Todo personaje gigantesco en la historia, en su último aliento de vida, suele decir sus últimas palabras que sólo las puede recoger quien (es) esté (n) a su lado en ese lecho que es inevitable para todo ser humano: el de la muerte. Marx, cuando expiró para siempre, se encontraba solo sentado en su sillón. Unos minutos antes Engels había salido del cuarto donde el eminente hombre de las ciencias y excelso revolucionario creador del marxismo respiraba sus últimos esfuerzos de vida. Marx tuvo que combinar su grandeza de científico y de revolucionario con dolores muy concretos: muerte de hijos producto de la miseria económica cuando ningún padre –cuyo corazón todo esté lleno de amor familiar- se imagina morir después que lo hagan sus crías.
Frank Mehring, el mejor biógrafo que haya tenido Marx, dijo que en una sola oportunidad observó a Marx disgustado y reaccionó con reproche. Fue, precisamente y cosa que podría considerarse inaudita, porque Engels no le había mandado a tiempo la pensión que le tenía asignada para sus gastos de vida. No puede ser fácil para un científico de la calidad o talla universal de Marx tener que depender de la solidaridad de un amigo o camarada para poder sostener su familia cuando con su talento, su inteligencia, su genialidad y sus conocimientos hubiera podido obtener muchos recursos por otras vías. ¡He allí la grandeza de Marx al dedicarse por completo y efectivamente en precarias condiciones económicas a la causa del proletariado, de las ciencias y de la Revolución Socialista!
Dicen que la muerte real de Marx comenzó con la muerte de su esposa y de su hija mayor. Algunos estudiosos de las obras de Engels sostienen que éste dijo sobre su gran camarada y amigo cuando ya no tenía a su lado a su esposa y a su hija: “También el Moro ha muerto”. Nadie más que Engels podía precisar esos momentos en qué nivel se movía los sentimientos personales del grande hombre. No sé si eso fue cierto o no. Pienso, no recuerdo si lo leí o no en la biografía que le hiciera Mehring, un inmenso dolor recorrió el alma y el corazón de Marx, tal vez sin sanarlo de forma definitiva, cuando vio morir a su primera cría varón y todo su pensamiento lo concentró en mantenerlo con vida perro la escasez en su economía familiar se lo impidió. ¡Maldito!, todo régimen político que deje morir a las personas negándole servicio de salud porque no tienen el dinero para cancelarlo.
De otra parte, en verdad y lo digo con modestia, he leído algunas obras de Engels e igualmente la biografía de Marx por Mehring y en ninguno de los dos –que lo recuerde- he leído lo que le atribuyen al coloso del pensamiento social sobre lo que divulgan fueron sus últimas palabras. No sé quién sostiene, pero ha sido publicado, que Engels y que le preguntó a Marx, cuando ya éste no daba esperanza de mantenerse con vida, si tenía algún mensaje para legárselo a la humanidad o posteridad. Marx y que se indignó y le respondió: “¡Fuera, desaparece de mi vista! ¡Las últimas palabras son cosa de tontos que no han dicho lo suficiente mientras vivían!”.
Pensar o aceptar que Marx haya ofendido a Engels con eso de “¡Fuera, desaparece de mi vista!”, no lo sé, pero es poco creíble. Pero, además, creo, que Engels lo hubiera reconocido en alguno de sus escritos relacionados con los últimos momentos y muerte de Marx y, además, le hubiese dado alguna justificación. ¿En qué podía afectar a Engels si Marx hubiese dicho realmente eso? Y, por otro lado, qué sentido hubiera tenido que Engels preguntara eso, en ese triste momento, cuando era el que más sabía en el mundo sobre el inmenso legado científico de Marx, especialmente, al proletariado –en particular- y a los pueblos explotados y oprimidos –en general-. Engels, era el único que podía entender, descifrar y explicar a ciencia cierta esa obra cumbre de Marx: “El Capital”.
Lo creíble está en lo último, en eso de que “¡Las últimas palabras son cosas de tontos que no han dicho lo suficiente mientras vivían!”. Marx, justamente, dijo lo suficiente cuando vivió y fue tan así, que creó la doctrina más revolucionaria, científica y dialéctica que haya conocido el género humano hasta el sol de hoy: el marxismo, y que por cierto, de la cual el camarada Lenin dijo: “… es omnipotente porque es verdadera. Es completa y armónica, y brinda a los hombres una concepción integral del mundo, intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés”. En todo caso a quienes más dolió la muerte de Marx fueron: a su familia, a Engels y al proletariado mundial.