La revolución: más desfigurada de todos los tiempos

 En el mundo, debemos decirlo, no son muchos los historiadores realmente objetivos en la escritura y exposición de la historia como ciencia social. Hay un libro testimonial de mucha relevancia histórica porque recoge los sucesos más tensos, densos y dramáticos pero gloriosos vividos por la Revolución Rusa de Octrubre de 1917, escrito por ese extraordinario periodista y revolucionario internacionalista de origen estadounidense, el camarada John Reed, quie consagró todos sus esfuerzos no sólo para narrar los “Diez días que extremecieron el mundo” sino, especialmente, para defender con su sangre y su vida a la Revolución. El tifus se lo llevó prematuramente, pero le legó al mundo una obra testimonial, quizás, la más importante hasta ahora de su género.

 El camarada Lenin le hizo el prefacio en un solo párrafo, donde dice: “Después de haber leído, con inmenso interés e inalterable atención hasta el fin, el libro de John Reed, Diez días que extremecieron al mundo, desde el fondo de mi corazón lo recomiendo a los obreros de todos los países. Quisiera que este libro fuese distribuido por millones de ejemplares y traducido a todas las lenguas, ya que ofrece un cuadro exacto y extraordinariamente vivo de acontecimientos que tan grande importancia tienen para comprender lo que es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado. Estas cuestiones son hoy objeto de discusión general; pero, antes de aceptar o rechazar las ideas que encarnan, es indispénsable comprender toda la significación del partido con relación a ellas se tome. El libro de John Reed, sin duda alguna, ayudará a esclarecer este fundamental problema del movimiento obrero universal.”. Igualmente, la camarada Kruspkaya (esposa de Lenin) le hizo otro prefacio que no vamos a destacar pero que refleja la importancia y veracidad del realismo verdadero de los acontecimientos y personajes narrados por John Reed.

 Una vez muerto el camarada Lenin en 1924, los historiadores aferrados a las prebendas del burocratismo y los políticos amos de los hilos conductores del Estado iniciaron una grotesca cruzada para desfigurar la obra de John Reed, tal vez, conscientes que le faltaban el respeto a la memoria del camarada Lenin y a los propios hechos históricos narrados por el gran periodista revolucionario. Todo planificado para negar el papel protagónico del camarada Trotsky en la Revolución de Octubre de 1917.

 En el libro de John Reed de 265 páginas (ediciones Orbis) aparece el nombre de Trotsky 52 veces, el de Lenin 52 y el de Stalin en dos oportunidades: una, en la lista de los comisarios que formaron el gobierno revolucionario y otra, en una nota a pie de página que no incluyó Jonh Reed sino quienes se propusieron descalificar la veracidad narrativa del camarada Joh Reed. Esto, por supuesto, no niega nada de lo que Stalin hizo en la lucha revolucionaria en Rusia, pero nos estamos refiriendo sólo a los “Diez días que extremecieron al mundo” donde, según John Reed, Stalin no tuvo ninguna actuación que fuera meritoria de destacar en esos momentos más difíciles de la revolución. En los anexos (64 páginas) el nombre de Trotsky aparece en 11 oportunidades, Lenin en 9 y Stalin en ninguna. Pero ahora viene el matracazo antihistórico: en el postfacio (de sólo 16 páginas), escrito e incorporado al libro de John Reed para negar el papel de Trotsky en la Revolución, luego de muerto Lenin, Trotsky aparece en 21 oportunidades, Lenin en 24 y – no sé por qué razón- no incluyeron el de Stalin cuando el objetivo era ubicarlo detrás de Lenin en el orden de los más importantes personajes políticos que hicieron posible la revolución bolchevique. ¿No parece extraño ese dato numérico para un buen lector de historia? Además es bueno destacar que John Reed en 9 oportunidades escribe uniendo los nombres de Lenin y Trotsky. Fueron varios los escritores que vincularon a esos dos maravillosos personajes de la historia como responsables de la Revolución, de sus actos, sus pensamientos, sus victorias y sus derrotas. Así lo hizo la extraordinaria camarada Rosa Luxemburgo para criticarlos o admirarlos. Igual, lo leí, en Chomski, que no es del mismo tiempo de Lenin y Trotsky. Se puede decir que desde antes, aunque existieron diferencias tácticas y no estratégicas entre sus pensamientos, y después del triunfo de la revolución proletaria en Rusia, los nombres de Lenin y Trotsky estuvieron siempre vinculados entre sí para bien o para mal del proletariado, de la revolución y del comunismo. Eso es irrefutable.

 Hay, ciertamente, muchas formas de desfigurar la historia y hasta algunos lo hacen con elegancia lisonjeando el aspecto menos relevante de algunos distinguidos personajes o hechos históricos. Pero todos coinciden en algo que les resulta como el principio guía de sus pensamientos: la mentira. En toda insurreccción, distinto a una guerra civil, tiene que haber un Danton para producirse. Si no existe, la historia lo inventa pero sin él ninguna revolución triunfa por ese método de lucha política. Lo dijo alguien a quien no se puede acusar de comunista pero nadie, tampoco, le puede negar ser –hasta el sol de hoy- el mejor literato de todos los tiempos habidos: don Víctor Hugo. El dice: “Para que se verifique la revolución, no basta que la presienta Montesquieu, ni que Diderot la predique, ni que Beaumarchais la anuncie, ni que Condorcet la calcule, ni que Voltaire la prepare, ni que Rousseau la premedite; es preciso que Danton tenga audacia”. Bueno, camaradas y aunque desagre a muchos o pocos leerlo o escucharlo, el Danton de la Revolución Rusa no fue Lenin, fue Trotsky. Pero, además, siguiendo las directrices del gran teórico de la revolución (el camarada Lenin) Trotsky tuvo un poco o bastante de Montesquieu, de Beaumarchais, de Condorcet, de Diderot, de Voltaire y de Rousseau pero al servicio del proletariado y no de la burguesía. Por lo demás, Trotsky –según Lenin- fue un genio militar capaz de construir el Ejército Rojo no sólo en un año sino en medio de una guerra llena de adversidades para los revolucionarios.

 La historia, por su propia lógica, sabe resguardarse un porcentaje para que no la desfiguren totalmente y son los hechos en sí mismos, que hablan por sí mismos pero no pueden escribirse por sí mismos. Es en este sentido donde historiadores encuentran eslabones débiles para dedfigurarla –como hace un boxeador que golpea mucho al rostro de su contrincante- al atribuirle sus opiniones individuales como parte de los hechos ya sucedidos en el pasado. Si la leche de la teta de una madre es el principal alimento para una criatura recién nacida, la verdad es para la Historia como el agua y el aire y el sol para la Tierra.

 El postfacio hace, lógicamente, un brevísimo elogio a la obra del comunista John Reed pero le atribuye todo el éxito revolucionario al Buró Político y al Centro del Partido Bolchevique sin darle ninguna importancia al Soviet de Petrogrado como el gran conductor de la Revolución y, además, dirigía al Comité Militar Revolucionario. No se puede negar, por supuesto, la influencia decisiva del Partido Bolchevique –en general- y del camarada Lenin –en particular- pero nunca debe olvidarse que el Presidente del Soviet que dirigió la lucha y al Comité Militar Revolucionario fue, precisamente, el camarada Trotsky y no otro. Además, el camarada Lenin no sólo llegó a decir que el camarada Trotsky era el mejor bolchevique de todos los bolcheviques sino, que fue al único dirigente que le firmó hojas en blanco para que escribiera con su aprobación lo que creyese conveniente en política revolucionaria. Por lo demás, una gran enseñanza histórica y marxista, ninguna insurrección triunfa sustentándose en un partido político, porque su base real son las masas. Así lo dice Lenin.

 El postfacio trata de hacer entender que Trotsky era opuesto a la insurrección. Jamás se atrevieron a decirlo estando Lenin vivo. Por cierto que en el postfacio presentan a Trotsky como derrotista por el hecho que dijo “… la Rusia revolucionaria estará inevitablemente perdida si Europa sigue gobernanda por la burguesía imperialista… Sólo hay una alternativa: o la Revolución rusa desencadena un movimiento revolucionario en Europa, o las potencias europeas aplastan a la Revolución rusa”. Ahora, eso no sólo lo creía Trotsky sino que Lenin era el máximo exponente de esa idea que tuvo su comprobación práctica inobjetable con el derrumbe de la Unión Soviética y la presencia de una Unión Europea todavía fuerte y poderosa para sostener al capitalismo. ¿Quiénes fueron los derrotistas: Lenin y Trotsky o los que condujeron a la Revolución rusa al fracaso siete décadas después de haber llegado al poder político?

 No sólo existe un gran irrespeto contra el camarada John Reed en el postfacio al decir que se equivocó cuando dijo “no había nadie, salvo quizá Lenin y Trotsky, los obreros de Petersburgo y los soldados, que no manifestara la opinión de que los bolcheviques no se mantendrían en el poder más allá de tres días” sino, especialmente, contra Lenin que consideró la obra de John Reed como un “… cuadro exacto y extraordinariamente vivo de los acontecimientos…”. Y sépase que Lenin, para hacer el prefacio, leyó ese libro al derecho y al revés de pies a cabeza y de cabeza a los pies.

 No estamos exonerando a Trotsky de sus errores políticos que él mismo reconoció y corrigió. Sus errores, como los de Lenin, fueron grandes pero muy pocos mientras que sus méritos son demasiados grandes, visibles y muchos. Calificar a Trotsky como contrarrevolucionario, agente del imperialismo y enemigo del socialismo es como decir que Jesucristo está infiltrado en el Cielo para pasarle información al Diablo, de manera que éste asalte el reino del Ser Supremo y lo haga prisionero de las almas malas que deambulan en el Universo propagando el capitalismo como el modo de producción más perfecto para el género humano. Falsificar un testimonio, que para Lenin fue exacto retratando las realidades o verdades, es como buscarle una quinta pata al gato para que sea más veloz que el águila.

 Bueno, quien quiera saber si estoy mintiendo, sencillamente, no tiene más que leer “Los diez días que estremecieron el mundo” de John Reed. Si eso no lo convence, entonces que despierte a Lenin para que le diga la verdad. Y eso, es como imposible.



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Freddy Yépez


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