Graves errores sobre el Socialismo y la Democracia

Se habla de 3R al cuadrado y de líneas estratégicas. Uno espera que la sensatez para la rectificación y la renovación de las prácticas y el discurso socialista del siglo XXI se eleve al cuadrado también. Hasta ahora domina el “régimen de signos” del socialismo burocrático del siglo XIX-XX: sus fórmulas ideológicas, marcos de sentido y guiones discursivos. Mucho “jacobinismo” disfrazado de marxismo vulgarizado, mucho “cesarismo” que desemboca en los “reinos celestes” de viejos espantapájaros como Weitling o Lasalle, pero muy poco del Marx de la “auto-emancipación de los trabajadores como obra de los trabajadores mismos”, del Marx de la “democracia radical”, del Marx de la “lucha sin cuartel contra todas las formas de alienación material y espiritual”. Marx no es ya un “perro muerto”, sino un “perro prostituido” al mejor postor. No hay peor venganza de la historia que la de usurpar sus ideas vivas, pues “la carga del tiempo histórico” desenmascara todas las imposturas. Desde el impulso al proyecto de reforma constitucional fallida del año 2007, puede observarse un extravío que ha tenido graves consecuencias: perdida significativa de respaldo político de la revolución bolivariana en sectores popular-urbanos, en franjas importantes de los sectores medios, en pequeños y medianos empresarios. Pero lo más grave se cocina abajo, en el desencanto y desencuentro ante los “condenados de la tierra”. La esperanza popular no puede ser desafiada con estafas propagandísticas de bajo vuelo. El humus popular se mueve y no cree en contrabandos ideológicos. La retórica ultraizquierdista (sectarismo) combinada con una práctica efectiva de la adequidad descarnada, del añejo capitalismo de estado (clientelismo, pillería, prebendas y oportunismo) genera las más visibles inconsistencias entre lo que se predica y los que se hace cotidianamente. El pueblo sin embargo, huele, escucha y observa. Sabe distinguir y expresa malestares, ruidos de calle, traga piedras apoyando hasta la muerte una revolución devorada por la viveza y vileza de cleptocratas arrimados al mana de las cuentas públicas (esta es vieja historia de continuidad desde los viejos caudillos y “notables” del siglo XIX hasta hoy). El saqueo y el botín político ha sido el crudo esperpento de la politiquería a la carta de este país llamado “Venezuela”. Esto tiene que ver con la inercia de la vieja cultura política rentista, con la acumulación delictiva de capital. Pero por si fuera poco, a este grave mal se le suma el desvarío de apelar al calco y copia de las experiencias del Socialismo Real. Por eso, pareciera ser un anatema plantear la urgencia de repensar nuevas figuras de socialismo radicalmente democrático y de la democracia participativa para el siglo XXI. El “buen vivir” pudiera terminar siendo una cobertura ideológica si no se asumen sus implicaciones para una ecología política radical y para la descolonización de nuestros modos de vida. El caso de Sabino Romero muestra en que puede desembocar una caricatura del indo-socialismo, cuando la Ley orgánica de pueblos indígenas ni se aplica ni se cumple. La revolución mexicana hablaba de “Tierra y Libertad”. Zamora decía antes lo mismo. Mariátegui también. Los sobrevivientes del mundo indígena y campesino muestran la contracara del país a los pillos financieros, acumuladores y rentistas urbanos. Un país de graves fracturas y dislocaciones, solo puede esperar en cualquier momento un terremoto social. Una revolución bolivariana no merece un campo de izquierdas tuteladas, un movimiento popular administrado, sin posibilidad de interpelar las estructuras de dirección política de abajo hacia arriba, sin posibilidad de que la contraloría social sea eje de la “democracia protagónica revolucionaria”. Algunos aliados políticos del capitalismo de estado, de la cleptocracia y de la acumulación delictiva de capital, pretenden institucionalizar la fórmula de “línea y cadena de mando” para clausurar el barullo popular. Ahora la llaman cooptación. La democracia radical será decretada cosa de “pequeños burgueses”. La “nomenclatura” está nerviosa y juega al cinismo. El tiempo de las fintas se ha acabado. Proponen algo muy distinto a “mandar obedeciendo al pueblo”. No es extraño que el rumor diga: solo el pueblo salva al pueblo. 

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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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