El problema del déficit de viviendas en nuestro país no se puede interpretar sólo desde una visión; el mismo, tiene muchos factores relacionados con aspectos económicos, políticos, jurídicos y en algunos casos climatológicos. El artículo 82 de la Constitución venezolana señala lo siguiente sobre este delicado aspecto: “Toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada, segura, cómoda, higiénica, con servicios básicos esenciales que incluyan un hábitat que humanice las relaciones familiares, vecinales y comunitarias. La satisfacción progresiva de este derecho es obligación compartida entre los ciudadanos y ciudadanas y el Estado en todos sus ámbitos. El Estado dará prioridad a las familias y garantizará los medios para que éstas, y especialmente las de escasos recursos, puedan acceder a las políticas sociales y al crédito para la construcción, adquisición o ampliación de viviendas”.
Ahora bien, cumplir con esto implica asumir el compromiso de enfrentar en todos sus frentes de opresión a la estructura capitalista incrustada en nuestra sociedad, Implica eliminar las tierras ociosas convertidas hoy en latifundios urbanos, requiere la nacionalización de los insumos para la construcción de viviendas, amerita enfrentar a los banqueros nacionales y a sus mafias que desde hace tiempo colocan todo tipo de obstáculos en la ejecución de planes de vivienda y desvían los recursos de la cartera crediticia que por ley deben otorgar a quienes la necesitan; por otro lado es urgente seguir legislando para democratizar el acceso a la vivienda, la superestructura jurídica en Venezuela se conformó para legitimar el monopolio como una forma exitosa en el mercado inmobiliario; además, es indispensable resolver el limbo en el que se encuentra el Banco Industrial, el cual, como el Venezuela y Bicentenario, deben articularse como un verdadero sistema financiero público para facilitar la entrega de créditos habitacionales con una tasa preferencial.
Un punto que no debe quedar a un lado en este polémico tema es el relacionado con la organización popular. Desde hace años en Caracas y en otras partes del país se han conformado los Comités de Tierra Urbana y la Red de inquilinos, dos fuerzas colectivas orientadas a un mismo fin: lograr que el artículo 82 de nuestra carta magna sea un hecho real y no retórico en este complejo proceso político en el cual nos debatimos día a día. Desde otro frente, y siendo consecuentes con la rectificación que debemos concretar en la Revolución Bolivariana, es imprescindible denunciar como el sionismo, el capitalismo de Israel en Venezuela es dueño de apartamentos, casas y complejos habitacionales, los cuales ponen a “engordar”, alquilan bajo referencias especulativas y han creado un entramado financiero a favor de la ultraderecha judía en el país con el propósito de concretar sus objetivos políticos y económicos; quien ponga en duda lo que digo, lo invito a que averigüe quiénes controlan la mayoría de los inmuebles en el sector “La Florida” de Caracas y quiénes por ejemplo son los dueños del emporio de los “Sambil” en nuestro país.
Ideológicamente esta es una batalla que debemos ganar si queremos impulsar el Socialismo en Venezuela; ganarla, no sólo a favor de la clase media, sino también para todos aquellos que por décadas han padecido la inclemencia de sobrevivir los “techos de cartón” muy bien ilustrados por su poesía Ali Primera. Algunas luces nos ofrece desde 1873 Federico Engels en su texto “Contribución al problema de la vivienda”, en el cual, enfoca este tema de la siguiente manera: “La llamada penuria de la vivienda, que representa hoy un papel tan grande en la prensa, no consiste en que la clase obrera en general viva en malas viviendas, superpobladas e insalubres. Esta penuria de la vivienda no es peculiar del momento presente; ni siquiera es una de las miserias propias del proletariado moderno a diferencia de todas las clases oprimidas del pasado; por el contrario, ha afectado de una manera casi igual a todas las clases oprimidas de todos los tiempos. Para acabar con esta penuria de la vivienda no hay más que un medio: abolir la explotación y la opresión de las clases laboriosas por la clase dominante”. Como podemos ver la lucha no es fácil y amerita, más allá de expropiar, requiere convicción de patria y coherencia ideológica para poder enfrentar a esta cara nefasta del capital, la cual, siempre se ha disfrazado de bondadosa, inocua; cuando en verdad es opresora y usurera.
(*)Periodista
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