Nos invocan a Séneca: para que más nos resignemos al sufrimiento humano

 Para algunos en la política se vale de todo con ese cuento que el fin justifica el medio que sea necesario para conquistarlo. La religión siempre ha llamado al ser humano ha sacrificarse en la Tierra, no importa cuánto dolor viva, para poder ganarse el derecho a que su alma sea recibida con los brazos abiertos por el Ser Supremo en el reino de los Cielos. A los políticos les resulta incómodo, luego de que el Papa Juan Pablo II catalogara al capitalismo como salvaje y pidiera disculpas por los crímenes de la Inquisición, invocar a la religión –en general- y por ello recurren a determinados y reconocidos filósofos –en particular- para solicitar a los pobres su resignación al sufrimiento para que el rico no sufra de remordimiento por sus crímenes.

 Es más conveniente valerse de Séneca que de Santo Tomás de Aquino para pedir a los pobres resignación ante los ricos. Tomás de Aquino huele mucho a Inquisición. Séneca fue el filósofo primordial del estoicismo romano, maestro de Nerón pero éste lo condenó a muerte. Promocionó la ataraxia’como la fórmula de ser indiferente a todo lo que suceda alrededor de una persona para que ésta pueda lograr el estado de sosiego, no importa cuánto se sufra, para ganarse el derecho de ser feliz en el Cielo. Según Engels, Séneca fue el abuelo del cristianismo.

 Hay muchísimos cristianos y católicos que creen, con fe suprema, en la resignación al sufrimiento en la Tierra como el método más eficaz para que el alma llegue limpia y feliz al reino del señor Dios. Bueno, eso puede respetarse pero no es obligatorio compartirlo ni, mucho menos, guardar eterno silencio ante tal fórmula estoica de concebir el mundo. El planeta sería insostenible si cada ser humano tuviera, por azar, una isla para vivir al estilo de Robinson Crusoe pero, igualmente, se está haciendo insostenible a la manera como el capitalismo salvaje ha sometido a la aplastante mayoría de la humanidad. Y tal como marcha este mundo proponernos el estoicismo de Séneca es igualito que invocar el suicidio de poblaciones enteras.

 Hay cristianos y católicos muy ricos económicamente hablando. Van a misa, se persignan, solicitan perdón por sus pecados pero al salir de las iglesias vuelven a lo suyo, a lo que les produce riqueza económica: la explotación al trabajo ajeno mal remunerado y ser roban el plustrabajo del proletario. Por eso los ideólogos del capitalismo en vez de expulsar del templo a los ricos y llamar a los pobres a desenvainar espadas, nos invocan esa célebre y triste idea de Séneca que dice: “Súfranse todas las cosas con suavidad de ánimo, siendo más humana acción reírnos de la vida que llorarla”. Para que un rico llore la vida es necesario que haya quebrado de verdad su empresa o que la Bolsa de Valores cierre con ciertos indicativos de su ruina. Si algo es difícil en este mundo e que un monopolio económico se inmole por sus obreros como un Papa no se inmola por sus curas.

 La burguesía no puede invocar, en este tiempo, a Rousseau, a Diderot, a Voltaire (en fin, a los que ilustraron las cabezas para que triunfara sobre los latifundistas e impusiera el modo de producción capitalista en el mundo), para solicitarle lealtad a sus trabajadores, a los que le producen la riqueza, a los que con su plustrabajo generan plusvalía y por la cual no reciben remuneración de ninguna especie o, mejor dicho, a sus propios sepultureros. Por ello utilizan el recurso de sacerdotes y filósofos para expandir ideales que divorcien al pueblo entre el pensar y la acción, que lo mantengan en constante resignación y que de esa manera no sienta angustia, no se percate que sufre, lo cual le garantiza la felicidad del alma en el cielo. Pero es tal el estado de sufrimiento y de angustia que crea el capitalismo con sus tropelías, injusticias y desigualdades que los pueblos se desesperan y se sublevan para buscar la creación de un modo de vida digno sin importar, muchas veces, que el alma vaya donde tenga que ir después de morir el cuerpo físico. Por eso, debemos invocar, nosotros los que queremos derrocar al capitalismo, invoquemos la otra cara del filósofo Séneca que no le agrada a la burguesía, ni a los curas ni a los filósofos idealistas, esa cuando dijo: “No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Y, mucho menos, les gusta esta del mismo Séneca: “¿Preguntas qué es la libertad? No ser esclavo de nada, de ninguna necesidad, de ningún accidente y conservar la fortuna al alcance de la mano”.

 Frente a esas ideas filosóficas o ideológicas que pretenden que los pueblos sean siempre resignados y conformistas ante sus explotadores y depredadores, nada es más importante que oponerle el marxismo y, especialmente, el materialismo dialéctico, único método del socialismo científico porque, entre otras cosas esenciales en este mundo de lucha de clases, nos permite: darnos un definición acertada del Estado como también determinar la política correcta de la correlación de fuerzas, la estrategia para un específico período histórico y la táctica en base a las circunstancias concretas de tiempo y espacio. Por lo demás, el materialismo dialéctico bien entendido, nos resguarda de desvaríos y nos facilita llegar a entender las situaciones más complejas y profundas sin que nos dejemos influenciar por la cotidianidad de la vida y, mucho menos, por esas ideas que quieren resignarnos todo el tiempo a las políticas de explotación y opresión del Estado burgués..



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Freddy Yépez


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