Llegó la hora de concretar la utopía socialista en cada ámbito de la sociedad venezolana donde sea posible e imprescindible hacerlo. Todo tiene su tiempo y su espacio como en el actual punto crítico donde existen las mejores condiciones subjetivas y objetivas para avanzar por el camino histórico de la revolución después de haberse logrado la magna victoria patriota en el siglo XIX. Si algo se le reconoce a Chávez es haber creado esas condiciones después de una larga espera de 200 años.
Para lograr la gran hazaña de empujar al gobierno de Nicolás Maduro hacia el socialismo hay que derrotar a las fuerzas dominantes del capitalismo en la actual administración. La tarea no es fácil pero tampoco imposible si pensamos que en el seno de la FANB y en la mayoría del pueblo chavista quedó sembrada la idea del socialismo-anticapitalista y nadie tiene dudas sobre la realidad hegemónica del capitalismo en Venezuela con todos sus vicios de: corrupción, inflación, devaluacion, especulación, consumismo, tráfico de drogas, inseguridad y dependencia económica de las transnacionales.
Obligar al gobierno, con la pelea de las masas en la calle, a dar un viraje al socialismo no significa tumbar a Maduro y abrirle las puertas al fascismo. Al contrario, se trata de impedir que la derecha siga teniendo el control de las decisiones estratégicas de la "revolución".
Habria que pensar seriamente si ésto es posible o estariamos obligando a la radicalización de la derecha del PSUV como ocurrió con AD durante el gobierno de Rómulo Betancourt y Leoni que condujo a los deslindamientos históricos conocidos, a la lucha armada y posteriormente permitió la victoria electoral de Rafael Caldera.
Algo he escrito sobre el paralelismo entre el PSUV y la AD de 1945 pero también hay antagonismos significativos entre los cuales cuenta mucho el anticomunismo de Betancourt en contraste con la tolerancia de Chávez profesada a los marxistas y sus ideas como lo demuestra su amistad y solidaridad mutua con Fidel Castro, su afición a leer y recomendar a escritores marxistas como István Mészáros y Gramsci, su confianza en algunos de sus más cercanos colaboradores inscritos en la corriente de pensamiento revolucionaria marxista como J. R. Nuñez Tenorio, Diego Salazar, Alí Rodríguez, Adán Chávez, María León, Soto Rojas, Jorge Rodríguez, Jesús Farías y Rafael Ramirez entre otros. También su trato considerado y respetuoso hacia las fuertes posiciones críticas formuladas por algunos personajes militantes del maxismo que lo adversaron radicalmente como Domingo Alberto Rangel y Douglas Bravo.
Lo sustantivo es que Chávez nunca fue un anticomunista o antimarxista igual ni parecido al crápula de Rómulo Betancourt y sus socios del Pacto de Punto Fijo. Como consecuencia las masas chavistas tampoco son anticomunistas y estoy seguro que internalizaron un sentimiento anticapitalista contradictorio con la praxis del gobierno madurista. En cierta forma puede hablarse de la existencia de una conciencia socialista - anticapitalista y cristiana inculcada por el discurso permanente de Chávez desde su emergencia revolucionaria hasta su desaparición física.
La revolución bolivariana tiene una oportunidad en la posible unidad de los diversos sectores revolucionarios, de las más distintas procedencias, que podrían ponerse de acuerdo en luchar por un viraje del gobierno hacia el socialismo. Esta es la verdadera unidad revolucionaria, la otra es artificial, burocrática y electoral. Sólo sirve la falsa unidad sin compromiso socialista-anticapitalista para esconder la capitulación ante el capitalismo, el reformismo y la socialdemocracia. La clave para el viraje del gobierno madurista hacia el socialismo está en ganar a la mayoría del pueblo chavista para una rebelión de masas anticapitalista. Claro ese objetivo requiere de una vanguardia revolucionaria cívico-militar que la dialéctica de los acontecimientos históricos definirá.