Cuando CAP asumió por segunda vez la presidencia de la república, venía de ganar con una montaña de votos, tanto que su contendor, no tuvo oportunidad de admitir su derrota porque era demasiada obvia.
Al acto de toma de posesión, previsto en la Constitución del 61, se le llamó irónicamente “la proclamación”. De casi todos los rincones del mundo, vinieron a acompañarle y desearle buena suerte. Hasta Fidel Castro estuvo aquí de invitado, lo que pareció muy natural, en vista de las buenas relaciones entre éste y el reelegido. Se dijo entonces que los votos salvados o favorables a CAP, procedentes de la izquierda, entre ellos el de José Vicente Rangel, le habían salvado de la condena por corrupción, como los actos relacionados por la compra del barco frigorífico “Sierra Nevada” y el financiamiento de la campaña electoral de la señora Chamorro en Nicaragua, tenían que ver con aquellas relaciones y algunos gestos y actos del gobierno venezolano de acercamiento a Cuba.
En aquel acto que fue en todo como una premonición, CAP habló que no esperaba le llevasen “en hombros a Miraflores”, pero sí que de esa manera de allí le sacasen. ¡Ironías de la vida!
A lo largo del discurso de orden, el cómodamente reelegido, fundamentándose en el indiscutible prestigio del cual gozaba, por su primer gobierno, de la “Gran Venezuela”, las nacionalizaciones indiscriminadas y aplaudidas por la burguesía, en vista que a ésta le compraba empresas quebradas a precio de “gallinas gordas”, el “ta` barato dame dos” y el “¿cuánto hay pà eso?”, aceptó, aprobó y asumió como suyo, el “paquetazo” que Miguelito “Ratón” Rodríguez, el “Chicago boy”, luminaria del IESA y agente del FMI, le puso por delante.
En su delirio de grandeza, pecó de soberbio e imaginó que sus votantes, casi el 65% de los venezolanos y quienes no lo fueron también, se tragarían aquel paquete y soportarían estoicamente aquel shock. Pero no sólo él creyó eso; también el FMI, la burguesía parasitaria venezolana, Miguel Rodríguez y el equipo económico pensaron que aquel cúmulo de drásticas medidas, podrían aplicarse al mismo tiempo, porque para eso tenían al frente del gobierno un líder por quien las masas deliraban y éstas no pondrían reparo en respaldarlo.
Esas mismas odiosas medidas, que no son otra cosa que el común recetario del FMI, ahora de moda en Europa, con las ya consabidas reacciones populares, según sus defensores, habían sido exitosas en Chile. Ese “paquete”, dijeron, hizo posible el rescate de la economía sureña, desbastada por los conflictos derivados del gobierno de Salvador Allende y el golpe de Estado. Por supuesto, quienes aquello dijeron, ocultaron al común de la gente, que al pueblo chileno, obligaron a soportarla mediante la persecución, tortura, exilio, asesinato de todos aquellos que se opusiesen o protestasen por tanta crueldad y explotación.
Aquel paquetazo o conjunto de medidas aplicadas de un solo porrazo, empezaban por una drástica devaluación, liberación de precios, lo que equivale decir dejar todo en manos del mercado; suspensión de casi todo tipo de subsidio estatal, sin importar lo que fuese, aumento de la gasolina a un nivel escandaloso; en suma, casi condenar al Estado a invisibilizarse y dejar todo en manos del mercado y de los inversionistas. Sin olvidar aumentos leoninos en todos los servicios públicos. Al mismo tiempo, se iniciaba un plan destinado a la privatización de empresas básicas como la telefónica, eléctrica y hasta el servicio de agua. El Seguro Social de los trabajadores también estaba en la lista de las áreas a entregar al sector privado.
Aquel fue el “paquetazo” ideado para intentar pasar de contrabando, sin caer, según los planes de sus creadores, en los excesos y barbaridades cometidos en Chile, contando que el “fervor popular” por aquel orate saltador de charcas, líder de pacotilla, serviría para contener la ira de la gente.
Cuándo y dónde menos lo esperaban estalló la rebeldía popular acumulada por años. El “carisma”, fervor, pasión y hasta delirio”, imaginados en relación con aquel malabarista, se hicieron añicos o esfumaron en segundos. Bastò que alguien, en los alrededores de Guarenas, no en Caracas, expresase su disgusto de manera concreta contra un efecto derivado de las medidas, el aumento del transporte público, para que la furia se desatase en todo el país.
De nada sirvió que el “líder”, encantador de serpientes, hablase; nadie le hizo caso. Caracas se convirtió en un campo de batalla y en pocas horas, la falsa democracia popular de aquel país donde pocos días atrás se había aclamado al presidente, asesinó mucho más gente que Pinochet en el tiempo que estuvo gobernando.
Aquel enorme prestigio de Pérez, demostrado mediante un triunfo electoral haciendo añicos a sus opositores, se vino al suelo en segundos por haber mal calculado y pensado que se “tenía a Dios agarrado por las barbas”.
Porque no hay duda, que lo de Pérez, lo que Capriles tenía “encaletao” por si ganaba las elecciones, si son verdaderos paquetes o fraudes planificados contra la economía popular.
Por todo aquello, por lo que ahora sucede en Europa, el derrumbe del prestigio del PP de Rajoy, la inestabilidad de Grecia, etc., uno entiende que las políticas tradicionales o guisos del FMI, concitan el rechazo popular porque suelen pensar en resolver las crisis del sistema, exprimiendo hasta el infinito al sector del trabajo. Pero también comprende, que valerse de prestigios “consagrados” para hacer digeribles esas medidas, no parece ser a esta altura de la vida una idea ingeniosa y menos acertada.
Según el parecer de alguna gente merecedora de respeto y crédito, pareciera que una devaluación monetaria dentro de conjunto de medidas progresistas y destinadas a proteger el ingreso popular y apuntando a una estrategia bien concebida para impulsar la producción y hasta la exportación de la misma, podría ser pertinente. Es decir, una medida de esa naturaleza no tiene por qué ser necesariamente negativa. Si ella procura torcerle la muñeca a quienes manipulan el dólar paralelo, es buena. Pero lograr eso, la sola devaluación no es suficiente.
Además, si ella, en una economía excesivamente importadora como la nuestra, donde hasta la producción interna demanda en gran medida componentes importados, quienes manejan los tinglados de las importaciones y el intercambio monetario son los malones que especulan sin freno ni medida, no va conveniente y eficazmente acompañada de definiciones y acciones que protejan el bolsillo del consumidor, puede provocar grandes malestares, sin necesidad que sea un “paquetazo”.
Si cunde el malestar, porque como dijese Bertold Brecht, en la “Opera de los tres centavos”, “lo primero es el comer”, no podemos sujetarnos a la idea del prestigio o liderazgo, que sirva de muro de contención. El compañero Chávez no puede hacerlo todo, ni es el “Flautista Mágico”.
¡Hay que ser muy cuidadosos y no dormirse en los laureles! No creo que uno deba conformarse diciéndose simplemente, “ahora las cosas son distintas”. ¡Quién se resbala cae!
damas.eligio@gmail.com