La diputada María Corina Machado, como recordando al camarada Proudhon sin que fuese su verdadera intención, le dijo al Presidente camarada Chávez, en forma de reclamo, que “expropiar es robar”. Eso trajo, en lo inmediato y después, reacciones de toda índole. Nadie, tal vez, quiso meditar aunque fuese brevemente sobre lo dicho por la diputada María Corina Machado y, dejando de lado el sentimentalismo ideológico, reconocer que su dicho es correcto de cabo a rabo y de pies a cabeza, aunque, quizás, haya sido pronunciado en el momento menos oportuno de su carrera política en Venezuela cuando, precisamente, el Presidente presentaba sus cuentas a la Asamblea Nacional donde la mayoría de los diputados y diputadas como los invitados e invitadas especiales eran afectos al gobierno bolivariano. Para nada es necesario escribir creyendo que se defiende al camarada Chávez. Pues, no tiene de qué defenderse, por lo menos, en relación con la acusación que le hizo la diputada María Cortina Machado.
No son pocas las veces que los seres humanos reaccionamos con una velocidad mucho más rápida que la del rayo cuando algo dicho o hecho por otros no nos resulta agradable a nuestra manera de pensar o de actuar. Y eso, queramos o no reconocerlo, nos conduce mucho más a errar que inventar. Por una simple lógica política lo dicho por la diputada María Corina Machado no fue al azar sino consecuencia de una necesidad de política electoral. María Corina Machado es la única mujer precandidata de la Oposición o MUD y ella trató de reflejar que representa la tendencia más radical o conflictiva contra el Presidente camarada Chávez. Y ella cree que eso le aportará muchos votos en las primarias del 12 de febrero. Pero no nos ocupamos de ese análisis o de esa hipótesis para que uno no termine creyéndose un experto en análisis y conclusiones políticas. Hablemos de lo que es y no de lo que nos supongamos en nuestra mente.
“Expropiar es robar”. Eso es mucho más cierto que cualquier silogismo extraído de un arranque de furia ideológica e, incluso, es tan cierto como la afirmación de Galileo de que la Tierra gira alrededor del sol. El término “expropiar” (como expresión de quitar o despojar) tiene que ver obligatoriamente con “propiedad”. Pues, sépase, que el único libro del camarada Proudhon elogiado por el camarada Marx es, justamente, el relacionado sobre la Propiedad. Y para Proudhon, como para todos los marxistas, la propiedad es un robo y no una dádiva filantrópica otorgada por quien la pierde al que se la quita.
En verdad, y esto lo saben muy bien historiadores, políticos, economistas e ideólogos, que la Historia de la humanidad comienza a conocerse, escribirse y vivirse en carne propia como fuego justo cuando se inicia el proceso de expropiación -por unos pocos- de las tierras o medios de producción -a los muchos-. Eso trajo como consecuencia también la expropiación del derecho natural de las gentes a disfrutar colectivamente de los bienes producidos. Eso es un abc de la vida social que no requiere asistencia a la universidad para saberlo.
Eso nos lleva a determinar, con aval de Dios y de Marx, que la expropiación de la tierra, sus medios de producción y frutos en provecho de poco y en perjuicio de muchos es un robo. De allí nace también esa terrible pero necesaria ideología conocida como el Derecho que no es otra cosa que la legalización de la desigualdad social como uso y abuso de la propiedad en provecho de pocos y perjuicio de muchos por lo menos hasta ahora ha sido así. Y, casi al mismo tiempo, el bendito derecho de herencia que el socialismo lanzará a las profundidades del mar para que nunca más un humano tenga que leer un texto tan fastidioso y parcializado.
No estamos ni hablando ni escribiendo sobre una trama, inspirados en Aristóteles, para demostrar que “expropiar es robar” sea la más acabada expresión de la tragedia humana. Para un burgués, un Estado o Gobierno revolucionario que le expropie lo que aquel le expropió al género humano, incluso sin el consentimiento de Dios ni de los propios seres humanos afectados, es un robo. Para un marxista la expropiación de las tierras o de las fuerzas productivas por los pocos a los muchos significó un gran avance para el desarrollo histórico-social. Sin el esclavismo, régimen terrible como violador de todos los derechos humanos de los esclavos y esclavas, el género humano hubiese desaparecido con una o dos epidemias masivas porque, entre otras cosas, Hipócrates –reconocido galeno y al cual se le rinde homenaje como juramento de ejercicio por los que se gradúan de médicos- se oponía a prestar sus servicios a quienes no pensaran o no obedecieran al régimen político que él apoyaba. O, de otra manera, se hubiese extinguido asfixiado por la fuerza mecánica regresiva de la ignorancia humana. Y sin el capitalismo, el género humano se distinguiría por callos y uñeros espantosos como fruto de trabajar la tierra a punta de los dedos. Ahora, quienes crean que el capitalismo será eterno, sencillamente, están asegurando su visa para el Infierno y no para el reino de los Cielos. Me imagino que todo camarada que muere desea que su alma vaya al Infierno para hacer la revolución que derroque a ese (maldito) Diablo que no deja en paz ni de día ni de noche al reino del Señor y las almas buenas que viven en él. Pero nadie tiene ni derecho ni deber de creer que Marx ha debido detenerse en ese género de expropiación de los pocos a los muchos, porque el socialismo verdadero o científico o, mejor dicho, el comunismo, para poder construirse necesita obligatoriamente que los muchos expropien a los pocos o lo que Marx llama “expropiar a los expropiadores”.
Hay un dicho que dice “ladrón que roba a otro ladrón tiene cien años de perdón” y, en cierto nivel, es justo. Que nadie entienda que estoy auspiciando el robo tal como lo entienden las leyes jurídicas del capitalismo.El camarada Marx nos ilustra sabiamente sobre el papel de la expropiación como expresión del capitalista que explota y roba a los obreros. Nos dice: “Esta expropiación se lleva a cabo por el juego de leyes inmanentes de la propia producción capitalista, por la concentración de los capitales. Un capitalista devora a muchos otros. Paralelamente a esta concentración o expropiación de una multitud de capitalistas por unos pocos, se desarrolla cada vez en mayor escala la forma cooperativa del proceso del trabajo, se desarrolla la aplicación tecnológica consciente de la ciencia, la metódica explotación de la tierra, la transformación de los instrumentos de trabajo en medios que sólo pueden ser utilizados en común, y la economía de todos los medios de producción, por ser utilizados como medios de producción del trabajo combinado, del trabajo social, el enlazamiento de todos los países por la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista. A la par con la disminución constante del número de los magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de transformación, aumenta en masa la miseria, la opresión, la esclavitud, la degradación y la explotación; pero aumenta también la indignación de la clase obrera, que constantemente crece en número, se instruye, unifica y organiza por el propio mecanismo del proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido junto con él y bajo su amparo. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a tal punto que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta se rompe…”. Y aquí viene, justo, lo que más duele a los capitalistas, a los que han hecho su riqueza y conquistado sus privilegios expropiando a la mayoría del género humano de todo cuanto a éste pertenece. Entonces, y posiblemente la diputada María Corina Machado que cree correctamente que “expropiar es robar” nunca se haya enterado de esa gran verdad histórica por venir de manera inevitable y que Marx nos la describe así: “Le llega la hora a la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados”.
Desde el punto de vista del Derecho burgués eso sería un robo que afecta los intereses económicos o sociales de los capitalistas. Aceptemos eso y no nos pongamos furiosos o no nos arrechemos por el hecho que acusen a un gobierno revolucionario de ladrón por expropiar a los expropiadores. Un Estado revolucionario que sea ladrón como expropiador de los medios de producción y pasarlos de las manos de la burguesía a manos del proletariado o del pueblo en la fase realmente desarrollada de socialismo es un ladrón que no sólo tiene cien años de perdón sino, más importante aún, gozará del perdón por todo el resto de la existencia del género humano debido a que hecha real la fase comunista queda la humanidad emancipada para siempre de toda expresión de esclavitud social. Mientras el comunismo no se haga realidad en el mundo y, especialmente, un socialismo verdaderamente avanzado, “expropiar” seguirá siendo un “robo”, en un sentido para la burguesía y en otro sentido para el proletariado. Cuando cada quien trabaje según su capacidad y reciba según su necesidad, entonces y entre tantas cosas de los idiomas como de las realidades históricas, desaparecerán para siempre los términos “expropiar” y “robo”.
Ahora, la diputada María Corina Machado y respetándole su concepción de mundo o de la política, dijo otra cosa donde sí perdió –por razón del tiempo actual- el sendero de la historia, de la política, de la ideología y de la sicología. Fue cuando dijo que había que romper el 7 de octubre del presente año profundamente con el pasado y el presente. Y sin tomar en consideración aquel y, especialmente, el más rico legado del presente no hay posibilidad alguna de construir futuro. Que lo digan los mismos historiadores que forman filas en la Oposición para no andar consultándoselo a esos marxistas o comunistas “come niños” que andan pregonando la expropiación de los expropiadores.