Intolerancia, fanatismo, racismo, violencia, odio, xenofobia y disociación son los rasgos más evidentes observados a través del tiempo entre los grupos más radicalizados de la oposición antichavista en Venezuela. A tales rasgos se añade su empeño en hacer creer a la opinión pública internacional toda una realidad virtual, presentando hechos generados por ellos mismos como si fueran ocasionados por adeptos del gobierno presidido por Nicolás Maduro, incluso recurriendo a la descarada manipulación de fotografías pertenecientes a otros hechos acaecidos en diversos países, u ocurridos anteriormente en Venezuela durante los gobiernos que precedieron al mandato de Hugo Chávez. Todo esto, en medio de una guerra económica que ha afectado la distribución y adquisición oportuna por parte del pueblo de aquellos productos de primera necesidad, en una gran parte acaparados por empresarios y comerciantes inescrupulosos, ocasionando malestar y zozobra entre la población, sin que las medidas adoptadas por el gobierno de Maduro hayan tenido los efectos deseados.
En general, la arremetida opositora busca poner en jaque al gobierno chavista, exigiéndole su dimisión e imponiéndole condiciones secundadas desde Washington, según el mismo guión aplicado en algunas naciones del Este europeo (como actualmente en Ucrania), lo mismo que en varias del Medio Oriente, incluso con el asesoramiento, financiamiento y apoyo político a grupos de mercenarios que han asolado diversas poblaciones en Siria. Como se podrá deducir, lo que acontece en esta patria bolivariana tiene demasiadas similitudes con dichas situaciones, lo que indica que tras todo ello se halla la mano del imperio yanqui, lo cual debiera motivar al Presidente Maduro y al estamento político chavista en general a entender que la opción revolucionaria que les queda aplicar es la profundización y el aseguramiento permanentes de las iniciativas y cambios impulsados por Hugo Chávez desde la presidencia, puesto que las mismas contribuyeron a la movilización y a la organización a los sectores populares al mismo tiempo que se elevaba su conciencia política, siendo el soporte principal que hizo el triunfo de Chávez en cada elección realizada. Maduro tendría que convencerse que no hay más opción que ésta en vista que su llamado al diálogo y a la paz hecho a quienes lo adversan acérrimamente sólo ha servido para que éstos se hayan radicalizado, sin importarles los graves daños causados al patrimonio público ni las diferentes muertes de ciudadanos venezolanos que han causado, tanto en abril del año pasado como ahora en febrero de 2014.
Todo este plan de desestabilización, sin embargo, pudo evitarse a tiempo si el Presidente y las diferentes organizaciones político-sociales del chavismo se habrían aprestado a contrarrestarlo a tiempo, a través de una amplia y sostenida movilización popular y manteniendo sin pausa alguna el avance revolucionario de los sectores populares. Aun con ello, se puede llevar a cabo, pero contando siempre con la participación y el protagonismo del pueblo organizado y consciente, de modo que éste resulte ser un dique imbatible ante las pretensiones antidemocráticas de los grupos opositores.