¿Para qué?: nos prometen “capitalismo popular”

 En campañas electorales las promesas llueven a cántaros. Varias son ejecutables, otras son factibles de hacerse realidad pero algunas –que resultan ser las promesas esenciales de ciertas ofertas electorales- jamás y nunca podrían ser materializadas como objetividad histórica, porque son verdaderas utopías irrealizables. Primero entra un kamelo por el ojo de una aguja que los ricos proponerse contruir un Capitalismo Popular.

 La Oposición ha lanzado ya varias consignas a la población con derecho y deber de votar que reflejan el horizonte central de su línea política electoral. Al lado de una campaña sistemática, mediática y muy bien orquestada pero falsa contra el comunismo (haciendo ver a éste como el monstruo del mal que devora el bien en todas sus expresiones), un movimiento político de la Oposición, encabezado por la ciudadana María Corina Machado en su respetable derecho de aspirar a la Presidencia de la República, promete a la sociedad venezolana construirle un “Capitalismo Popular” para, por lo menos, crear un régimen socioeconómico que genere justicia e igualdad para toda la población venezolana. Quizá, no lo sé, basándose en su condición de mujer y, especialmente, en sus sentimientos como madre de familia pueda haber llegado a creer, observando necesidades materiales reales en la sociedad, que sea posible construir un “Capitalismo Popular” que ponga fin a las mismas. Mientras perdure el capitalismo y posterior a su desaparición -inevitable históricamente- eso no es posible.

 Para buscarle una definición a “Capitalismo Popular” lo primero que debe entenderse es que vivimos en un mundo caracterizado por sociedades de clases sociales no sólo diferentes sino con intereses y visiones de vida antagónicas, donde una (la burguesía) disfruta de la propiedad privada de los fundamentales medios de producción y, por consiguiente, se queda con la mayor parte de la riqueza producida, justamente, por una clase (el proletariado) que se ve obligada, para subsistir, a vender su fuerza de trabajo por un salario sin tener derecho a la repartición de la plusvalía ni a tomar decisiones de producción y distribución donde labora materialmente. Y en el centro de esas dos clases sociales se desenvuelven sectores medios que si bien son dueños de medios de producción no viven ni en las condiciones o medio ambiente de la burguesía como tampoco en las del proletariado. No estamos incluyendo en ese campo de las relaciones de producción capitalista a estamentos que son, realmente, menos significativa para la producción y reproducción de los bienes o mercancías o sostenimiento de la sociedad capitalista. Sólo si partimos de esa gran verdad histórica podemos preguntarnos y respondernos: ¿será posible la creación o construcción de un Capitalismo Popular

 El capitalismo es un modo de producción concreto y no abstracto. Vivimos en la Tierra y no en el Cielo. Dejemos el Infierno para los que tienen que enfrentarse al Diablo al no pasar por el ojo de la aguja en una de las manos del señor Jesucristo. El joven Yon Goicoechea ha expuesto con claridad meridiana lo que sería un “Capitalismo Popular”: una sociedad de clase media aunque no haya dicho que para ello sea necesario hacer desaparecer a la burguesía y al proletariado al mismo tiempo. ¿Cómo se lograría eso?, sería la pregunta de las mil lochas que jamás encontraría alguien que acierte en la respuesta correcta. Eso es y será siempre, aunque no lo quieran creer pocos o muchos, una utopía como proponerse tapar el sol con un solo dedo.

Todo parece indicar que el joven Goicoechea se ha leído o estudiado con suma atención y admiración el libro de Defoe titulado “Robinson Crusoe”. La idea de construir una sociedad con una clase media ideal no es nueva. El escritor Defoe, por boca del padre de Robinson Kreutznaer –quien por efecto de la corrupción en el idioma inglés terminó cambiándosele el apellido por Crusoe-, lo plantea desde 1632 en el primer capítulo de su obra literaria. Sin embargo, eso nada nos dice de Capitalismo Popular y, mucho menos, de Socialismo, sino más bien de un sistema de relaciones de producción en que Robinson Crusoe termina haciéndose dueño de medios de producción y hasta teniendo un esclavo en una isla que se creyó solitaria de seres humanos. Vayamos a Robinson Crusoe cuando nos dice: “Mi padre, un hombre prudente y discreto, me dio sabios y excelentes consejos para disuadirme de llevar a cabo lo que, adivinaba, era mi proyecto. Una mañana me llamó a su recámara, donde le confinaba la gota, y me instó amorosamente, aunque con vehemencia, a abandonar esta idea. Me preguntó qué razones podía tener, aparte de una mera vocación de vagabundo, para abandonar la casa paterna y mi país natal, donde sería bien acogido y podría, con dedicación e industria, hacerme con una buena fortuna y vivir una vida cómoda y placentera. Me dijo que sólo los hombres desesperados, por un lado, o extremadamente ambiciosos, por otro, se iban al extranjero en busca de aventuras, para mejorar su estado mediante empresas elevadas o hacerse famosos realizando obras que se salían del camino habitual; que yo estaba muy por encima o por debajo de esas cosas; que mi estado era el estado medio, o lo que se podría llamar el nivel más alto de los niveles bajos, que, según su propia experiencia, era el mejor estado del mundo y el más apto para la felicidad, porque no estaba expuesto a las miserias, privaciones, trabajos ni sufrimientos del sector más vulgar de la humanidad; ni a la vergüenza, el orgullo, el lujo, la ambición ni la envidia de los que pertenecían al sector más alto. Me dijo que podía juzgar por mí mismo la felicidad de este estado, siquiera por un hecho; que este era un estado que el resto de las personas envidiaba; que los reyes a menudo se lamentaban de las consecuencias de haber nacido para grandes propósitos y deseaban haber nacido en el medio de los dos extremos, entre los viles y los grandes; y que el sabio daba testimonio de esto, como el justo parámetro de la verdadera felicidad, cuando rogaba no ser ni rico ni pobre”. Fácilmente se entiende, de lo descrito por el padre de Robinson Crusoe, que los desesperados, los del sector más bajo, los expuestos a la miseria, privación, trabajo y sufrimiento es el proletariado mientras que los ambiciosos, los egoístas, los orgullosos, los que derrochan el lujo, los del sector más alto es la burguesía. Por eso el sector medio de los extremos (entre el vil proletariado y la gran burguesía) era el único que garantizaba la felicidad. Sin embargo, mientras el padre de Robinson Crusoe nos dice claramente que se trata del sector medio más alto, quienes nos ofertan “Capitalismo Popular” no nos aclaran a cuál sector de lo que erróneamente se llama clase media se refieren, porque ciertamente está conformada por uno alto, otro medio y uno bajo y en ninguno de los cuales se encuentran la burguesía ni el proletariado.

Pero el padre de Robinson Crusoe recurrió a más argumentos para tratar de convencer a su hijo sobre el único sector social capaz de crear un estado de felicidad al ser humano. Nos dice Robinson Crusoe: “Me urgió a que me fijara y me diera cuenta de que los estados superiores e inferiores de la humanidad siempre sufrían calamidades en la vida, mientras que el estado medio padecía menos desastres y estaba menos expuesto a las vicisitudes que los estados más altos y los más bajos; que no padecía tantos desórdenes y desazones del cuerpo y el alma, como los que, por un lado, llevaban una vida llena de vicios, lujos y extravagancias, o los que, por el otro, sufrían por el trabajo excesivo, la necesidad y la falta o insuficiencia de alimentos y, luego, se enfermaban por las consecuencias naturales del tipo de vida que llevaban; que el estado medio de la vida proveía todo tipo de virtudes y deleites; que la paz y la plenitud estaban al servicio de una fortuna media; que la templanza, la moderación, la calma, la salud, el sosiego, todas las diversiones agradables y todos los placeres deseables eran las bendiciones que aguardaban a la vida en el estado medio; que, de este modo, los hombres pasaban tranquila y silenciosamente por el mundo y partían cómodamente de él, sin avergonzarse de la labor realizada por sus manos o su mente, ni venderse como esclavos por el pan de cada día, ni padecer el agobio de las circunstancias adversas que le roban la paz al alma y el descanso al cuerpo; que no sufren por la envidia ni la secreta quemazón de la ambición por las grandes cosas, más bien, en circunstancias agradables, pasan suavemente por el mundo, saboreando a conciencia las dulzuras de la vida, y no sus amarguras, sintiéndose felices y dándose cuenta, por las experiencias de cada día, de que realmente lo son…” En esa argumentación del señor Kreutznaer, narrado por su hijo Robinson, está la mitad de la esencia del fascismo o del nazismo, porque precisamente y demostrado históricamente, nadie –absolutamente nadie- como los sectores medios de la sociedad se desesperan tanto por querer llegar a ser como la burguesía y sentir horror de la posibilidad real de llegar a ser como el proletariado. Y todos los economistas, aunque pocos o muchos de éstos lo nieguen o no lo quieran reconocer, el capitalismo es un proceso incesante de creación de ruina para muchas familias de sectores medios aunque no puede sostenerse sin éstos.

Pero, sólo supongamos, que se pueda construir un “Capitalismo Popular” convirtiendo a toda la sociedad en clase media. El Estado, presidido por la ciudadana María Corina Machado y donde seguramente ocuparía un ministerio el joven Goicoechea, tendría que expropiarle dos tercios de los medios de producción a la burguesía y de su riqueza como también un tercio al sector más alto de la clase media y medio tercio al sector del centro para ser distribuidos de manera igualitaria entre las diversas clases sociales que conforman la sociedad venezolana de forma que todas se transformen en clase media. Entonces tedríamos que preguntar: ¿el por qué protestan tanto cuando el gobierno del Presidente Chávez expropia medios de producción a la burguesía para, a través del Estado, ponerlos a disposición del pueblo?

Si en alguna etapa histórica pudo considerarse al Capitalismo como Popular y que realmente no lo fue en el sentido concreto de modo de producción fue como oposición al feudalismo como lo fue éste ante el esclavismo y nada más, porque desde su nacimiento se caracterizó por abrir espacios y tiempos para que los más importantes dueños de la propiedad privada se enriquecieran más permitiendo sólo a los obreros ser jurídicamente libres para vender su fuerza de trabajo. Sépase que cuando el capitalismo se inició como producción de mercancías se vio en la necesidad de recurrir a una constitución democrática en las comunas municipales del Medioevo y no más, porque al desarrollar la manufactura se aferró a la política de monarquía absoluta. Jamás el capitalismo es realmente democrático en el sentido de crear verdadera justicia social para el pueblo. Por algo en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, producto del triunfo de la Revolución Burguesa de 1789 y por presiones de los de abajo y no de los de arriba, los defensores del capitalismo encontraron el espacio para declarar a la propiedad privada como sagrada. Y, ahora, cuando el monopolio económico domina la economía de mercado y le imprime el destino a las sociedades del planeta, viene siendo como una especie de enfermedad infantil del derechismo en el capitalismo la propuesta de construir un “Capitalismo Popular” que respetando la propiedad prtivada (tiene que ser de los medios de producción), sin desaparecer a la burguesía pero sí tendría que desaparecer al proletariado (al posesionarse éste de medios de producción) se pueda crear sólo una sociedad de clase media y acabar con los males del capitalismo llevando la felicidad terrenal a todos los seres humanos vivientes.

Es verdad que suena muy bonito, como lo plantea el joven Goicoechea, eso de “democratizar” el capital para construir un “Capitalismo Popular”, cosa que ya en el pasado también fue expuesto por algunos utópicos de teoría burguesa. Creyendo que dispersando la propiedad o democratizando el capital (medios de producción y dinero) se puede transformar la economía capitalista, lo cual conduciría a la desaparición de las contradicciones antagónicas entre la burguesía y el proletariado beneficiando altamente a todas las familias de la sociedad permitiéndoles obtener ingresos iguales dispersando el capital en pequeñas acciones creando copropietarios de empresas capitalistas y, por consiguiente, nunca más habrá crisis económicas. Eso sería, en todo caso, la creación de una sociedad donde todos sus integrantes sean de clase media. ¿Qué gobierno en este mundo podría ser capaz de crear un “Capitalismo Popular” cuando la práctica histórica demuestra, por todas partes, su imposibilidad?

Y si el “Capitalismo Popular” tiene su base en lo mejor de Venezuela, como lo dice el joven Goicoechea, en “… los millones de peluqueras, profesionales, plomeros, taxistas, buhoneros, etc.”, lo cual quiere decir que la burguesía no está incluída en lo mejor del país y no debe justificarse, entonces, que sea defendida con vehemencia, por lo menos, por ese sector político que promete “Capitalismo de Estado”. Igualmente, deben aclarar en sus promesas electorales cuáles serán sus políticas económicas concretas en relación con los cuantiosos capitales o grandes propiedades privadas de la burguesía y la ausencia de los mismos en manos del proletariado, porque –repetimos- para crear una sociedad toda de clase media hay que desaparecer automáticamente las otras clases existentes en la sociedad. Y, además, cuál política exterior tienen diseñada para enfrentarse al imperialismo capitalista que no se calaría una sociedad de esa naturaleza por nada del mundo, salvo que éste entre victorioso en el escenario socialista y no justamente prometiendo el establecimiento y dominio económico de una determinada clase social, sino más bien la desaparición de todas luego de poner todos los capitales al servicio de toda la sociedad.

En fin, creer en el “Capitalismo Popular” es como pensar que en el mar pueden ser transformados todos los peces en cangrejos, en la selva convertir a todos los animales en cebras y en el aire a todas las aves en arrendajos. Sin embargo, abrazo esa idea de la camarada Rosa Luxemburgo de que una vital razón de la libertad es siempre y exclusivamente para respetar a los que piensan diferentes.



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Freddy Yépez


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