El debate continúa. A pesar de que el amigo Rigoberto Lanz en su entrevista a Últimas Noticias (4-3-2012) considere que el debate del “Socialismo del siglo XXI” es un tema de “intelectuales, para gente que está en otra onda”, y que por tanto no tenga incidencia electoral, disentiré de esta opinión. La crisis de la modernidad, del capitalismo, de la civilización tecno-industrialista afecta los modos cotidianos de socialidad de las personas, su pleno desarrollo humano. No se trata tampoco de plantear que la muchedumbre abigarrada y los “trajes ambulantes” que recorren las catedrales de consumo, plazas, playas y bulevares anden correlacionado sus actitudes cotidianas con dilemas existenciales sobre “Socialismo o Capitalismo”.
Tal vez lo que está en el tapete hoy reside en la salud del Presidente Chávez, cómo podría afectar el curso de la vida de un país, e incluso, de países que entrelazan sus intereses y aspiraciones con lo que ocurre en Venezuela. Sin embargo, he insistido que desde que fue utilizada la “bandera del socialismo del siglo XXI”, el extravío sobre este horizonte de emancipación ha devenido en una tragicomedia de equivocaciones que encallan en la equivalencia “Socialismo del siglo XXI=Socialismo Burocrático del siglo XX”. En parte, por la campaña anticomunista con cierta influencia polimediática que no sale aún de los espectros ideológicos del inciso sexto de López Contreras. En parte, por el desastroso handicap ético-intelectual de la izquierda venezolana que acompaña al “chavismo” como fenómeno de movilización nacional-popular.
Los mitos consoladores de las revoluciones socialistas del siglo XX y el seguidismo ideológico legado por una sobredosis de imitación, tal vez derivada de la subcultura de la “importación rentista” ya no funcionan. Una muestra de que el imaginario político (en el sentido fuerte de Castoriadis) ha sido colonizado por los “hechos consumados” lo expresan quienes siguen atascados en que la izquierda sólo tiene dos vías: a) el socialismo reformista (Bernstein), b) el socialismo revolucionario (Lenin). O para contextualizar: “O Rómulo Betancourt o Fidel Castro”.
¿Crisis del imaginario instituyente de izquierdas? Sin duda. Rendirse ante lo existente es justamente una muestra de impotencia, de pasiones tristes, como la llamaria Spinoza. Otros preferirán dar cuenta de la distinción de Hegel entre Entendimiento y Razón. Quizas cabe recordar la diferencia entre Teoría tradicional y Teoría crítica (Horkheimer-Adorno). La realidad no se agota en lo existente-instituido, la realidad es cambio, transformación, devenir, mutaciones, invenciones, procesos instituyentes.
¿Cuándo el Socialismo devino momento de subsunción al proceso de valorización del Capital o reproducción del orden de sumisión=Socialismo Nacional-Estatal? Justamente cuando se inclinó ante los hechos consumados, cuando perdió el mómento de crítica radical, lo que Badiou llama la “Invariante Comunista”: tendencia anti-estado, anti-capitalista, por tanto, igualitaria y libertaria. Tan pronto como la acción de masas se opone a la coerción del Estado en nombre de la justicia igualitaria, comienzan a aparecer los rudimentos de la hipótesis comunista, socialista o post-capitalista.
Al perderse esta invariante reguladora de prácticas y discursos, las “revoluciones jacobinas-blanquistas” instalan una “Nueva Clase”, mientras los procesos “reformistas” se hacen proclives del “Gatopardismo”. No hay momento de separación, sino tácticas de recuperación, reciclaje de la estructura de mando y explotación del Capital. Si las “reformas” pueden llegar a a ser revolucionarias es porque no claudican ante los intereses de los grupos económicos de poder, nacionales y transnancionales, ni claudican ante la veneración superticiosa del Estado.
Cuando el “progresismo” se inclina ante los hechos consumados es simplemente reaccionario; cuando los “revolucionarios” se reciclan en las ideas de la real-politik se convierten en funcionarios de Estado. El momento de separación reside en combatir cualquier “Nueva Clase”, como desenmascarar las imposturas de “Gatopardos”. A esa posibilidad la llamamos Democracia de los Comunes.
Ni socialdemocracia-reformista (gatopardos) ni despotismo marxista-leninista (jacobino-blanquistas). Evitar estos escollos para construir una sociedad de personas libres e iguales, puede ser traducido como “Socialismo Participativo de la Democracia Radical”; a esto se parecería el “Socialismo del siglo XXI”, si logra sortear la transición post-capitalista: Más allá del Capital, sin Estatismos Autoritarios ni los cantos de sirena del Capitalismo con Rostro Humano.
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