La derrota de una Revolución no es una operación de un día, la labor de debilitamiento puede llevar años, después deviene en el zarpazo final cuando ya no hay nada que hacer. Es una operación fina, cuenta con la experiencia de años exitosos para el capitalismo derrotando procesos de emancipación. Veamos.
El capitalismo entendió que el soporte de la posibilidad revolucionaria es la teoría encarnada en una vanguardia, lo demás se desprende de allí. Es así que el capitalismo emplea su mayor esfuerzo en desmantelar a la vanguardia y en enmarañar la teoría.
Contra la Revolución Chavista usaron esta estrategia, enfilaron sus planes con el objetivo de despojar a la masa y a su vanguardia de la teoría necesaria para entender, interpretar y dar respuesta a los cambios de la realidad. Recordemos cuántos esfuerzos hizo Chávez por el estudio, desde el “Aló Teórico” hasta aquel famoso folleto para guiar los círculos de estudio, y recordemos cómo cada uno de ellos fue saboteado por las mismas caras que hoy no saben, no quieren, defender al Socialismo.
Hoy la Revolución está enfrentando su mayor crisis: tratar de derrotar a la ideología que intenta llevarnos hacia la restauración.Lo hace con finura, crea teoría para justificar el retorno. Dicen que no hay condiciones, que hay una crisis, que es necesaria la alianza con los capitalistas, que estos no son malos, que es suficiente acabar con la especulación para que todos marchemos felices. Se abrazan con lo peor de la oligarquía pero persiguen a los que critican esa entrega.
Estamos presenciando un espectáculo asombroso y grotesco: en cuestión de horas pasa la Revolución de ir hacia el Socialismo a reptar hacia la restauración. Ahora la mesa de la oligarquía no es mala, todo se le perdona, ahora la meta no es el Socialismo, sino una difusa paz…
El fondo de la situación es la debilidad teórica, ideológica, de la Revolución. La derecha interna nos minó allí donde está el origen de todo, en la teoría. Y ahora tenemos una Revolución minimizada, agotada, estupefacta, que se traga cualquier bodrio, que cambia espejitos por Socialismo.
A esta carencia ideológica hay sólo dos maneras de enfrentarla:
Una, con la pasión, la fe, creer en el Socialismo, en la Revolución como se cree en Dios, con el desespero del náufrago, con espíritu religioso, regresar a las consignas de ¡Patria Socialista o Muerte! ¡Horror a las oligarquías! ¡Socialismo o Barbarie! ¡Restearnos con el Socialismo! Ser extremistas, como nos enseñó Chávez, ser radicales. Sentir en el corazón que el 4 de Febrero, cuando los jóvenes insurgieron contra el pacto con la oligarquía, contra punto fijo, no fue en vano, que el camino hacia la nueva sociedad debe seguir.
La otra, estudiar con la misma fuerza, con el desespero de un náufrago que tiende su mano hacia la tabla salvadora, o de un condenado a muerte que cava un túnel de libertad. Hacer del estudio de la teoría revolucionaria, más que un trámite burocrático, un delirio nacional, discutir todo, empezando por definir de una vez por todas: ¿Qué es el Socialismo? ¿Es posible? ¿Cuándo? ¿Cómo? Desechar los inventos, la falta de rigor.
La Revolución necesita con urgencia de vida o muerte construir con nitidez un cuerpo teórico que guíe la acción hacia el Socialismo. Sin ese cuerpo teórico todos los planes, todas las acciones, serán meros retorcijones tácticos que conducen a la derrota frente a un enemigo que tiene su teoría, su ideología, afinada en años de experiencia y de elaboración doctrinaria.