Si llegásemos a creer por un instante de confusión o de alucinación en lo dicho por el historiador Pedro Benítez, los burgueses tendrían que cremar para siempre todos los textos clásicos de la economía capitalista y Rousseau se vería obligado a gritar desesperadamente mientras se le achicharra la piel y la carne como los marxistas tendrían que despegar, una por una, todas las páginas de ·”El Capital” y hacer barquitos para que los niños y las niñas los vean extinguirse en las aguas de cualquier piscina. Las escuelas de economía deberían cerrar para siempre sus puertas y crear una Iglesia donde el Padrenuestro y el Ave María sean los únicos argumentos dignos de aprender por el proletariado y la burguesía como norte de sus pensamientos sociales estando unos arriba (los explotadores y opresores) y otros abajo (los explotados y oprimidos).
Con el respeto y el permiso del historiador Pedro Benítez, demos un paseo entre lo que es capitalismo y lo que es socialismo, lo que los identifica y lo que los diferencia. Luego, entonces, con la mayor brevedad hagamos una analogía para determinar si es posible que convivan, como hermanos y solidarios entre sí, de forma permanente o eterna mientras perdure el género humano.
Vayamos al capitalismo
En el Manifiesto Comunista, los camaradas Marx y Engels nos dicen, entre otras cosas, del capitalismo lo siguiente: “La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas”. Después agregan: “Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”.
Lo dicho por Marx y Engels no sólo sigue siendo una gran verdad histórica en este tiempo sino que se puede anexar que actualmente el capitalismo ha permitido concentrar los grandes poderes económicos en un número cada vez más reducido de supermonopolios ejerciendo un dominio casi absoluto en el mercado mundial; ha incrementado a niveles ya insoportables la miseria social para la inmensa mayoría de la humanidad mientras se vanagloria la burguesía de haber hecho desarrollar apoteósicamente las fuerzas productivas; ha fomentado la prostitución, la delincuencia y la inseguridad a grados inimaginables en la época en que el modo de producción capitalista jugó un rol revolucionario y transformador en la Historia; pocas potencias imperialistas disfrutan casi de manera exclusiva de armamentos nucleares con capacidad para realizar guerras de proporciones de chantaje y exterminio para someter el resto de países -quién sabe por cuánto tiempo- a sus planes de dominación y rapiña; controlan los más poderosos medios de comunicación para mantener el mundo bajo la imanación de las mentiras y de esa forma engañar a pueblos para que se resignen a sus programas que enriquecen a unos pocos y empobrecen a los muchos. Concretando, podemos afirmar que el capitalismo es un modo de producción que se fundamenta en la explotación de la fuerza de trabajo de la clase obrera, en la apropiación de la plusvalía producida por el plustrabajo del proletariado, es dueña de los fundamentales medios de producción, no destruye el Estado feudal sino que lo reorganiza en el sentido burgués para beneficio de los intereses económicos de la burguesía, no se plantea la desaparición de las clases sociales sino mantener y garantizar la supremacía de la burguesía sobre las demás. Ese es el capitalismo actual en su fase, hasta se pudiera decir, de super imperialismo. Y ese es un gran dilema que la historia, aunque no lo quieran reconocer los historiadores, exigirá cada vez más buscarle solución.
Ahora metámonos con el socialismo.
El socialismo es la primera fase, surgida de la transición entre el capitalismo y aquel, de la sociedad que Marx llamó comunismo, cuyas características esenciales podemos sintetizarlas de la siguiente manera: primero, al despojar a la burguesía del poder político, la revolución proletaria destruye al Estado burgués y crea uno nuevo no para eternizarlo sino para que con la imposición y avance de las medidas socialistas empiece a extinguirse en la medida en que los medios de producción vayan transformándose en propiedad social y la sociedad comience a administrarse por sí misma.
El socialismo, propiamente dicho, tiene por misión la desaparición de las clases sociales y la creación de una cultura y un arte de carácter universal aunque se vea en la necesidad de regirse por elementos del derecho burgués, los cuales desaparecerán por completo en la segunda fase del modo de producción comunista.
En el socialismo, ya altamente desarrollado, quedan resueltas las contradicciones entre el campo y la ciudad como entre trabajo manual y trabajo intelectual y, al mismo tiempo, pone en agonía a los grandes fetiches del capitalismo, tales como: el dinero, la mercancía, la plusvalía y otros.
El socialismo es la fase económicosocial que prepara las condiciones para que en la fase que Marx denominó comunista se produzca la verdadera emancipación de la humanidad, es decir: se acaba para siempre la explotación y opresión de clase o del ser humano por el ser humano para que cada quien trabaje según sus capacidades y reciba bienes según sus necesidades o, en otros términos: se impone el reino de la libertad sobre el reino de las necesidades.
¿Cuándo no habrá dilema entre el capitalismo y el socialismo?
Desde el punto de vista del desarrollo o la marcha de la historia humana cuando ya no exista capitalismo y haya triunfado en toda la faz de la Tierra el socialismo. Mientras eso no sea una realidad histórica no será un solo dilema sino miles de dilemas los que existan entre el capitalismo que aún no ha sido vencido y el socialismo que aún no ha podido vencer. Entonces, ¿cómo puede explicarse que entre el capitalismo y el socialismo no exista ningún dilema por resolver? Una cosa es el gato y otra es la liebre. Que puedan convivir un tiempo el capitalismo y el socialismo en un mismo corral evitando un enfrentamiento frontal es una cosa, pero es inevitable ese momento en que se baten y uno de los dos vence y la ntendencia general es que la victoria corresponderá, al fin y al cabo en el tiempo, a quien represente el progreso o desarrollo del género humano. Y ese es, dándole la razón a la historia, el socialismo.
El capitalismo y el socialismo son, hay que aceptarlo, incompatibles porque el primero se fundamenta en la existencia de clases sociales donde una explota a las demás y el segundo tiene por misión la desaparición de todas las clases sociales como paso indispensable para la emancipación social. Que la “coexistencia pacífica” sea un período necesario entre ambos es otra cosa, pero eso jamás evitará el choque antagónico entre las clases y, especialmente, entre la burguesía y el proletariado. Esperar que convivan siglos sin hacerse daño es la tontería más tonta del pensamiento social. Hasta ahora el capitalismo ha vencido pero eso no es eterno. Vendrá la hora en que el socialismo aplastará para siempre al capitalismo precisamente basándose en lo mejor del legado de la técnica, la ciencia y la organización social creadas por el propio capitalismo altamente desarrollado. Y será justo el momento en que los dilemas caerán al abismo como esqueletos imposibles de resucitar. La historia siempre mira hacia adelante sólo ocupándose de aquello que del pasado le sirve para avanzar y no para retroceder.