El pasado 7 de noviembre se celebraron 93 años de uno de los hechos más luminosos en la historia de la humanidad, me refiero a la revolución Bolchevique o mejor conocida como revolución de octubre sucedida en Rusia en 1.917.
Es importante aclarar que este significativo hecho político se produjo, según el antiguo calendario juliano utilizado en la Rusia zarista, el 25 de octubre y de allí su denominación, pero luego en 1.918 la revolución comunista victoriosa asume el calendario gregoriano, utilizado en la mayoría de los países del mundo, donde corresponde su fecha de celebración al 7 de noviembre.
No pretendo en este artículo dar una reseña de todos los complejos acontecimientos históricos, políticos, sociales y económicos que llevaron a que ese día el ala mayoritaria (Bolchevique) del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (luego Partido Comunista) liderado por ese grande hombre como fue Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) tomaran el Palacio de Invierno en Petrogrado y desalojaran del poder al gobierno provisional de Kerenski, sino simplemente resaltar un hecho histórico de gran significación para la América Latina de nuestros días.
Los comunistas del mundo entendemos claramente el porqué las burguesías de todos los países han pretendido borrar este hecho de la historia, y es que la magna obra de los trabajadores y trabajadoras, de los campesinos y campesinas y de los soldados Rusos aquel año de 1.917 continua iluminando el camino revolucionario de los pueblos. Ese 7 de noviembre Lenin entendió que las condiciones estaban maduras para la toma del poder por la clase obrera (organizada en Soviets), luego de un periodo de pocos meses de gobierno pequeñoburgués y reformista, liderado por Alexander Kerenski, que había desplazado del gobierno (aunque no totalmente) al régimen zarista; este periodo que mencionamos va desde febrero a octubre de ese año de 1.917, a partir de octubre cuando la clase obrera en alianza con el campesinado y con todas las capas revolucionarias toma el poder se inicia una revolución comunista que llevó a Rusia de ser un país semi-feudal a una de las potencias industriales, científicas, económicas y militares del mundo hasta el año 1.992 cuando desaparece la URSS, por una serie de factores cuyo análisis escapa a la intención de este escrito.
La historia nos enseña que en todo momento de flujo revolucionario es necesario un proceso que liquide en primer término las condiciones que de manera más inmediata oprimen al pueblo (en Rusia fue la liquidación del zarismo en febrero de 1.917 y en nuestros países latinoamericanos la liquidación de la hegemonía política de la burguesía imperialista y del dominio imperialista propiamente), en este periodo la clase obrera y el pueblo avanzan en sus conocimientos teóricos pero sobre todo prácticos sobre la necesidad de llevar hasta último término la revolución, es decir tomar el poder y construir el socialismo. Son quizá las lecciones más generales que nos deja este episodio de la historia mundial como lo es la revolución bolchevique; por eso invitamos a estudiarla en todos su detalles con detenimiento buscando siempre los paralelismos, las diferencias y lo que aún queda por hacer en nuestro país en el marco del importante proceso bolivariano para avanzar al socialismo, respetando siempre, como lo enseña la ciencia marxista, las condiciones específicas de cada nación.
Una de las variantes del anticomunismo es el antisovietismo que consiste en tergiversar u ocultar todos los logros (que no fueron pocos) en la construcción del socialismo en la URSS como transito al comunismo; por ahora apenas un dato: una reciente encuesta en Rumania, Bulgaria, Ucrania, Hungria, Rusia y otros países revela que más del 50% del pueblo quiere volver al socialismo y más del 60% reconoce que con el capitalismo viven mucho peor.
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