Notas Urgentes sobre el 26S

Liminar


Hay aportes sustantivos en este debate. Conozco algunos. Vienen de reuniones que se están haciendo en distintas regiones de Venezuela. He recibido algunos de ellos. De Caracas, Miranda, Zulia, Valencia, Barquisimeto, del oriente del país. Otros vienen de reconocidos intelectuales, líderes y militantes revolucionarios. He podido conocer los de José Vicente Rangel, Eleazar Díaz Rangel, Edgardo Lander, Reinaldo Iturriza, Fernando Soto, Esther Macías, Orlando Villalobos, Dafnis Domínguez, Ricaurte Leonett, Francisco Cedeño, Orlando Cristóbal Rendón, Jesús Álvarez, Amenodoro Romero y José Parra. Ahora he redactado un modesto aporte con el deseo de que sea útil. Compartirlo con otros me permitirá comprender mejor los procesos y los hechos que se están desenvolviendo en nuestro país.

Nadie encontrará aquí lecciones acerca de lo que hay que hacer o se deba hacer. Solo una reflexión franca, que no tiene otro interés que participar en el debate y las reflexiones que se vienen desarrollando, de las que he ido aprendiendo.



¿Por qué participamos y estamos en este proceso?



Somos partícipes de las críticas que se hacen sobre la burocratización, los procesos de corrupción, las prácticas clientelares, los procesos que no marchan en función del desarrollo de la democracia participativa y protagónica. Pero somos solidarios y participantes activos de este proceso. Sabemos chuparnos las verdes y trabajar para colectivizar las maduras.

No reconocer los errores es frenar la posibilidad de comprender las raíces de las derrotas que hemos experimentado y por tanto, negarse a trabajar para encontrar soluciones que nos coloquen en un camino de recuperación y consolidación. Hay que seguir la orientación del Presidente Chávez cuando en el teatro Teresa Carreño, hizo un planteamiento autocrítico.

Hay organizaciones que han surgido en medio del proceso de construcción de nuevas formas de participación, de nuevas formas de empoderamiento y han fracasado. La corrupción, el sectarismo, la forma descontrolada y sin el seguimiento apropiado para implementar estas iniciativas; el proporcionar recursos financieros sin la debida fiscalización y control y muchos otros errores, han impedido esos procesos orientados hacia el empoderamiento de la gente. Han afectado la conciencia de lucha y le han abierto campo a las redes que la derecha viene impulsando.

Para respaldar el proceso de cambios no hace falta querer tapar el sol con un dedo. Los procesos de cambio están llenos de intentos fallidos, de fracasos y negaciones. Históricamente así ha sido.

Ahora bien, más de cinco millones de venezolanos no son parte de este proceso porque estén con los ojos cerrados y engañados.

Ha ocurrido y está ocurriendo que un amplio sector del pueblo venezolano ha ido recuperando la dignidad de ser pueblo, de ser venezolano, de ser latinoamericano, de ser humanidad, de estar construyendo futuros.

Al lado de cooperativas y consejos comunales que han fracasado, hay un número significativo de experiencias sobre asociaciones productivas exitosas madurando por el país, de comunidades y comunas desarrollándose y resolviendo problemas concretos, de experiencias educativas formando conciencia, de gente organizándose para garantizar la seguridad no como una solución personal, sino como experiencias de aprendizaje colectivo. Ciertamente hay serios problemas con los hospitales, pero hay comités de salud, redes de apoyo y redes familiares construyendo esperanzas ¿Quién triunfará? ¿La desidia burocrática o las ganas del pueblo? Eso no está claro. Esta es la batalla. Del resultado de esa batalla depende el futuro de este proceso. Nosotros estamos por el triunfo de este proceso.

La cultura como proceso social liberador se ha reanimado y hay centenares de experiencias reviviendo valores ancestrales, valores de pueblo que se va reconociendo como tal. La música resuena y renace con aires y compases liberadores. La danza, el baile, el “templete”, se mueven con sentimientos no culposos por la sensualidad que recorre caminos nuevos plenos de creación.

El pueblo ha aprendido a leer y hay miles y miles de libros recorriendo las escuelas, salas de lectura, barrios y diversos recodos populares.

Los bancos de semillas, los cultivos tradicionales y las prácticas agrícolas ancestrales, como muro de contención frente a los cultivos transgénicos, resisten y se multiplican. Nuestros indígenas resisten y continúan después de más de quinientos años, levantando las banderas de los antiguos dioses de la cosecha, de la lluvia, de la luz, que siguen combatiendo contra la sequía del alma humana. La deuda con ellos no se ha saldado, sin embargo.

Nos vamos sintiendo, cada vez más, orgullosos de ser mestizos, de ser hijos de la mezcla de los colores del arcoiris cuando la luz no sólo se descompone, sino que se recompone en procesos sociales que van pariendo un proyecto de nueva era. El racismo y la exclusión están vivos, pero la lucha está planteada y es posible ganar.

Con orgullo nos vamos reconociendo como parte del mundo africano, caribeño, latinoamericano, asiático y también europeo, en un sagrado proceso de mestizaje que finalmente podría ir materializando la utopía del nuevo mundo, que es la utopía de una nueva cultura, la cultura de la paz, de la fraternidad, de la solidaridad en contra de la guerra y de la globalización neoliberal, madre de todas las formas de violencia que azotan a nuestro dolorido y doliente mundo. Mundo que no renuncia a la fe y a la antigua costumbre, milenaria costumbre, de vivir libres.

Todo esto está pasando en Venezuela con claras conexiones mundiales, con un sentido de pertenencia que se va universalizando. En medio de los errores, de procesos fallidos, de graves circunstancias que podrían enterrar todos estos logros, la esperanza, sin embargo, tercamente ha vuelto a penetrar los intersticios de la sociedad venezolana y desde cerca y lejos, muchos pueblos buscan inspiración en la experiencia venezolana.

Los temas de género se han convertido en elemento constitutivo de este proceso. El empoderamiento de la mujer se viene manifestando como en ningún momento anterior que haya vivido la sociedad venezolana. El machismo no ha desaparecido y nosotros los hombres y también muchas mujeres, seguimos siendo machistas. Pero el camino está abierto y se ha creado una legislación e instituciones que son de las más avanzadas del mundo.

Lo mismo viene ocurriendo con el reconocimiento, incipiente aún, pero en marcha, de la diversidad de géneros y la posibilidad de asumir libremente la sexualidad que se tenga.

Los niños y adolescentes nunca habían tenido tanta protección como la que tienen ahora. Tanto en instituciones que han surgido como en materia de leyes, también de avanzada a nivel mundial.

Son nuevos caminos. Algunos todavía experimentales, pero caminos que señalan nuevos aportes a la democracia, la igualdad y la libertad ¿Será posible? Estamos luchando por eso y para eso.

Nosotros somos críticos de este proceso. No cejaremos en la crítica porque es uno de los mejores aportes que podemos hacer, pero no nos retiraremos de la solidaridad y la defensa a través de la acción como participantes activos en esta revolución.

En esta guerra asimétrica las trincheras están en todas los lugares donde haya pueblo, donde haya naturaleza, donde haya vida. Una de nuestras armas, es la honda de David. Otra es nuestra capacidad para pensar, luchar y crear obras revolucionarias.



Tendencias, fracciones y unidad



El denominador común de lo que he redactado es la búsqueda de la unidad de las corrientes revolucionarias, como parte del proceso de unidad del pueblo. Una cosa son las tendencias o corrientes y otra las fracciones. Estamos en contra de las fracciones. Tradicionalmente ellas han conducido a la división, pues tienden a convertirse en grupos con intereses específicos, incluso de tipo personal. Intereses específicos que suelen colidir con los intereses colectivos. No tenemos otros intereses que los del pueblo “chavista” y del pueblo venezolano en general. Formamos parte de esos más de cinco millones de venezolanos que continúan batallando por un país mejor.

Las tendencias, sus interrelaciones e interacciones pueden ser de una gran riqueza para los procesos de creación y construcción revolucionarias. Las fracciones tienden a petrificar las relaciones y en esas circunstancias, las divergencias pueden convertirse en antagonismos y dejar de ser un intercambio fraterno de experiencias y reflexiones.

Ese pueblo es diverso y dentro de él hay tendencias, que no deben fracturarse, es decir, no deben convertirse en fracciones lideradas por cúpulas que van generando intereses particulares. Al final, esas fracciones pueden terminar compitiendo por los intereses específicos de cada liderazgo, que pueden coincidir o no con los intereses del pueblo. Tampoco estoy proponiendo la formación de un partido u organización única. Las interrelaciones, interdependencias y complementariedades, que tienen como denominador común la solidaridad, es lo que debe caracterizar nuestros procesos de organización y desarrollo de corrientes, en correspondencia con un movimiento diverso, con la frondosidad vegetal de nuestros bosques, grandes ecosistemas unidos por las múltiples interconexiones de la vida.

Hemos dicho pueblo “chavista”. Eso no quiere decir que propiciemos o creamos en la existencia de una confrontación entre el pueblo “chavista” y el no “chavista”. El pueblo es uno solo, que hoy esté fragmentado es una circunstancia que debe ser corregida, superada, pues en ello está implicado el éxito o el fracaso de nuestro proceso de cambios. Por tanto, las distintas corrientes deben tener como denominador común, la unidad del pueblo, la unidad de más o menos el 90% de los venezolanos que no están vinculados a los intereses de la dominación. Por el contrario, son víctimas de ella.

Este ensayo entre algunas de sus conclusiones plantea hacer converger nuestros esfuerzos con todos los que se plantean el fortalecimiento de las corrientes revolucionarias que se mueven en el seno de la experiencia venezolana. Esto supone también que es legítimo fortalecer una corriente revolucionaria en un proceso ecológico de interrelaciones, interdependencias y complementariedades con todos los que transitan por caminos simultáneos (no paralelos), convergiendo en fines y objetivos. Las tendencias o corrientes pueden construir esos procesos ecológicos. Es más difícil que las fracciones puedan hacerlo, porque las fracciones suelen ser entes cerrados que compiten, entre otras cosas, por cuotas de poder. En cambio, el denominador común de las tendencias o corrientes revolucionarias, como ya señalé, es la solidaridad.

El conjunto de esas corrientes revolucionarias deben confluir en ese proceso donde el pueblo se ha ido organizando y se va organizando para transformar su vida cotidiana y haciéndolo, se va transformando a sí mismo, a la sociedad, al mundo, en armonía con la naturaleza y los ecosistemas. Nosotros formamos parte de esas corrientes, porque somos parte de ese pueblo. Por eso, repetimos, nuestro interés es la unidad.

En sentido genérico, el movimiento más ampliamente constituido en el país, es justamente el pueblo “chavista”. Una corriente o tendencia revolucionaria no puede tener otra finalidad, precisamente, que la de contribuir a que el pueblo, todo el pueblo, se constituya en sujeto histórico de cambio. Eso no es posible si se fragmenta. Sobre todo entre “chavistas” y no “chavistas”, mientras la derecha se aprovecha de ese falso conflicto. Además, si las luchas entre los que se denominan “chavistas” conducen a fragmentaciones, a luchas fraccionales, ellas pueden impactar negativamente a los sectores populares y a la marcha del proceso.



El mandato de Bolívar



Si algo expresan los resultados del 26S es que el pueblo venezolano (lo que nos incluye), no sólo está fragmentado, sino que está en un proceso de comprensión de su misión histórica, la que heredamos de nuestro libertador Simón Bolívar, que no es otra que la formación de una fuerza latinoamericana que constituya a este continente en un bastión para la liberación de la humanidad.

La derecha trata de sacar provecho de esta situación intentando exacerbar los sentimientos egoístas existentes en el pueblo para cuestionar las tareas de solidaridad con otros pueblos del mundo, que desarrolla la revolución bolivariana y el Presidente Chávez en particular.

Es esencial recordar la historia de nuestra lucha por la independencia y la solidaridad internacional que recibió, especialmente del pueblo de Haití. Miranda, el precursor, y Bolívar, el Libertador recibieron una desinteresada y decisiva ayuda por parte de ese pueblo.

Creo que no sé está explicando suficientemente la importancia de la solidaridad internacional y cómo ese camino es obligatorio para que los pueblos puedan ser libres y dignos.

A la solidaridad, la derecha la llama “regaladera” de “rial” (dinero), lo que resulta absolutamente falso. Esto tiene que demostrarse y explicarse pacientemente hasta el infinito, pues el discurso de la derecha, fundado en el egoísmo y en las bajas pasiones, tiene audiencia y favorece el pensamiento reaccionario y el falso “nacionalismo”.

También Bolívar se enfrentó a las acusaciones de que valoraba más a otros países que a Venezuela. Se sabe cómo Santander restringía fondos necesarios para la liberación de Perú y la constitución de Bolivia. Ese mismo sentimiento parroquial mezquino, es el que la derecha trata de multiplicar y es un veneno muy peligroso.

La herencia de Bolívar es precisamente el predominio de un liderazgo espiritual, que no desprecia lo material, pues lo material también es sagrado, como sagrado es nuestro cuerpo. Bolívar liberó a sus esclavos, fue renunciando a todas las prebendas y finalmente, murió sin riquezas, con la humildad y desheredad de la gente del pueblo. En esa medida fue multiplicando una herencia espiritual fundada en valores y principios, que inspiran nuestro proceso revolucionario. Ese es el tesoro que nos toca recoger y multiplicar.



La hegemonía de los valores



Precisamente, la fortaleza de una civilización no viene dada solamente por su riqueza material, sino por su capacidad de impulsar unos valores que se extiendan por el mundo entero y sean capaces de fundar o consolidar una civilización, un nuevo mundo.

La posibilidad de perpetuación del capitalismo y la de EEUU como gran potencia, está representada por la imposición de unos valores a través de todos los intersticios de la sociedad mundial. Tal es la fuerza seductora de esos valores, que ha convertido a muchos de los que se proclamaron como sus más radicales enemigos, en partidarios y propulsores de dichos valores.

Lo que sostiene a EEUU como potencia, no es sólo su riqueza material, que cada día se debilita más a través de las distintas burbujas financieras que han estallado. Es su capacidad para sembrar, cosechar y multiplicar el liderazgo de determinados valores, que en fin de cuentas, son el egoísmo, el individualismo, fundamentos del mercado que establece la competencia como el medio de relacionamiento social fundamental, contrario al altruismo, a la solidaridad. Por tanto, contrario a la formación de redes sociales de apoyo, a redes sociales solidarias, de encuentro, de convivencia fundadas en el principio de compartir los bienes terrenales y espirituales del ser humano, sobre la base de que los bienes son del que los necesita, y no del que tiene más fuerza. Bien que esa fuerza provenga del dinero, de los cañones, del conocimiento o de una conjunción de esos factores.

Incluso, EEUU podría desaparecer como gran potencia y podría ser que la potencia que lo sustituya lo haga, en esencia, en nombre de los mismos valores que EEUU ha encarnado.

Si impulsamos una revolución que continúe impregnada de esos valores, lo que haríamos sería remozar al capitalismo. Nos toca entonces recoger el altruismo que caracterizó la práctica y el pensamiento de Simón Bolívar.

La riqueza petrolera puede convertirse en sal y agua. Incluso, puede tornarse en “excremento del diablo”.

La clave es que seamos una potencia para la práctica y promoción de los valores altruistas y solidarios. Que no desestima la creación de bienes materiales, pero no los convierte en el centro de la existencia humana y de la relación con la naturaleza. Esa será nuestra gran fuerza.

Trabajamos y trabajaremos por la conformación de una tendencia o corriente que genere unidad, que genere encuentro en torno a valores solidarios, contrarios al egoísmo y al individualismo.

Por supuesto, el cambio de los valores está conectado con las transformaciones en el modo de producción, con la revolución de las relaciones de producción capitalistas. Hay una simultaneidad en el revolucionamiento de las relaciones de producción y el revolucionamiento de los valores.



La práctica común como camino de la unidad o cómo no competir para ver quién tiene el dedo índice más largo



No proclamamos una corriente para generar fronteras internas, para señalar o acusar y generar enfrentamientos en torno a creencias o prejuicios. O en torno a personalismos. Nuestro lema es la unidad y la lucha, la práctica común y la reflexión sobre esa práctica común. Los verdaderos debates teóricos son los que ponen a la práctica como criterio de verdad. También el mejor camino para juzgar los resultados de las gestiones de gobierno o gestiones partidistas. Ningún dirigente es intocable. Pero así como la práctica positiva y constructiva legitima liderazgos, las prácticas negativas que incluso, pueden haber contribuido a la derrota es lógico que pongan en cuestión a los que aparezcan como responsables. Pero repito, no por prejuicios o jugadas políticas resultado de pugnas burocráticas.

Los debates que no tengan como base la práctica común podrían ser pura ideología, es decir, falsa conciencia. No estoy diciendo esto para negar los debates teóricos. Un proceso de cambio que no se alimente de los debates teóricos, en cualquier momento se puede quedar sin horizonte. Debatir, estudiar, investigar, son también aspectos de la práctica revolucionaria. Nuestro llamado es a que la experiencia de las luchas cotidianas, sea un denominador enriquecedor de nuestras preocupaciones y reflexiones políticas y teóricas.

El debate que podría ser inconveniente es aquel donde unos grupos o algunas individualidades comiencen a denunciarse, acusarse o insultarse. Esto probablemente no redunde en un debate esclarecedor. Sectores populares podrían cansarse de las denuncias personales o grupales. Me parece más conveniente que sea el propio pueblo quien se encargue de señalar responsabilidades. De hecho, en el proceso del 26S, creo que el pueblo profundizó su juicio sobre gestiones de gobierno.

Lo que debemos es facilitar que crezca el protagonismo del pueblo. Esta es la piedra angular de lo que vayamos construyendo entre todos. También el pueblo puede crear conceptos, aun cuando algunos no lo crean. Los que hemos militado en barrios, caseríos, campos, montañas y otros espacios populares, conviviendo cotidianamente con la gente, lo sabemos. Incluso, ideas que expresamos hoy, surgieron en las conversaciones y experiencias compartidas con la gente humilde.

Por los hechos nos reconoceremos. Esa es la clave. No olvidemos que cuando nuestro índice señala a alguien, hay tres dedos apuntando hacia nosotros. Vamos a afirmar prácticas constructivas y poner en ellas todo nuestro empeño. No nos podemos quedar en la negación, pues la pura negación permanece en el campo de lo negado. Sólo se niega cuando se afirma y esa afirmación parte de la experiencia y se pone a prueba a través de la lucha, cuando esa lucha se inspira en valores transformadores y genera procesos de cambio fundados en la solidaridad.

Esta es la base de nuestra unidad, la unidad de todas las corrientes revolucionarias, porque ella es la base de la unidad del pueblo “chavista” y el no “chavista”.

Si la diferencia se establece a través de quien pronuncia el discurso más “radical” o quien hace más “denuncias”, estaríamos reproduciendo algunas de las experiencias que en el pasado nos condujeron a severas derrotas.

Si de verdad queremos destruir algo, el mejor camino es construyendo desde lo positivo. Los falsos caminos se derrumbarán por su propio peso, sobre todo cuando son confrontados por otros caminos que van tomando cuerpo y constituyéndose en presente y horizonte. Son los hechos transformadores que hablan por sí mismos.



Revalorización de la palabra y revalorización de la ecología



Hablar menos y hacer más, es el mejor camino para reivindicar el carácter sagrado de la palabra. De esa manera la palabra volverá a ser el eje que conecta dos ruedas, las pone en movimiento y les da unidad: la rueda del aprender haciendo-participando-construyendo-viviendo y la rueda de la reflexión-creando-compartiendo-transformando. Ruedas que se van fusionando y son una sola en el proceso de construcción de un mundo mejor a través del Buen Vivir, y se van rompiendo entonces las dicotomías propias de la sociedad capitalista y nos reconocemos a través de la diversidad que nos une cuando él que hace, el que crea, el que piensa, el que sueña, el que va construyendo nuevos caminos, es la misma persona. Esa persona no construye en solitario, pues estamos hablando de una construcción colectiva, que es también personal, diversa, plural y una. Es precisamente el participar haciendo, creando con las otras y los otros.

Es el proceso a través del cual el pueblo se va construyendo a sí mismo.

Un sujeto pueblo que sólo puede constituirse como tal dentro de los ecosistemas de los cuales forma parte. No como un extraño, no como un asaltante nocturno, no como un parásito que se chupa a la naturaleza, la explota y la destruye, como ocurre en la sociedad capitalista. Si no a través de las interrelaciones, las interdependencias y las complementariedades propias de la ecología, clave para el forjamiento de una nueva sociedad, liberada del yugo del capital, en la que por tanto la sociedad de los humanos y la sociedad de la naturaleza, sean una sola entidad con un denominador común: la libertad, la abundancia, la paz, el amor y la solidaridad. Los conflictos no desaparecen, son un dinamismo que favorece siempre la creación y la construcción de mundos y sueños. Este contexto revaloriza la palabra por su profundo sentido de interrelación, interdependencia y complementariedad.

Nuestra revolución será ecológica o no será. Por lo tanto significa reconocer al ser humano también como ser natural, como una conformación diversa de la vida que se expresa en las múltiples formas de la existencia que conviven en los ecosistemas, entre ellas la existencia humana. Esto significa que la vida humana no puede construir su bienestar destruyendo el bienestar de la naturaleza. La manía por el crecimiento económico valora sólo el bienestar material, por tanto, la acumulación de bienes materiales y de dinero. Cuando la naturaleza esté destruida, el dinero no servirá de mucho.



Democracia y unidad como base del éxito



Mas democracia, más unidad, más práctica común son tres claves para avanzar. La unidad se construye con más democracia y más lucha común y reflexión sobre la base de la experiencia. Este camino blindaría al proceso contra prácticas y resultados perversos.

Si hay una activa participación de las bases populares ello se convierte en la mejor contención contra cualquier intento que pueda afectar un proceso de discusión libre y transparente. De la misma manera cualquier manifestación de autoritarismo puede ser controlada por la participación activa del pueblo, que se debe ir convirtiendo en fuerza creadora de nuevas relaciones sociales y nuevas formas de organización ¿Será posible? Esa es nuestra esperanza y nuestra lucha.

Los debates son una cosa cuando hay pueblo activo participando y otro cuando el pueblo es un espectador de lo que los que tienen “conocimiento” dicen y desdicen. En el pasado, cuando los debates sin pueblo luchando y participando, condujeron a la fragmentación de la izquierda, ya tuvimos esa experiencia. Si algo aprendimos, eso no debería repetirse.

Democracia, unidad y reflexión sobre la base de la experiencia, son la clave de la victoria y la recuperación del espíritu de lucha. Un debate realizado en este contexto hará que la maduración de tendencias y su interlocución constructiva tenga un papel reactivador de la participación y la activación del pueblo chavista. Si el espíritu burocrático se apodera del debate, ello podría matar la esperanza y este proceso.

Esto favorecerá también la lucha contra la burocratización y la maduración de una fuerza contralora de la acción de gobierno y multiplicadora de los resultados positivos del proceso de cambios. La acción contralora de la Asamblea Nacional sólo será exitosa si se apoya en la movilización popular.

Este proceso de democratización puede orientarse hacia el control por parte de la sociedad, de las escuelas, los hospitales y demás servicios públicos detectando las deficiencias, corrigiendo las fallas y creando un rico y productivo proceso de responsabilidades compartidas entre el Estado y las comunidades, que debe culminar en un aprendizaje que conduzca al control comunal de los servicios públicos.

El debate transparente, participativo, como expresión de la diversidad revolucionaria fortalecerá este proceso de cambios, multiplicará los nexos con todo el pueblo y garantizará que la creatividad popular fructifique. Sin duda madurará un liderazgo enraizado en los surcos fértiles de la esperanza rediviva y nadie debería preocuparse entonces no sólo por los resultados electorales del 2012, sino por el resultado de los combates cotidianos orientados a construir una nueva sociedad y derrotar las amenazas imperialistas y oligárquicas. Este es uno de los caminos para la constitución del pueblo como sujeto histórico.

También para que surjan innumerables redes populares de comunicación y educación, que sin duda derrotarán a los medios informativos transnacionales orientados a imponer una realidad construida en los laboratorios mediáticos de la derecha.

Una democracia y una unidad fundadas en las comunas, en las comuneras y comuneros, en el poder comunal, en los consejos de trabajadores, el control obrero de la producción, pueden ir dando origen a un Estado comunal como parte del proceso de extinción del Estado capitalista.



La coyuntura internacional



He escrito varios trabajos sobre este tema. Incluso, los artículos que publico en Últimas Noticias han estado, muchos de ellos, dedicados a discutir sobre la coyuntura internacional. También algunos ensayos que Aporrea me ha publicado. Por tanto, para conocer mi opinión sobre este particular remito a la lectura de esos escritos.

Lo que quiero resaltar ahora es que la revolución bolivariana y el liderazgo del Presidente Chávez, son un aspecto clave de esta coyuntura internacional en donde está en juego, por una parte, el triunfo de una civilización fundada en la violencia, el egoísmo, el individualismo y las peores excrecencias del mercado capitalista, de la globalización neoliberal y de las tendencias totalitarias hacia donde avanza el mundo de hoy; por otra, el triunfo los pueblos que están tratando de construir una nueva humanidad, entre los cuales ocupa un papel destacado el pueblo venezolano.

La revolución bolivariana ha despertado importantes esperanzas en América Latina, África, Asia e incluso, en pueblos de las regiones desarrolladas.

El fortalecimiento y profundización de nuestra revolución es un gran aliento para todos los pueblos del mundo, para la modificación de la correlación de fuerzas a escala internacional, que crearía un nuevo balance estratégico a favor de la vida, de toda la vida. De lo contrario, la globalización neoliberal irá imponiendo las reglas de juego, que son las reglas de la muerte.

La crítica, las rectificaciones, en fin, la lucha de tendencias, son muy importantes, pues el proceso bolivariano, como todo proceso de cambios, necesita corregir errores y revisar constantemente el rumbo. Precisamente, por el impacto mundial que nuestro proceso tiene y la responsabilidad que ello implica para los revolucionarios venezolanos.



Los resultados del 26S



Me parece que necesitamos comprender bien el doble carácter del proceso bolivariano. Es nacional, pero dentro del Sistema Capitalista Mundial, no existen procesos de transformación estrictamente nacionales. Por ello y por otras circunstancias, nuestro proceso es significativamente un proceso internacional, por lo tanto, con cruciales responsabilidades ante los pueblos del mundo y también con una relación de interdependencia con ellos. Para eso y por eso, son esenciales las iniciativas de solidaridad internacional que emprende el gobierno del Presidente Chávez.

Analizar los resultados del 26S es una tarea nacional e internacionalista. Los párrafos que siguen están destinados a tratar de comprender, en alguna medida, las circunstancias del proceso vivido el 26S y sus consecuencias.



Potencialmente se van creando en Venezuela condiciones para una modificación de la relación estratégica de las fuerzas



Nos toca investigar y analizar críticamente los hechos del 26S y sus consecuencias, para aprender, corregir y prepararnos para continuar luchando y triunfar. Tomando en cuenta no sólo nuestras responsabilidades nacionales sino también internacionales.

Mi tesis principal es que en Venezuela potencialmente se van creando condiciones para un cambio de la relación estratégica de las fuerzas. Potencialmente significa que no se ha consolidado, que los resultados electorales si bien constituyen una seria amenaza para nuestro proceso revolucionario, no constituyen una amenaza estratégica para la liquidación del proceso bolivariano. Ni siquiera prefiguran los resultados del proceso del 2012. Pero son un alerta contundente.

Por ahora las llaves de la victoria o la derrota están en nuestras manos. La victoria o la derrota dependen casi en un cien por ciento, de que no nos sigamos equivocando. En que de verdad verdad se lleven adelante las Tres Erres al cuadrado señaladas por el Presidente Chávez. Si lo hacemos, estamos en condiciones de derrotar no sólo a la oposición, sino principalmente las causas internas que han sido factores claves en los aspectos negativos del 26S.

Que las llaves de la victoria estratégica estén en nuestras manos, significa que conservamos la iniciativa estratégica y la iniciativa táctica.

Todos sabemos que el proceso venezolano vive una fase decisiva. Esto suena a lugar común, pues siempre estamos como viviendo etapas decisivas y en verdad, este proceso cada día, cada mes, cada año, vive momentos decisivos pues así son los procesos de transformación.

Ahora bien, siendo que lo anterior es cierto, una acumulación de acontecimientos nos ha conducido a un momento crucial. Una de las muestras de sabiduría que debemos dar, es poder comprender las peculiaridades del momento actual. Creo que por la naturaleza misma de los acontecimientos, esta no será una comprensión sólo individual. Será el resultado de nuestro encuentro colectivo, de nuestras reflexiones colectivas, por supuesto, a partir de la aproximación que individualmente cada quien vaya haciendo, que se va completando con el pensamiento colectivo y así sucesivamente. Como dijimos cuando en 1972 se publicó el libro sobre el Voto Nulo, que culminó con la fundación de la Liga Socialista en 1973, es un proceso de aproximaciones sucesivas, siendo cada una, un punto superior que se va superando uniendo la reflexión y la lucha.

Este mensaje no va dirigido sólo a los antiguos miembros de la Liga Socialista. El pueblo revolucionario se va constituyendo como una gran red social de militantes antiimperialistas, socialistas, bolivarianos, indigenistas, plurinacionales y pluriculturales, internacionalistas. Una red firmemente apegada a la defensa de la soberanía y la unidad nacional, como el camino para la integración continental y mundial. La coyuntura es totalmente diferente. Ahora vivimos un momento en que contamos con una amplia vanguardia popular de más de cinco millones de habitantes, probada en diversos combates.

Es muy claro que el proceso del 26S implicó victorias. Varios lo han venido señalando y también alertando sobre los peligros del triunfalismo.

Han ocurrido derrotas importantes y el discurso del Presidente Chávez en el Teatro Teresa Carreño, el 2 de octubre, las señala muy bien. Las causas vienen apareciendo claramente desde el referéndum constitucional del 2 de diciembre de 2007. Los hechos de ese momento ni los que se han suscitado en posteriores elecciones han sido estudiados en profundidad. Estoy diciendo los hechos, no sólo los resultados electorales. Ante las circunstancias que se presentaron, el Presidente Chávez planteó las tres R (Revisión, Rectificación y Reimpulso), sobre las cuales no ha habido balance ni seguimiento. Lo mismo ha ocurrido con los procesos electorales posteriores. No hay reflexión profunda ni rectificaciones ni seguimiento. En la coyuntura del 26S el Presidente Chávez ha planteado las tres erres al cuadrado. Más que nunca está vigente la exigencia de Simón Rodríguez: inventamos o erramos.

Uno de los hechos más notables es que estamos violando una de las leyes primordiales de la guerra, no solamente las militares, sino de las que son eminentemente políticas.

En las batallas debemos, en primer lugar, conservar la propia fuerza y en segundo lugar incrementarla en la medida que se debilita la fuerza del contrario. Una parte esencial que podemos destacar es que hemos logrado conservar el núcleo de nuestra fuerza y eso ya es una victoria, pues mientras un ejército conserva el núcleo de su fuerza, puede sortear los altibajos de la guerra, sobreponerse a las derrotas manteniendo la capacidad de transformar las derrotas en victorias hasta arribar a la consolidación de la victoria estratégica, que no es final pues siempre se están abriendo nuevos procesos.

Ha ocurrido que consistentemente la oposición ha venido incrementando su fuerza y se ha venido sembrando en núcleos populares importantes. Es decir, está creando las condiciones para constituir un núcleo estratégico de fuerzas populares. No lo ha logrado y ciertamente si hacemos lo que hay que hacer, podemos impedir que lo realice.

No debemos desestimar por supuesto, los núcleos de fuerza que han creado en los estados fronterizos, particularmente en Zulia y Táchira, de gran valor estratégico que aunque tienen un gran impacto nacional, todavía no están debidamente articulados con los núcleos que van constituyendo en el Distrito Capital, en Miranda, Aragua y Carabobo. Estos son núcleos menos consolidados que los de Zulia y Táchira. Es vital impedir que consoliden esta fuerza y la articulen nacionalmente y en particular con las zonas fronterizas. Si eso ocurre, sería, desde el punto de vista estratégico, un gran peligro para el proceso venezolano, pues ello constituiría una sólida base estratégica, que serviría de piso para golpearnos severamente.

Sobre todo porque no debemos pasar por alto que su principal base estratégica la constituye la circunstancia de que la base material y los valores de la sociedad venezolana, continúan siendo capitalistas. Los recursos del poder sólo parcialmente están en manos de las fuerzas revolucionarias. Ello ocurre en un contexto internacional que continúa fuertemente dominado por las fuerzas del capital. No sólo desde el punto de vista militar e ideológico, sino por el control del poder económico y mediático.

Que en esas condiciones la revolución bolivariana se haya sostenido y pese a los contratiempos y retrocesos, se mantenga con sólidas posibilidades para seguir avanzando no sólo en Venezuela, sino a nivel continental y mundial, es una hazaña producto de la conciencia que ha ido madurando en más de cinco millones de venezolanos y sin duda, del liderazgo nacional e internacional del Presidente Chávez y del trabajo de hormiga de miles de revolucionarios que trabajan sin desmayo por todos los rincones de Venezuela.

Pero esto nos obliga a ponderar seriamente lo que significa que logren consolidar una compacta base política y organizativa de carácter popular, que pueda salir a disputar palmo a palmo con las fuerzas revolucionarias.

La ventaja decisiva que hasta ahora ha tenido y todavía tiene la revolución bolivariana, es que después de 1998, las organizaciones políticas y sindicales de la derecha se derrumbaron. Les quedaron los medios de comunicación, el control de PDVSA y una sólida influencia en la Fuerza Armada. En los sucesos de abril de 2002 y el año 2003, su poder en PDVSA y en la FA, fue liquidado, lo que ha constituido una de las victorias estratégicas más relevantes del proceso venezolano. Ello se consolidó con la victoria en el referendo revocatorio de 2004 y sobre todo, con la contundente victoria popular en las elecciones presidenciales de 2006.

Como sabemos, con la derrota del proceso de cambios en el referendo constitucional de 2007, se inicia un proceso de recuperación de la derecha en cuanto a la consolidación de una base política popular organizada, que ha ido fortaleciéndose como se ha mostrado en los procesos electorales posteriores, lo que tiene un punto culminante con los resultados del 26S, que son el motivo inmediato de nuestra reflexión.

Constituir una fuerza de choque capaz de movilizar a millones de personas para tratar de minar la base popular, ideológica y política de la revolución bolivariana, con apoyo mediático nacional e internacional y un permanente proceso de cerco imperialista, es algo de lo que carecía la derecha en Venezuela. Creo que podemos medir la significación que ello tiene.

Si agregamos que han ido reconquistando posiciones en el aparato del poder como gobernadores, alcaldes y parlamentarios, que su poder económico y financiero de carácter transnacional se mantiene prácticamente intacto, que su aparato mediático continúa actuando sin los suficientes contrapesos, nos damos una idea más clara de la situación actual.

Como sabemos, podemos superar este reto. De eso no tengo ninguna duda. El reto es, precisamente, hacerlo correctamente. Tiene de sabiduría, de firmeza, de coherencia, de flexibilidad, de arte supremo que pueda unir a todo el que pueda ser unido, resolviendo y superando las contradicciones y desacuerdos en el seno del pueblo y sumar cada vez más fuerzas para triunfar.



Este cuadro general nos plantea varias tareas esenciales



1) Debilitar hasta anular políticamente las bases populares de la oposición para impedir que consolide sus fuerzas. Si dejamos que se consolide entonces puede crear bases populares estratégicas y como ya dijimos, ello significará un cambio cualitativo de consecuencias muy graves.

2) Simultáneamente recuperar y multiplicar estratégicamente nuestra base popular a través del país.

3) En un solo proceso trabajando con los temas anteriores, acompañar la recuperación y multiplicación estratégica de nuestra base popular, con iniciativas tácticas de significación estratégica para irlos arrinconando paso a paso a lo que son sus bases naturales, es decir los sectores de clase media alta y la burguesía, que de hecho, son clases transnacionales, es decir, no tienen interés nacional, lo que constituye su flanco débil. Esto requiere éxitos organizativos, políticos, en la gestión de gobierno y en la batalla por las ideas.

4) En la medida que vayamos avanzando política y organizativamente, iremos, de hecho, tendiendo un cerco político sobre sus bases, que deberá impedir que la oposición (en particular sus sectores más recalcitrantes) pueda desplegarse, mientras simultáneamente neutralizamos su poder mediático. Un cerco estratégico que se estrecha como cerco táctico sobre sus fuerzas. Con la seguridad de que en la medida que vayamos ejerciendo esa presión, ellos van a ir perdiendo la cabeza y se presentarán en forma desnuda con su faz transnacional proestadounidense.

Ello requiere una propuesta política y un plan, que vayan clarificando temas como el papel del Estado; el partido, la organización popular y los movimientos sociales; la construcción del poder popular como poder social, que no es apéndice de partido alguno o del Estado, sino la cimiente de la nueva institucionalidad revolucionaria que se debe ir construyendo día a día; la derrota de la burocracia y de la corrupción; los rasgos específicos o lo inédito de la revolución venezolana, que tienen como denominador común la diversidad de torrentes y caminos tras un horizonte común; el radicalismo como proceso de construcción de la capacidad de pensar con cabeza propia, como base de la autogestión y el poder popular; el problema de la propiedad y muy particularmente de la propiedad social; los problemas de la producción, su organización y la base moral y material de la revolución como proceso cotidiano; la revolución de la vida cotidiana y la construcción de un nuevo poder, en fin una propuesta política y un plan de acción que signifiquen que vamos pensando y haciendo, haciendo y pensando, uniéndonos y luchando, luchando y uniéndonos, experimentando y reflexionando como síntesis creadora de la acción diaria que va erigiendo, sobre la marcha, un mundo nuevo, otro horizonte.

No es el objetivo de este modesto papel de trabajo presentar una propuesta política y un plan de acción. Él va discurriendo sobre temas coyunturales. Ese objetivo no es sólo una tarea individual. Es eminentemente colectiva.



Lucha social, resultados electorales y acción de gobierno



1) La principal base que sustenta el crecimiento de la oposición está constituida por el sedimento reaccionario instalado en los intersticios de la sociedad venezolana y en cada uno de nosotros. Es decir, los prejuicios políticos fundados en el anticomunismo, los sentimientos anticubanos, el culto a la propiedad privada (incluso de los que no tienen nada que perder) y el miedo a perder lo poco que han acumulado (propio de sectores de la clase media y de gente empobrecida afectada por todas las inducciones fundadas en la prioridad del tener sobre el Ser). Es la esencia capitalista instalada en lo más profundo del ser, la conciencia social y en las bases espirituales de nuestra sociedad y, como he dicho, en nosotros.

Esta es la batalla más difícil, que es por supuesto una batalla por la educación de la mente y el espíritu. Es la derrota del egoísmo, que sostiene al individualismo, al espíritu de competencia llevándose a los demás por delante. Es una batalla contra nosotros mismos y con nosotros. Sin embargo, como plantearé luego, esta es una lucha eminentemente práctica, a través de resultados concretos del proceso revolucionario.

Si se analizan los resultados electorales de la elección presidencial de 2006, nos encontraremos que es el proceso en el que más votos hemos obtenido. Estos fueron los resultados. Chávez: 7.309.080 votos, equivalentes a un 62.84%, y Rosales: 4.292.466 votos, equivalentes al 30.90%. Este fue un momento de auge de las políticas sociales y de fortalecimiento de la confianza. Por eso cuando aparecían deficiencias, la población tendía atribuirlas a los alcaldes, gobernadores, ministros, etc.

Luego, nuestra votación ha ido disminuyendo, precisamente en sectores populares. Ello ha estado relacionado con graves fallas en las políticas sociales, con las notorias ineficiencias burocráticas, con la aparición de fenómenos vinculados a la corrupción y en general, con la pérdida de impulso del proceso de transformación, especialmente en lo relacionado con las políticas sociales. Lo que ha provocado desesperanza, descontento y frustración.

2) Lo dicho indica que nuestra mayor vulnerabilidad ha estado vinculada a los propios errores del proceso. La oposición ha crecido, no tanto por méritos propios, sino por nuestros errores e insuficiencias. Ciertamente, aún no ha propuesto un proyecto de país; pero debemos reconocer que para la oposición eso no es una prioridad. Vive de la campaña en negativo, es decir de nuestros propios errores y de la fuerza de la tradición y la costumbre. Del sedimento reaccionario existente en nuestra sociedad, que la oposición se encarga diariamente de consolidar y multiplicar. Su programa esencial, pues, consiste en consolidar las bajas pasiones, el egoísmo, el individualismo, etc.

Es la fuerza de los prejuicios mencionados en el punto 1, lo que tiene que ver con los más de 4 millones de votos que saca Rosales. Sin embargo, pese a ello la votación obtenida en el 2006, superó a la que obtuvimos en el referéndum revocatorio de 2004 (4.991.483). Es decir, la acción social del gobierno y toda la labor de pedagogía política que llevó a cabo el Presidente Chávez, lograron neutralizar los prejuicios políticos de un amplio sector de la población.

Podemos decir, entonces, que no hay un fatalismo de eso que he llamado el sedimento reaccionario de la sociedad venezolana y del efecto multiplicador que realizan los medios de comunicación. Puede ser vencido, aun cuando los más de cuatro millones de votos que la derecha obtiene en 2006, demuestran lo sólido que es. La necesidad de romper con el sectarismo y la prepotencia, para tender la mano a todos los sectores explotados, chavistas y no chavistas, los que votan por el gobierno y los que votan en contra.

Lo que importa es el criterio de clase: son explotados, por tanto, son nuestros hermanos. Tenemos que decidir si los dejamos en el camino, influidos por los prejuicios políticos y vamos dejando de actuar como avanzada popular. Si procedemos así, nunca seremos un movimiento social integrado por todo el pueblo explotado capaz de cercar al poder del capital, no simplemente en sentido material, sino esencialmente desde el punto de vista moral y espiritual.

Es decir, vamos paciente y diligentemente construyendo una poderosa red popular, diversa, plural, pero antiimperialista y democrática. En consecuencia, enfrentada al capitalismo. Ello no es contradictorio con que los miembros de la red militen en el PSUV o en cualquier organización social comprometida con los procesos de cambio. Incluso, mucha gente puede estar en la red, luchando por la solución de problemas populares y formar parte de algún partido de oposición. Si actuamos pedagógicamente y demostramos que en la base popular, las fragmentaciones partidistas no deben pesar, iremos construyendo una unidad popular cada vez más sólida.

De hecho, hasta ayer en diversas regiones del país, la base social de la revolución estaba formada por militantes o exmilitantes de AD. Quizás por sectarismo u otros errores cometidos por nosotros, hayan regresado a ese partido.

Si superamos los errores y les proponemos un espacio para la lucha común, volverán a las filas revolucionarias. La distinción que hay que hacer es que cuadros que militen hoy en AD, no pueden ser miembros de núcleos dirigentes de la red, en cualquier nivel. Esa doble militancia a nivel de la dirección revolucionaria es un contrasentido.

Incluso, en luchas concretas promovidas por militantes de la revolución, es nuestro deber incorporar a militantes de los partidos de la oposición. Esta es la verdadera escuela revolucionaria. La práctica común y el aprendizaje que esa práctica va dejando. A la polarización hay que darle un contenido de clase, de lucha de los explotados contra los explotadores, superando las contradicciones en el seno del pueblo y aislando a los dueños del capital y a sus aliados.

Es así como se puede ir constituyendo una vanguardia revolucionaria popular de verdad hermanada con el pueblo explotado. Cuando ella no es un club de iluminados, de cuadros o intelectuales encargados de trasmitirle la conciencia revolucionaria al pueblo ignorante, sino una asociación real de explotados donde todo el mundo aprende de todo el mundo, por tanto, todo el mundo tiene algo que enseñar, porque siempre tiene algo que aprender.

Las vanguardias no son aristocracias separadas del pueblo, como oráculos que trasmiten la verdad. Entonces, esa aristocracia explica las derrotas por alguna de las siguientes razones: porque el pueblo no ha comprendido, porque no sabe, porque se deja manipular por la derecha, etc. Los problemas a resolver son: saber explicar mejor, elevar la educación “de las masas” al nivel de la vanguardia, mejorar los instrumentos de propaganda, más publicaciones sobre ideología, etc. No estoy en desacuerdo con que eso se haga, pero en el contexto donde suelen plantearse, sin apreciar las causas más profundas que están detrás de los problemas, pueden convertirse en un llover sobre mojado. El pueblo aprende principalmente de la propia experiencia y no principalmente de las “enseñanzas” que se trasmitan desde fuera de los procesos reales.

Estos temas tácticos con implicaciones estratégicas, deben ser explicados con mayor detenimiento. Sólo están mencionados como vía de ejemplo, como temas para el debate.

3) La acción mediática tanto nacional como internacional ha tenido una influencia notable, pero cuando ha podido ser contrastada con hechos transformadores que hablan por sí mismos, la acción mediática ha podido ser sometida.

4) En la derrota de la acción mediática ha tenido un peso importante la acción de las redes sociales “chavistas”. Esas que en abril de 2002, con los medios de comunicación pública clausurados por los golpistas, con los medios de comunicación privados censurando las informaciones y desinformando, fueron capaces de movilizar a la población para derrotar el golpe de Estado.

Esas redes sociales, creo, fueron más eficientes para movilizar a la población que lo que son hoy tanto el PSUV como los medios de comunicación estatales. Sin embargo, esas redes sociales, es mi opinión, se han debilitado y ese debilitamiento tiene que ver con los resultados electorales.

Mi experiencia de décadas como luchador social me dice que ahí donde hay líderes sociales reconocidos por la población a través de la lucha constante, su voz fundada en la práctica diaria, con la gente y entre la gente, como uno más, es más importante que la de los medios de comunicación reaccionarios. Los medios construyen y reconstruyen la realidad, precisamente para negar la realidad cotidiana, la que podríamos llamar, redundancia incluida, la realidad realmente existente. Esta es la que los medios tratan de ocultar, pero cuando las organizaciones revolucionarias están sembradas en el pueblo, no resulta fácil para los propagandistas de los medios, superponer una realidad virtual sobre lo que la gente cotidianamente vive y los líderes comunales se encargan de señalar y orientar. Más difícil, creo, es luchar contra el entorno que se genera cargado de valores negativos, claramente reaccionarios que se imbrican con la fuerza de la tradición y la costumbre.

En esa batalla los medios de comunicación públicos y muy particularmente las emisoras de radio y televisión locales, pueden dar una gran contribución. Lo ideal es articular medios de comunicación con redes sociales. Sobre esto he escrito en otros espacios.

Como los canales estatales han perdido audacia en la denuncia de los reclamos populares, viene ocurriendo que, incluso, luchadores sociales partidarios del gobierno, se están yendo a los canales opositores para expresar sus denuncias y hacer conocer sus demandas. La manipulación consiguiente es fácil de suponer.

Hay que desarrollar, fortalecer y perfeccionar recursos comunicacionales. Ello es fundamental, pero la maduración de la conciencia y el alma revolucionarias, no es un asunto mediático. Requiere experiencia política concreta, pues es un proceso social y político fundado en la educación, en el trabajo político y de organización en el barrio, en el campo, en la urbanización, en la visita casa por casa. Los medios radioeléctricos no deben sustituir a los hombres y mujeres que maduran y crecen políticamente a través de la lucha social. Pero ellos pueden dar una gran contribución mostrando gente de verdad, hechos concretos, luchas sociales donde la gente se enfrenta a la dominación, soluciona problemas cotidianos y señala caminos para la liberación.

Hechos que desvirtúen la realidad que presentan los medios reaccionarios. Esa realidad suele apoyarse en mentiras o en hechos reales, generalmente descontextualizados.

Pero no todo es mentira mediática. Los errores, los vacíos, la burocracia ineficiente, suelen alimentar la propaganda de la derecha. Aun cuando puedan ser exagerados y colocados en una puesta en escena convenientemente arreglada para fines propagandísticos, para lograr que la mentira se sustente en verdades, clave para la percepción que la gente va teniendo. Pero el fondo de la denuncia suele ser, en muchos casos, una lamentable verdad.

Es necesario enfrentar la acción de los medios reaccionarios, pero sobre todo es vital generar hechos transformadores, que hablen por sí mismos y que al hacerlo puedan ser difundidos y multiplicados por todos los medios con la fuerza de la verdad y la autenticidad de las creaciones populares.

5) Desarrollar la organización política es fundamental. Ahora bien, la organización en la base popular orientada a la transformación de la vida cotidiana, a través de la convergencia de los sectores explotados en la defensa de sus intereses colectivos y personales, frecuentemente rebasa la estratificación partidista que tenemos hoy, la cual tiende a establecer separaciones sectarias. Esta no es una negación de la organización partidista. El tema es que la acción partidista no siempre es el resultado de los conflictos de clase. Muchas veces esa acción lo que genera es fragmentación social provocada por prácticas sectarias en función de los intereses grupales que los partidos suelen representar, incluidos partidos que se denominan revolucionarios.

Los partidos revolucionarios se ponen a prueba en su capacidad para levantar la lucha desde el interior de la población, como uno más, cuando el partido es pueblo y no una capa especial de cuadros. Esto no se logra simplemente con la agitación y la prédica desde fuera. Sería interesante revisar lo que sobre esto decía Marx en los documentos de la I internacional.

La clave de nuestros éxitos en el 2006 estuvo precisamente en la capacidad para transformar la vida cotidiana. Barrio adentro, con el apoyo de los médicos cubanos, colocando por primera vez médicos en las comunidades pobres; las escuelas bolivarianas educando y alimentando a los niños pobres; la misión Samuel Robinson eliminando el analfabetismo, y en general el trabajo de las misiones alentando esperanzas, fue la mejor arma para impulsar el socialismo. Por eso Chávez saca más de siete millones de votos, que no expresaban en su totalidad una conciencia socialista y sobre todo, una práctica socialista, pero que fueron capaces de superar los prejuicios políticos y dar un paso adelante.

6) Si lo anteriormente dicho es cierto, entonces ahí están varias de las claves para consolidar nuestras bases, preservar las fuerzas populares y sobre ese fundamento multiplicarlas, debilitando la base popular de la oposición.

Recoger la basura, reparar las calles y avenidas, eliminar las causas de las inundaciones y de los derrumbes que liquidan las viviendas de los pobres dejándolos, cuando logran sobrevivir, en la calle, sin esperanzas; garantizar la eficiencia de los hospitales y las escuelas, combatir la corrupción, garantizar la seguridad personal, etc. son tareas, que en sí mismas no significan una revolución. Pero hacerlas eficientemente, sin corrupción, con verdadero espíritu de servicio orientado a brindarle a la gente mejores condiciones de vida, que fortalezcan la esperanza en una sociedad más justa, es una revolución.

Ahora cuando hay alcaldes, gobernadores y diputados de la oposición, está planteada una lucha abierta por la solución o la gestión de los problemas populares. En el sentido que le estamos dando a estas palabras, la solución puede ser revolucionaria. La gestión, en estricto sentido, siempre es reaccionaria. La solución, si es real, se hace con el pueblo como constructor de las soluciones. La gestión, emprendida por burócratas “altruistas”, se hace desde fuera de la práctica concreta de los hacedores populares, con jefaturas colocadas por encima del pueblo que actúan como salvadores, como dueños de un poder que es el que “soluciona” tratando de comprar la voluntad popular. Estos burócratas pueden ser “eficientes” o “ineficientes”, lo que no son es revolucionarios.

Las llamadas redes populares que la oposición ha ido organizando, crecen en la medida que mucha gente cree en sus ofertas para mejorar la vida cotidiana. Y lo pueden hacer y lo están haciendo, precisamente, porque la solución de un problema por aquí y otro por allá, no significa una revolución y probablemente tampoco una solución real. Son las “soluciones” que van siendo como una horca en torno a la esperanza. Son las “soluciones” que los gerentes de cuello blanco gestionan.

No las soluciones que los funcionarios, que se conciben como servidores de un pueblo consciente y organizado o en proceso de serlo, van construyendo en el día a día, como uno más, sobre la base de la creatividad de los oprimidos.

Hoy día en Venezuela no es difícil para un alcalde o un gobernador, gestionar las reivindicaciones populares con relativo éxito. Los problemas acumulados son tantos, que si logran recoger la basura de manera regular y mantener limpia la ciudad, garantizar el alumbrado público, reparar las calles y aceras, atender medianamente las escuelas, solucionar así sea transitoriamente algunos de los problemas graves de las barriadas populares, ya podrían garantizarse la reelección y la conformación de una base popular. Ello sólo puede ser enfrentado con una eficiente labor coordinada del gobierno nacional, los gobiernos regionales, municipales y las redes sociales que trabajen por soluciones de fondo, que vayan más allá de maquillar la realidad. Coordinación que debe tener entre sus fundamentos, la construcción del poder popular en las localidades. Este es el sentido estratégico que tienen estas luchas inmediatas.

Ahora la oposición tiene alcaldías y gobernaciones en varios de los centros populares más importantes del país, tiene un importante número de diputados, que pueden presentar proyectos para leyes demagógicas; ha ido desarrollando redes de acción social y dispone de amplio financiamiento, que lo suministran organizaciones internacionales, particularmente estadounidenses.

Lo decisivo es que ellos no creen en el pueblo, ellos no están dispuestos a tocar los intereses de los poderosos y no van más allá de realizaciones superficiales. Pero bien sabemos que una dosis de demagogia unida a soluciones parciales y a un gran poder mediático, puede constituir una seria amenaza. Sería grave subestimarlos.



Confiar en los poderes creadores del pueblo y partir de los rasgos específicos o lo inédito de la revolución venezolana



Confiar en los poderes creadores del pueblo significa que la acción consciente es esencial. Por tanto, no la acción de unos iluminados que sustituyan al pueblo, sino la acción del pueblo cuando se va constituyendo como sujeto histórico para la construcción de una nueva sociedad.

Es imprescindible saber apoyarnos en los rasgos específicos o lo inédito de la revolución venezolana. Sobre esto publiqué un trabajo hace un tiempo, ahora sólo quiero recordar algunos aspectos.

1) Esta es una revolución que como consecuencia de los ingresos petroleros, dispone de abundantes recursos financieros. Esto es muy importante. Nos ha permitido ser solidarios con otros pueblos y emprender obras fundamentales para el bienestar de nuestra sociedad, pero ello puede acentuar y ha acentuado el facilismo de los venezolanos, aquello de que nos gusta la papa pelada.

Tiene muchas ventajas, pero la amenaza de corrupción, de derroche, de ausencia de espíritu de sacrificio, siempre será un peligro. Lo importante es saberlo, combatirlo y corregirlo. De lo contrario nos podemos ahogar en petrodólares. Es conveniente recordar el significado del nombre del famoso libro de Juan Pablo Pérez Alfonso: “Hundiéndonos en el excremento del diablo”.

2) Esta revolución no es atea y tiene un amplio espacio para la convergencia de los creyentes y no creyentes, religiosos o no religiosos. Es más, es una revolución que pone a prueba la sinceridad de la práctica religiosa. Hasta dónde la práctica religiosa se realiza como ocultamiento de relaciones de poder, o realmente se identifica con el amor altruista, es decir, estar al servicio del pueblo, dando sin esperar nada a cambio.

3) Es una revolución muy diversa y plural. Aquí confluyen marxistas de muchas corrientes, anarquistas, cristianos de diversas tendencias, religiones orientales, no creyentes, etc. Esta es una gran fortaleza que lleva a que la lucha por la hegemonía, como simple lucha de ideas, no tenga sentido. La clave es el proceso práctico en el que va madurando la conciencia popular y la de nosotros como parte del pueblo. En general, los revolucionarios venezolanos por años de lucha que tengamos o por leídos que seamos, no conocemos todas las claves de este proceso. Siempre estamos aprendiendo algo, sin necesidad de rendirle culto a los libros, pero dándole una gran importancia y privilegiando la lectura y el estudio.

Esto tiene que ver con el contenido del discurso, pues el debe dirigirse y cubrir esta diversidad de fuerzas, de esfuerzos y creaciones que convergen hoy día en el torrente antiimperialista, ambientalista, libertario, bolivariano y socialista.

4) Es una revolución consustancial con la democracia y las consultas electorales; con la movilización permanente del pueblo y su creciente politización. Si ese proceso de politización se debilita, el proceso de transformaciones se detiene.

La solución de los problemas tiene que ver con más democracia, más consulta popular, más movilización, más politización y por supuesto más soluciones a los problemas populares en la medida que una mayor democracia vaya logrando, que el pueblo sea el autor de las soluciones. Esto es algo que no debemos olvidar.

Es la oposición a la que no le gusta esto. Precisamente, la disminución de nuestra votación a mi modo de ver, está vinculada al descenso de la movilización y las luchas políticas de la población, y la predominancia de la movilización electoral, que se superpone sobre los espacios sociales y termina disolviendo las luchas clasistas. Este es uno de los fenómenos más graves que viene ocurriendo y que puede hacer peligrar nuestro proceso haciendo derivar nuestra democracia hacia una perpetuación de la democracia representativa.

Precisamente, este fue uno de los problemas de la izquierda en los tiempos de la IV república. Las luchas sociales devinieron en luchas electorales en las cuales se perdió el filo clasista. Las luchas electorales como tales fueron transformadas en pura competencia por los votos, perdiendo de vista que el votar de una manera u otra no sólo es el resultado de una buena política electoral como tal, sino del crecimiento de la conciencia política de la población a través del tiempo y la maduración de un proyecto revolucionario como un proyecto de vida y sus raíces entre los oprimidos.

La pedagogía revolucionaria, en consecuencia, fue transformada en simple prédica, especialmente a través de los medios de comunicación, que como tal no profundizaba en el significado político y social de votar de una u otra forma, lo que resulta ser un asunto eminentemente práctico más que de explicaciones, lo que no significa que ellas estén demás. En consecuencia, el pueblo debía seleccionar entre distintas ofertas (no propuestas) electorales de carácter cortoplacista. Colocado ante esas circunstancias, generalmente escogió entre las que tenían una opción inmediata de poder, es decir, con capacidad para “mejorar” algunos problemas de la vida diaria, sin solucionar los problemas estructurales.

Cuando privilegiamos los espacios electorales y como parte de la campaña se regalan electrodomésticos, restándole fuerza a la lucha social y a eso se le llama socialismo, desacreditamos al socialismo y favorecemos las opciones de la derecha, pues a lo que le damos fuerza es al sedimento reaccionario que existe en la sociedad venezolana.

5) Otro rasgo específico de nuestro proceso es que se alimenta del debate, no de la moderación de este. La clave es la naturaleza de nuestros debates y la relación que se establece con la base popular revolucionaria que es mucho más grande que la base del PSUV. Esa base también es diversa y plural y si se pretende colocarle una chaqueta de fuerza partidista o de cualquier otra clase, este proceso podría hundirse en una mezcla de sectarismo y autoritarismo. Por el contrario, el debate tiene un sentido liberador. Así fue en 2001, 2002, 2003 y en todos los momentos estelares de este proceso y así debe continuar siendo, tomando en cuenta que el Presidente Chávez ha sido propulsor de la discusión.

Una centralización excesiva podría provocar un estallido de la base popular y la maduración de peligrosas fuerzas centrífugas. En cambio el fortalecimiento de las redes sociales y su convergencia en torno a un programa y sobre todo en torno a iniciativas revolucionarias y a debates esclarecedores, puede multiplicar las fuerzas en forma ilimitada.

Que eso pueda convivir con el PSUV dependerá mucho de si el PSUV respeta la autonomía de las redes populares, aprende a crecer con ellas, o las considera como simples correas de transmisión. Precisamente en recientes intervenciones públicas el Presidente Chávez ha sido crítico acerca de la naturaleza de las relaciones entre el PSUV y la población.

Hay elementos poderosos que contrapesan las fuerzas centrífugas. Por una parte, el poder movilizador de las ideas, de las propuestas y prácticas transformadoras, el impacto de la profundización de la lucha y la posibilidad de que ello se concrete en triunfos populares significativos, puede ir generando poderosas fuerzas centrípetas; por otra parte, el liderazgo del Presidente Chávez como fuerza de convergencia unificadora tiene positivos efectos centrípetos.

El debate está abierto, es público y es bienvenido. Es el resultado de la creación y la reflexión fundadas en la práctica revolucionaria caracterizada por el carácter inédito y diverso de nuestro proceso revolucionario. Resulta obvio que un debate tan rico, que puede ser tan promisorio conmueva al PSUV y también lo trascienda. Los vientos de la revolución si continúan tomando fuerza, son esencialmente transformadores de las relaciones sociales, de las instituciones, de las organizaciones, de las ideas y las prácticas. Esta es la gran vitalidad que tiene el proceso venezolano, que sólo puede multiplicarse en bríos y fuerza transformadora en el intercambio democrático de reflexiones y experiencias, o marchitarse en el sopor burocrático descomponiéndose. El que cabalga un tigre no se puede bajar.

La sabiduría consiste en saber orientar los debates dentro de un estilo respetuoso y un contenido que fortalezca el proceso revolucionario. Más que de normas, se trata de una práctica y un aprendizaje colectivos. Es decir la presencia de un pueblo cada vez más consciente, sabrá discernir y escoger, mejor que los burós o conjuntamente con los burós si estos entienden de qué se trata, las buenas semillas para continuar la siembra y generar una cosecha cada vez mayor y mejor, un horizonte hecho presente.

Hay que fortalecer corrientes de opinión que favorezcan debates para fortalecer la revolución, no para debilitarla. La critica rabiosa de los errores, la crítica que de hecho, independientemente de las intenciones, golpea al proceso, debe evitarse. La crítica de los errores no debe ser censurada, pero debe establecerse el compromiso de cuidar el tono, el estilo. No se trata de chantajear a nadie, pero las amenazas que este proceso tiene no son una fantasía, son reales. Las relaciones internacionales se han militarizado y es el Pentágono el que dirige las política internacional, no sólo de EEUU, sino del mundo.

No se puede tratar al Presidente Chávez o al PSUV u otras instancias, como si fuesen el enemigo, incluso, el enemigo principal. Sin silenciar las críticas o los errores, sin considerar que son intocables, no se puede olvidar la pedagogía revolucionaria y la responsabilidad con la base popular.

La crítica debe expresarse de tal manera, que ayude a la educación, a la maduración de la conciencia y el alma populares.

Como resultado de errores, ineficacia y burocratismo, hemos experimentado golpes y ciertos sectores populares se han ido frustrando y desesperanzando. La crítica no puede ignorar este hecho, que es real. Por tanto, no puede contribuir a la desesperanza. Tenemos el deber de criticar, pero también el deber de hacer el esfuerzo por descubrir o proponer caminos, a través de propuestas que contribuyan a darle cauce a la esperanza. Sé que no es fácil, pero estamos obligados a intentarlo.

Lo esencial, creo, es que la gente vaya encontrando su propio camino. Ello no se realiza en solitario, de forma individualista. Los caminos de transformación de la vida se encuentran junto con el otro o la otra, en aprendizaje compartido a través de formas de organización, de participación, que son creaciones colectivas.

Hay que confiar en el pueblo, que cuando va madurando es capaz de forjar siglos en días, en semanas y generar sus propios liderazgos. Esto ya lo hemos visto, lo hemos vivido.

6) Nuestro proceso revolucionario ha estado influido por la derrota de los años 60 y 70. Derrota que no sólo ocurrió en Venezuela sino por toda América Latina y el mundo.

No es momento de analizar las experiencias de esas décadas tan ricas en aprendizajes, lecciones o enseñanzas. Me parece conveniente reflexionar brevemente sobre el impacto que tuvo el hecho de que una generación revolucionaria, y los movimientos sociales dentro de los cuales ella se conformó, producidos por un profundo proceso de transformación que se vivía en el país, en el continente y el mundo, hayan sido aniquilados como proceso y como fuerza.

La aniquilación de esa generación y la derrota de los movimientos sociales de los años 60 y 70, fue una de las condiciones para la superación de la crisis capitalista mundial, la consolidación del siglo XX como el siglo de las guerras, la transnacionalización neoliberal y el triunfo de los valores del mercado, la derrota de la solidaridad, de los valores altruistas, lo que culmina con el derrumbe del campo socialista y el desenvolvimiento sin mayores contrapesos de los valores del capitalismo por todos los intersticios de la sociedad mundial.

La generación de los 60 y los procesos sociales correspondientes, se constituyeron a escala mundial atravesando América Latina y el Caribe, América del Norte, Europa, Asia, África… El macartismo, la revolución cubana, el liderazgo de Fidel, del Che y la muerte del Che; el triunfo y el derrocamiento de Allende; la guerra fría, el conflicto chino-soviético, la guerra de Vietnam, Laos y Camboya; el movimiento rock, como encuentro de la cultura negra y la cultura blanca y la revolución musical y cultural que ello significó; en general, la gran revolución cultural que se desarrolló por el mundo socavando las bases de la cultura dominante, que en Venezuela tuvo expresiones como el Techo de la Ballena, el Teatro Universitario de la UCV, el Quinteto Contrapunto y la herencia de los grandes maestros como Antonio Estévez, los Castellanos Yumar, los Carreño, Modesta Borg; los Panteras Negras de EEUU; el Mayo Francés de 1968; la formación de los bastiones de movimientos sociales tales como los movimientos feministas y ecologistas; la amplia extensión de los movimientos por la paz; el auge y derrocamiento de Sukarno en Indonesa; el pensamiento de Mao Zedong y todo el proceso de la revolución china; el leninismo y todo el proceso de la Revolución Rusa; el pensamiento de Marx y Engels y el gran debate entre los marxistas que se desarrolla en el mundo en ese tiempo; la lucha armada que tiene uno de sus primeros ejes en Venezuela, recorriendo América Latina, África y Asia; el liderazgo de Patricio Lumumba, en el Congo, África, y su asesinato organizado por la CIA, que también se llevó por delante al Secretario General de las Naciones Unidas, Dag Hammarskjold; la influencia de Nasser y los líderes africanos, de lo que se llamó el socialismo árabe y africano; la crisis del taylorismo, la cadena de montaje y del modelo fordista-keynesiano y el surgimiento de las bases del Sistema Capitalista mundial que hoy conocemos, orientado hacia la liquidación de la soberanía nacional y el multilateralismo, la militarización de las relaciones internacionales, la destrucción de la humanidad y el planeta, cabalgando sobre la globalización neoliberal.

Quizás fuimos la primera generación que se constituyó de manera muy concreta en una interconexión e interdependencia a escala mundial, lo que seguramente tuvo que ver con un mayor desarrollo de las comunicaciones. Es posible que en esto nos haya precedido la generación de la época de la Guerra Civil Española, en la década de los treinta del siglo pasado.

El movimiento dentro del cual surgimos y nosotros como generación que lo expresó, tenían que ser aplastados a sangre y fuego y así ocurrió. Nuestra generación, tanto en Venezuela como en el mundo, fue aniquilada en las movilizaciones de calle, en los enfrentamientos guerrilleros en la ciudad y el campo, en los campos de concentración, en las cámaras de tortura, en el lanzamiento desde helicópteros, a través de las “desapariciones” (política que contemporáneamente se inicia en Venezuela, luego se extendió por el Cono Sur y hoy los gobiernos de Bush y Obama, la han legalizado a través del mundo).

Sobrevivió un amplio y numeroso grupo de cuadros revolucionarios con décadas de experiencia, que nos formamos en la resistencia contra la Dictadura de Pérez Jiménez y en la lucha armada de los años 60 y 70, que estamos participando en este proceso mediante un esfuerzo de unidad y lucha, de práctica y reflexión. Sabemos de la victoria y la derrota, de la soledad y la muerte.

Sabemos por qué el pueblo “chavista” es la principal reserva de la revolución venezolana y continental y ello, por supuesto tiene que ver con el liderazgo del Presidente Chávez. Si algo hemos aprendido es que cuando hay pueblo los debates toman otro sentido.

El 21 de noviembre de 1957 organizamos y participamos en la huelga estudiantil que inició el principio del fin de la dictadura de Pérez Jiménez. El 23 de enero de 1958, en la culminación del derrocamiento de la dictadura, participamos con el pueblo de Caracas realizando una de las más grandes manifestaciones populares de la historia de Venezuela y el asalto al edificio de la Seguridad Nacional. Aprendimos por primera vez lo que significa marchar como parte de un pueblo triunfante integrado por mujeres, niños, ancianos, jóvenes, cruzando Caracas en todas las direcciones, celebrando la dignidad, la democracia, la libertad, la importancia de la unidad de cientos de miles, la convicción de la propia fuerza, conmemorando la muerte de los mártires y la afirmación de los héroes…

Participamos en la organización de dos marchas históricas del pueblo caraqueño, cuando de nuevo salimos por miles en mayo de 1958, para echar del país al Vicepresidente de EEUU, Richard Nixon, y cuando en julio de 1958 el General Castro León intentó derrocar al gobierno de Larrazábal. Ese pueblo no le tuvo temor a los tanques ni a las amenazas de los llamados fundadores de la democracia venezolana, particularmente de Rómulo Betancourt.

En los años 60 participamos por todo el país con miles de miles en las que seguramente estén entre las manifestaciones más cruentas que se hayan realizado en Venezuela, no sólo por el contenido, sino por las condiciones represivas que se implantaron. La policía política y las fuerzas armadas tomaron las calles, cumpliendo con la criminal orden dada por Betancourt de disparar primero y averiguar después. Las calles del país fueron ensangrentadas cuando los disparos eran al aire de los pulmones para matar el último suspiro y a la cabeza para que dejáramos de pensar.

No se ha destacado lo suficiente la participación de las Fuerzas Armadas Nacionales en la rebelión de los 60. Fue sumamente importante y tuvo eventos relevantes como los levantamientos cívico-militares de Carúpano, el 4 de mayo de 1962, y Puerto Cabello, el 2 de junio del mismo año.

Los nombres del capitán de corbeta, Jesús Teodoro Molina Villegas, del mayor Pedro Vegas Castejón y del teniente Héctor Fleming Mendoza, junto a los nombres de Eloy Torres, dirigente del Partido Comunista y de Simón Sáez Mérida, dirigente del MIR, más centenares de soldados y militantes revolucionarios, son emblemáticos del “Carupanazo”, nombre que se le dio a esta gesta heroica, debido a que tuvo como eje la ciudad de Carúpano, Estado Sucre, en el oriente del país.

El 2 de junio de 1962 estalla el “Porteñazo”, por tener su eje en la ciudad de Puerto Cabello, en el Estado Carabobo al mando del capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez, el capitán de fragata Pedro Medina Silva y el capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, más la participación de centenares de soldados e infantes de marina, más cientos de militantes revolucionarios del PCV y el MIR, que ofrendaron su vida en nombre de una patria digna y soberana.

Oficialmente se reconoció la cifra de 400 muertos y 700 heridos, pero la cifra fue mayor, lo que da cuenta de la bravura de la resistencia durante más o menos cinco días de combate casa por casa. Siendo esta una de las batallas memorables de la historia de Venezuela, que selló la hermandad cívico-militar y que está a la espera, junto con muchas otras batallas libradas en los años 60, del reconocimiento por la historia.

Hablando de la participación cívico-militar, no puedo dejar de mencionar al Coronel Juan de Dios Moncada Vidal, comandante de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), con quien en noviembre de 1963 me tocó viajar a la ciudad de Maracay, para participar en los preparativos de otro alzamiento cívico-militar que no llegó a consumarse. Una delación condujo a la posterior detención de Moncada Vidal.

Tampoco puedo dejar de mencionar al Teniente Nicolás Hurtado, padre de Yolanda, muerto en las guerrillas de occidente.

Son muchos nombres y acontecimientos que hablan de heroísmo, dignidad, patriotismo y entrega a la patria. Que hablan de unidad cívico-militar. Es bajo el gobierno del Presidente Chávez, que se ha iniciado esta acción de justicia histórica, que aún está por completarse.

No puedo cerrar esta breve remembranza, sin recordar y reconocer al movimiento democrático que se formó durante esa época, que enfrentó y denunció la represión, las violaciones de los derechos humanos, las perversiones de la democracia puntofijista y la dominación neocolonial. Muchas figuras relevantes formaron parte de él como José Vicente Rangel, Francisco De Venanzi, Jesús María Bianco, D.F. Maza Zavala (muerto recientemente), José Herrera Oropeza y una larga lista de venezolanos ilustres.

Hubo un intenso debate durante este tiempo. Centenares de publicaciones dan cuenta de él. Como ya dijimos, una cosa es el debate cuando hay fuerza de pueblo y otra cuando el pueblo se va replegando y los revolucionarios nos vamos aislando.

Después vino la derrota. Continuó el debate, muy intenso, con el denominador común de las divisiones y las fragmentaciones. Aprendimos también de este período, cuando también las luchas del pueblo variaron en intensidad y contenido. Pero nunca pereció la semilla de la revolución. Ni en nosotros ni en el pueblo. Nadie pudo apagar esa llama, que ahora se ha convertido de nuevo en gran incendio.

Una decena, una veintena, una centena, incluso miles, de cuadros y militantes separados de la lucha viva del pueblo, halando la carreta en distintas direcciones. No estoy desestimando esa parte de nuestra historia y la de otros. Rica en intercambio de ideas, en hechos heroicos y también en errores. Creemos haber aprendido de los éxitos y las derrotas que se sucedieron en medio de estos debates, pero no como consecuencia de ellos.

Así llegamos hasta aquí, incansablemente batallando, sobreponiéndonos a numerosas derrotas que nos han enseñado mucho. Hoy día tenemos un aprendizaje, no sé si lo suficiente, pero importante, sobre lo que no se debe hacer y algo, quizás, sobre lo que lo que podemos hacer.

Es el momento de aprender de los consejos que Marx dio a los miembros de la I Internacional. Él recomendaba la práctica común y la reflexión sobre esa práctica como el camino para el crecimiento político, moral y espiritual. El camino para la unidad.

7) El proceso venezolano tiene el mérito de haber introducido el tema de género y el empoderamiento de la mujer, como un elemento central del proceso de cambios. Hay instituciones, leyes y organizaciones que le dan gran fuerza a los movimientos por los derechos de la mujer y a la lucha contra el machismo. Esto ha creado una situación muy original en Venezuela, que la distingue de otros procesos de cambio, en particular de los procesos revolucionarios del Siglo XX.

Introducir el tema de género tiene múltiples significaciones. Es en sí mismo un cuestionamiento a las relaciones de poder que se fueron configurando a través de los siglos. Ese debate está planteado en Venezuela, pero no es tema de este trabajo.

8) Otro rasgo importante del proceso bolivariano, es la unidad cívico-militar. Que data, como he señalado, de los años 60. Se consagró en los sucesos del 27 de febrero de 1989, el 2 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 y las acciones patrióticas que el pueblo y la Fuerza Armada Bolivariana han venido desplegando durante estos más de 10 años. Especialmente, la derrota del golpe de abril de 2002 y el paro petrolero de fines de 2002 y principios del 2003.

La masacre de febrero de 1989, con la participación de las Fuerzas Armadas Nacionales, fue clave en la maduración de la conciencia de soldados y oficiales, factor esencial para los sucesos del 2 de febrero y el 27 de noviembre de 1992.

Estos rasgos, más otros que ahora omito, constituyen uno de los grandes tesoros de nuestro proceso. Preservarlos y multiplicarlos con una orientación constructiva, es una de las formas de apoyarnos en las propias fuerzas incrementándolas.



La polarización



Todas las sociedades contemporáneas están polarizadas y muy particularmente las sociedades que van siendo modeladas por la globalización neoliberal. La globalización neoliberal es por definición excluyente. Los controles y regulaciones que con las estrategias del Estado del Bienestar se pusieron en marcha, para corregir los desequilibrios del mercado, vienen siendo desmantelados. Se ha retornado a la plena confianza en la “justicia” del mercado, lo que va polarizando a la sociedad mundial. Un polo de más o menos mil millones de hambrientos y de millones y millones de pobres, no es el resultado de confrontaciones artificiales por motivos baladíes. Es el resultado de la voracidad que caracteriza la acumulación de capital, particularmente en la época de la hegemonía del capital financiero.

Son el resultado inevitable de la polarización capitalista, que en la medida que se profundiza va radicalizando, polarizando la vida social, lo que se expresa en la circunstancia de que la pobreza ha tomado carácter estructural. Es decir, su disminución o crecimiento no depende directamente de la coyuntura de ascenso o descenso de la economía, sino de las características de una economía en la que las articulaciones entre crecimiento de la inversión, crecimiento del empleo, crecimiento del ingreso y del bienestar están rotas. Como causa y efecto de esta circunstancia, se ha fortalecido y sigue fortaleciéndose el capital financiero.

El éxito o el fracaso del Sistema Capitalista mundial depende, en buena medida, de su capacidad para banalizar, desvirtuar, ocultar y oscurecer las causas y los efectos de la polarización y su esencia política y social.

Durante la IV República la polarización social se hizo crítica en los años 60 y ello se tradujo en el desarrollo de un auge popular que radicalizó la lucha política y puso en jaque la vigencia misma de la dominación y en particular, las formas como ella se estaba ejerciendo en ese momento, lo que condujo a procesos de insurrección popular y al desarrollo de la lucha armada.

La derrota del movimiento popular de los 60, consolidó la dominación del capital y de la democracia puntofijista, asociada tanto a la persecución violenta, como al Estado del Bienestar. Por tanto, a mecanismos de negociación entre las clases, orientados a debilitar el filo clasista de las luchas populares o a formas de represión para aplastar cualquier forma de rebelión.

Este esquema funcionó. La lucha social revolucionaria se fue haciendo marginal, independientemente de ciertos momentos de recuperación y la izquierda radical se fue aislando. Las tendencias dominantes en la izquierda se fueron asimilando al juego de la democracia formal y limitando cada vez más su acción política a la participación electoral, aislada de las luchas sociales.

Se creó entonces una ilusión de convivencia social, donde todos eran “amigos” y la política discurría por los caminos de la “decencia”, la “convivencia” y la conciliación social.

Conciliación que convivía con la represión, la tortura, las desapariciones y el asesinato político como el de Jorge Rodríguez.

La polarización social fue sustituida por la polarización partidista, que encubría los conflictos reales sustituyéndolos por pleitos subalternos de diversas camarillas asociadas al poder del capital. Entonces, los dos grandes polos de la vida nacional fueron Acción Democrática y Copei.

La lucha social no sólo no desapareció sino que llegó a tener picos o coyunturas importantes, como la lucha de los trabajadores textiles, los trabajadores de Guayana, las luchas estudiantiles, etc.

Pero los medios de comunicación y la izquierda institucional se encargaron de conformar una ilusión de armonía.

Cuando el pueblo emergió el 27 y el 28 de febrero de 1989, no fue sólo una manifestación espontánea. Centenares de cuadros que venían de los años 60,70 y 80, participaron o encabezaron la protesta en diversas barriadas de la Gran Caracas.

La emergencia del MBR-200 en febrero de 1992, liderizado por Hugo Chávez, sin duda, abrió una nueva etapa en las luchas populares de Venezuela y de América Latina, lo que se unió al movimiento del 27 de noviembre del mismo año.

La victoria electoral de 1998 y el proceso que se abre en Venezuela, encabezado por el Presidente Chávez, replanteó los términos de las luchas populares, que se empalmaron con la tradición y la experiencia acumulada a través de varias décadas y permitieron ir generalizando un contenido clasista y revolucionario.

La polarización social que se mantuvo subyacente después de la derrota de los 60 y se manifestaba con más o menos fuerza ocasionalmente, tomó un nuevo ímpetu y se fue rompiendo la ilusión de armonía que la dominación capitalista utilizando a AD y Copei como instrumentos y con el apoyo de la izquierda institucional, había creado.

El pueblo volvió a tomar la calle. La constitución de 1999, la profundización de las conquistas sociales, la renovación de las instituciones democráticas y la pérdida de vigor de las antiguas instituciones puntofijistas, las amenazas imperialistas y sobre todo, la fuerte resistencia que la burguesía internacional comenzó a presentar frente a los cambios que el nuevo gobierno iba implementando, todo ello unido al fuerte impulso que el Presidente Chávez le fue dando a este proceso, modificó sustancialmente las bases de la pseudopolarización existente en Venezuela, la que se fue transformando en polarización de carácter social.

Se rompió la ilusión de armonía y la izquierda institucional progresivamente fue separándose del proceso que se fue abriendo en el país. Finalmente, casi como con despecho, esa izquierda comenzó a hablar de la pérdida de la convivencia, de la capacidad de diálogo. Se había imaginado otro camino para las transformaciones de la sociedad venezolana y sobre todo, se había imaginado que serían los líderes de esa izquierda los que encabezarían las tales transformaciones.

Acción Democrática, Copei, la izquierda institucional y en general, la dirección política y sindical que maduró en la IV República, comenzó a denostar contra la polarización y a reclamar el retorno a una política “civilizada”. En nombre de esa política “civilizada” organizó el golpe de Estado de abril de 2002, el paro petrolero y se ha mantenido en una posición desestabilizadora, vinculada con los grandes intereses transnacionales y repudiando los cambios que se han venido dando en el país.

No se trata ahora de censurar la polarización y limitarse a criticar la falta de diálogo. Se trata a mi modo de ver, de profundizar, transparentar y orientar el contenido clasista y de lucha social de la polarización. Sin sectarismo, sin prepotencia y sin exclusiones. Hay que dialogar, por supuesto, el problema es saber con quién.

Para ello es necesario comprender algunos cambios que se han operado. Del lado del movimiento popular por lo menos las siguientes cuestiones deberían tomarse en cuenta.

El pueblo revolucionario ha sido afectado por los errores políticos, administrativos y las muestras de ineficiencia de la gestión gubernamental, tal como lo he venido señalando.

Ello guarda relación con las derrotas electorales que se han venido experimentando, lo que ha golpeado el ánimo de sectores populares, que ya no demuestran el mismo empuje de períodos anteriores.

Sin embargo, más de cinco millones de venezolanas y venezolanos mantienen su respaldo a este proceso, precisamente, en un período difícil. Como ya lo he dicho, esto representa una sólida base para la acción y le da a la polarización una firme base social.

La oposición no ha cambiado el objetivo de desestabilizar y derrotar el actual proceso de cambios. Desarrolla una táctica que combina la desestabilización abierta y sin tapujos del gobierno, principalmente a través de los medios de comunicación, con la batalla política para el desarrollo de organizaciones populares que le permitan consolidar una base estratégica para intentar una batalla final; sobre esa base, pasar a disputarle la calle y en general, la iniciativa política al gobierno en sus distintos niveles; realizar gestiones de gobierno que contribuyan a consolidar una base popular; impulsar iniciativas parlamentarias que dificulten, entorpezcan e incluso saboteen la acción del gobierno. Incluso, tratar de crear, combinando todas las formas de lucha, una situación de ingobernabilidad, que bien justifique el derrocamiento de Chávez o la derrota electoral en 2012. La oposición, o por lo menos sectores importantes de ella, seguirán jugando estas dos cartas, que en el fondo son una sola: la liquidación del actual gobierno.

Para la oposición es clave desacreditar la polarización para lo cual necesita demostrar que ella no tiene su origen en las conflictos sociales, sino que es el resultado del sectarismo, de la prepotencia, de las tendencias antidemocráticas del gobierno, de la ausencia de diálogo que conduce a conflictos artificiales y genera el peligro de violencia (violencia a la que la oposición no ha renunciado).

Ciertamente los errores que he venido señalando en párrafos anteriores, influyen en que sectores explotados se mantengan dentro o sean atraídos hacia el polo que la derecha ha venido construyendo. Es necesario corregir esos errores para transparentar los conflictos sociales y debilitar el polo que la derecha viene liderizando vaciándolo de presencia popular. Eso es una cosa y otra es creer que la polarización sea artificial y un resultado de la falta de diálogo. Tiene que ver con errores. Eso es una cosa y otra tomar las consecuencias de esos errores, como base para una explicación con repercusiones tácticas y estratégicas negativas.



Mellar el espíritu de lucha de la gente, la radicalidad de los procesos populares y tratar de imponer un ambiente de conciliación, que logre el repliegue de los más de cinco millones de venezolanos, que continúan respaldando el proceso de cambio, es uno de los objetivos de la campaña de la derecha.

Ampliar el centro político y aislar a los sectores radicales es parte de esa política. El golpismo desembozado los aisló y radicalizó al pueblo venezolano. Ahora han modificado la táctica, aun cuando sus objetivos estratégicos sean los mismos.

Pretenden demostrar que para resolver los problemas populares no hace falta una revolución que, según ellos, atenta contra la “democracia”, la propiedad privada y genera violencia. Desde las posiciones de gobierno que han conquistado pretenden hacer gestiones, que no solucionan los problemas sociales de fondo, pero pueden permitir maquillar la realidad y rescatar la ilusión de armonía. Quieren radicalizar el sentimiento conservador que existe en la sociedad venezolana y sobre esa base crear el principal muro de contención para el avance del proceso revolucionario.

La ofensiva mediática se agudizará lo mismo que el esfuerzo por fortalecer las redes sociales y sus bases estratégicas de poder. En esencia, es la misma oposición que fue derrotada en abril de 2002, luego cuando organizó el paro petrolero y en las elecciones de 2006. Pero con mayor refinamiento táctico y mayor profundidad estratégica y ahora mejor preparada y con fuerzas recuperadas.

Quizás su principal debilidad sea la posibilidad de mantener la unidad y la coherencia tras esa política y esos objetivos. Pero podrían resolverlo.

Más que de ellos, esto depende de los aciertos y del poder de la contraofensiva revolucionaria, fundada en las Tres Erres al Cuadrado. De la posibilidad de combinar los siguientes principios tácticos: sabiduría, más sabiduría, más sabiduría; paciencia, más paciencia, más paciencia; audacia, más audacia, más audacia. Lo que debe conducir a menos errores y por tanto, a victorias, más victorias, más victorias, que nos permitan recuperar los espacios perdidos y muy particularmente mantener la iniciativa táctica. Dejarlos sin iniciativa o lograr que sus iniciativas o disparos no den en el blanco. Es decir, generarles impotencia. Si lo logramos y ello es posible, esto los llevará a cometer errores estratégicos y les creará dificultades para mantenerse unidos y sobre todo, conflictos con la base popular que han ido aglutinando como resultado, principalmente, de nuestros errores.



El Diálogo



Habrá negociaciones en la Asamblea Nacional. Eso es evidente e inevitable. El resultado dependerá, de que no permitamos que se revivan los hábitos cortesanos y palaciegos de la IV República. Es necesario impedir que la Asamblea Nacional se convierta en un club de “negociadores”, al margen de la política revolucionaria. Los desayunos, los almuerzos y las cenas de trabajo, no pueden ser el marco que se imponga. Creo que no necesito ser más explícito. Los hábitos cortesanos son hábitos plenos de corrupción y conducen al camino de la contrarrevolución.

Debemos tener presente algunas cosas. Primero, que los resultados esenciales de los debates parlamentarios no se construyen solamente en el seno de la Asamblea Nacional, los construye fundamentalmente la fuerza del pueblo organizado y movilizado. No simplemente a través del parlamentarismo de calle; segundo, debemos lograr a través de una combinación de movilización y acciones populares, más tareas y propuestas parlamentarias, quitarle la iniciativa a la fracción parlamentaria de la oposición; tercero, saber construir una sólida unidad entre las movilizaciones populares, las iniciativas parlamentarias y el poder comunicacional, no sólo de los medios estatales, sino de los medios comunales y los organizadores de la base popular.

Los parlamentarios pueden dar importantes contribuciones a los proceso de cambio; pero no deben concebirse como el eje de las transformaciones. Su aporte puede ser esencial si se conciben realmente como servidores populares al servicio de la conformación del pueblo como sujeto revolucionario. En ese caso, sin duda, serán parte de ese pueblo.

Cuando hablo de movilizaciones populares no me refiero simplemente a mantener ocupadas las principales avenidas de las ciudades. No es sólo una tarea de agitación, la que no debemos subestimar, pero sobre todo, no debemos sobreestimar. Es una labor de construcción de poder. Entonces, me refiero a una movilización que fortalezca la organización, la conciencia y la fuerza del pueblo, una movilización que persiga y logre fines inmediatos, pero que estratégicamente vaya conformando al pueblo como sujeto histórico. Una movilización que se da desde la base popular, liderizada por los militantes de las localidades y no impuesta desde afuera, por funcionarios públicos o parlamentarios. Los funcionarios públicos y los parlamentarios tienen un importante papel, que en algunos casos, puede ser decisivo, pero la movilización desde la base popular debe construirse en torno a los líderes naturales, que, por qué no, puede ser un líder parlamentario, si trabaja cotidianamente codo a codo con el pueblo.

En la medida que el pueblo se vaya constituyendo como sujeto histórico, se irá constituyendo como pueblo legislador y constructor de relaciones sociales, de formas de propiedad social y nuevas instituciones.

En la movilización popular hay que evadir las provocaciones de la derecha. Es probable que la derecha multiplique la agitación popular y lance el reto de quién moviliza más gente en acciones concretas de agitación. Eso podría desgastarnos, desconcentrarnos de las tareas de construcción popular y agudizar los choques entre sectores populares tratando de generar violencia para intensificar la polarización artificial multiplicando los enfrentamientos en el seno del pueblo. Sería muy grave caer en esa trampa. Por eso es muy importante la unidad por la base y la alianza de los sectores explotados contra sus enemigos comunes.

Más que salir a chocar con la oposición en enfrentamientos callejeros, lo que hay es que resolver los problemas populares para dejar a la oposición sin banderas de lucha, mientras se denuncia las gestiones de gobierno que ellos realizan y las insuficiencias que seguramente tendrán.

Llegado el caso, cuando lo consideremos conveniente y no cediendo a provocaciones de la derecha, demostraremos que el pueblo revolucionario es el actor clave en las movilizaciones políticas y reivindicativas.

Para lograr estos fines es necesario el diálogo entre los sectores populares, tanto los que están al lado del gobierno como los que estén con la oposición. En la base popular este conflicto debe desaparecer. Es un imperativo para el triunfo de la revolución, para la constitución de una alianza de sectores explotados, que una a cerca del 90 por ciento de la población venezolana, para derrotar a cerca del 10 por ciento de la población, que representa a las clases vinculadas al capital transnacional, agentes de la globalización neoliberal.

Esencialmente, este es el diálogo que está planteado. Es el diálogo que necesitamos. Diálogo en el seno del pueblo y negociación parlamentaria. Por supuesto, no son la misma cosa. Tienen contenidos, métodos y objetivos diferentes, pero dentro del objetivo general de fortalecer la política revolucionaria, pues dentro de la política revolucionaria, no deben ser contradictorios.

Entonces, la polarización adquirirá sentido y contenido social en correspondencia con la lucha por derrotar la dominación imperial.



¿Cómo radicalizar, como profundizar el proceso? ¿Qué es el radicalismo?



Un proceso revolucionario debería ir realizando dos acciones simultáneas: la consolidación y la profundización o radicalización ¿Qué consolidar, qué profundizar, qué radicalizar? En verdad, ¿qué es el radicalismo? Estás preguntas implican por lo menos otra, ¿qué rectificar, qué se debe cambiar?

No voy a responder ahora estas preguntas. Sólo voy a realizar ciertas problematizaciones.

Las cuestiones que hay que consolidar y profundizar o radicalizar, me parece que tienen que ver por lo menos con cuatro campos de ideas y prácticas:

1) La relación democrática con la población y simultáneamente la construcción de instituciones democráticas como base del nuevo poder, lo que implica la relación democrática en el interior de las organizaciones populares. Implica también el problema de los valores, es decir, la prefiguración de la nueva sociedad, lo que tiene que ver con la pedagogía revolucionaria. El futuro que no es una promesa, sino el futuro que se va construyendo desde hoy.

2) Los problemas vinculados con la construcción económica de la nueva sociedad y por tanto, los temas de la propiedad, la propiedad privada y propiedad social. La construcción económica es una manera de resumir algunos de estos problemas, pero como bien sabemos, la construcción económica no es independiente de la forja de un sistema de valores, de las relaciones sociales y las instituciones que se vayan construyendo.

3) El papel del Estado, el desarrollo del Poder Popular y el proceso de extinción del Estado capitalista; como ya señalamos el desarrollo de una nueva institucionalidad fundada en la autogestión y la constitución del pueblo como sujeto que hace la historia.

4) La solución de los problemas de la vida cotidiana vinculados a la vivienda, la salud, la educación, la seguridad social y la seguridad personal, etc. pues según la manera como sean abordados se establece si de verdad se va hacia una transformación revolucionaria, hacia el Buen Vivir o hacia variantes del capitalismo.

Como ya dije, un camino es la solución, que si es radical, es con el activo despliegue de los poderes creadores del pueblo. Otro camino es el de la gestión, la que se hace desde fuera, donde los funcionarios son los protagonistas y el pueblo es un ente pasivo usufructuario de acciones benefactoras. Lo que no está mal, pero hasta ahí es donde puede llegar la oposición, sin resolver los problemas de fondo.

El otro asunto es qué significa radicalizar un proceso revolucionario que como tal se supone que es radical. Generalmente se ha pensado que una acción violenta es radical y que una acción parlamentaria es conservadora. El acento ha estado puesto en la forma, no en el contenido y en las consecuencias de la práctica política correspondiente.

Quizás el principal obstáculo para que el pueblo se convierta en sujeto histórico de cambio, es la tendencia de las fuerzas populares, forjada a través de siglos de dominación, a delegar en otros la capacidad de transformar la realidad y mantenerse entonces como espectadores mientras otros hacen las revoluciones. Es lo que se ha llamado paternalismo o providencialismo.

Lo radical, según mi opinión, es toda acción transformadora que contribuya a que las fuerzas populares vayan madurando y aprendiendo a tomar la iniciativa y a realizar los cambios por sí mismas, sin delegar en otros lo que debe ser su propia responsabilidad. Es decir, si esas fuerzas populares van aprendiendo a pensar y actuar con cabeza propia, que es la base de la autogestión.

Así se iría constituyendo el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, que es distinto al gobierno de oligarquías, que aun cuando se consideren de izquierda, si no facilitan la liberación del pueblo y su constitución como sujeto histórico de cambio, son de derecha.

Una acción guerrillera, por sí misma, no es revolucionaria, incluso podría ser contrarrevolucionaria, si sustituye al pueblo y consolida el paternalismo. Una acción parlamentaria, podría ser radical si permite que sectores populares, aprendan a pensar con cabeza propia. La esencia de lo que quiero decir, es que el radicalismo de una lucha, no depende de la forma, sino de su contenido y su significado como fuente de liberación.

Los héroes y en general los líderes tienen un gran papel en los procesos de transformación. Ese papel puede ser radical dependiendo de lo que acabo de señalar.

Estos problemas forman parte de un conjunto articulado, cuyo tratamiento profundo escapa a los límites de este ensayo; pero el quedaría incompleto si no son, por lo menos, mencionados.



La defensa de la vida y el tema de la seguridad personal:



En fin de cuentas la esencia de una revolución es la vida, tanto personal como colectiva, tanto humana como natural. Es la existencia humana y natural como una totalidad caracterizada por la interdependencia, la interrelación y la complementariedad. Esto es ecología. La revolución es fundamentalmente un proceso ecológico de transformaciones múltiples en todos los órdenes de la existencia: material, mental, moral, espiritual.

La mayor suma de felicidad, libertad, prosperidad, salud, igualdad, democracia. De desarrollo humano y del planeta, de desarrollo material y espiritual, es decir, de toda la vida.

El tema de la seguridad personal tiene por supuesto aspectos policiales, pero la relevancia de ellos sólo puede ser apreciada desde una visión de conjunto, de largo plazo, sin dejar de ser coyuntural. La clave es situarse valorando la complejidad y complementariedad de los factores involucrados en una solución de fondo.

Lo relevante es la organización del pueblo para la defensa de la vida pues ello implica buena educación, salud, vivienda, recreación, relaciones convivenciales, de diálogo, en fin, Buen Vivir. Un Buen Vivir que implica nuestra integración con la naturaleza, el saber que somos parte del gran ecosistema terrestre y también somos responsables por su seguridad, por su bienestar, que es también el nuestro.

La garantía del Buen Vivir, es la condición para que la vida humana y la de la naturaleza sean seguras. Esa seguridad, la gente la defenderá pues es la base para una vida en paz y sin violencia.

El atraco, el robo, el hurto, el secuestro, el asesinato, son síntomas de una sociedad que no está sana física, mental y espiritualmente.

La sanación pasa por tener un proyecto de vida, un proyecto de familia, un proyecto de país, de nueva humanidad. Trabajar por ese proyecto proporciona un sentido de dignidad, de pertenencia y de liberación. Por lo tanto de seguridad.

Es también el tránsito del individuo fragmentado por el mercado hacia el ser humano integrado como unidad de espíritu, mente, cuerpo y naturaleza. Es como el reencuentro con nosotros mismos y con el planeta.

El Buen Vivir es también el reencuentro con la felicidad, con la alegría de vivir y compartir en comunidad y con nosotros mismos. Es el reencuentro con nuestra capacidad para pensar con cabeza propia, tanto personal como colectivamente.

Todo esto significa vivir radicalmente, pues la paz, la felicidad, la sanación física y espiritual, la posibilidad de vivir todo esto en comunidad, disfrutando colectivamente de los bienes terrenales y espirituales del ser humano, significa la afirmación de la personalidad, no simplemente la afirmación como individuo.

Repito, este es el camino hacia la seguridad personal y colectiva.

El proceso no es corto. Mientras, la acción policial es una necesidad, pero una policía que realmente es parte del pueblo, sirve al pueblo y se apoya en el pueblo, como parte de una visión de conjunto.

He conocido el Proyecto de la Policía Nacional. Soy amigo de profesionales muy calificados que están trabajando en él y hago votos para que se consolide y se desarrolle como un proyecto vivo que se perfecciona y se proyecta como parte del futuro.

No es una banalidad que el sentimiento de seguridad tenga una alta prioridad para los venezolanos. Hay que resolverlo dentro de una visión humanística, humanitaria y universalista, para no reproducir y alimentar los latiguillos de la derecha, como plomo al hampa y cosas por el estilo.

El sentimiento de una vida segura como uno de los significados del buen vivir, tiene una altísima legitimidad. Dejado a las presiones que la generalidad de los medios de comunicación promueve, puede implicar y ha implicado un viraje a la derecha y la multiplicación de fuerza a favor de la contrarrevolución.

La seguridad como parte de un proyecto de vida es también la posibilidad de que las calles, las plazas de nuestras ciudades y pueblos vuelvan a llenarse de gente sonriente, de gente en paz. Es un compromiso con la vida. Como tal nos aleja de la muerte, en todos los sentidos.



Contribuir al fortalecimiento de una corriente revolucionaria



En los primeros párrafos de este trabajo creo haber dejado claro el significado de conformar y participar en una corriente revolucionaria. Resumiendo, se trata de emprender procesos caracterizados por las interrelaciones, las interdependencias y las complementariedades. No por la competencia fraccional.

No es una invitación para la constitución de un club de militantes esclarecidos encargados de darle luz a los que no la pueden ver. Esto tampoco es una crítica a la formación de clubes, centros de investigación, de reflexión, etc. Los hay y muy buenos. Cada quien se organiza como le parece y participa donde lo cree apropiado según sus niveles de compromiso y de conciencia.

Ya dijimos también que hoy en Venezuela el pueblo mejor organizado y más consciente es el pueblo “chavista”. Creo haber elucidado el significado de pueblo “chavista”. Además, es una manera de reconocer al movimiento popular que derrotó al golpe de abril de 2002, al paro petrolero, que ha dado fuertes batallas políticas y electorales y mantiene viva la esperanza, no sólo en Venezuela, sino en América Latina y en el mundo. Es también el reconocimiento del liderazgo que ha ejercido y ejerce el Presidente Chávez.

La humildad entonces es la clave para participar en el fortalecimiento de una corriente revolucionaria. Es eso o la convergencia de egos, que no generará fuerza revolucionaria alguna, sino la consolidación del sedimento reaccionario de la sociedad venezolana, de la fuerza de la tradición y la costumbre, base de la contrarrevolución.

Esto se lo viene planteando y lo está haciendo mucha gente. Lo importante ahora es la convergencia de esfuerzos. Con todos y entre todos. La calidad revolucionaria no se proclama. Se prueba en el día a día. No estamos descubriendo nada. Es un imperativo de los tiempos. Incluso, se puede derivar de los aspectos críticos y autocríticos que hizo el Presidente Chávez en su intervención en el Teresa Carreño.

Como parte de ese proceso aquellos que venimos de orígenes y experiencias comunes, que hemos compartido muchas batallas y que no sólo nos relacionamos por las ideas y practicas comunes, sino también por el afecto, la camaradería y la vida compartida, tenemos el deber de reencontrarnos y lo estamos haciendo, precisamente para ir a un gran reencuentro nacional con revolucionarios de todos los orígenes: militares, intelectuales, funcionarios, parlamentarios, jóvenes, mujeres…

Ya se vienen realizando encuentros nacionales y regionales en función de la unidad y la cohesión de ese gran torrente de fuerzas que marcha en la misma dirección, no sólo desde el punto de vista teórico, sino muy particularmente, de acuerdo con los resultados de las experiencias de la lucha cotidiana.

Es el proceso de interrelación, interdependencia, complementariedades que debe caracterizas el fluir, los encuentros y también los desencuentros de las corrientes revolucionaria. Muy diferente a la tendencia a la petrificación a la que suele conducir la lucha fraccional.

Al imperialismo, a la derecha venezolana e internacional hay que enfrentarlos y derrotarlos. De nuevo insisto en que la necesidad de debatir no debe estar por encima de la participación conjunta en las luchas cotidianas. Son aspectos complementarios. El mejor debate es sobre la base de la experiencia popular, las citas de textos serán un complemento, pero no el criterio de verdad sustantivo. Poner a prueba los programas y propuestas es la llave del principio de unidad y lucha, de estudiar y luchar, tratando de luchar bien.

Somos parte del proceso bolivariano y vamos a continuar trabajando por el crecimiento y la multiplicación de la fuerza del pueblo. Es decir, trabajar con el pueblo, dentro del pueblo, como uno más. Las ideas originales son importantes, pero hay que contrastarlas con los resultados de la experiencia. Una y otra vez.

No se trata de imponer una especie de “dictadura” de la experiencia. Quien esto escribe nunca ha despreciado la teoría. Lo que no debemos hacer es un debate libresco, que es distinto al respeto por los libros y por la lectura. El pragmatismo vulgar no avanza hacia la práctica revolucionaria. La experiencia revolucionaria probablemente sea la conjunción entre práctica, sueños y creación, cuando esa creación es construcción de un mundo mejor.

Tampoco se trata de la militancia obligatoria en un barrio, en una fábrica, etc. Quien escribe ha militado en barrios, campos, montañas, universidades, en el extranjero, por todos los rincones. En organizaciones militares, clandestinas, legales. La militancia también es diversa y plural.

Una playa son millones de granos de arena cuando dichos granos están interconectados, interrelacionados y son complementarios, cuando ningún grano es más grano que otro. Esto es ecología. El último, el más alejado, también es playa. Luego, ¿quién decide cuál grano está más alejado o más cercano? Es posible que ni siquiera el mar lo sepa, incluso, que no le interese, pues a lo mejor lo que le interesa es el conjunto, la playa. Así, la magia del pueblo se realiza cuando este se va conformando como un conjunto complejo, diverso, pero con una clara frontera con el antipueblo, ese que sólo le interesa, tener, poseer a costa de la vida, la de la gente y la de la naturaleza. Esta debe ser la verdadera polarización.

Un proceso como el señalado significa, entre otras cosas, como ya lo dije, elevar la capacidad de pensar con cabeza propia, por tanto, la consolidación del empoderamiento de la gente y la transformación de los liderazgos para su fortalecimiento en medio de la lucha. En verdad, este es el significado del radicalismo: contribuir a que la gente y el pueblo en general, piensen con cabeza propia, en la medida que se va derrotando el paternalismo, no los liderazgos auténticos.

Es decir cuando la autogestión y la capacidad de autogobierno por parte del pueblo van creciendo, y va dejando de hacer falta un Estado benefactor, pues el pueblo se va transformando en productor de instituciones, de una nueva sociedad, de nuevas relaciones solidarias de producción, de sueños que se hacen realidad, de bienes terrenales y espirituales, en fin, de fe y esperanzas. También el pueblo va confirmando y produciendo liderazgos. Es el proceso a través del cual el pueblo se conforma como sujeto histórico.

Implica también profundizar la batalla por las ideas, pero también por la profundización de la práctica dentro del movimiento popular. Que crezcan innumerables organizaciones populares, porque innumerables son los problemas que requieren solución. Pero no con un espíritu de fragmentación de las luchas o fractura de las organizaciones populares. La unidad es clave, la dispersión nos debilita.

Una medida que nos ayuda a construir la unidad, es la elaboración de un programa básico de las luchas populares. Un compendio breve, a la vez complejo y sencillo, que no es lo mismo que simple. Su elaboración, por supuesto, es una tarea colectiva.



Tomar distancia de las corrientes neoliberales



Una tendencia revolucionaria se separa de las visiones de la globalización neoliberal, que tanta influencia tienen en gente que se considera de izquierda y cree que el mercado tiene mucho que ofrecernos en una vía gradualista hacia el socialismo. Yo creo en los mercados no capitalistas como algo sumamente importante en la fase de transición. Mercados donde las relaciones no son anónimas, pues hay relación interpersonal, de las personas con los bienes y los bienes son percibidos como bienes creados por la naturaleza, no por la tecnología o por la publicidad comercial. La relación interpersonal puede implicar la solidaridad, cuestión ausente de los mercados capitalistas.

Ahora bien, el homo oeconomicus, el individuo racional, sujeto del mercado, construye soluciones fundadas en el egoísmo, a través de los procesos de socialización del mercado, que tienen como denominador común, la competencia. Es la lógica del triunfo de la eficiencia fundada en el mercado, es la justicia del mercado que privilegia al que adquiere capacidades para competir y tener éxito. Es él éxito fundado en el poseer, que sustituye al ser. Un individualismo desbordado, que ni siquiera repara en la necesidad de proveer ambulancias para recoger a los heridos y sepultar a los muertos que la competencia del mercado capitalista va dejando en el campo de batalla.

Los enfermos, los heridos, los muertos son los responsables de su situación. Su ineficacia los llevó a no prever la necesidad de contratar una buena empresa de seguros, que les hubiera garantizado la estabilidad y la recuperación en medio de las dificultades. La justicia del mercado sí es eficiente y sabe castigar al que comete errores y premiar al que es capaz de proceder racionalmente, aprovechando las oportunidades de éxito que el mercado constantemente está ofreciendo.

Es la lógica de la globalización neoliberal, que penaliza al que fracasa por ineficiente, por no saber aprovechar las grandes oportunidades que el mercado ofrece para que cada quien, desde el ego, construya su propio camino. El derrotado es responsable de su propia derrota. Las relaciones de poder, las desigualdades, la injusticia, no son el problema. El problema es tener éxito, el cual se mide precisamente por el poseer dejando de Ser, que reduce la vida al solo estar, el estar a la caza de las oportunidades que el mercado ofrece. Los “triunfadores”, esa elite que se desafilia de la apuesta por la vida en común, serían la prueba, para la elite imperial, de que la barbarie capitalista supuestamente funciona bien

Los derrotados por “ineficientes”, no tienen otro camino que la marginación y la exclusión, lo que desde la lógica del mercado, es considerado justo pues la incompetencia se paga. No les queda otro camino que sacar fuerza del egoísmo, de la “autoestima”, para salir del montón, para destacarse y triunfar. Tienen que entender la lógica del mercado y actuar racionalmente. Hay que saber decir no al mal ejemplo del triunfo de los ineficientes, apoyados por el Estado o por otros mecanismos altruistas. Al final, según esta óptica, el fracaso es inevitable.

Desde el principio se debe aprender las buenas prácticas, cooperar compitiendo, para adquirir fortalezas que sólo el mercado proporciona al premiar el esfuerzo por sobresalir.

Uno de los actos finales hacia los cuales está conduciendo esa lógica, es hacia el alcoholismo, la drogadicción, la prostitución y la destrucción de las redes sociales de apoyo, como la familia extendida. Finalmente, al suicidio.

Concluyo aquí estas notas. Son eso, unas notas, no un trabajo orgánico, consolidado pues lo que intentan es incentivar la urgencia de dar pasos para fortalecer nuestro proceso.

Están escritas de corrido. Sólo con las revisiones imprescindibles. Con el calor de la esperanza, las voy entregando. Entre todos construiremos una propuesta y un pensamiento más profundo. Finalmente, será el pueblo el que construya su propio camino y nosotros somos y seremos parte de ese pueblo, más acá y más allá del último suspiro.



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Julio Escalona


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