Uno de los grandes retos de una Revolución, de sus dirigentes, es elevar el nivel de la discusión en el seno de la sociedad. Esto es muy importante si entendemos que uno de los pilares de la dominación burguesa es mantener a la sociedad discutiendo asuntos sin trascendencia, que no afecten al sistema capitalista, que no lo cuestionen.
El aparato cultural de la oligarquía, sus medios, están diseñados para inducirnos a discutir trivialidades y a hacerlo con superficialidad. La sociedad perdió la capacidad de relacionar hechos y asuntos, de considerar a la historia.
Entonces, en una Revolución es importante la forma y el contenido de las discusiones, de su calidad depende su fortaleza.
Las Revoluciones triunfantes han tenido una alta calidad de discusión, una alta consideración por el pensamiento. Pensemos en la polémica propiciada por el Che en Cuba, discutiendo con calibrados militantes de aquel proceso y con reputados teóricos del mundo: Son leyenda las discusiones con Sartre y con Bettelheim. Lenin discutió con los más importantes teóricos de su país y de Europa, entre otros, con Rosa Luxemburgo, a la que antagonizó desde un gran respeto, la llamó la Rosa Roja.
Aquí entre nosotros, la polémica, la discusión, fue siempre prestigiada, respetada y protegida por Chávez: "Irreverencia y Lealtad" fue una de sus consignas preferidas. Podemos decir que la evolución del pensamiento de Chávez, de la Revolución, dependió en gran medida de su capacidad de discutir, de oír, de analizar y, por supuesto, de estudiar, de prepararse para esa discusión, para entender. Nunca lo vimos despreciando al conocimiento, al contrario, siempre estuvo preocupado por el estudio.
Ahora que atravesamos tiempos difíciles, quién los niega, se hace indispensable una alta calidad de discusión. Nosotros en el colectivo Un Grano de Maíz intentamos contribuir a ella.
En miles de Granos hemos expuesto nuestros argumentos con Irreverencia y Lealtad. No pedimos nada que no sea la oportunidad de luchar, que se nos oiga y se combata duro a nuestros argumentos. Sólo así, discutiendo, encontraremos el camino. Nos preocupa que la discusión se lleve a territorios de lo trivial, al terreno a que nos acostumbró la oligarquía: al ataque personal, a la anécdota, al chisme, eso desvía de lo importante y no educa.
Nos preocupa el argumento de autoridad, bueno en una batalla militar pero perjudicial en una batalla de ideas. Nos preocupa el desprecio por el conocimiento, por el estudio. Nos inquieta que opiniones de los jefes sean mal interpretadas por los subalternos y se desate una persecución de las ideas, un desprestigio al pensamiento. Eso sería el fin...
¡Irreverencia y Lealtad!