Alguien dijo en una oportunidad cuando nuestro amado Comandante Hugo Chávez estaba vivo que su liderazgo era tan fuerte que del mismo chavismo saldría la nueva oposición venezolana.
Efectivamente, el primer asomo de este planteamiento ocurrió en el año 2.000 cuando sorpresivamente, el contendor de Chávez en las elecciones de relegitimación de poderes fue su hermano del alma y compañero del 4 de febrero, Francisco Arias Cárdenas y recordamos la feroz campaña que protagonizó Arias contra Chávez, siendo derrotado por nuestro líder eterno.
Luego del mismo chavismo hubo desprendimientos personales y traiciones memorables como las de Alfredo Peña, Luis Miquilena, Urdaneta Hernández, Acosta Chirinos y muchos otros. Adicionalmente y por el camino de la corrupción y de la traición se despeñaron Manuel Rosendo, Raul Baduel y muchos otros que inicialmente hasta héroes fueron considerados por el chavismo.
En función de la unidad del pueblo revolucionario es que Chávez insistió en la necesidad de fortalecer el apoyo político electoral a la revolución bolivariana y creó el PSUV, como partido fundamental del proceso, así como el Gran Polo Patriótico para nuclear en este movimiento a los actores sociales revolucionarios, movimientos y partidos que, no siendo del PSUV, apoyaran la revolución.
Sin embargo y a pesar de los enormes esfuerzos del Comandante, de su última proclama a los venezolanos con aquello de Unidad, lucha, batalla y victoria, al interior del chavismo se han venido conformando tendencias, corrientes, divisiones que, de no ser controladas o encausadas en el río de la revolución pueden hacer graves daños a este hermoso proceso de transformaciones en Venezuela.
De allí que en la actualidad se pueden apreciar varios tipos de chavismos.
Por una parte, existen los chavistas fieles a Chávez, más allá de postulados ideológicos. Allí encontramos militares leales a la memoria del Comandante, pues compartieron con él vivencias, ilusiones por una patria honesta y libre.
Existen los chavistas con tendencias radicales. Esos que creen que sólo el proletariado es el sujeto histórico que permitirá la conquista del socialismo, usando de manera lineal el pensamiento marxista del Marx tradicional.
También se visualizan los chavistas que sólo creen en el poder popular, convirtiendo algo amorfo e indefinido aún en la panacea de la revolución.
Igual pululan los chavistas pragmáticos, que no les importan principios, teorías revolucionarias o ejemplos de seres magnánimos como el Che, Fidel, Fabricio Ojeda, Allende, Mariátegui, o tantos otros que dieron su vida por el pueblo. A los pragmáticos sólo les importa mantener el proceso a costa de usar, como decía el Che, “las armas melladas del capitalismo”
Coexisten allí los chavistas de aparato, es decir, los dirigentes y/o militantes del PSUV que ven al pueblo por encima del hombro, los funcionarios públicos que hablan del pueblo pero que en el fondo lo desprecian. Los macarras de la moral diría Serrat en sus buenos tiempos.
Y, por supuesto, tenemos los que se las dan de chavistas, los oportunistas, los que viven del nombre de Chávez, los que hacen negocios en su nombre, los que lo usan para acceder a cargos burocráticos o contratos en los organismos públicos, los que se colocan franelas y gorras rojas y vociferan consignas en marchas, para aparecer luego cobrando favores. Esos son los aborrecibles.
Pero tenemos también un pueblo formado y en formación que no se deja deslumbrar, que sigue el legado de Chávez, su ejemplo, su acción en favor de ese pueblo que tanto amó y por el que dio la vida. Ese pueblo es la garantía real de que el chavismo y Chávez siguen vivos en su ser profundo.
Los chavismos pueden ser peligrosos, ya que esas divisiones son muy bien diagnosticadas por el imperio, la burguesía y los enemigos del pueblo para seguir fracturando el apoyo del pueblo a la revolución y hacerla implosionar. Conciencia, camaradas.