Lo que se prepara día
a día es el terreno de posibilidad de nodos de discusión colectiva,
que se viene dando en la práctica. En los hechos, es el pueblo trabajador,
la multitud plebeya, los movimientos sociales y populares, los
que se van apropiando de formaciones de discurso sobre el Nuevo Socialismo:
no hay una gran teoría mono-cultural y mono-lógica, ni una
doctrina ortodoxa, como pensamiento
único revolucionario sobre el Nuevo Socialismo, y lo que
algunos perciben como una debilidad, es para otros una fuerza intelectual
colectiva en proceso de elaboración, de construcción de la propia
hegemonía ética, intelectual y política: construcción de una
hegemonía popular-revolucionaria..
Viejos debates sobre
“espontaneidad” y “dirección política consciente”, sobre “multitudes”
y “vanguardias”, se reactivan y reeditan, lo cual es índice de
cierta efervescencia en la construcción de núcleos intelectuales
de referencia. Algunos apelan a una ciencia infalible de
corte neopositivista (y por tanto, farsante de cabo a rabo), otros a
una dialéctica con dogmas (desde los marxismos-leninismos a
los marxismos-revolucionarios, aparecen corrientes que se aventuran
a la dialéctica sin dogmas, y finalmente existe una pluralidad
de singularidades revolucionarias que afirman sus saberes
insurgentes, sin culto a ninguna gran teoría.
Las diversas e incluso
contradictorias tendencias ideológicas, en gran medida de inspiración
marxista y pos-marxista, entran en un juego de inter-fecundaciones,
tensiones y bloqueos mutuos. Además, hay nuevos signos que inspiran
rupturas epistémicas, éticas y estéticas: ecologistas, críticos
del desarrollismo, feministas, espiritualidades liberadoras, pos-modernidades
críticas y, pos-colonialidades desde Nuestra América, pensamientos
de la indianidad, la afro-negritud y la sub-alternidad liberadora, que
también pujan por su espacio de legitimidad político-cultural, modificando
una percepción reduccionista sobre la “gran teoría revolucionaria”.
Los pensamientos creativos,
críticos e insurgentes están a la orden del día. Así mismo, las
ortodoxias de todo pelaje defienden sus trincheras y nichos terminológicos.
Lo que efectivamente se está desplegando es una plataforma de nodos
de pensamientos y saberes para la revolución posible, cada uno
de los cuales reclama sus espacios, posiciones, tesis y afirmaciones.
En algunos casos, colocando en la mesa de debate, alguno que otro dogma,
estereotipo o cliché como señal ideológica.
No hay que sorprenderse
por estos hechos. Hay inercias y nuevos acontecimientos, hay continuidades
y discontinuidades. Con luces y sombras, se asoma una polémica-dialógica
socialista/comunista/post-capitalista en el seno de la revolución.
De manera irregular, espasmódica, trenzada de una que otra emboscada,
de una que otra referencia dura al “gran timonel” o al “gran partido”,
con líneas de fugas, se despliegan condiciones para avanzar en la refinación
de instrumentos teóricos, de cajas de herramientas para la lucha
socialista/comunista/post-capitalista
He allí una mutación,
la otrora “teoría revolucionaria” se ha debilitado y diseminado
en una multiplicidad de relatos, saberes y teorías de alcance
limitado. Las grandes tendencias radicales: socialistas, comunistas
y anarquistas, comienzan a tomar cierta conciencia de su
dispersión e impotencia, si se enfrentan desde los dogmas de siempre
a la fuerza intelectual del Capital, desde la fragmentación
y el sectarismo de sus credos infalibles. Reconocen en cierta medida,
que la unidad ni se decreta, ni se construye desde principios reduccionistas
ni simplificadores, menos aún apelando a principios de autoridad o
descalificaciones ad hominem. El debate para ser tal permanece
abierto.
El asunto es abordar
la complejidad de las tendencias en juego, establecer la trama, el proceso
de articulación política, intelectual y moral de las corrientes ideológicas
y referencias revolucionarias. Reconocer el tejido de voces diferenciales
en el proceso de transformación por su vocación anticapitalista
efectiva. Si es así, habrá precondiciones para pensamientos críticos
y creativos en una revolución posible que sea radicalmente distinta
de los socialismos reales y trágicamente fríos del pasado. Si es así,
poco a poco se reconocerá la pluralidad teórica en la construcción
del Nuevo Socialismo, de Otro-Socialismo sin dogmatismos
ni sectarismos, reducidos estos elementos a ser simples anécdotas o
inercias de museo.
Se ha planteado que la
biodiversidad es signo de vitalidad y renovación permanente en la bio-esfera.
Análogamente, la diversidad teórica revolucionaria aumenta
la variedad de lo posible, una adaptación más flexible, eficaz
y multi-centrada a los retos que plantea los “saberes de lucha”,
frente a las cuadrículas y dispositivos
presentes como formaciones discursivas y regímenes de signos que reproducen
el metabolismo social del Capital.
Más que “una teoría revolucionaria”, el asunto va por reconocer una plataforma de saberes, pensamientos y teorías de lucha, que tejen la unidad y diversidad del intelectual colectivo, del general intellect presente en aquellos Grundrisse marxianos, nuevas figuras de para la socialización radical del poder social, para la hegemonía de la multitud popular, reconociendo que la pluriculturalidad y multietnicidad, son parte central de una poliédrica condición humana, donde la multiplicidad, singularidad y heterogeneidad, está cargada de muchos mundos, perfiles, horizontes, utopías concretas y voces liberadoras. Ciencias críticas y saberes insurgentes con afectos revolucionarios, he allí una de las clave de la transición para el nuevo socialismo, que no deja de ser una transición paradigmática.
jbiardeau@gmail.com