Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo XXIII de “El Capital” (XI)

¿Cómo son las condiciones en que viven los obreros agrícolas?

Antes conocimos los resultados generales a que arribó la comisión médica que en 1863 investigó la situación alimentaria de las clases populares peor alimentadas. Recordarán que la dieta de una gran parte de las familias de obreros agrícolas está por debajo de la medida mínima necesaria "para la profilaxis de enfermedades ocasionadas por el hambre". Tal es el caso, principalmente, en todos los distritos puramente agrícolas de Cornwall, Devon, Somerset, Dorset, Wilts, Stafford, Oxford, Berks y Herts. "La alimentación que obtiene el obrero agrícola", dice el doctor Simon, "es mejor que la que indica la cantidad media, ya que él mismo obtiene una porción mucho mayor de los medios de subsistencia [...] indispensable para efectuar su labor [...] que los demás miembros de su familia, una porción que en los distritos más pobres incluye casi toda la carne y el tocino. [...] En muchos casos, y en casi todos los condados, la cantidad de alimento que toca a la mujer, así como a los niños en el período de su crecimiento rápido, es deficiente, particularmente en nitrógeno". A los criados y sirvientas que viven en la casa misma del arrendatario se los alimenta abundantemente. Su número cayó de 288.277 en 1851 a 204.962 en 1861. "El trabajo de las mujeres en los campos", dice el doctor Smith, "sean cuales fueren sus inconvenientes en otros aspectos [...], en las actuales circunstancias es muy ventajoso para la familia, pues le proporciona a la misma medios [...] para la adquisición de calzado, vestimenta, pago del alquiler, y permite así que la familia esté mejor alimentada". Uno de los resultados más notables de esta investigación fue que el obrero agrícola está mucho peor alimentado en Inglaterra que en las demás partes del Reino Unido, tal como lo demuestra el siguiente cuadro:

Consumo semanal en granos de carbono y nitrógeno por obrero agrícola medio

  Carbono Nitrógeno
Inglaterra 40.673 1.594
Gales 48.354 2.031
Escocia 48.980 2.348
Irlanda 43.366 2.434

"En cada página del informe redactado por el doctor Hunter", dice el doctor Simon en su informe sanitario oficial, "aporta un testimonio sobre la cantidad insuficiente y la calidad miserable de las viviendas en que se aloja nuestro obrero agrícola. Y desde hace muchos años viene empeorando progresivamente, en ese aspecto, la situación de dicho trabajador. Actualmente, tal vez encontrar techo sea para él mucho más difícil que lo que lo era en los últimos siglos, y cuando lo encuentra se adecúa mucho menos a sus necesidades. En los últimos veinte o treinta años, especialmente, el mal se ha incrementado con rapidez, y las condiciones habitacionales del campesino son hoy en día excesivamente deplorables. Excepto en los casos en que aquellos a quienes enriquece el trabajo del obrero consideran que vale la pena tratarlo con una especie de indulgencia compasiva, éste se encuentra totalmente desvalido en lo que respecta a dicho punto. Que la vivienda se alce en la misma tierra que él cultiva, que dicha vivienda sea adecuada como morada humana o como morada porcina, que tenga una huertita la cual alivia tanto la carga de la pobreza, todo esto no depende de su disposición o de su capacidad de pagar un alquiler razonable, sino del uso que a otros les plazca hacer del <<derecho a disponer de su propiedad como se les antoje>>. Por grande que sea una finca arrendada, ninguna ley establece que en ella debe levantarse determinado número de viviendas obreras, y mucho menos que tienen que ser decentes; del mismo modo, la ley no atribuye al obrero ni siquiera el mínimo derecho al suelo, para el cual su trabajo es tan necesario como la lluvia y el sol... Con su considerable peso, una circunstancia notoria desnivela aun más la balanza contra él... la influencia de la ley de beneficencia, con sus disposiciones sobre domicilio y gravámenes de beneficencia. Bajo esa influencia, toda parroquia tiene un interés pecuniario en restringir a un mínimo el número de obreros agrícolas residentes en ella, pues desgraciadamente el trabajo agrícola, en vez de garantizar una independencia segura y permanente al hombre abrumado de trabajo y a su familia, sólo conduce, en la mayor parte de los casos y tras rodeos más largos o más breves, al pauperismo. Un pauperismo que a lo largo de todo el camino está tan próximo que toda enfermedad o cualquier carencia transitoria de ocupación obligan a recurrir al socorro parroquial, y de ahí que todo asentamiento de una población agrícola en una parroquia signifique, notoriamente, un aumento adicional en sus impuestos de beneficencia... A los grandes terratenientes  [...] les basta decidir que en sus fincas no se levante ninguna vivienda obrera y con ello se liberan automáticamente de la mitad de su responsabilidad por los pobres. Hasta qué punto la constitución y la ley inglesas han querido sancionar este tipo de propiedad irrestricta del suelo, gracias a la cual un terrateniente que <<hace con lo suyo lo que se le antoja>> puede tratar como forasteros a los cultivadores y expulsarlos de su propiedad, es una cuestión cuyo debate no me incumbe... Esta facultad de desalojo [...] no existe sólo en la teoría. Se la ejerce en la práctica, en la mayor escala [...]. Es una de las circunstancias que rigen las condiciones habitacionales del obrero agrícola... Acerca de la extensión del mal permite juzgar el último censo, según el cual durante los últimos 10 años y pese a una mayor demanda local de vivienda, prosiguió la destrucción de casas en 821 diversos distritos de Inglaterra, de tal manera que si prescindimos de personas obligadas a convertirse en no residentes" (esto es, a no residir en las parroquias donde trabajan), "en 1861 una población mayor en un 5 1/3 % que en 1851 debió acomodarse en un espacio habitacional un 4 1/2 % más reducido... Cuando el proceso de despoblación ha llegado a su término, dice el doctor Hunter, el resultado es una aldea de escenografía, donde las chozas se han reducido a unas pocas, en las que no se permite vivir a nadie y se exceptúa tan sólo a pastores de ovejas, jardineros y monteros, servidores regulares que reciben de los magnánimos señores el buen trato tradicionalmente dado a esas clases. Pero la tierra requiere cultivo, y se observará que los trabajadores que la laboran no son inquilinos del terrateniente, sino que proceden de una aldea abierta, ubicada quizás a tres millas de distancia, donde una numerosa clase de pequeños caseros los ha hospedado después de la destrucción de las chozas de los primeros en las aldeas cerradas. Cuando las cosas tienden a ese resultado, las chozas suelen atestiguar, con su aspecto destartalado, el destino al que están condenadas. Se las ve en las diversas fases de la decadencia natural. Mientras el techo no se venga abajo, se le permite al obrero pagar alquiler por la choza, y a menudo está contentísimo de poder hacerlo, aunque tenga que abonar por ella el precio de una vivienda confortable. Pero ninguna reparación, ninguna mejora, salvo las que pueda efectuar el insolvente inquilino. Y por último cuando se vuelve completamente inhabitable [...], hay simplemente una choza destruida más y un impuesto de beneficencia menos para pagar en lo sucesivo. Mientras los grandes terratenientes se desembarazan de esa manera del impuesto de beneficencia, despoblando el suelo controlado por ellos, el pueblo o la aldea abierta más cercano reciben los obreros desalojados; más cercano, digo, pero ese pueblo <<más cercano>> puede distar 3 ó 4 millas de la finca en que el obrero debe trabajar duramente día tras día. Se agrega así a su tarea diaria, como si fuera poca cosa, la necesidad de marchar diariamente de 6 a 8 millas para ganarse el pan de cada día. Todo el trabajo agrícola ejecutado por su mujer e hijos se efectúa bajo las mismas circunstancias que agravan las dificultades. Y el mal generado por el alejamiento no se reduce a eso. En la aldea abierta, los especuladores compran retazos de terreno que siembran lo más densamente posible con los cuchitriles más baratos que se pueda concebir. Y en estas míseras viviendas, que aunque corresponden al campo, comparten las características más monstruosas de las peores moradas urbanas, es donde se hacinan los obreros agrícolas de Inglaterra". Sin los pequeños propietarios de las aldeas abiertas [...], la mayor parte de los obreros agrícolas tendrían que dormir bajo los árboles de las fincas en que trabajan." El sistema de las aldeas "abiertas" y "cerradas" prevalece en todas las medianerías y en toda la parte oriental de Inglaterra. ...Tampoco se debe imaginar, por otra parte, que el trabajador alojado en la misma tierra que cultiva encuentra la vivienda a que lo hace merecedor su vida, industriosa y productiva. [...] Incluso en las fincas más principescas [...] su choza [...] suele ser de lo más deplorable. A juicio de algunos terratenientes, un establo es suficientemente bueno para sus obreros y los familiares de éstos y no desdeñan extraer de su alquiler todo el dinero posible. Aunque se trate de una choza en ruinas, con un solo dormitorio, sin hogar, sin retrete, sin ventanas que puedan abrirse, sin más suministro de agua que el de la acequia, sin huerta, el obrero carece de amparo contra la injusticia. Y nuestras leyes de política sanitaria  [...] son [...] letra muerta. Se ha confiado su aplicación [...] precisamente a los propietarios que alquilan esas covachas... Es necesario que [...] no nos dejemos deslumbrar por escenas más brillantes, pero excepcionales; si lo hiciéramos perderíamos de vista la preponderancia abrumadora de hechos que constituyen un baldón para la civilización inglesa. Horrendo debe de ser, en efecto, el estado de cosas, cuando los observadores competentes, pese a la monstruosidad notoria de la vivienda actual, llegan por unanimidad a la conclusión de que la misma sordidez de las viviendas es un mal infinitamente menos agobiante que su mera escasez. Desde hace años, el hacinamiento en las viviendas de los obreros agrícolas es motivo de profunda inquietud no sólo para las personas que se ocupan de la salud, sino para todas las que se atienen a la decencia y la moralidad de la vida. Una y otra vez, en efecto, con expresiones tan uniformes que parecen estereotipadas, quienes elaboran informes sobre la difusión de enfermedades epidémicas en los distritos rurales denuncian el hacinamiento habitacional como causa que frustra por entero todo intento de contener el progreso de una epidemia ya declarada. Y una y otra vez se ha demostrado que a pesar de las muchas influencias saludables de la vida campestre, la aglomeración, que tanto acelera la propagación de las enfermedades infecciosas, coadyuva también al surgimiento de enfermedades no infecciosas. Y las personas que han denunciado esa situación, no han guardado silencio acerca de otro mal. Incluso cuando su tema originario se limitaba al cuidado de la salud, se veían casi obligados a ocuparse de los otros aspectos del problema. Al mostrar cuán frecuentemente adultos de uno u otro sexo, casados y solteros, deben yacer amontonados en estrechos dormitorios, los informes de esos observadores tenían necesariamente que suscitar la convicción de que en las condiciones descritas se ultrajan de la manera más grosera el sentimiento del pudor y la decencia, causándose la ruina, casi necesariamente, de toda moralidad ... En el apéndice de mi último informe, por ejemplo, el doctor Ord, en su relación sobre el brote de fiebre en Wing, Buckinghamshire, refiere cómo llegó a ese lugar un joven de Wingrave, con fiebre. En los primeros días de su enfermedad ese joven durmió en una habitación con otras nueve personas. En dos semanas fueron infectados varios individuos; en el curso de pocas semanas 5 de las 9 personas habían contraído la fiebre, y una murió! [...] En esa misma época, el doctor Harvey, del hospital de Saint George, quien con motivo de su práctica privada había visitado el pueblo de Wing durante la epidemia, me proporcionó información coincidente con la anterior: <<Una joven, enferma de fiebre, dormía de noche en el mismo cuarto con el padre, la madre, su propio hijo bastardo, dos muchachos jóvenes (hermanos de ella) y sus dos hermanas, cada una con un bastardo; en total, 10 personas. Pocas semanas antes, 13 niños dormían en esa misma pieza>>".

Durante su investigación, el doctor Hunter visitó 5.375 chozas de obreros agrícolas no sólo en distritos puramente agrarios, sino en todos los condados de Inglaterra. De esas 5.375, 2.195 sólo tenían un dormitorio (que frecuentemente era también el cuarto de estar); 2.930 sólo 2, y 250 más de 2.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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