No soy economista, no soy experto en nada, no manejo para nada las categorías económicas, no estoy en capacidad de decirle a ningún Gobierno –menos revolucionario- de cómo debe aplicar sus medidas político-económicas y, mucho menos, soy diestro en cartas astrales para andar adivinando los misterios de la economía. No, simplemente, sé que si una persona se vanagloriaba de ganar mil dólares al mes, ahora tendrá que resignarse a 500 y un poquito más de dólares por mes. Fíjense si dependemos o no del mercado mundial que vivimos en Venezuela pero terminamos hablando del per cápita en dólar. Entonces, por esas cosas, sencillamente voy a decir unas pocas palabras para que los economistas del proceso bolivariano decidan si las toman en consideración para sus análisis o si en verdad no deben ser tomadas en cuenta, porque para nada sirven al estudio de la economía.
Para el socialismo el desarrollo de la técnica es la clave para el progreso social, por lo cual debe elaborar su programa de Gobierno sobre la base de la dinámica de las fuerzas productivas, con las que tiene y no sobre la base de las que desea tener. Ningún proceso revolucionario debe copiar textual o mecánicamente a otros procesos revolucionarios pero existen principios o políticas que son valederas, por igual dependiendo de las condiciones objetivas de tiempo y lugar, para todos los procesos que se plantean el socialismo como régimen para sustituir al capitalismo.
Se acaba de devaluar el bolívar fuerte en Venezuela a pesar que hasta pocos días atrás se decía que eso no iba. Habría en verdad que conocer al detalle las características de la economía venezolana –por un lado- y la mundial –por el otro- para determinar si ha sido correcto o no esa devaluación. No me atrevo a dar una opinión al respecto porque reconozco que no poseo esa capacidad de análisis y de síntesis sobre la economía internacional y nacional. Sabemos, igualmente, que nuestro pueblo no domina las categorías de la economía y que se limita –cuando opina- a lo que en la vida diaria le favorece o perjudica cuando hace compras en los mercados. El pueblo sabe, cuando desea comprar barato, que un mercado repleto de calzados o de harina, por ejemplo, tiene los precios bajos porque existe más oferta que demanda; pero cuando va a un mercado y hay escasez de la mercancía que busca, sabe que hay más demanda que oferta y los precios, por consiguiente, son más elevados. Nuestro pueblo nada sabe de eso de plustrabajo, plusvalía, qué determina los precios, capital constante, capital variable, pero sí sabe que cuando con su salario compra muy poco, es que la vaina está jodida y cuando compra bastante es que la vaina está buena.
Tal vez, algunos camaradas me criticarán porque siempre me traslado a buscar experiencias en la célebre pero fracasada –luego de siete décadas de Gobierno- Revolución de Octubre en Rusia. Quizás, tengan razón, pero por carecer de conocimientos económicos me veo obligado ir a las enseñanzas de los más grandes del marxismo que siguen teniendo razón aun cuando Marx y Engels murieron hace más de un siglo mientras que Lenin y Trotsky se nos marcharon hace menos de cien años.
Marx no congeniaba con el térmico o categoría de socialismo. Precisamente a éste lo denominaba como etapa inferior del comunismo, pero entendía por ella una sociedad cuyo desarrollo económico es desde el comienzo superior al capitalismo más avanzado, porque se construye sobre lo más elevado del legado cultural y, especialmente, tecnológico del modo de producción que se sustituye y nunca jamás sobre lo atrasado. La economía tiene un principio esencial que posee una validez estratégica para la construcción del socialismo y no es otro que el logro de economía de tiempo para que el trabajador gane más y viva mejor que en el capitalismo. De allí que la fuerza y la estabilidad de cualquier régimen, según el camarada Trotsky, se mide –en última instancia- por el rendimiento del trabajo.
Es verdad que en el socialismo desaparecen las clases, se extingue el Estado y el dinero va a su sepultura sobre los hombros de los trabajadores y los grandes logros económicos sociales que nunca pudo ni siquiera pensarlo el capitalismo. Pero para construir el socialismo o la fase inferior del comunismo son imprescindibles, entre otras cosas, dos palancas que en manos de la Revolución no dejan que los elementos capitalistas resurjan o se cuelen clandestinos para dañar a los elementos socialistas. Y esas palancas, lo dice el camarada Trotsky, son las siguientes: “… una palanca política, creada por la participación real de las masas en la dirección, lo que no se concibe sin democracia…¸y una palanca financiera resultante de la verificación efectiva de los cálculos a priori, por medio de un equivalente general, lo que es imposible sin un sistema monetario estable”. Lo último indica que la devaluación de la moneda contradice o marcha en perjuicio de la palanca financiera. Y la devaluación de nuestra moneda es la prueba más fehaciente de que nuestra economía depende rigurosamente de la economía de mercado mundial. ¿O no es así?
Muy ligado a la palanca financiera está otra enseñanza que el camarada Trotsky la explica de manera precisa y clara. Dice: “Por otra parte, el éxito de una edificación socialista no se concibe sin que el sistema planificado esté integrado por el interés personal inmediato, por el egoísmo del productor y del consumidor, factores que no pueden manifestarse útilmente si no disponen de ese medio habitual, seguro y flexible, el dinero. El aumento del rendimiento del trabajo y la mejora en la calidad de la producción son absolutamente imposibles sin un patrón de medida que penetre libremente en todos los poros de la economía, es decir, una firme unidad monetaria”. El grave problema es que una devaluación viene acompañada con pérdida de poder adquisitivo de parte del salario, con una elevación de los precios en las mercancías de primera necesidad, con acaparamiento y una desorbitada especulación en el comercio. Eso lleva, de manera indubitable, al alza inflacionaria, que viene siendo, para un proceso revolucionario, como una sífilis que debe tratarse a tiempo para que no se infeste completo el paciente y muera. De allí la importancia que el Estado sea el primer vigilante y controlador de la situación para que no se desaten elementos que causen daño al proceso revolucionario. Y, por otro lado en el caso venezolano, que el Estado y las organizaciones populares cuiden a Mercal como si fuese la niña de los ojos para que la población de más escasez recursos económicos tenga acceso a las mercancías de primera necesidad a bajos precios. Por todas las cosas dichas anteriormente es que el Estado Proletario o Revolucionario, cuando las circunstancias internacionales y nacionales lo permitan, tiene que convertirse en el primer monopolista bancario, comercial, productor, industrial y financiero para garantizar que los elementos socialistas, efectivamente, se van imponiendo sólidamente sobre los elementos capitalistas.
Los economistas del proceso bolivariano tienen la palabra, ya que conocen mucho más de economía que nosotros los comunes y corrientes. Por ello están obligados a explicarle con mucha claridad al pueblo eso de que en nuestro país hay un crecimiento económico pero se presenta la necesidad de devaluar la moneda, lo cual desmejora las condiciones socioeconómicas, por lo menos, de los más necesitados o los que ganan salario mínimo. No olvidemos que anunciando la devaluación se ha afirmado que el socialismo va seguro, que no será afectado por la misma y que más bien prepara condiciones para avanzar. ¿Será que los que ahora comprarán menos con su salario van a creer en eso? Y no olvidemos que el socialismo requiere de creencia en él. De allí la importancia, incluso antes de tomar ciertas medidas drásticas en economía, que se le explique a la población la situación objetiva del país para que la entienda y la enfrente con la fe que pronto todo será revertido en su beneficio.