La generalidad de las encuestas y el general John Kelly, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, dan al Presidente Maduro como ganador el 14 de abril. El “ventajismo” de Maduro es que representa una gestión de 14 años, con reconocimiento popular.
Con motivo de la muerte de Chávez hemos visto días y días a un pueblo rindiéndole homenaje; a media asta banderas de 193 países de la ONU; la Asamblea General realizando una sesión especial de homenaje expresado en sentidos discursos por los grupos regionales (Europa, África, Asia, América Latina y el Caribe, Unasur, Caricom, Grulac, Alba, países árabes), el Secretario General y el Presidente de la ONU; la generalidad de los países pese a las diferencias (como Chile) declarando duelo nacional; grandes movilizaciones populares en todos los continentes, dicen mucho sobre su legado. Maduro, que ha dado muestras de personalidad y competencia, recibe esta herencia.
Capriles ratifica que va a ganar. Lo contrario no tendría sentido. Pero no lo tiene que él y sus voceros repitan que el CNE les arrebatará la victoria. En 2007 el CNE convocó un referéndum para la reforma constitucional. La oposición lo ganó por una diferencia del 1%. En las elecciones de gobernadores de 2008 la oposición ganó los principales estados del país. En las elecciones parlamentarias de 2010 el gobierno trabajó para obtener la mayoría calificada (2/3 partes) de la Asamblea Nacional. No lo logró. El CNE legitimó esos resultados y el gobierno los reconoció. Entonces, no puede haber un CNE bueno cuando la oposición gana y un CNE malo cuando pierde. Decir que el CNE les va a quitar la victoria, cierra las puertas para reconocer el triunfo de Nicolás y abre el camino de la desestabilización.
El único programa consistente que se ha presentado es el Programa de la Patria propuesto por el Presidente Chávez que Nicolás ha hecho suyo. La oposición debería presentar un programa para el difícil y complejo período de gobierno que se abre proponiendo los cambios que considere apropiados. Si acierta (cuestión que dudo), podría aspirar a victorias futuras. Estas son las reglas de la democracia, pero es lo que nunca ha hecho y no está haciendo. Ha preferido, en connivencia con intereses transnacionales, el camino cortoplacista de la desestabilización.
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