Luego de analizar dos intervenciones recientes de R. Lanz en su columna dominical (“Contra el sectarismo”; Domingo 28 de Agosto y “El oportunismo se paga”; Domingo 04 de Septiembre), hemos criticado algunas aristas del dogmatismo socialista.
Sin embargo, al mismo tiempo, hay que luchar contra la cómoda salida de emergencia: “cambio dogma-socialista por dogma-capitalista”. Esta última trayectoria es prototípica de ex marxistas-leninistas y ex comunistas (antes intransigentes, radicales y férreos, ahora moderados y bien-pensantes de derecha).
Raquel Angel, en su texto: “De Rebeldes a Domesticados. Los Intelectuales frente al Poder”, recorre la escena intelectual argentina, y su lectura invita a caracterizar algo muy similar a lo ocurrido en Venezuela de los últimos 30 años. Podemos constatar una legión de arrepentidos, re-convertidos y ex rebeldes domesticados.
Si por un lado, tenemos sectarismo, dogmatismo y oportunismo, cazando nuevos privilegios (Djilas), cuotas de poder, participando “místicamente” en los rituales de partido (franelas, cachuchas y banderolas), haciendo gala de una gran mascarada para asegurarse cargos; por el otro, tenemos conversos y pragmáticos, esperando su “nuevo tiempo” como consejeros de un príncipe mampuesto por Washington.
Repetimos, cuotas de poder, cargos y privilegios, allí reside la pasión de los domesticados de hoy y de los arrepentidos por-venir. Porque la política se ha convertido en el trampolín de la “gran mordida” a la mexicana.
El dogmatismo capitalista,
además, se mueve en la onda de la “imposibilidad contra-utópica”:
apelar al socialismo es carecer de “principio de realidad”, disfunción,
¡seamos todos sensatos defensores de la… macroeconomía capitalista!
Se trata de callejones sin salida a plazo fijo. Por que el
planeta no soportará por mucho tiempo ambos dogmatismos y ambas estupideces.
Ambas actitudes son síntomas de carencia de densidad intelectual, coraje y filón crítico, autonomía ética y creación estética. Lo que abunda es la claudicación ante el poder. Por un lado, abandonar la utopía, inhibiendo re-plantear su horizonte, perfiles y viabilidad; por el otro, congelar la utopía como un cadáver exquisito.
Los neoliberales no desean construir “mayorías populares” (como ha ocurrido en Grecia, España, Irlanda, y en la tan silenciada crisis de Islandia), sino sólo gobernar minoritariamente. Por tanto, hay que dar cuenta de la tensión no resuelta del vínculo entre los intelectuales y el poder político, económico y mediático; tensión no solamente privativa del mundo capitalista, sino también presente en los intelectuales palaciegos articulados al socialismo burocrático. Recordemos, en las revoluciones, esa tensión se ha resuelto, muchas veces, a favor de la claudicación ante el poder.
¿Por qué la intelligentsia de izquierda se arrepiente, abjura de sus ideales, de reconvierte y pasa a ser ex rebelde domesticada, haciéndose vocera-funcionaria del consenso de las clases dominantes? Algunos apelarán a la trampa de la “libre elección”, pero son tan semejantes las trayectorias que no quedaría mucha duda: se trata de un “hecho social”, con determinaciones históricas, políticas, económicas e ideológicas.
Aquello que demarca
las prebendas, los honores y el prestigio académico de los intelectuales
remite en parte a esta claudicación ante el poder de los sectores dominantes,
de aparentar ahora ser liberales bienpensantes. Comprendamos
la lección elemental del maestro Bobbio (Democracia y Liberalismo
dixit): Liberalismo significa dividir y limitar el poder. Su
procedencia social es la afirmación del individuo posesivo y de la
sociedad civil burguesa ante el poder feudal absoluto. Democracia en
cambio, significa distribuir el poder, expandirlo hacia esferas públicas
cada vez más amplias, incluyendo los cotos vedados por el liberalismo,
como el ámbito económico.
Fue la tradición del movimiento de los trabajadores y de las clases subalternas en el siglo XIX, la que alteró el contenido económico y social de la democracia liberal, les guste o no a los liberales: sufragio universal, derechos económicos y sociales para una ciudadanía social, abrieron las compuertas de las concepciones antes restringidas de la ciudadanía civil y política.
La convergencia de la multiplicidad de voces que habitan en la izquierda y todos los movimientos que no caben en el formato de lo partidos, podrían dar cuenta de la centralidad de la democracia socialista para sus luchas. Afirmar la revolución democrática frente al imaginario jerárquico de la estructura de mando y explotación. No confundir democracia con el liberalismo-pluralista ni con la “dictadura sobre el proletariado”.
Los arrepentidos, otrora progresistas, hoy recitan, sin equivocarse, el dogma de la libre empresa y las virtudes de la economía de mercado. La “puesta al día” de sus ideas y valores, ha generado desmemorias y tachaduras, repliegues y ocultamientos, y sobre todo oportunismos. Atreverse a permanecer en la senda del pensamiento insurgente e intempestivo implica romper con la sumisión del coro.
Ciertamente hay que labrar nuevas partituras, incluso modificar las reglas constitutivas de los juegos de lenguajes hegemónicos. Sobre todo cuando asumen el porvenir de los levantamientos contra la civilización del Capital. Mientras, otros suben el volumen del coro para que creamos que el Titanic está navegando sobre su línea de flotación ¿Lo está logrando?
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