Pronto moriremos

Casi el 100% de los opositores que me escriben - después de haber leído mis artículos - piensan que soy un comunista.

No sé por qué la gente cree eso, porque yo nunca he dicho que soy un comunista, ni que apoyo al comunismo, ni nada por ese estilo. Tampoco he leído nada sobre el comunismo, nada de Marx, nada. La única cosa que he leído son algunas cartas de Mao, que me parecieron muy interesantes. Pero, más allá de esto, nadie sabe de verdad que es el comunismo, la definición de “comunismo” no es clara, y tiene varios significados dependiendo desde qué punto de vista se interpreta.

Por ejemplo, el comunismo para alguien que solamente lee y escucha las noticias publicadas por los medios de comunicación capitalistas del occidente, y que nunca ha viajado a Cuba o Vietnam o Corea del Norte, etc., que nunca ha viajado fuera de su país, y que solamente escucha la versión del comunismo de los “exiliados,” diría tal vez que el comunismo es algún tipo de nefasta dictadura que no permite la propiedad privada, el comercio libre, o la libertad de expresión, y que hay que hacer cola para conseguir productos de la cesta básica, y que el “régimen” pone preso a todo disidente.

Para otros, el comunismo es un mal fantástico del infierno, endiablado, que hay que erradicar del planeta al invadir o matar a todos los que participen o apoyen el comunismo (como la vieja Rusia, por ejemplo, o Vietnam del Norte en aquel tiempo, o Corea del Norte hoy) – pero – la gente que cree eso, no sabe por qué creen eso. Simplemente lo creen, sin tener ninguna razón lógica o racional para odiar a tanta gente que ni conocen. Por ejemplo, la gran mayoría de las personas no tienen ni la menor idea donde se encuentra Vietnam o Corea del Norte, pero siguen odiándolos porque son “comunistas.” Antes, a todos los chinos había que odiarlos porque eran “comunistas,” pero desde que China abrió, en parte, las puertas al libre comercio, ahora no hay que odiarlos tanto – no hay ninguna lógica en este tipo de razonamiento porque en general, son los mismos chinos de siempre.

Pero, para alguien como yo, de sangre judía e indígena, siempre víctima del racismo de los países norteños, pero que también ha trabajado/vivido en muchos países (34), incluso haber vivido guerras (1+), secuestros (2), y golpes de estado (3), y que ha vivido en selvas, desiertos, montañas, y grandes hoteles, y que ha contratado y subcontratado para grandes empresas capitalistas durante 25 años, e indirectamente para gobiernos invasores capitalistas saqueadores y asesinos, el comunismo es un concepto mucho más palpable.

Para mí, el comunismo occidental es un producto europeo “blanco,” inventado por los “blancos” para los “blancos” que quisieran seguir viviendo bajo los preceptos del “hombre blanco,” y su interpretación del mundo, con lo cual yo estoy en completo desacuerdo.

Es decir, desde mi punto de vista, el comunismo es simplemente una modificación/herramienta de la forma de pensar eurocentrica (típico del eurodescendiente), donde los valores fundamentales no han cambiado, y está desarrollada en base a los valores prepotentes del “hombre blanco,” excluyendo, como siempre, a la gran mayoría de los Pueblos de Mundo simplemente porque esos no son considerados importantes factores para el “desarrollo” de la humanidad. Eso es vanidoso, arrogante, y totalmente irracional, porque el pensamiento eurocentrico representa solamente alrededor del 20% de la humanidad. Es decir, el comunismo, así como generalmente (pero no en todos los casos) se conoce hoy en el occidente, es igual a tener una minoría que dirige a una mayoría, es simplemente otra forma de arrogancia del “hombre blanco” hacia el “indio” y en contra la naturaleza.

Me explico.

No creo en ninguna forma de propiedad, ni privada, ni comunal, ni intelectual o de derechos de marca, de autor, o de diseño, porque nadie debe ser dueño de nada. Eso es como adueñarse del aire que respiramos. Los bienes y las ideas son igual de importante para la sobrevivencia de la comunidad que el aire. Además, toda propiedad privada es basada en el robo, y perpetua el concepto del robo, y sus nefastas consecuencias.

No creo en el sistema de educación occidental, porque fue inventado para crear esclavos.

No creo en empleadores ni empleados, porque ningún ser humano es más importante o menos importante que cualquier otro. Nadie necesita un jefe, y nadie tiene el derecho de controlar o utilizar a otro para su beneficio personal.

No creo en partidos políticos, ni en el PSUV, ni el PCV, ni en la MUD, o en Copei, o algun partido Verde, o cualquiera que sea, porque la política es en realidad la politiquería en su más alto nivel de refinamiento histórico, es el epítome del juego infantil de la semántica social, y solo tiene sus raíces en intereses personal y la glorificación y la legitimización de la estupidez humana y los abusos respectivos.

No creo en el sistema de justicia eurodescendiente, porque fue creada, y sigue siendo, un instrumento de represión y control al servicio de las elites del mundo. El rico nunca va preso, el “indio” sí va, siempre.

No creo en ningún cuerpo policial, ni en el concepto de “seguridad,” porque también están al servicio exclusivo de las elites del mundo. La intención no es de proteger al pobre de los abusos del rico, sino de proteger el rico de los pobres que buscan justicia.

No creo en ninguna religión que tenga un solo dios, pero no lo explicaré aquí, es un asunto matemático, y muy polémico.

No creo en taxis, o busetas, o trenes, o barcos o aviones como modo de transporte privado que se haya que pagar, porque el hecho de que haya que pagar limita el buen desarrollo y el bienestar de la sociedad.

No creo en el dinero, porque el dinero es una fantasía que fue creada para esclavizar al “indio,” y para dominarnos como seres humanos, así limitando el nivel de la expresión de la creatividad natural de cada persona por estar más pendiente de conseguir dinero para comer que de tomar el tiempo para pensar.

No creo en la acumulación de bienes materiales que no se puedan utilizar para el beneficio de toda la comunidad, porque la acumulación personal de bienes crea un aumento proporcional de egoísmo y falta de consciencia.

No creo en fronteras geográficas. A nadie nunca se le dio el permiso de dividir a los pueblos del mundo. El “hombre blanco” fue el que decidió dividir para conquistar al “indio.” Todavía estamos en plena conquista, pero no nos damos cuenta, porque nos han convencido que tener fronteras es algo normal, pero no lo es, y nunca lo fue, y nunca será.

No creo en candados, ni en rejas, ni en cualquier sistema diseñado para “proteger” bienes de ningún tipo, porque esto creo paranoia, descontento, y envidia, es como una neblina siempre presente frente a nuestros ojos, nos ciega de la verdad que nos entorna, y distorsiona nuestra percepción de la vida y de la humanidad.

No creo en el robo. La palabra robar es otra invención del “hombre blanco.” Antes de la expansión del “hombre blanco” hacia territorios Indígenas, no existía el robo en nuestra América, porque el concepto del robo no existía. El robo solamente puede existir cuando existe el concepto de la propiedad. Si no existe propiedad, no existe robo.

No creo en la caridad, ni en la esperanza, porque son conceptos creados para perpetuar la idea de que la pobreza y la desesperación son cosas normales, pero no lo son. No es normal ni natural desesperar, ni tampoco es de ser pobre. Si todos compartiéramos, no existiría la pobreza, y si todos tendríamos más consciencia, nadie se encontraría en una situación de desesperanza.

Creo en el compartir, en la empatía, en la libertad de pensamiento, en la creatividad natural, y en el desarrollo y el uso de la consciencia natural. Creo en la honestidad, en la sinceridad, y en la potencia natural de los seres del planeta. Creo en la igualdad de todo, no solamente con respecto al ser humano. Una piedra cualquiera tiene el mismo valor que un bebé humano recién nacido, o un búfalo de agua en las sabanas africanas, y el sancudo que le chupa la sangre. Creo que el ser humano es por naturaleza bueno, pero que nos hemos alejado de la verdad, de lo real. Hoy somos malos, arrogantes, prepotentes, engreídos, y más estúpidos y torpes que jamás en la historia del ser humano.

Somos el cáncer del planeta. Somos una grave enfermedad. Pronto moriremos.


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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

 oscar@oscarheck.com

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