Era lo que me faltaba en este mundo invadido de loqueras que lo que es verdad se toma como mentira y ésta algunas más de las veces se le da piquete de verdad y, como cada cabeza es un universo en miniatura, a veces es difícil adivinar quien tiene la razón dentro de ese bagaje de inquietudes que nos pintan los más osados que hacen de la política de sus comodidades la resonancia partidista interna en que flota la conciencia de muchos individuos sin pesar alguno, por lo que sería bueno buscar la sinrazón de malos hábitos que haga que no se oculte la verdad de nuestras realidades que afanosamente algún día ha de florecer lúcidamente en la diatriba de ideas, asidas de las manos de la primavera verbal y escrita.
Hay bastantes zurdos de nacimiento, aunque muchos de ellos siempre han querido ser derechos, por lo que no veo la ofensa que pueda tener alguien de afirmar que no hay que extremarse, sino jugar entre ellos, es decir, que se puede ser de izquierda o de derecha naturalmente, pero nunca de los dos por disparidad de pensamientos y, para que eso jamás ocurra hay que desnaturalizar a los ambidextros de la jerga politiquera que pueda fluir de esa unión, que por demás está decir, nada buena, para el país.
Jamás imaginé que existieran mentes introvertidas de caprichos afanosos en pasarle factura a quien con toda libertad de su persona se asocie a otras ideas por atracción de intereses, generalmente de escalar posiciones económicos y culturales que donde estaba no podía alcanzar –aunque con razón o sin ella- tiene el derecho de saltar la talanquera como muchos lo han hecho para la izquierda o para la derecha, en ambos casos quien se expondrá a las consecuencias posteriores es él, porque para meter la pata sólo se necesita paciencia que una vez iniciado el movimiento, la traición queda al descubierto del que una vez fue, pero para él ya no lo es, es decir, cantinfléricamente o corres o te encaramas y hay muchos por allí que han corrido y todavía no se han podido encaramar, lo que sirve de ejemplo más que suficiente para dejar tranquilo al que se cansó de compartir lo que ya no le atraía ni sentía en el bando al cual pertenecía.
Todo problema tiene solución y no hay que buscarle las cuatro patas al gato para ponerle el cascabel de las leyes y como en la unión está la fuerza, cada persona tiene el deber de ser libre y libre significa libertad y el que la busca es porque todavía no la ha conseguido y eso no significa que lo engañaron pintándole pajaritos preñados de lo contrario a su gusto y si ése es el caso, entonces es su problema que también tiene derecho a buscarle solución, además, recuérdese que estamos en democracia y por lo tanto se puede estar o no estar donde se quiera, batallando por Venezuela, sin pensar en golpes ni sumarse al montón de apátridas ni al tumulto de sinvergüenzas que pervierten la honestidad de aquellos se miran en el espejo de la ética y de la moral.
Otra cosa –según el principio de la no convivencia ilimitada- que el que se va no hace falta, hace falta la voluntad del otro, el que vendrá y, entonces la determinación sería váyase a recrear sus malas intenciones y a gozar lo mal habido en Miami, España, Colombia o Perú, pero para la luna no se permite la estadía de escuálidos contaminados de odio y, además, porque cupo lo dan los gringos.
El brinco de talanquera debe ser un ejercicio de buena hermandad –hoy aquí y mañana allá- ¿y quién no? Porque vale más multilateral que unilateral o si no el capitalista estuviera frío, por lo que el que quiera coger el tren del alejamiento, hay que dejarlo que se vaya en primera y que se lleve todos sus resabios con su sobretodo de atavismo servicial y su dosis completa de maldad en la maleta de sus desigualdades con la única condición, ¡ni te asomes!
He aquí la consigna que todo hereje partidista puede entonar: ya me voy de este partido y adiós, dejando atrás mis compromisos y he brincado la talanquera de mis tormentos sin mirar atrás y si me quieren inhabilitar por correr e ir donde me ofrecen más y mejor pasatiempo político que lo hagan, pero yo este servidor de esfuerzo mancomunado que no tiene cabida en el encierro de la tolerancia igualitaria, no dará un paso atrás y exijo que la traición a los principios de lealtad y de cooperación de buenas ideas en el termómetro de la paz se me perdone.
Que quiere brincar la talanquera para ganar privilegios suntuosos, brínquela como un ejercicio emocionante de amor suelto embarrado por la terquedad de otros y ahora quiere ser libre como siempre ha querido serlo con voz y voto de afinidad a la derecha, entrelazándose con la cuerda invisible de sus pretensiones furtivas de sus días –por eso vive ilusionado por brincar la talanquera. ¡Hágalo y no lo piense dos veces!, y. ¡Pase adelante!
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