Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo XIX de “El Capital”

¿Cómo es el pago del salario a destajo?

El pago a destajo no es otra cosa que la forma transmutada del salario por tiempo, así como el salario por tiempo es la forma transmutada del valor o precio de la fuerza de trabajo.

A primera vista, en el pago a destajo parece como si el valor de uso vendido por el obrero no fuera la función de su fuerza de trabajo, trabajo vivo, sino trabajo ya objetivado en el producto, y como si el precio de ese trabajo no lo determinara, como en el caso del salario por tiempo, la fracción valor diario de la fuerza de trabajo/jornada laboral de un número de horas dado, sino la capacidad de rendimiento del productor.

Por de pronto, la confianza de quienes creen en esa apariencia, tendría que ser fuertemente sacudida por el hecho de que ambas formas del salario coexisten, yuxtapuestas, en los mismos ramos industriales. Por ejemplo, "los tipógrafos de Londres por lo general trabajan bajo el régimen de pago a destajo, y el salario por tiempo constituye entre ellos la excepción, mientras que entre los tipógrafos de provincias el salario por tiempo es la regla y el pago a destajo la excepción. A los carpinteros de ribera en el puerto de Londres se les paga a destajo; en todos los demás puertos ingleses rige el salario por tiempo". En los mismos talleres londinenses de talabartería es frecuente que, por el mismo trabajo, a los franceses se les pague a destajo y a los ingleses por tiempo. En las fábricas propiamente dichas, donde el pago a destajo predomina de manera general, diversas funciones laborales se sustraen por razones técnicas a ese tipo de medición y consiguientemente, se las remunera por tiempo. En sí y para sí es claro, sin embargo, que la diferencia de forma en el pago del salario no modifica nada en la esencia de éste, aun cuando una forma pueda ser más favorable que la otra para el desarrollo de la producción capitalista.

Supongamos que la jornada laboral normal es de 12 horas, de las cuales 6 son pagas y 6 impagas, y que su producto de valor es de 6 chelines, siendo por tanto de 6 peniques el de una hora. Digamos además que se haya comprobado empíricamente que un obrero, trabajando con el grado medio de intensidad y destreza o sea, gastando en realidad sólo el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un artículo produce en 12 horas 24 piezas, ya se trate de partes discretas o de partes mensurables de una obra continua. De esta manera, el valor de esas 24 piezas, descontando la parte de capital constante contenida en ellas, es de 6 chelines, y de 3 peniques el valor de cada pieza singular. El obrero percibe 1 1/2 peniques por pieza y gana así 3 chelines en las 12 horas. Así como en el caso del salario por tiempo es indiferente decir que el obrero trabaja 6 horas para sí mismo y 6 para el capitalista, o que de cada hora trabaja la mitad para sí mismo y la otra mitad para el capitalista, aquí también podemos decir que de cada pieza singular la mitad está paga y la mitad impaga o que el precio de 12 piezas sólo remplaza el valor de la fuerza de trabajo, mientras que en las otras 12 se corporifica el plusvalor.

La forma del pago a destajo es tan irracional como la del salario por tiempo. Así, por ejemplo, mientras que dos piezas de mercancía una vez descontado el valor de los medios de producción consumidos en ellas valen 6 peniques en cuanto producto de una hora de trabajo, el obrero percibe por ellas un precio de 3 peniques. En realidad, el pago a destajo no expresa directamente ninguna relación de valor. No se trata de medir el valor de la pieza por el tiempo de trabajo encarnado en ella, sino, a la inversa, de que el trabajo que ha gastado el obrero se mida por el número de piezas que ha producido. En el salario por tiempo el trabajo se mide por su duración directa; en el pago a destajo, por la cantidad de productos en que se condensa el trabajo durante un tiempo determinado. El precio del tiempo mismo de trabajo está determinado, en último término, por la ecuación: valor del trabajo diario = valor diario de la fuerza de trabajo. El pago a destajo, pues, no es más que una forma modificada del salario por tiempo.

Consideremos ahora algo más de cerca las peculiaridades que caracterizan el pago a destajo.

La calidad del trabajo está controlada aquí por la obra misma, que debe poseer la calidad media para que se pague íntegramente el precio de cada pieza. El pago a destajo se convierte, en este sentido, en fuente abundantísima de descuentos salariales y engaño capitalista.

Esta forma de pago brinda al capitalista una medida rigurosamente precisa de la intensidad del trabajo. Sólo el tiempo de trabajo que se encarna en una cantidad de mercancías determinada previamente y fijada por la experiencia, cuenta como tiempo de trabajo socialmente necesario y se lo remunera como tal. Por eso en los grandes talleres de sastrería de Londres a determinada pieza de trabajo, un chaleco, etc., por ejemplo, se lo denomina una hora, media hora, etc., a razón de 6 peniques por hora. La práctica permite establecer cuál es el producto medio de una hora. En caso de modas nuevas, reparaciones, etc., se entabla una disputa entre patrones y obreros acerca de si determinada pieza de trabajo es de una hora, etc., hasta que también en este caso decide la experiencia. Otro tanto ocurre en las ebanisterías londinenses, etc. Si el obrero carece de la capacidad de rendimiento media, si, por consiguiente, no puede ejecutar determinado mínimo de obra diaria, se lo echa a la calle.

Como la calidad e intensidad del trabajo están controladas aquí por la forma misma del salario, ésta vuelve superflua gran parte de la vigilancia del trabajo. De ahí que dicha forma constituya el fundamento tanto de la industria doméstica moderna, descrita anteriormente, como de un sistema de explotación y opresión articulado jerárquicamente. Este sistema presenta dos formas fundamentales. El pago a destajo, por un lado, facilita la interposición de parásitos entre el capitalista y el obrero, el subarriendo del trabajo. La ganancia de esos intermediarios deriva, exclusivamente, de la diferencia entre el precio del trabajo pagado por el capitalista y la parte de ese precio que aquéllos dejan que llegue efectivamente a manos del obrero. Este sistema recibe en Inglaterra el nombre característico de sistema de expoliación del sudor. Por la otra parte, el pago a destajo permite al capitalista instaurar con el obrero principal -en la manufactura con el jefe de un grupo, en las minas con el picador de carbón, etc., en la fábrica con el maquinista propiamente dicho- un contrato a razón de tanto por pieza, a un precio por el cual el obrero principal mismo se encarga de contratar y pagar a sus auxiliares. La explotación de los obreros por el capital se Ileva a cabo aquí mediante la explotación del obrero por el obrero.

Una vez dado el pago a destajo, naturalmente, el interés personal del obrero estriba en emplear su fuerza de trabajo de la manera más intensa posible, lo que facilita al capitalista la elevación del grado normal de la intensidad. El obrero, asimismo, está personalmente interesado en prolongar la jornada laboral para que de esta manera aumente su jornal o su salario semanal. Se produce de esta manera la reacción ya descrita en el caso del salario por tiempo, aun prescindiendo de que, incluso si se mantiene constante la tarifa del pago a destajo, la prolongación de la jornada laboral implica en sí y para sí una merma en el precio del trabajo.

En el salario por tiempo prevalece, con pocas excepciones, el salario igual para funciones iguales, mientras que en el pago a destajo el precio del tiempo de trabajo se mide por una cantidad de productos determinada, pero el jornal o el salario semanal, en cambio, varían conforme a la diversidad individual de los obreros: uno de éstos suministra el mínimo de producto en un tiempo dado; otro, el término medio, un tercero, más que el promedio. En lo que atañe al ingreso real aparecen aquí grandes diferencias, pues, según la destreza, fuerza, energía, resistencia, etc., diferentes en cada obrero individual. Esto, naturalmente, no modifica en nada la relación general entre el capital y el trabajo asalariado. En primer término, las diferencias individuales se compensan en el taller colectivo, de tal suerte que éste, en un tiempo determinado de trabajo, suministra el producto medio, y el salario total pagado en él equivale al salario medio de ese ramo industrial. En segundo lugar, la proporción entre el salario y el plusvalor se mantiene inalterada, ya que la masa de plusvalor suministrada individualmente por cada obrero guarda correspondencia con el salario individual del mismo. Pero el mayor campo de acción que el pago a destajo ofrece a la individualidad, tiende por una parte a desarrollar dicha individualidad y con ella el sentimiento de libertad, la independencia y el autocontrol de los obreros, y por otra parte la competencia entre ellos mismos, de unos contra otros. Tiende, pues, a aumentar salarios individuales por encima del nivel medio y, al mismo tiempo, a abatir ese nivel. Sin embargo, allí donde determinada tarifa de destajo se ha consolidado desde mucho tiempo atrás, de manera tradicional, y la rebaja de la misma presenta por tanto dificultades especiales, los patrones han recurrido también, excepcionalmente, a transformar de manera violenta el pago a destajo en salario por tiempo. A ello obedeció, por ejemplo, la gran huelga de 1860 entre los tejedores de cintas de Coventry. El pago a destajo es, por último, uno de los apoyos principales en que se funda el sistema de horarios descrito anteriormente.

De la exposición precedente se infiere que el pago a destajo es la forma del salario más adecuada al modo de producción capitalista. Aunque de ninguna manera es nueva, ni mucho menos -figura oficialmente, junto al salario por tiempo, en las leyes laborales francesas e inglesas del siglo XIV-, no empieza a cobrar verdadero auge hasta el período manufacturero propiamente dicho cuando conquista un campo de acción más amplio. En la época de avance arrollador de la gran industria, sobre todo entre 1797 y 1815, sirve de palanca para prolongar la jornada laboral y abatir el salario. Un material muy importante para estudiar el movimiento de los salarios durante ese período, se encuentra en los libros azules "Report and Evidence from the Select Committee on Petitions Respecting the Corn Laws" (legislatura de 1813-1814) y "Reports from the Lords' Committee, on the State of the Growth, Commerce, and Consumption of Grain, and All Laws Relating Thereto" (período de sesiones 1814-1815). Encontramos allí las pruebas documentales de la baja continua experimentada por el precio del trabajo desde el inicio de la guerra antijacobina. En la tejeduría, pongamos por caso, la tarifa del destajo había caído tanto que el jornal, a pesar de la muy considerable prolongación de la jornada laboral, era ahora inferior al que imperaba antiguamente. "El ingreso real del tejedor es muchísimo menor que antes: la superioridad de este obrero con respecto al trabajador común, que antes era muy grande, casi ha desaparecido por completo. La diferencia entre los salarios del trabajo calificado y del trabajo corriente, en efecto [...], es ahora mucho más insignificante que en cualquier período anterior". Cuan poco aprovechaban al proletariado rural la mayor intensidad y extensión del trabajo que el salario por piezas llevaba aparejadas, lo demuestra el siguiente pasaje, tomado de una defensa partidista de los terratenientes y colonos: "Con mucho, la mayor parte de las operaciones agrícolas las ejecutan personas contratadas por día o a destajo. Su salario semanal asciende a 12 chelines, poco más o menos, y aunque cabe admitir que trabajando a destajo, sometido a un estímulo mayor, un hombre gana 1 chelín o quizás 2 chelines más que cuando se le paga por semana, se llega sin embargo a la conclusión, al calcular su ingreso global, que la pérdida de ocupación en el curso del año contrapesa ampliamente esa ganancia... Se observará además, en general, que los salarios de estos hombres guardan cierta relación con los precios de los medios de subsistencia necesarios, de tal manera que un hombre con dos hijos puede mantener su familia sin recurrir a los socorros parroquiales". Malthus hizo notar entonces, respecto a los hechos divulgados por el parlamento: "Confieso que veo con desagrado la gran difusión que cobra la práctica del pago a destajo. Trabajar de una manera realmente dura 12 ó 14 horas diarias, durante períodos prolongados, es demasiado para un ser humano".

En los talleres sometidos a la ley fabril el pago a destajo se convierte en la regla general, pues allí el capital sólo puede ampliar la jornada de trabajo en lo que respecta a su intensidad.

Al variar la productividad del trabajo, la misma cantidad de productos representa un tiempo de trabajo cambiante. Por tanto, varía también el pago a destajo, ya que éste es la expresión del precio de un tiempo de trabajo determinado. En nuestro ejemplo de más arriba, en 12 horas se producían 24 piezas, el producto de valor de las 12 horas era de 6 chelines, el valor diario de la fuerza de trabajo de 3 chelines, el precio de la hora de trabajo de 3 peniques y el salario por pieza de 1 1/2 peniques. Cada pieza había absorbido 1/2 hora de trabajo. Ahora bien, si a causa de una duplicación en la productividad del trabajo la misma jornada laboral produce 48 piezas en lugar de 24 y todas las demás circunstancias se mantienen inalteradas, el salario por pieza bajará de 1 1/2 peniques a 3/4 de peniques, puesto que cada pieza representa ahora únicamente 1/4 de hora de trabajo, en vez de 1/2 hora. 24 x 1 1/2 peniques = 3 chelines, del mismo modo que 48 x 3/4 peniques = 3 chelines. En otras palabras: la tarifa del destajo disminuye en la misma proporción en que se acrecienta el número de las piezas producidas en el mismo lapso, o, por tanto, en que decrece el tiempo de trabajo empleado en la misma pieza. Esta alteración en la tarifa del destajo, aunque puramente nominal, provoca luchas constantes entre el capitalista y los obreros. O bien porque el capitalista aprovecha el pretexto para reducir efectivamente el precio del trabajo, o porque el acrecentamiento en la fuerza productiva del trabajo va acompañado de una mayor intensidad del mismo. O bien porque el obrero toma en serio la apariencia del pago a destajo, como si se le pagara su producto y no su fuerza de trabajo, y se rebela por tanto contra una rebaja de salarios a la que no corresponde una rebaja en el precio de venta de la mercancía. "Los obreros [...] vigilan celosamente el precio de la materia prima y el precio de los artículos fabricados, y esto les permite estimar con precisión las ganancias de sus patrones". El capital, con razón, desecha tal reclamo como craso error acerca de la naturaleza del trabajo asalariado. Pone el grito en el cielo ante esa pretensión de imponer gravámenes al progreso de la industria y declara rotundamente que al obrero le tiene sin cuidado el mayor o menor rendimiento del trabajo.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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