La insurrecta libertadora, Manuela Sáenz

Diciembre es un mes para dedicárselo a la heroína de la libertad latinoamerica. Me refiero a la insurrecta quiteña Manuela Sáenz, pues ella vino al mundo el día 27 del último mes del año 1797 y dejó de existir el día 23 del mes once del año 1856, en el puerto de Paita del Pacífico peruano.

Manuela tuvo el privilegio de vivir los tiempos heroícos de la liberación latinoamericana. Y en estas circunstancias no se amilanó, no huyó del territorio ni se escondió, sino que la encontraremos ocupando puestos de vanguardia como partidaria de la independencia a lo largo de más de tres lustros. Cuando apenas tenía 13 años estuvo allí, al lado de los conspiradores ecuatorianos que en 1809, aprovechando las circunstancias críticas por las que pasaba la monarquía española, cuyos miembros principales, Carlos IV y Fernando VII, habían sido depuestos y apresados por Napoleón Bonapare y enviados fuera del territorio español, se atrevieron a conformar una junta de gobierno autonomista integrada por criollos adinerados. Esta acción fue poco tiempo después ahogada en sangre por las tropas españolas enviadas a Quito desde Bogotá y Lima por los virreyes gobernantes en esas jurisdicciones. Todos los hechos ocurridos en esa ciudad por esos días los vivió y sufrió Manuela. Los fusilamientos de los comprometidos, las confiscaciones de bienes, los saqueos, las expulsiones de los sospechosos a otras ciudades, los encarcelados, las muertes, la sangre derramada.

Desde ese momento Manuela se hizo revolucionaria. Desde aquellos acontecimientos descubrió su destino, su vocación, su sino glorioso. Dice sobre este asunto, Alfonso Rumazo, el mejor biógrafo de la linda quiteña:

"Desde este mes de agosto (1809) Manuela no se libertará ya nunca de cuatro puntos que informan su existencia: ser libre, libérrima en cuanto a moral; amar con delirio u odiar en el mismo grado; ser rebelde, revolucionaria, belicista, tempestuosa; entender la vida a lo grande y conformar todos los actos a esta actitud elevada, en la cual, por otra parte, vienen involucrados todos los desprendimientos y aun todas las generosidades"
(1979; 37).

Y para arribar a esta toma de posición no tuvo que esperar conocer a los grandes héroes de la libertad suramericana: Bolívar, Sucre, San Martín, Urdaneta; no fue necesario que recibiera el poderoso influjo de los Eternos Históricos latinoamericanos para ser lo que fue, pues en verdad ella brilló con su propia lumbre. Su personalidad se aquilató y asumió contornos definitivos, con las cualidades de las que hizo gala en su ciudad natal, además de Lima, Chuquisaca, Bogotá, mucho antes de relacionarse con los libertadores. Su rebeldía, inconformidad, independencia, osadía, recio carácter, valentía fue consustancial a su personalidad. Por eso huyó del convento donde su padre la recluyó para tapar así la procedencia incestuosa de la hija. Por misma razón desertó de la unión matrimonial, negociada por su padre, con su esposo el negociante inglés Jaime Thorne. Y se juntó con Simón Bolívar por que encontró en él a su gemelo en carácter, inteligencia, energía, voluntad, pasión, ansias libertadoras, deseos de gloria. Decía ella misma al respecto:

"creo que esto de ser patriota me viene más por dentro de mi misma que por simpatía"
(Manuela. Diario de Quito. 1822).

De manera que cuando Bolívar la conoció, en junio de 1822, era ya Manuela una mujer con un pensamiento político bien definido y maduro. Tanto es asi que a comienzos del año 1822 será condecorada por el general San Martín con la Orden "Caballeresa del Sol", otorgada a ella por sus servicios a la libertad y a la patria. Tenía entonces 24 años y sus atributos físicos estaban muy bien contorneados. Alguien que conoció a la Libertadora, impresionado por su belleza, narra del siguiente modo su encuentro con ella:

"Nos recibió una de las damas más hermosas que recuerde haber visto en ese tiempo: de rostro color perla, ligeramente ovalado; de facciones salientes, todas bellas; ojos arrebatadores, donosísimo seno y amplia cabellera, suelta y humeda, como empapada en reciente baño, la cual ondulaba sobre la rica, odorante, vaporosa bata que cubría sus bien repartidas formas".

Tenía entonces Bolívar razones más que suficientes para quedar embrujado por aquella dama de sobresalientes atributos y para rendirse a sus encantos. Fueron seis años de amores ardientes, arrebatadores, desenfrenados. Pero, es bueno recalcar que a ellos dos los juntó además del atractivo físico mutuo, la pasión libertadora. Veamos lo que a este respecto escribe la bella quiteña. En carta a Bolívar de 1824 dice:

"las condiciones adversas que se presentan en el camino de la campaña que usted piensa realizar, no intimidan mi condición de mujer. Por el contrario, yo las reto (…) Usted siempre me ha dicho que tengo más pantalones que cualquiera de sus oficiales (…) ¿Me lleva usted? Pues allá voy. Que no es condición temeraria esta, sino de valor y de amor a la independencia"
(16-06-1824).

Y en otra de 1825 reitera:

"No hay que burlarse del destino, pues nos dio la oportunidad de encontrarnos, nos dio la oportunidad de vernos e intercambiar opiniones de aquello que nos interesaba, de la causa patriota"
(03-05-1825).

Por su parte Bolívar, en el Diario de Bucaramanga, se refiere a Manuela en los siguientes términos:

"No, no hay mejor mujer. Ni las catiras de Venezuela, ni las momposinas, ni las … Esta me domó. Sí, ¡ella supo cómo! La amo. ¡MI amable loca! Sus avezadas ideas de gloria; siempre protegiéndome, intrigando a mi favor y de la causa, algunas veces con ardor, otras con energía (…) mujer excepcional, pudo proporcionarme todo lo que mis anhelos esperaban en su turno (…) arraigó en mi corazón y para siempre (…) Nuestras almas siempre fueron indómitas (…) de mujer casada a Húzar, secretaria y guardián celoso de los archivos y correspondencia confidencial personal mía. De batalla en batalla, a teniente, capitán y por último, obtenido con el arrojo de su valentía, coronel. ¿Y qué tiene que ver esto con el amor? Nada."

Y en otra oportunidad escribió en iguales términos:

"Ella es también Libertadora, no por mi título, sino por su ya demostrada osadía y valor, sin que usted y otros puedan objetar tal. [...] De este raciocinio viene el respeto que se merece como mujer y como patriota"
(p. 146).

Además, las ideas políticas de Manuela eran tan avanzadas como las de cualquiera de los mejores oficiales patriotas. Al igual que el Libertador defendía el concepto de la gran patria americana. "Seré todo lo que quiera, decía en respuesta a un manifiesto anónimo en su contra que circuló en Bogotá, lo que sé es que mi país es el continente de la América y he nacido bajo la línea del Ecuador". También, respaldaba con sólidos alegatos la participación activa de las mujeres en las acciones por la causa independentista. Sobre ello arguía:

"Los señores Generales del Ejército Patriota no nos permitieron unirnos a ellos; mi Jonothás y Nathán sienten como yo el mismo vivo interés de hacer la lucha, porque somos criollas y mulatas, a las que nos pertenece la libertad de este suelo...
(p. 117).

Y primero que Bolívar, propuso la creación de la república de Bolivia para así solucionar el impasse que por el territorio del Alto Perú mantenían los gobiernos del Perú y del Río de la Plata. Al respecto escribió (29-02-1825), todo un tratado de filosofía política, dirigido al propio Bolívar, quien inicialmente estaba en desacuerdo con la creación de la nueva república. Veamos a continuación parte de este magistral escrito salido de la exquisita pluma de la Libertadora. Dice ella:

"He recogido de usted la necesidad de encontrarle solución política a las diferencias que mantienen los patriotas de Lima y del Río de la Plata. En medio de ellas, están las provincias del Alto Perú, primeras en levantar las banderas de la libertad y las que mayor dificultades están debiendo sortear para alcanzarla. La posición reflexiva del General San Martín en Guayaquil hace tres años, fortalece la necesidad de resolver la situación del Alto Perú con un estatuto político que le faculte a desarrollarse, respetando la decisión que le han hecho saber con insistencia y firmeza sus representantes. Por eso resulta injusta la airada comunicación que le hiciese llegar al General Sucre por la convocación a los diputados del Alto Perú a discutir su destino.

"Si usted escucha la voz de su experiencia, desde Charcas, La Paz y Potosí, será más fácil establecer una relación positiva con V.E., que desde otras ciudades que mantienen algunas dificultades para resolver sus propias diferencias. Pero, y lo más importante, permitiría la construcción de un nuevo Estado en el que usted podría, desde el inicio, desarrollar la fuerza de la libertad sin las mezquindades que enfrenta permanentemente en la Gran Colombia. Esta república podría servirle para plasmar en ella los modelos democráticos tan caros a sus sueños y alejar las insinuaciones que rechaza tan airado cuando pretenden cambiar su condición de ciudadano por otra similar a la que termina de vencer.

"Un pueblo agradecido con su espada y su voluntad de usted, puede ser el abono más extraordinario para que fortalezcan la justicia y las instituciones republicanas. He recogido de manera reservada algunas opiniones de la gente que le es fiel, y comparten el entusiasmo de ver nacer un estado con su nombre que tenga de usted el amor irrefrenable por la libertad.


"Por eso le he puesto tanto empeño a esta encomienda que nadie me dio pero le pertenece, de dar nacimiento al fruto de mi entrega y que sobrevivirán nuestras vidas perpetuando su nombre. Permítame ayudar a multiplicar la libertad y juntos habremos logrado procrear una hija, que sólo usted y yo, sabremos es el producto de este sentimiento que desafía la barrera de los tiempos".

Pero para Manuela, su pasión desenfrenada por la libertad y por Simón Bolívar, será el origen de su desgracia. Su espíritu libérrimo además de su condición de compañera de Bolívar le creó enemigos en la poderosa clase política y propietaria en las ciudades donde vivió. Por esto fue que después de fallecido el Libertador, en diciembre de 1830, y al quedarse ella sin la protección del Gran Caraqueño, se encontró rodeada de hombres y mujeres hostiles a sus principios y carácter, que esperaban una oportunidad como la que ahora se les presentaba para saciar sus bajas pasiones. Será entonces acosada, perseguida, maltratada, encarcelada y finalmente expulsada de Lima, Bogotá y Quito. Los actores de tal vileza fueron los enemigos del Libertador, los que intentaron asesinarlo en la capital de Colombia, en 1828, y los que en Venezuela lo declararon persona no grata. Esos enemigos lo constituían, tal como nos dice Liévano Aguirre,

"La plutocracia granadina, los terratenientes mantuanos de Venezuela, la oligarquía de mercaderes y agiotistas de Buenos Aires, los pelucones de Chile, la aristocracia peruana" (2006: 12),

Los mismos que, en relación con el proyecto de independencia latinoamericana, solo tenían el mezquino interés de convertir las antiguas divisiones administrativas de la colonia en pequeñas republiquetas, configuradas a su imagen y semejanza, y gobernadas por los miembros de su clase.

Serán esos años de 1830 en adelante, años de doloroso calvario los sufridos por Manuela Saénz. Poderosos enemigos se ensañaron contra ella, los mismos enemigos de la Gran República, de la unidad latinoamerica y del legado independentista de Bolívar. Verá entonces pasar los días, aburrida, confinada en ese puerto triste y desolado de Paita, sin muchos libros que leer, sin nadie con quien entablar alguna conversación de interés, sin un hombre a quien querer, sin amistades con las cuales desahogarse, casi en la indigencia, asistida apenas por sus fieles compañeras Natán y Jonotás. Paita era en verdad una localidad de una sola calle, con casas a ambos lados, fabricadas de techo de palma y paredes de barro, además de un muelle donde de cuando en cuando arribaba alguna embarcación.

Al dar comienzo a esta vida de desterrada tenía manuela apenas 33 años, es decir, estaba en un momento cuando todas sus cualidades de mujer se encontraban en pleno esplendor. Por esta circunstancia se le hizo mucho más difícil soportar la situación que en adelante se le avecinaba. En su Diario de Paita grita en cada palaba el hastío, la desazón, el tedio, que le producía su confinamiento en el lugar.

"Han pasado ya varios años, relata, y sólo he visto miserias, pobreza, epidemias, susto de los peruanos (cobardes) que se alegran de la desgracia ajena. Un puerto que sólo da lástima, donde el entorpecimiento está a la orden del día (…) Escribo a mis familiares en Quito y nadie contesta. No tengo a nadie. Estoy sola y en el olvido. Desterrada en cuerpo y alma, envilecida por la desgracia de tener que depender de mis deudores que no pagan nunca (…) De reina de la Magdalena a esta vida de privaciones. De Caballeresa del Sol a matrona y confitera; de soldado Húzar a suplicante; de coronela del ejército a encomendera".

A comienzos de noviembre de 1856 un marino, enfermo de difteria, desembarcó en Paita. La enfermedad se regó rápido entre los pocos pobladores del lugar y llegó a la modesta casita donde residía la Libertadora. Murió el día 23 de ese mismo mes. Sus restos fueron lanzados a una fosa común y los pocos objetos que la acompañaron durante sus largos años en el lugar, entre los cuales estaba su correspondencia con el Libertador, fueron convertidos en cenizas por la pira común, que durante varios días ardió, alimentada por los numerosos objetos pertenecientes a los muertos, víctimas de la epidemia.

Luego de fallecida, de la misma forma que la maltrataron en vida, los que escribieron sobre ella, los plumíferos al servicio de propietarios y gobernantes, cumplieron la tarea de denostarla para así enterrarla por segunda vez. Para estos, los autores de la historiografía oficial positivista, fue Manuela simplemente "la amante del Libertador".

En nuestro país, Venezuela, el trato dado a ella fue idéntico, basta leerse los denuestos proferidos en su contra por el historiador Guillermo Morón, Presidente de la Academia Nacional de la Historia durante muchos años. Pero esto fue así hasta que apareció por Miraflores el Arañero de Sabaneta, pues "el comandante llegó y mandó a parar". Chávez ordenó dar un vuelco a la historiografía y colocar a la Libertadora en su justo lugar, reconociéndola como lo que en verdad fue: la más extraodinaria mujer nacida en este continente. Desde entonces ondea por nuestra tierra y el resto de América Latina, junto a la espada de Bolívar, el sable de la Caballeresa del Sol.


Bibliogafía utilizada.

Alfonso Rumazo González. Manuela Sáenz, La Libertadora del Libertador. Editorial Mediterraneo, Madrid, 1974.

Luis Perú De Lacroix. El diario de Bucaramanga. Ediciones El centauro, Caracas, 2003.

Ministerio de la Cultura. Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón. Editorial El Perro y La Rana, Caracas, 2006.

Indalecio Liévano Aguirre. Bolivarismo y monroismo. Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2006.



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Sigfrido Lanz Delgado


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