Una de las obras grandiosas de Trotsky

Sin equivocación de ningún género y sin ser trotskista, en el escalafón marxista de arriba hacia abajo, como los más grandes pensadores y prácticos de la revolución socialista o proletaria, León Trotsky ocupa el privilegiado cuarto lugar sólo superado, en algunas materias y en otras no, por Marx, Engels y Lenin. Que algunos pocos o muchos eso no lo quieran reconocer, no tiene absolutamente nada que ver con la verdad verdadera. ¡Poco importa! La historia y la verdad no se detienen por las tonterías de los mentirosos por muchos frutos que éstos obtengan de manera momentánea. Aún con una herida en su talón, Aquiles era más rápido que la tortuga.

Aún, luego de tres décadas del derrumbe de lo que se conoció como el campo socialista con la extinta URSS al frente, la dimensión histórica de León Trotsky, como revolucionario y científico teórico y práctico, sigue siendo, en la mayoría de sus aspectos, desconocida para los estudiosos de la ciencia social y, especialmente, para el proletariado mundial. Lamentablemente, entre otras cosas, el espíritu de la lectura de la historia y de la política es mucho más reducido en la actualidad que en el tiempo en que vivieron Lenin y Trotsky. Sin restar los méritos de la televisión, ésta ha logrado cumplir funciones que para millones de personas son suficientes como sustitutos de la necesidad de la lectura directa sobre los textos escritos desafiando esa gran verdad dicha por Jorge Luis Borges de que la lectura es el más preciado alimento espiritual.

No nos ocupemos, por ahora, de los grandes aportes teóricos de Trotsky en el campo de la ciencia social –en general- y del marxismo –en lo particular-. Baste, por ejemplo, que a los veintitrés o veinticuatro años escribió y publicó un texto conocido como “Resultados y Perspectivas” (luego internacionalizado y mejorado como “Revolución Permanente”) que ilustres teóricos del marxismo como Plejanov, Kautsky y hasta el mismísimo Lenin no fueron capaces de hacerlo antes que Trotsky muy a pesar del elevadísimo nivel de conocimientos que poseían. Después de 1917, sería Lenin quien hizo que los bolcheviques abrazaran como suya propia la teoría de la revolución permanente. También podemos citar el aporte teórico de Trotsky sobre la famosa ley del desarrollo combinado como un agregado a la ley del desarrollo desigual. Sin embargo, repito, en esta oportunidad se trata de destacar una obra tan grandiosa de Trotsky que Lenin no sólo quedó maravillado sino que sentía un regocijo extraordinario hacerlo conocer a otras personas.

Partamos del hecho que realmente fue Trotsky el verdadero Presidente del Soviet de Petrogrado en 1905 y quien, sin duda alguna, tuvo una gran responsabilidad en la derrota de la insurrección pero nadie puede negar que eso fue el preludio de la revolución de 1917 y, además, que ese hecho legó extraordinarios y valiosos conocimientos y experiencias para la futura lucha de los revolucionarios en Rusia. Una derrota como la producida en 1905 fue para los revolucionarios un enorme paso de avance en la superación, en la organización y en la preparación para una gigantesca victoria posterior en corto plazo. Diría después Lenin, quien no estuvo presente en Rusia durante la insurrección de 1905, de Trotsky: “Se lo ha ganado, trabajando infatigablemente y de un modo magnífico”, refiriéndose a su papel como el principal dirigente revolucionario del Soviet de Petrogrado. Después de muerto Lenin, todo el papel de Trotsky en 1905, quiso ser negado por el termidor y la burocracia soviética.

Vamos a saltar fases desde 1905 hasta 1917 y quienes estén interesados en conocer la trayectoria de Trotsky durante las mismas, no tienen más que ir a textos históricos donde está bien explicada. Vayamos al contenido del título de esta opinión o crónica política o histórica, si así puede llamarse.

Se sabe demasiado bien, aunque negado una y mil veces más por el termidor y la burocracia soviética, que Trotsky fue el Presidente del Soviet de Petrogrado en 1917 y, por consiguiente, máxima figura del Comité Militar Revolucionario. Fue, reconocido por todos los revolucionarios rusos en 1917, la principal figura organizadora y conductora de las fuerzas políticas que llevaron a cabo el triunfo de la revolución. Fue, en otros términos, el dirigente práctico mientras que Lenin fue el gran teórico. Quien eso lo dude, da la espalda a la verdad histórica. Para que no quede ninguna duda al respecto vamos a recurrir no a los que escribieron en positivo sobre Trotsky en 1917, sino su archi enemigo, Stalin. Este dijo, antes de morir Lenin quien ya había dicho que no había mejor bolchevique que Trotsky, que “Toda la labor práctica de preparación del movimiento corrió directamente a cargo del presidente del Soviet de Petrogrado, Trotsky. Y puede afirmarse con absoluta seguridad que si la guarnición se pasó tan rápidamente al lado de los soviets y los trabajos del comité revolucionario de guerra se organizaron tan acertadamente, el partido lo debe, muy en primer término, al camarada Trotsky”. Después de muerto Lenin, el mismo Stalin dijo: “Ni en el partido ni en la Revolución de Octubre el camarada Trotsky tuvo ni pudo tener un papel importante”. Pero por si acaso entre esas dos opiniones llegase a quedar una duda, basta, simplemente, con leer el libro de John Reed “Los diez días que estremecieron el mundo”, cuyo prólogo lo hizo Lenin, recomendando su publicación por millones y millones de ejemplares para que los obreros del mundo conocieran con exactitud cómo se hizo la Revolución de Octubre de 1917. En ese libro, si no me equivoco, el nombre de Stalin aparece una sola vez firmando un documento sobre las nacionalidades y el de Trotsky aparece muchas veces y ojalá los lectores tengan el cuidado de contar cuántas veces. Sin embargo, luego de muerto Lenin y también el camarada John Reed, el termidor soviético le hizo e incorporó un epílogo donde, en varios puntos de su contenido, señalan que el revolucionario estadounidense y luchador por la defensa de la revolución (y conste que murió en Rusia muy temprano en 1920) se equivocó para poder alterar y deformar el papel jugado por Trotsky en la insurrección victoriosa.

Mejor, vayamos al grano.

La Revolución Francesa de 1789 y la Revolución de Octubre de 1917, se parecen en que ambas fueron inmediatamente cercadas y atacadas por toda clase de sus enemigos y lograron, por métodos similares y otros diferentes, ambas vencer a sus adversarios. Por supuesto que la segunda no puede ser analizada o juzgada con el mismo lente óptico con que se investigue sobre la primera. Francia era para 1789 una nación avanzada en relación con el resto del mundo pero la Rusia de 1917, era el eslabón más atrasado de la cadena capitalista europea. Por eso parece terrible que uno trate de medir los procesos históricos con las adversidades personales de la gente. Los, por lo menos, grandes dirigentes revolucionarios deben ser valorados con mucha objetividad pero sin separarlos de los derroteros que sigue la evolución social.

Frente al cerco imperialista y los estallidos internos de guerra civil o contrarrevolución, al Estado o gobierno de los Comisarios del Pueblo no le quedó otra alternativa que recurrir, para organizar y dirigir la guerra revolucionaria, que escoger al mejor dotado o capacitado militarmente de todos sus dirigentes. No hubo duda alguna en ese momento y a propuesta del Presidente del Consejo de Comisarios, el gran líder Vladimir Lenin, se decidieron por el camarada León Trotsky.

No es necesario narrar o describir cada acontecimiento de ese corto pero extremadamente cruento período de guerra a que sometieron los enemigos a la revolución rusa. Muchos libros, textos, testimonios y biografías dan cuenta de ellos. Pero, por encima de todas las verdades o de todos los hechos, fue el camarada León Trotsky el gran organizador del Ejército Rojo y el gran conductor de la guerra revolucionaria que derrotó, en muy poco tiempo, a todos los hacedores de violencia que pretendieron derrumbar a la revolución cuando a penas comenzaba de gatear a caminar.

¿Cómo se confirma esa verdad?

Bien se sabe, como lo dijo el mismo Trotsky, que una revolución es una gran devoradora de hombres y de caracteres. La defensa de Petrogrado era para la revolución una cuestión de vida o muerte. El presidente del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista era Zinoviev (quien precisamente no era entrañable amigo de Trotsky), aunque Lenin era, de verdad verdad, el innegable jefe o principal dirigente no sólo del gobierno revolucionario sino, igualmente, de la III Internacional. Sin embargo, Zinoviev escribió a Trotsky lo siguiente: “Evitar que Petrogrado, la capital roja, caiga en manos del enemigo es prestar un servicio inapreciable al proletariado mundial y, por consiguiente, a la Internacional Comunista. En la defensa de Petrogrado, le corresponde a usted, querido camarada Trotsky –todo el mundo lo sabe-, el primer lugar. En nombre del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, entrego a usted las banderas, rogándole que las destine a los destacamentos que más se hayan distinguido entre los de ese glorioso Ejército Rojo, conducido por usted”. Por supuesto que gracias a la revolución, al gobierno encabezado por el camarada Lenin, a los mandos y soldados del Ejército Rojo, a los proletarios, al partido comunista, a la Internacional Comunista, se defendió victoriosamente a Petrogrado y el enemigo fue derrotado, pero, nadie lo dude, el comandante y genio militar bolchevique, camarada León Trotsky, fue quien jugó el papel personal más importante en ese glorioso triunfo. No sólo lo reconocieron los bolcheviques, los revolucionarios sino, muy especialmente, Kirdezov, ministro de Iudenitch, quien escribió un libro que el mismo Lenin le recomendó a Trotsky que lo leyera. ¿Qué se dice en ese libro sobre la lucha por la ocupación o defensa de Petrogrado: “El 16 de octubre, Trotsky llegó a toda prisa al frente de Petrogrado, y la confusión que venía reinando en el cuartel general de los rojos cedió el puesto a su fogosa energía. Unas horas antes de caer Gatchina en nuestras manos, todavía intentaba detener el avance de las tropas blancas; pero cuando vio que no era posible, abandonó velozmente esta ciudad para organizar la defensa de Tsarskoie. No han recibido grandes refuerzos, pero reúne rápidamente a todos los alumnos de la escuela de guerra de Petrogrado, moviliza a todos los hombres de la capital capaces de tomar las armas, empuja de nuevo hacia delante a los destacamentos del Ejército Rojo con ametralladoras (?) y consigue con sus medidas enérgicas que todas las vías de acceso a Petrogrado se fortifiquen y preparen a la defensa… Trotsky consiguió organizar en Petrogrado destacamentos de obreros de arraigadas convicciones comunistas y lanzarlos al foco central de la lucha. Según el testimonio del estado mayor de Iudenitch, eran estos obreros y no (?) los destacamentos del Ejército Rojo los que luchaban como leones al lado de los batallones de marinos y de los alumnos de la escuela de guerra. Atacaban a los tanques a bayoneta calada, y mientras que filas enteras de ellos caían bajo el fuego asesino del monstruo de acero, los demás seguían tenaces en su puesto, defendiendo sus posiciones”. Sea o no esa narración lo suficientemente objetiva, demuestra que los enemigos de la revolución sentían no sólo respeto sino temor ante el camarada Trotsky y, muy especialmente, en materia de guerra.

Lo cierto es que Lenin tenía en muy gran estima a su literato favorito, el escritor ruso Máximo Gorki, a quien visitaba con frecuencia porque mucho le gustaba conversar e intercambiar ideas con él. Un día visita Lenin a Gorki, éste lo cuenta sin ninguna necesidad de mentir ya que no era trotskista ni tampoco un comunista convicto y confeso, y dándole un golpe en una mesa le dice al famoso escritor: “¡Pues bien, cítenme ustedes a un hombre que sea capaz, en el plazo de un año, de forjar un ejército casi modelo y que, además, haya conseguido v conquistarse el respeto de los especialistas militares! ¡Pues nosotros lo tenemos! ¡Nosotros lo tenemos todo! ¡Y hemos de hacer maravillas!” ¿Sabemos a quién se refería Lenin? No podía ser otro que a León Trotsky.

Para Lenin, Trotsky no era sólo el mejor de todos los bolcheviques, el genio militar que supo dirigir la insurrección de octubre que los llevó al poder político, el que organizó el ejército rojo y supo ganarle la guerra a los imperialistas y a los enemigos internos de la revolución sino, también, el único revolucionario que merecía que el gran conductor revolucionario más importante del siglo XX (Vladimir Lenin) le ofreciera páginas en blanco con su forma para que Trotsky escribiera lo que considerara conveniente. Camaradas, había que ser demasiado grande, demasiado revolucionario, demasiado genio, demasiado conductor de masas, demasiado excelente militante político, para que un hombre de la talla universal de Lenin fuese capaz de ofrecerle tal cosa. ¿No les parece? Entonces cabe la pregunta: ¿Puede haber sido Trotsky un contrarrevolucionario, un agente del imperialismo, un enemigo del socialismo, un falsificador de la verdad histórica, un revisionista, un lassalliano?

Y para todos los que se han ocupado de falsificar la vida, obra y pensamiento del camarada León Trotsky, vaya una esquela que le escribió la camarada Krupskaia, esposa y compañera inseparable de Lenin, al presidente del Soviet de Petrogrado, al conductor de la insurrección de Octubre de 1917, al creador del Ejército Rojo y gran guía de las fuerzas que vencieron a todos los enemigos alzados en armas contra la revolución en su pleno nacimiento, donde le dice: “Querido León Davidovich: Le escribo a usted para comunicarle que Vladimir Lenin se puso a leer su libro aproximadamente un mes antes de morir, y lo dejó en el pasaje en que usted trata la fisonomía de Marx y de Lenin. Me pidió que volviese a leerle estas páginas y, después de escuchar la lectura atentamente, él mismo quiso tomar en la mano el libro y volverlas a repasar. Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a Vladimir Ilitch con usted el día en que se presentó en Londres, viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte. Le deseo a usted, León Davidovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo de N. Krupskaia”.

Por lo casual o por lo causal, no importa, las grandes doctrinas que hacen metamorfosis en la conciencia social terminan siendo obra, por lo menos, de dos sabios que complementan sus conocimientos, los recopilan, los ordenan, los pulen, para comprobarlos y ponerlas al servicio del género humano. Por eso, el marxismo tuvo su padre en Marx y su padrino en Engels. Igualmente, las gloriosas revoluciones (y no existe ninguna por encima de la proletaria) se producen conjugando los conocimientos y la práctica en dos figuras que juegan el papel de la personalidad en la historia. Por eso, la revolución Rusa, Proletaria o Socialista, como se le conoce a la de Octubre de 1917, tuvo un Lenin como padre y un Trotsky como padrino, unidos a las masas por la luz que naciera y brillara para todos mucho más allá de las fronteras que limitan los procesos históricos al concepto de nación.

Camaradas: es todo.



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Freddy Yépez


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