Yo comprendo que cuando uno vive en el sistema de un tipo de sociedad rodeado por todas partes por ese sistema cuya presión cultural acaba en una ideología de pensamiento cerrado, y además no vive demasiado mal dentro de él e incluso a veces aunque nuestra vida sea miserable, es muy difícil no pensar que todo lo que no está dentro del sistema es un error y una heterodoxia. Es demasiada la propaganda y el autobombo que los bien acomodados dan al sistema, como para no vivir en permanente sugestión de que éste el único modelo posible, que fuera de él no hay salvación porque todo lo demás son tinieblas. Y es que la cultura judeocristiana no admite de buen grado el relativismo ni otras verdades diferentes a las que fue acuñando a lo largo de los siglos…
Pero, cuando uno desea pensar con rigor, con objetividad intelectual y en profundidad apartando en lo posible los prejuicios, el subjetivismo y el solipsismo, estando dispuesto a retirar las mil capas de maquillaje que tiene esa cultura determinada a su vez por el sistema, nos damos cuenta de que China alberga la cuarta parte de la población mundial y los países islamistas otro tanto. Es decir, la mitad de la población del planeta. Este pequeño pero a la vez colosal detalle nos obliga a repensar el asunto de los sistemas sociales. Y entonces descubrimos, primero, que nada menos que la mitad de la población del mundo discurre y vive (en teoría) con arreglo a un pensamiento, y la otra mitad con arreglo a otro u otros, y segundo, que no hay razón suficiente para afirmar categóricamente que en este sistema está depositada la "verdad" y que los otros están en el error. Afirmar otra cosa no se compadece con la visión cósmica que corresponde a la experiencia acumulada de siglos o milenios y a la altura de los tiempos que vivimos. Pero si nos atrevemos a sostener semejante y rotunda afirmación, habremos de asumir que, de acuerdo a la filosofía y la lógica formal (hay también otras filosofías y otras lógicas) pertenecientes a esa misma cultura quienes incurrimos en un error de perspectiva y en una impostación intelectual muy grave y detestable somos nosotros. Pues error son, ya, tanto el dogmatismo como visión teológica o filosófica a extinguir, como lo apodíctico como visión filosófica de "lo necesariamente verdadero" que no existe…
Y si lo asumimos, deberemos reconocer que no es posible que el socialismo real, el comunismo, se articulen para repartir miseria y sufrimiento; que no es posible que no traten de armonizar científicamente, aritméticamente, geométricamente, matemáticamente, los tres factores fundamentales económicos, a su vez pilares sobre los que se eleva el edificio social: población, producción y consumo de los bienes esenciales; que no es posible que persiga otra cosa que no sea la mayor igualdad en bienestar social entre los seres humanos pertenecientes a ese sistema y por ende la población del munto…
Por el contrario, las democracias burguesas occidentales y las libertades nominales asociadas a ellas están construidas sobre la depredación y el abuso, sobre la injusticia y la desigualdad estructurales, sobre la ley y la trampa, en fin, al alcance de quienes pueden costear ésta y descubrirla. Unas veces las presas están localizadas en bolsas de población resignada a su suerte, desasistida y oprimida que habitan en el propio país, y otras en bolsas de otra población a miles de kilómetros de distancia que trabajan para los elegidos de occidente por salarios de hambre y en condiciones penosísimas. Unas veces las víctimas son la población de países ricos en materias primas de cuyos gobiernos débiles los gobiernos occidentales consiguen miserables ventajas comerciales para apropiarse de ellas, y otras son los pueblos que, con cínicas excusas, han sufrido ignominiosas invasiones llevadas a cabo por esos mismos gobiernos para saquear su energía...
Y ahora permítaseme la siguiente digresión a propósito del socialismo real en Rusia y de las cifras de los represaliados cuando se estableció. Las cifras están notoria e inicuamente hinchadas por el enemigo capitalista, como hacen siempre los vencedores. Pero en todo caso, las cifras de represaliados en Rusia pueden equipararse, a escala y habida cuenta la población de entonces de las respectivas naciones, aproximadamente las mismas que la de los represaliados por Franco en España antes, durante y después de su guerra civil. Con una diferencia: los represaliados de Stalin eran opresores o habían estado con los opresores, mientras que los de Franco habían estado con la República y con los valores de la República que malograron los vencedores.
Sea como fuere lo cierto es que la desigualdad social en el sistema en que vivimos es a su vez sistémica y está en el ADN del modelo capitalista. La brutal diferencia entre los beneficios de las grandes empresas, de sus propietarios y de sus ejecutivos, así como el enriquecimiento desmedido e injusto de grupos sociales concretos, por un lado, y el empobrecimiento y miseria de grandes masas de población, por otro, no admite contestación. Pero es que tampoco tiene remedio mientras se mantenga el marco sociopolítico y económico. La libertad es la bandera. Pero la supuesta libertad de mercado plagado de oligopolios y de monopolios, neutraliza cualquier intento de armonía social y verdadera libertad que no sean de coyuntura. La ruptura social, aunque no llegue todavía a extremos revolucionarios por la paciencia de las clases desfavorecidas, está al fin y al cabo siempre latente de el sistema.
¿Cuántos abusos, cuántas injusticias, cuánta miseria, cuánto sufrimiento, cuántos cadáveres de la mente o materiales más deben existir para que la sociedad occidental y la española en particular reaccionen? La única salida racional a esta situación da sus puertas al socialismo real. La inteligencia colectiva a otro nivel distinto al existente, lo demanda. Los problemas crónicos de este país, del planeta y de la Humanidad nunca serán resueltos a base de los mismos ingredientes que los causan, que es lo que fingen pretender el poder y los medios de información, sus cómplices. Empezando por el restablecimiento de las nociones de administración aplicados a la economía simple que incluye la supresión del manejo del concepto Deuda que tantos estragos causa. Pues, habida cuenta que los recursos de la Tierra están próximos a agotarse, es disparatado tratarlos las naciones como si fueran inagotables; como disparatado es incitar al crecimiento y el consumo de los mismos en lugar de contenerlos y fijar como objetivo el decrecimiento. ¿Acaso el ser humano es incapaz de ser feliz si no consume lo que a fin de cuentas no son más que baratijas? No. El "consumo", tal como es entendido y tratado, responde a una decisión macropolítica que avala la decisión macroeconómica de llevarse por delante a la corta o a la larga a millones y millones de seres humanos.
Decía Voltaire que no debe haber nadie tan pobre que se vea precisado a venderse, ni tan rico que sea capaz de comprar a otro. Pues bien, esta sociedad está plagada de individuos en los dos extremos. Razón por la cual demanda soluciones radicales; soluciones que vayan directas a evitar tanto sufrimiento y tanta servidumbre sobre los que se levanta la enorme riqueza de unos cuantos; hasta el punto de que el 80 por ciento de ella se concentra en un 20 por ciento de la población. Sin embargo, oyendo y viendo a muchos "combatientes" sociales en la calle y en los medios; viendo a periodistas, políticos y gente común en actitud y con argumentario reivindicativos a favor de millones de ciudadanos desgraciados a causa de la crisis, da la impresión de que todos prefieren la discusión y la protesta aunque nada se resuelva, a promover el socialismo real; prefieren el trámite al objetivo, y la lucha por la lucha a la conquista de una vida sosegada y definitivamente en paz. En realidad ninguno está dispuesto a sacrificar la libertad (la suya), como si el socialismo real propusiese una sociedad de esclavos; una libertad, por cierto, que en este sistema, tras un proceso de depuración intelectual sólo se concreta en el sufrimiento psíquico y/o material de millones de personas de manera indefinida e interminable. A éstas es a las que se les debiera preguntar; a éstas es a quienes se debiera consultar si no preferirían renunciar a las libertades formales ya en este sistema francamente recortadas, a cambio de una vida digna sin tener qua agradecérselo a nadie, salvo al pacto social, esto es, a la inteligencia concertada de la colectividad propia del milenio que vivimos...
¿Por qué una gran mayoría de la población de este país y aun de otros países rechaza semejante solución? Pues porque no son mayorías las que predominan y gobiernan, sino minorías que han lavado el cerebro a las mayorías. Porque esas mayorías que se resienten sinceramente de los padecimientos ajenos no sufren en carne propia la injusticia, los abusos y las privaciones: para ellas son sólo un reflejo. Porque tienen miedo, pues ha sido tan brutal la interiorización del pensamiento único y la penetración en las conciencias del horror al socialismo real generada por la propaganda y la persecución del poder establecido a lo largo de casi un siglo, que tiemblan ante la sola idea de dicha solución. Por lo mismo que hasta no hace mucho la idea de abrasarse en el infierno hacía estragos seculares en una generación tras otra. Occidente y España malviven. La brecha entre quienes lo tienen todo y los que no tienen nada es cada vez más insoportable. Y son la voz y las armas del dinero y las policías de los primeros, lo que se impone al resto en parlamentos y mentideros. Los demás aguantan más o menos estoicamente las injusticias y los abusos. Y lo peor es que imaginan que más allá de este sistema no hay vida posible y ni siquiera un pasar. La sentencia, aunque infundada, es firme: "éste es el menos malo de los sistemas posibles". Y si se les ocurre "otro" sistema menos injusto, se hace sumamente problemático pues tendrían que empezar por inventarlo y desarrollarlo. Sin embargo está ya inventado. El "sistema" por antonomasia es el socialismo real. China, Corea del Norte, el Estado de Kerala en la India y Cuba son lugares donde la vida no será completamente feliz (algo imposible en esta existencia), pero sí es pacífica y sosegadamente vivida; ideal que es, o debiera ser, la aspiración de toda sociedad que no está envenenada por la ambición, por la desmesura y por la necedad.
Preferir el debate interminable y perseguir los efectos nefastos de las conductas en lugar de erradicar sus causas, es una manera indolente e inoperante, si no maliciosa, de actuar; una manera de mantenerse a flote o de medrar en esta desastrosa sociedad capitalista. Y es que, en el fondo, los que manejan los hilos del poder no desean superar radicalmente tanta miseria, tanto cinismo, tanta prepotencia, tanta injusticia y tanto abuso.
¿Y cómo poner en marcha un país o varios a base de socialismo real? Pues consúltese a la China cuyos mil quinientos millones de habitantes gozan de una vida más pasable que a lo largo de las décadas en que se ha ido desarrollando el socialismo real en ese país desde su revolución en 1949, y con las mismas armas materiales de macroeconomía que se manejan en Occidente, se ha ido haciendo virtualmente dueña de la Deuda global del mundo sin pegar un solo tiro…