Recientemente conversaba con un grupo de camaradas y compañeros de labores ante las cosas que a diario suceden; como por ejemplo la carrera meteórica hacia escaños de poder o espacios de control por parte de advenedizos, truhanes y busca fortunas, tanto en empresas del estado como en institutos, ministerios y hasta en el partido; gente de “negocios”, “dignos” aprendices y fieles seguidores del dechado carroñero de la burguesía mas vividora e improductiva de nuestro continente; contrastando todo eso con una cantidad de hombres y mujeres de extraordinaria fortaleza ideológica, disposición al trabajo revolucionario y probada honestidad que se encuentran invisibilizados, apartados de los perímetros donde se guía o se toman decisiones políticas.
En cada área de trabajo o de lucha y en cada región del país se puede testimoniar tal realidad.
En cada ciudad del país encontramos las mismas y los mismos luchadores y soñadores de siempre, haciendo lo que siempre han hecho; apoyando a campesinos víctimas de terratenientes, defendiendo a trabajadores despedidos injustamente o trabajando en la organización de un foro, de una obra de teatro, de una actividad solidaria a la lucha de algún pueblo del mundo y toda esa labor con las mismas limitaciones de siempre, rasguñando de aquí y de allá para conseguir un vehículo, un pasaje, una llamada telefónica; amen de tener que superar otras cortapisas como la del sustento personal y familiar.
No son pocas las veces que algún familiar o amigo de toda la vida le reprocha con frases ya consabidas como; “Yo creí que a ti con la revolución te iban a tomar en cuenta” o “coño ve aquel que en la universidad te perseguía, el cargo que ocupa y tú sigues pelando bola”.
Y si vamos a los centros de trabajo en empresas del estado o instituciones públicas encontramos la misma disparidad; por una parte los fieles a los principios, los convencidos y convencidas, los y las que sentimos la satisfacción que nos pagan por lo que siempre hicimos de gratis que no es otra cosa que hacer revolución, empeñados en dar resultados, que las cosas se hagan con eficiencia, que se produzca; y por otra parte los adulantes, los trepadores, los expertos en el arte camaleónico dando fe de sus atributos, arengándonos siempre con frases “revolucionarias”, “disciplinándonos” “aleccionándonos”, hasta evalúan nuestro compromiso con la revolución; debido a que ellos en el mayor de los casos están en el centro de la decisiones y los convencidos y convencidas en la periferia.
Ante estas reflexiones un camarada irrumpe con la expresión que en parte la he tomado como título de este artículo: “Coño camarada, será que nosotros no somos de este mundo, a donde nos metemos nos dan coñazo y coñazos y seguimos en esta vaina”.
Esta expresión puede tener diversas lecturas, yo me inclino por ver el lado positivo y no porque me niegue a palpar la realidad de las cosas sino que a pesar de las adversidades un revolucionario o revolucionaria debe ser por cuestión de principio optimista, porque quien asume como razón de vida la transformación de la sociedad por un mundo mejor debe de estar claro de las dificultades de la utopía que desea alcanzar.
Y es que la importancia cardinal de esta situación radica en que los arribistas, oportunistas, negociadores y en definitiva quinta columnas nos están desplazando como dije anteriormente a la periferia; están cometiendo un craso error. Ellos ignoran por su naturaleza reformista, que precisamente en la periferia está el verdadero poder, sino vean alrededor de Caracas y vean quien hizo parir la patria el 27 F o quien rescató al comandante 13 A o quien rescató la industria petrolera en el 2002-2003 y aún más, en la periferia del partido está un 80% que no participó en las últimas elecciones internas que se realizaron.
Sucede que algunas veces nos encandilan las membrecías y cargos institucionales y nos enfrascamos, desgastamos y nos desilusionamos en las luchas de lobby y no vemos que en revolución El Poder Constituyente es su fuerza motriz y esa fuerza no está en ese minúsculo circulo de poder institucional ni su recurso es más importante que la conciencia organizada de la periferia.
Y en definitiva coincido con esa expresión del camarada; realmente no somos de este mundo, claro que no, nosotros somos del mundo que soñamos construir, y claro que ningún disfrazado de camarada puede evaluar nuestra aporte revolucionario porque se escapa de sus facultades, porque ya la revolución es nuestra vida misma; y estamos seguros que ante circunstancias como las de abril del 2002 mientras ellos correrán buscando el perdón del opresor quitándose sus camisas rojas, nosotros estaremos allí otra vez, la periferia, en el frente y con la frente en alto los mismos de siempre.