Cuando el sublime poeta Pablo Neruda escribió sus cincos versos de “Oda a la Critica”, no lo hizo para quienes iban a criticarlo. Como él lo dice, escribió para la gente sencilla. Por supuesto, el poeta no era ningún ingenuo. Él sabía que de todo somos y vivimos en la viña del Señor. Que es inevitable la crítica. Que somos seres examinadores por naturaleza, capaces de discernir, juzgar, lo que hacemos, decimos y hasta lo que pensamos. No importa si creemos que son las más adecuadas, correctas, bondadosas o simplemente espurias e intrascendentes. Nadie duda que la acción y la proposición generen debates y reacciones personales y grupales. Las argumentaciones y los análisis siempre tendrán respuestas que implican algún tipo de consideración, valoración y hasta censura. Un supuesto imperecedero es que el amor es el sentimiento más importante que guía a un revolucionario. Es la principal fuerza que transforma a la civilización humana. Según Morín y Maturana, estamos en la prehistoria del espíritu humano y sólo el pensamiento complejo y amoroso nos permitirá civilizar nuestras actitudes y conocimientos. Considero que una primera cualidad de esta realidad ha sido la posibilidad de la renovación permanente como elemento del pensamiento crítico y la necesidad de cambiar patrones pedagógicos a la hora de opinar sobre los asuntos políticos.
Tenemos que ser cuidadosos de no confundir al pensamiento crítico con las críticas destructivas y perversas, tan comunes en estos tiempos de cambio cultural. En cada rincón de la patria como discípulos de estos tiempos: mujeres, hombres y niños muestran conductas de que se está ante un evento auténtico que provienen del interior y la fortaleza de la libertad y el poder popular. La imagen alegórica de nuestro libertador y sus hazañas, los canticos de Ali, la estrella de la revolución y el enigma del Che forman parte de la cotidianidad del pueblo humilde venezolano. Es un ordenamiento interior que exige la capacidad innata de la sabiduría de los pueblos. La actitud del soberano demanda especialmente de sus dirigentes más paciencia, más constancia y más trabajo para construir la patria. La sabiduría popular distingue en estos tiempos de revolución los actos emanados del capricho y la indisciplina que nos ofrece el deseo puro del egoísmo y del personalismo por el poder; incluso en esta transición nuestro pueblo ha dado suficiente muestra de madurez ante los sacrificios, desafíos y pretensiones del imperio y su legión de lacayos. La retoma del mando en abril de 2002 fue una epopeya de estos tiempos heroicos. El sujetamiento espiritual, racional y emocional al liderazgo del Comandante Presidente Chávez brota del amor, la esperanza, el esfuerzo y la voluntad de ese ser humano que sabe y que expresa que se puede lograr todo disciplinadamente con nuestras acciones para la felicidad de la patria. Algunos han mitificado, quizás por nuestro origen profesional militar, que la condición de mostrarnos seguidores de Cristo y Bolívar, nos hace exigir continuamente la disciplina militante de quienes decidimos formar parte del Partido socialista Unido de Venezuela PSUV. No estoy refiriéndome a una disciplina cuartelaría ni mucho menos.
La disciplina es una virtud poco valorada en tiempos de abundancia y que se somete aprueba en estos tiempos de revolución. El amor, sacrificio y rigor del pueblo venezolano es más que suficiente para que mostremos actitudes acordes a la esperanza de construir otro mundo posible. Es necesario asociar a la disciplina con el legado de nuestros ancestros. Somos discípulos de esos saberes. La disciplina a esas actitudes y pensamientos es diligente, es estar atento y vigilante de los principios y valores que requiere la revolución bolivariana para construir una sociedad socialista. La disciplina es como la antítesis de la pereza, de la holgazanería, de la intemperancia, de la prepotencia excesiva, de la negligencia y la poca tolerancia al respeto por los criterios de sus camaradas, lo cual desemboca en fatal abdicación y negación de la autoridad, conducente en la mayoría de los casos a la anarquía y la ruptura de la unidad. La virtud de la disciplina debe entenderse como una actitud que se da a sí mismo para alcanzar el bien y la felicidad de todos sin distingo ninguno. Es parte del socialismo bolivariano que construimos en estos tiempos de revolución. Patria socialista o muerte. Venceremos.