayor parte, durante el período de transición".

Pero, en segundo término, es un hecho indudable que la maquinaria no es responsable en sí de que a los obreros se los "libere" de los medios de subsistencia. Abarata y acrecienta el producto en el ramo del que se apodera, y en un primer momento deja inalterada la masa de medios de subsistencia producida en otros ramos de la industria. Después de su introducción, pues, la sociedad dispone de tantos o más medios de subsistencia que antes para los obreros desplazados, sin hablar de la enorme parte del producto anual que dilapidan los que no trabajan. Y es aquí donde estriba la gracia de la apologética capitalista! Las contradicciones y antagonismos inseparables del empleo capitalista de la maquinaria no existen, ya que no provienen de la maquinaria misma, sino de su utilización capitalista! Por tanto, como considerada en sí la maquinaria abrevia el tiempo de trabajo, mientras que utilizada por los capitalistas lo prolonga, como en sí facilita el trabajo, pero empleada por los capitalistas aumenta su intensidad; como en sí es una victoria del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, pero empleada por los capitalistas impone al hombre el yugo de las fuerzas naturales; como en sí aumenta la riqueza del productor, pero cuando la emplean los capitalistas lo pauperiza, etc., el economista burgués declara simplemente que el examen en sí de la maquinaria demuestra, de manera concluyente, que todas esas contradicciones ostensibles son mera apariencia de la realidad ordinaria, pero que en sí, y por tanto también en la teoría, no existen. Con ello, se ahorra todo quebradero adicional de cabeza y, por añadidura, achaca a su adversario la tontería de no combatir el empleo capitalista de la maquinaria, sino la maquinaria misma. "El inventor de la máquina de hilar ha arruinado a la India, lo que, por otra parte, poco nos importa". (A. Thiers, "De la propiété", [París, 1848, p. 275].) El señor Thiers confunde aquí la máquina de hilar con el telar mecánico, "lo que, por otra parte, poco nos importa".. rr "Aunque en los ramos de trabajo en los que se la introduce, la maquinaria necesariamente desplaza obreros, puede provocar, sin embargo, un aumento de ocupación en otros ramos laborales. Pero este efecto no tiene nada en común con la llamada teoría de la compensación".


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Nicolás Urdaneta Núñez


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