Pues, ya se le dio inicio a esa campaña mediática. En un importante medio de comunicación privado (televisión) lanzaron a la luz pública una serie de consignas políticas todas relacionadas con el comunismo. “El comunismo es tristeza”, “el comunismo es migajas”, “el comunismo es un pollo por familia” (cuando haya les faltó decir), “el comunismo: que va”, “el comunismo no” y otras consignas que desvirtúan no sólo la verdad sino a la historia misma del género humano, de la lucha de clases y de los propios modos de producción que han existido en la Tierra y legitiman, además, la mentira como si fuese el artículo o principio fundamental de una Constitución Universal.
Ningún ser viviente en este planeta tiene fundamento (teórico) alguno (ni siquiera brevísimo) nacido de haberse desenvuelto en una experiencia (práctica) de comunismo científico y verdadero al estilo de lo expuesto por Marx y Engels en lo que se conoce como doctrina marxista. Ese comunismo no ha existido en ningún espacio ni tiempo en la Tierra. Por lo tanto, todos los ataques teóricos que se haga contra el comunismo siguen siendo inventos de la mente humana por conveniencias políticas. Sin embargo, en la historia del género humano ha habido lo que se ha llamado “comunismo primitivo”, entendiendo por éste ese período histórico (parte del salvajismo y de la barbarie) en que las comunidades de familias se consumían lo que producían y ningún producto estaba destinado a la venta, no existía la propiedad privada sobre losmedios de producción ni la explotación del hombre por el hombre como tampoco un Estado que le condujera su destino. Engels dice en su obra “El origen de la familia, la propiedad y el Estado”, lo siguiente: “En todos los estadios anteriores de la sociedad, la producción era esencialmente colectiva y el consumo se efectuaba también bajo un régimen de reparto directo de los productos, en el seno de pequeñas o grandes colectividades comunistas…”. Eso era comunismo primitivo hasta que se introdujo la división del trabajo lo cual minó la comunidad de producción y de propiedad colectiva e hizo nacer la propiedad individual y la producción mercantil se erigió en dominante. Mejor dicho: la propiedad privada sobre los medios de producción mató y enterró de cabeza a los pies al comunismo primitivo.
También se ha hablado y escrito sobre “comunismo cristiano”, entendiendo por éste a las ideas religiosas que se plantean vincularse o unirse a la teoría comunista para impulsar la lucha por conquistar la igualdad, la fraternidad, la solidaridad y el humanismo. Ese comunismo cristiano data del segundo cuarto del siglo XIX y se manifestó en Francia, Inglaterra, Alemania y otras naciones contando con el aval de las iglesias católica y protestante. La fuente principal del comunismo cristiano se halla en la encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII. En la actualidad se podría decir que el comunismo cristiano lo representa la teología de la liberación que, por cierto, no es igual al planteado por los camaradas Marx y Engels.
Igualmente se ha hablado y escrito, aunque muy poco, del comunismo utópico, ascético o espartano que se construía mentalmente un régimen ideal de sociedad pero que en el fondo prohibía todos los goces de la vida. Fueron Morelly y Mable sus máximos exponentes.
Pero quienes atacan el comuismo con virulencia, con inventos descarados, con mentiras mal intencionadas debe ser, sin ofenderlos ni creer en que sean ignorantes políticos o ideológicos, que no han leído o no han querido leer ni el pensamiento ni la obra de Roberto Owen. Sépase que Owen fue un millonario que estuvo a cargo de la empresa New Lanark en Gran Bretaña. Federico Engels, igualmente hijo de una familia rica y que en nada congeniaba con los burgueses pero sí en todo con el proletariado, dijo lo siguiente de Owen: un “… reformador, fabricante de veintinueve años, un hombre cuyo candor casi infantil rayaba en lo sublime y que era, a la par, un dirigente innato de hombres como pocos. Roberto Owen habíase asimilado las enseñanzas de los filósofos materialistas del siglo XVIII, según las cuales el carácter del hombre es, de una parte, el producto de su orgaización innata, y de la otra, el fruto de las circunstancias que rodean al hombre durante su vida, y principalmente durante el período de su desarrollo…”. Por eso el camarada Owen se convenció que había que poner orden para acabar con el caos generado por el capitalismo.
A los que critican por criticar al comunismo, a los que inventan falacias para convertir el comunismo en un monstruo devorador del ser humano, a los que convierten en una propaganda mediática de que en el comunismo una familia tiene sólo acceso a un pollo o una libra de carne (seguramente al mes), pues, es necesario echarse un paseo de lectura para conocer la obra del camarada Owen. Aquí sólo va un adelanto que sería, algo así, como el poquito de sopa que sirven en los restaurantes antes de colocar el seco.
El camarada Owen reunió una comunidad de dos mil quinientas personas de diversos caracteres, entre las cuales estaban los trabajadores de su empresa y los familiares de ellos. La mano de obra productiva de los trabajadores de la empresa de Owen lograba producir una riqueza que medio siglo antes requería el trabajo de seiscientos mil obreros. Nadie pasaba hambre y nadie podía alegar de sus trabajadores y familiares, en esa empresa, que padecían de necesidades materiales apremiantes como sí las tenían millones de obreros en el mundo y que eran explotados y muy mal remunerados por sus patronos. Mientras la jornada de trabajo en las empresas capitalistas era de catorce a catorce y media horas, en la de Owen era de diez horas.
Los niños y las niñas (reconocido por malos y buenos como el futuro de una sociedad) de los trabajadores del camarada Owen -¡sépase bien esto y sirva de ejemplo a los críticos del comunismo!- iban a la escuela desde los dos años de edad. El trato y la atención que recibían de los maestros o maestras y de las obligaciones de la empresa para la satisfacción de sus ecesidades materiales y espirituales eran tan, pero tan humanitarias, tan solidarias, tan amorosas, que cuando los padres iban a buscarlos por la tarde tenían que invertir largos minutos para convencerlos de regresar porque se sentían tan a gusto que tenían a la escuela como un verdadero paraíso de felicidad. Ese era el comunismo del camarada Owen. ¿Muy mal comunismo, verdad, señores críticos del comunismo?
Cuando se producían crisis económicas y se cerraban fábricas o industrias, o se reducía el personal de obreros o se lanzaban a las calles centenares y centenares de proletarios al desempleo y a incrementar su miseria, en la empresa del camarada Owen (igualmente en crisis) los obreros que se quedaban sin trabajo contiuaban cobrando íntegro su salario hasta que mejoraba la situación y volvían a sus puestos en la empresa. Ese era el comunismo del camarada Owen. ¿Muy mal comunismo, verdad, señores críticos del comunismo?
En 1823, el camarada Owen propone la creación de colonias comunistas para combatir con éxito el flagelo de la miseria que cundía en Irlanda por todas partes, para lo cual presentó un proyecto donde destacaba: presupuesto íntegro de gastos de establecimiento, desembolso al año y, además, sobre los ingresos probables. Pero, igualmente, expuso sus ideas sobre la sociedad del futuro con una descripción que asombrada a las más ilustradas cabezas de ese tiempo. Owen llegó a ser el dirigente más popular en Europa por su solidaria y humanitaria vocación de filantropía. Era admirado, incluso, por gobernantes de muchas partes pero al exponer sus ideas comunistas, comenzó a ser atacado como si fuera un monstruo que quería aniquilar al bueno, generoso y virtuoso capitalismo que explota y oprime al ser humano carente de medios de producción o de riqueza social. Claro, el camarada Owen, se atrevió a señalar tres elementos perturbadores de las reformas que mejoran las condiciones socioeconómicas de la sociedad: la propiedad privada, la religión y la forma burguesa del matrimonio.
Bueno, la colonia comunista creada por el camarada Owen (sepan esto los críticos-críticos del comunismo) era tan, pero tan ideal y llena de virtudes, que en la misma no se conocían –por no ser necesario- la embriaguez, la policía, los jueces de paz, los procesos judiciales, los asilos para pobres ni la beneficiencia pública. Owen, sepan esto también, fue el creador de las escuelas de párvulos, es decir, para niños comprendidos entre dos y seis años, ya que tenía en alto concepto la necesidad de la educación para los descendientes de sus trabajadores. Ese era el comunismo del camarada Owen. ¿Muy mal comunismo, verdad, señores críticos del comunismo?
Lean esto de última hora -especialmente los críticos-críticos del comunismo-. Dice Engels quien como excelente comunista jamás tuvo envidia contra nadie ni nada, lo siguiente: “Todos los movimientos sociales, todos los progresos reales registrados en Inglaterra en interés de la clase trabajadora, van asociados al nombre de Owen. Así, en 1819, después de cinco años de grandes esfuerzos, comsiguió que fuese votada la primera ley limitando el trabajo de la mujer y del niño en las fábricas. El fue también quien presidió el primer congreso en que las tradeuniones de toda Inglaterra se fusionaron en una gran organización sindical única. Y fue también él quien creó, como medidas de transición, para que la sociedad pudiera organizarse de manera íntegramente comunista, de una parte, las cooperativas de consumo y de producción –que han servido por lo menos para demostrar prácticamente que el comerciante y el fabricante no son indispensables- y de otra parte, los bazares obreros, establecimientos de intercambio de los productos del trabajo por medio de bonos de trabajo y cuya unidad era la hora de trabajo rendido…”.
Por supuesto, que el comunismo del camarada Owen fracasó. Que un empresario intente construir una sociedad comunista basándose, simplemente, en los recursos económicos provenientes de las ventas de sus mercancías rodeado de centenares de otras empresas en que los dueños de la propiedad privada se quedan con toda la plusvalía sin repartir ni una migaja con sus trabajadores, es como intentar tocar el cielo utilizando nada más que una escalera pequeña. Precisamente, el capitalismo si es migaja para los trabajadores y plusvalía para los empresarios, tristeza para los trabajadores y alegría para los dueños del capital, un pollo o una libra de carne o una sardina enlatada por familia obrera y muchísimos pollos, caviares, chuletas, pescados de calidad, carnes exquisitas para la familia del rico.
Si todos los ricos pensaran y actuaran como el camarada Owen, tendríamos un mundo ideal y para nada importaría que se llamase “capitalismo proletario” o “Comunismo burgués”. Pero eso es más imposible que un niño recién nacido se tome completo un tetero con toda el agua del mar.
Que la oposición haga su campaña electoral lanzando consignas mentirosas contra el comunismo no debe extrañar a nadie. Lo que sí es bueno hacer conocer es que el comunismo verdadero (ese que se caracteriza por la no existencia de clases sociales ni Estado, por el imperio de la libertad sobre la necesidad) no ha existido jamás pero, guste o no le guste a unos u otros, ese es el camino inevitable del género humano. Los señores feudales describieron al capitalismo casi con los mismos términos con que los capitalistas están describiendo el comunismo y no pudieron evitar que el capitalismo desplazara al feudalismo como no evitarán que el comunismo desplace al capitalismo.
Podemos decir, sin temor a equivocación aunque no hayamos vivido jamás el comunismo verdadero que cuando éste domine el planeta no habrá ningún ser humao que padezca necesidades ni materiales i espirituales, ningún ser humano será explotado u oprimido, ningún ser humano sufrirá de inseguridad social, todos los seres humanos actos para el trabajo lo realizarán con dignidad y bajo la guía del principio de la economía de tiempo; en fin, todos los seres humanos serán totalmente felices. Créanlo o no lo crean, será así. Es todo. Amén.