17 años, 20 elecciones, incluyendo la de hoy, y acá estamos. Todo un ciclo de transformaciones, de ires y venires, de marchas y contramarchas, hasta una nueva constitución nacional parimos.
Hoy, los venezolanos y las venezolanas, tenemos la oportunidad de seguir dándonos, por medio del voto, una Asamblea Nacional que, según la mirada de cada uno, permita seguir legislando en función del pueblo y en democracia. Demos-krátos. ¿Pero cuál?
Etimológicamente, como ya sabemos, democracia quiere decir "gobierno del pueblo"; no obstante, desde sus orígenes atenienses, son varias las concepciones filosóficas y teóricas que se han tenido sobre la democracia. Se habla de democracia representativa o indirecta, participativa o semidirecta, directa (al estilo suizo), participativa y protagónica (al estilo venezolano), social y hasta "líquida".
El asunto se complejiza cuando se intenta evaluar alguna democracia, pues se pretende hacer a la sombra de la democracia francesa o de la estadounidense. Como quiera que la revolución francesa cambió la conformación política de Occidente, los ideales de "libertad", "igualdad" y "fraternidad" se constituyeron en los pilares para indicar que se está en democracia; no obstante, lo cierto es que para valorar la democracia, hoy día, no nos sirven "recetas".
Términos como bien común, participación, pueblo, soberano, opinión pública, sociedad civil, ciudadano, pluralismo, entre otros, pareciera que estuvieran vaciados del significado que tenían originalmente. En esta atmósfera de superficialidades que vivimos hoy, de héroes vía twitter, de marketing político, suele ocurrir que el mundo pueda ser visto al revés, tal como lo planteara Galeano.
A nivel global, vivimos en sociedades democráticas cuyo modo de vida ideal se fundamenta en una aspiración consumista, autónoma y hedonista. Este ideal es perseguido no sólo por pequeños grupos, sino por la mayoría de los grupos sociales, lo cual en palabras de Lipovetsky es "seguramente una de las fuentes de frustración de determinados grupos y de las tensiones que se observan".
Jorge Larrosa, un español con pinta de poeta, que conocí personalmente en Mérida en el 2000, nos alertaba para ese entonces, de la desaparición del concepto pueblo de todo horizonte y fundamento político, consecuencia de una democracia que Larrosa llamaba burlonamente: "razonable, adulta y madura". Era una crítica a la democracia liberal-capitalista, liberada del "mito del pueblo". Una democracia sin Demos, pues.
En Venezuela, desde el "caracazo", contrario a lo que ocurre en otras latitudes, sobre todo en aquellas donde aún existen "Reinos", comenzó a oírse de nuevo la palabra pueblo. Haciendo honor a nuestro himno nacional, comenzamos a darle vida a la frase ¡Gloria al bravo pueblo! Comenzaron a tener sentido real los conceptos de soberanía, autodeterminación, inclusión, comunidad. El pueblo comenzó a saber lo que realmente era el Demos-Krátos.
Hoy, a 17 años exactos, de haberse producido la elección de un presidente no afecto al bipartidismo de entonces, que potenció al "soberano" y que lideró todo un proceso constituyente, tenemos un sentido compartido de Patria. Y no obstante todas las diferencias conceptuales y políticas, estoy convencida que la mayoría de los habitantes de esta hermosa patria venezolana, quiere vivir en democracia.
Quiere un modelo de inclusión, quiere seguridad social y ciudadana, quiere tener garantizados sus derechos a la educación y salud gratuitas, a sus pensiones; quiere también rectificaciones en lo económico, quiere reimpulso en lo productivo. Y si bien hay fuertes molestias asociadas a lo económico, esa mayoría tiene la cultura política para garantizar la democracia, tal como lo ha hecho hasta ahora, neutralizando a la minoría aventurera.
Cultura política de un pueblo que sabe que la democracia supone y requiere actores sociales, prácticas políticas, soluciones institucionales de naturaleza democrática, la tolerancia de las diferencias y las divergencias; la aceptación de la legitimidad de los conflictos y la necesidad de procedimientos legales para dirimirlos; y buscar instrumentos y mecanismos de diálogo, negociación y concertación.
Un pueblo que mayoritariamente quiere tranquilidad. Quiere Paz! Por eso apuesto a que gane John. Y ustedes me dirán: ¿Quién es John?
John, Lennon, el de haz el amor y no la guerra. Es la metáfora que uso para decirles que hoy espero salgan a votar consciente y críticamente, sin rabias; con la convicción de que nuestra democracia participativa y protagónica está en construcción y que al ritmo de "Imagine" imaginen que no hay nada por lo que matar o morir, imaginen a toda la gente viviendo el mundo en paz…