Esta certera opinión del Comandante Fidel Castro, merece nuestra atención y divulgación. Veamos.
Una revolución sí en verdad lo es, no se produce por casualidad, por la acción fulgurante o mesiánica de un profeta, por un designio religioso que determina los acontecimientos, por coincidencias que se cruzaron, por una acción colectiva que inexplicablemente irrumpe en la vida nacional. Se trata de condiciones reales y concretas, construidas e impulsadas con las luchas humanas. La resistencia indígena contra el colonialista, las luchas libertadoras de Simón Bolívar, la guerra Federal de Ezequiel Zamora, la confrontación contra el gomecismo, la resistencia permanente que le dimos a los bandidos de la IV República, fueron acciones sociales justas y liberadoras, que produjeron “las condiciones objetivas” revolucionarias, que llevaron al poder a Hugo Chávez. Estas condiciones no se auto produce, no se auto desarrollan, no se mueven mecánicamente, no hay allí un determinismo. Requiere de la acción humana organizada. He aquí la importancia teórico-práctica de la conciencia social. Por esto, toda revolución es “PERMANENTE”. Las causalidades y no las casualidades mueven a la historia.
El genio de Marx marca la necesaria convergencia de factores objetivos y subjetivos, cuya unidad incidirá en los acontecimientos. No se trata de una lenta evolución (por etapas) de las contradicciones intrínsecas del sistema dominante, esto sería determinismo social, que reduciría la práctica social a la espera, que negaría la praxis revolucionaria. La historia de Marx, es “la historia de la lucha de clases”. “El sujeto histórico” de Marx es el hombre de carne y hueso, el que produce mercancías y se reproduce como mercancía, y reproduce el sistema que lo explota. Es el Ser de la teoría y práctica revolucionaria, no el predestinado, el héroe, el prohombre, o el mesías, imaginario al que suelen apelar los manipuladores, para controlar a los pueblos.
Esta crisis política, económica, social, moral y ética por la que hoy estamos atravesando, que viene de vieja data, y es intrínseca al sistema capitalista, puede y debe hacerse conciencia social organizada, de lo contrario, podemos desembocar en el fascismo. Cuando el pueblo no entiende y los líderes no enseñan el camino revolucionario correcto, el instinto conservador se puede apoderar de las masas. Toda crisis está llena de oportunidades revolucionarias. Hay que conocer profundamente la raíz de los problemas y radicalizar los procesos de cambio. Hoy, el sistema capitalista luce gravemente afectado, vive de la especulación bancaria y de la guerra. Los países llamados “industrializados”, deben más de lo que producen. La deuda de Japón es del 400% de su PIB. La de los Países Bajos el 325% de su PIB, la de España el 313% de su PIB, la de Francia el 280% de su PIB, la de Inglaterra 252% de su PIB, la de Estados Unidos 233% de su PIB, la de Grecia 317% de su PIB y la de Rusia 65% de su PIB (McKinsey & Company). ¿Vendrá un agujero negro? ¿Es este el modelo que la oposición quiere para nuestro país? Es este el camino que los socialdemócratas suelen transitar. Su “mano peluda” ha destruido muchos intentos revolucionarios.
La conciencia revolucionaria, por ser teoría correcta y praxis liberadora, acelera las contradicciones dialécticas sobre las cuales está montado el sistema. Es un catalizador que ayuda a la metamorfosis de la sociedad. Conciencia es teoría - práctica – conciencia, que posibilita que el poder ya no esté en Palacios, Gobernaciones o Alcaldías, sino que nazca y se apodere de la calle, del barrio, de la fábrica, de la Comuna, del Consejo Comunal, la Universidad, el centro de trabajo haciendo que la política (participación colectiva organizada) se despliegue por doquiera, construyendo el Poder Popular. Las materias primas que hay en el planeta son finitas, el sistema capitalista también y está condenado a desaparecer, no por la acción mecánica del tiempo, sino por la inmensa marea revolucionarias de los parias, de los que lo producen todo y no tienen nada. Hacer revolución y no evolución es labor de la conciencia social. Las condiciones objetivas y subjetivas las construyen los pueblos.
Esta dinámica de la crisis no está guiada por un determinismo, que inevitablemente llevará las contradicciones a desencadenamientos preestablecidos, (el evolucionismo soviético). Las revoluciones no llegan porque tienen que llegar, por un fatalismo caprichoso, por un determinismo inevitable, ni las crisis se desatan porque tiene que serlo así. En el centro de este hervidero de contradicciones dialécticas de la sociedad, debe y tiene que estar el arma más poderosa de todo revolucionario: la conciencia social del pueblo. Por conciencia entendemos tres momentos que se requieren entre sí: 1) “conocer la realidad para poder transformarla”, y saber articular sus nexos y causalidades, desde su raíz más profunda. 2) Visibilizar el sistema (develado y socializándolo) en toda su plenitud, con sus nexos y articulaciones, de manera holística. 3) Conocida la raíz del mal, se procede a la tarea diaria de destruirlo en sus cimientes venenosas, y construir todo lo nuevo. Se trata de una tarea colectiva de conocer-destruir-construir.
El sistema capitalista ha sabido insertarse, ocultarse y reproducirse en todas las formas culturales. Por cultura asumimos todas las prácticas humanas, esos imaginarios entre cruzados de símbolos, lenguajes, creencias, mitos, valores, deseos, gustos, defensas y rechazos, en término más conciso: conducta humana, consciente o inconsciente. Los grandes descubrimientos científicos en particular en la sicología, la sociología y la neurología, más los grandes aportes técnicos hechos mercancías (fetiches), le han permitido al capital, manipular a la sociedad a niveles insospechados. El sicoanálisis y el conductismo, han sido usados en la labor alienante, enajenante e ideologizante contra los pueblos. Juzgamos aquí su mal uso intencionado, no su rigor científico. Lo retomó Ludovico Silva; tenemos que construir una “contra cultura”, una “lucha de clases”. “El hombre y la mujer nueva” del Ché no saldrán de la hechura capitalista, saldrán de la profunda revolución socialista. Ciertamente, la revolución la ganamos o perdemos es en la cultura.
No se trata de cambiar ilusiones, sino de cambiar realidades. Hemos acotado, que el sistema tiene múltiples mecanismos para ocultar su labor destructiva y reproducirse en el sujeto y como sistema. Estos mecanismos de control social, nos rodean, vivimos con ellos día y noche, forman parte de nuestra cotidianidad, son mecanismos tan sutilmente inducidos, que la víctima llega a creer que son de su libre elección. “Me desperté y el monstruo seguía allí”. (E. Quintero) Esta dominación (ideología), no siempre usa la fuerza, también penetran con vaselina. Desde el vientre de nuestra madre viene el aprendizaje dominante. La familia, la comunidad, la Escuela, El Liceo y la Universidad, todas las instituciones del Estado burgués se encargaran de la conformación de un arquetipo humano que se comporte como a este sistema le conviene: reproduciendo y defendiendo al modelo que lo domina. Todo en el capitalismo, está bajo la sospecha de ser ideología, y por lo tanto “falsa conciencia”. La conciencia social revolucionaria tiene la gigantesca tarea de pulverizar todos estos mecanismos ideologizante, para poder hacer la revolución.
Cuando Fidel con precisión nos señala que “Revolución es tener sentido del momento histórico”, está dando en la diana. El “sentido del momento histórico” al que el inmortal líder cubano se refiere, es el faro poderoso de la conciencia social iluminando el camino, profundizando en el conocimiento y destrucción de las contradicciones (momento histórico) del sistema. El sentido histórico de Fidel, no es aquí una intuición más o menos genial, providencial o mesiánica, es la tarea, la acción diaria “Permanente” de los “parias”, develando y destruyendo las raíces de todo lo viejo, para construir lo nuevo.