La revolución de la alegría

La primera ciudad socialista del siglo XXI

Muchas veces me cuesta dormir preguntándome como se las habrán arreglado los seres humanos en los albores de la historia, cuando no disponían de escuelas para que les enseñaran las teorías de la caza, la recolección de frutos. Ni hablemos de complejidades como sembrar y domesticar animales, reproducir la especie.

No quiero ni pensar los dolores de cabeza que habrán sufrido sin oportunos comentaristas, expertos apuntadores y eruditos críticos, que los guiaran para mover un pie después del otro hasta aprender a caminar correctamente, según los cánones estéticos establecidos. Y para peor sin disponer de ningún calmante producido por altruistas farmacéuticos para aliviarlos.

Venezuela es una tierra mágica en muchos sentidos. Si llegas al valle de Caracas en la noche tendrás la oportunidad de contemplar un pesebre viviente rodeándolo. Con las primeras luces del amanecer, los sueños se deshilachan como viejos vestidos, como nubes que se lleva el viento.

Entonces podrás notar que las lucecitas del pesebre no eran sino rancheríos, y que la verdadera magia es como hacen para mantener ese inestable equilibrio en las empinadas laderas, en medio de torrenciales aguaceros tropicales.
Si subes a las colinas, en medio de elevadas construcciones todavía puedes encontrar lugares selváticos vírgenes, por los que corren frescos y puros riachuelos que descienden de la montaña. Allí, sentado a la sombra, dejándote llevar por el susurro del agua que fluye ininterrumpida, puedes imaginar lo que fue ese valle hace quinientos años, antes de la llegada de los europeos.
Si vas al Macizo Guayanés, tu corazón se expande entre los infinitos matices de verde, palmeras, arroyuelos, cascadas hasta donde se pierde la mirada. De repente observando un gigante tepuy de pura roca negra, sientes que has entrado en otra dimensión, en otro tiempo muy antiguo, donde operan poderosas fuerzas atávicas modelando las formas naturales.

Pero yo contemplé un milagro más inusitado aún. Un militar se reveló por como trataban al pueblo y quiso dar un golpe de estado. No tuvo éxito y terminó en la cárcel. Cuando salió, acompañado por unas pocas personas, en medio de una época de escepticismo y desesperanza, recorrió toda Venezuela en un viejo camión.

Desde la parte de atrás del camión le hablaba al pueblo de lo que podía hacerse, le decía que había esperanza, que podían cambiarlo todo juntos. Llegaron las elecciones y pese a la inclemente campaña en contra arrasó en la votación. Pero lo más increíble vino luego.

El milagro mayor comenzó cuando tras sus palabras llegaron fielmente los hechos. Aquello ya era demasiado. Algo extraño estaba sucediendo. Alguien que hablaba con el corazón y era fiel a su palabra aún a costa de su vida, tenía que ser un extraterrestre, o un enviado del diablo para engañar a la pobre criatura humana.

Los hechos comenzaron acumularse hasta que desbordaron llegando a la gente. Aquello era magia pura. Como si una cajita íntima de música, que había estado tanto tiempo cerrada y cubierta de polvo volviera abrirse lentamente. Las caras comenzaron a sonreír y los labios emitían sonidos musicales, risas, canciones.
Y cuanto más cantaba, reía y bailaba la gente, más se alejaban los tristes tiempos de promesas vacías, incumplidas. Se desmoronaban las estructuras institucionales que habiendo pretendido organizar las actividades económicas, solo habían creado cárceles y abismos entre los hombres.

¿Qué es la magia? ¿Qué es un milagro? Simplemente cuando ocurre algo inesperado, increíble, inaceptable para tu sistema de hábitos. Cuando ya estás convencido que la vida es una pesada cruz, una noche invernal que solo puede conducir hacia un fantasmal fin. De repente una brisa primaveral comienza a soplar, los corazones se alegran, los labios sonríen.

Basta mirar hacia atrás y preguntarse si el más loco soñador hubiese podo imaginar algo así, para comprender lo que es una revolución y un milagro. Y sino me creen pregunten a los viejos partidos e instituciones que ya solo viven en el recuerdo y en la información virtual. Ellos también lo están viviendo, pero aún no pueden creerlo.

Ahora quieren buscarle mil explicaciones, escriben libros y libros, aparecen consejeros por todas partes. ¿Para qué? Ya está sucediendo, ya lo estamos viviendo. ¿Acaso necesitan los vegetales que les expliquen lo que es el sol para poder fijar su luz y metabolizar la clorofila?

Los hechos son simples y evidentes por si mismos para quien mira sin anteojeras. Cuando vuelves a poner el caballo delante del carro todo comienza a funcionar bien de nuevo. No podemos poner el ser humano innovador al servicio del desarrollo y continuidad de instituciones. No podemos poner instituciones para que intermedien las relaciones entre seres humanos. No podemos masacrar al ser humano para proteger las instituciones, salvaguardar el orden y la gobernabilidad.
Teníamos una democracia institucional, representativa, vacía de humanidad, de calor de pueblo. Ahora despertamos del sueño de los hábitos y redefinimos la democracia y la educación desde el ser humano y a su servicio, como debió ser siempre.
Todas son herramientas creadas por el ser humano y al servicio de su calidad de vida. Decir calidad de vida es decir alegría, felicidad, generosidad, creatividad, solidaridad, algo que hace mucho tiempo estaba fuera de nuestro lenguaje y planes. Esa es justamente la magia de la vida.

Lo que ocurre es que estábamos alienados de nuestras fuerzas creativas, habíamos perdido la confianza en nuestras capacidades, en nosotros mismos, y en consecuencia paralizados. ¿Pero qué hay que explicar? O confías o no confías. Así de simple. No hay modo de llegar a la confianza razonando. Si lo estás viviendo y no puedes creerlo, ¿qué más puede hacerse?

No hay modo de comprender lo que produce una acción solidaria sino realizándola, sintiendo y cayendo en cuenta de sus resultados. Eso no implica interminables teorías, sino actuar en una dirección y tomar conciencia de sus resultados. Afirmar esa dirección si resulta gratificante y corregirla si ocasiona sufrimiento.

Nos liberamos liberando, crecemos haciendo crecer. No hay crecimiento sostenible a expensas de otros, es solo una ilusión temporal que termina en esta pesadilla de la que afortunadamente estamos despertando. La impunidad personal es solo un sueño de sordos y ciegos

Los vientos de cambio barren inclementes el continente americano y no hay nada que pueda detenerlos. Estamos montados en la ola de la revolución amigos. Ahora lo que hace falta es el equilibrio para ser buenos surfistas. Hemos despertado del letargo y la parálisis, ya no hace falta buscar ni esperar. Ahora hay que tomar el timón y elegir dirección, mantener firme la mirada en el destino avizorado.

Y por el camino de la sumatoria de hechos creativos y solidarios, del creciente ejercicio de la libertad de elegir y decidir sobre lo que nos atañe y afecta directamente, llegamos a la creación de la primera ciudad socialista del siglo veintiuno. La ciudad del acero.

Parte de una concepción simple, como es todo lo operativo, lo eficiente. Desarrollo endógeno. Recrear las cadenas de producción, transformación y distribución, eliminando intermediarios que encarecen los costos al público sin aportar nada, ahogando a los que realmente producen.

Empresas del estado tomando control de toda la materia prima y organizando su transformación y valor agregado con prioridad en el desarrollo nacional. En lugar de permitir que corporaciones extraigan y exporten materia prima para luego comprar los productos con ellas elaborados. Pagando además un elevado costo ambiental.

En este caso son cuatro EPS, (Empresas de Producción Social). La planta de concentración de mineral de hierro, la siderúrgica nacional, la planta de rieles y la planta de tubos. Las cuales estarán estratégicamente ubicadas al lado de la línea férrea que conecta a ciudad Guayana con ciudad Piar, en el Estado Bolívar.

Este complejo siderúrgico, estas EPS son el epicentro a partir del cual se desarrollará la ciudad. No tienen fines de lucro, sino un profundo compromiso con el desarrollo social en todas sus facetas. Generarán fuentes de trabajo estable y bien remunerado, guiado por los principios de solidaridad y cooperación, libre de la explotación del capital.

Desde la Ciudad del Acero se impulsarán procesos de cogestión, participación activa y protagónica de los trabajadores y de la comunidad. Está prevista la generación de quince mil empleos y la construcción de ochenta mil viviendas, con todos los servicios. Incluyendo educación, salud, etc.

Simultáneamente con los trabajos de esta ciudad se inició en sociedad con Irán, la EPS cemento Cerro Azul en el Estado Monagas, con la cual se espera impactar fuertemente el desarrollo social de la zona y bajar en un 40% los costos del cemento que está totalmente en manos privadas. Luego está programada la Ciudad del Aluminio y la del Diamante.

Bajo los mismos principios se han fundado y están ya operativas las empresas de comunicaciones CVG Telecom y de aviación Conviasa del estado. Las comunicaciones habían sido totalmente privatizadas. En consecuencia mientras aumentaron los costos sin reinvertir bajaron la calidad del servicio. Las clases de bajos recursos no son de su interés.

En el caso de la línea aérea, se privatizó y se hizo quebrar al servicio de otros intereses. Ahora se refundó desde cero con la prioridad de dar excelente servicio al menor costo. En este caso hubo que exigirle a EEUU que nos permitieran viajar con nuestros aviones y personal, so pena de cancelar sus vuelos a Venezuela. Y cuando les duele en el bolsillo entienden.

Así pues amigos ya dejamos atrás los sueños e ideales. Estamos en plena educación y ejercicio del socialismo del siglo veintiuno, todo simultáneamente. ¿Qué resultará de esto? Pues lo mismo que de todo estudio y ejercicio de aprendizaje. Errores y correcciones, aciertos y afirmación de tal dirección.
Saldrá según lo que deseemos que salga. Según nuestra capacidad de aprender de nuestros errores y corregir a futuro lo que nos lastima y empobrece. Saldrá de haber aprendido el excesivo precio que hemos pagado por ignorancia y letargo.
Pero lo importante no son las dudas, temores, preguntas y preocupaciones. Sino darnos cuenta que ya estamos en movimiento y el pasado comienza a quedar atrás, a alejarse. Ahora se trata de mirar adelante, de atender al camino, a cada paso que damos, de hacerlo con conciencia. Cada vez con mayor excelencia y alegría, sabiendo que estamos construyendo con nuestras manos el futuro que elegimos y sobre el cual tenemos decisión.

Unas últimas palabras. Caminamos inevitablemente hacia el encuentro entre seres humanos, entre pueblos, entre culturas Pero del encuentro puede resultar tanto un choque explosivo como un cálido abrazo reconciliador. Porque no olvidemos que lo esencial al ser humano es la alternativa, la libertad de elegir, representada en la evolución nuestras instituciones sociales.

Por eso, así como quitamos los intermediarios entre los productores y transformadores de materia prima para abaratar costos y hacer expedita la circulación de bienes, ahora nos toca reconocer y quitar esos abismos que nos alejan e incomunican como seres humanos.

En Venezuela hay incontables iniciativas, instituciones, comisiones, estudios y festivales internacionales contra la discriminación de todo tipo. Afrodescendientes, indígenas, mujeres, niños adolescentes, etc. Pero los atuendos, comidas y folclore de los pueblos, solo son la cara superficial de sus culturas.

La cultura es tan íntima como nuestra piel, como el lenguaje materno en que los balbuceos no pueden separarse de la calidez emocional ni del pecho nutritivo. Como la misma respiración de los enamorados cuyas miradas se confunden en una sola intimidad.

La cultura es lo que sentimos, pensamos y hacemos ya casi desapercibidamente cada día. Lo que hemos hecho por décadas y centurias. Lo que es tan obvio e intrínseco que paradójicamente ya nos resulta habitual y por ello no reconocido, no contrastado.

La cultura es nuestra identidad familiar, social, nacional, el modo en que nos relacionamos y lo que nos cohesiona como familia, pueblo y país. La cultura además de ser el modo en que plasmamos en formas nuestra evolución y progreso, es también la inercia que resiste y desvía nuestros intentos de cambio, cuando no la reconocemos como arrastre indeseable del pasado.

Yo me permitiría el atrevimiento de proponer una nueva misión. La “Misión Ser Humano”. Así como redefinimos desde nuestras necesidades la democracia y la educación, me parece también necesario redefinir nuestra humanidad. Como aquello que forja y trasciende toda forma de organización social, a medida que se vuelve estrecha, limitante frustrante, retrógrada, generando sufrimiento innecesario.

Si algo esencialmente humano hay, es ese indomable espíritu de libertad que no acepta límites de ningún tipo, que está dispuesto a sacrificar por ella el tan mentado espíritu de supervivencia.
Si algún ave fénix que renace de sus cenizas una y otra vez inextinguible, si alguna antorcha hay que ilumina al mundo, es ese irreductible amor nuestro a la libertad.

Siempre me han gustado mucho los dramas y las gestas heroicas. Pero creo que ha llegado la hora de poner la libertad en el centro de nuestras construcciones, dejando de inmolar mártires en el altar de los dioses de las futuras glorias. Creo que ha llegado la hora de matar, de erradicar la cultura del temor, la discriminación, la violencia y la muerte.

Les dejo una última imagen. En el principio éramos un grupo, un cuerpo social indiferenciado. Con el tiempo, por el camino de la historia, acumulando experiencias y conocimiento, fuimos especializando funciones. Las funciones del grupo pasaron a las familias, las familias se atomizaron. La sociedad realiza hoy todas esas funciones, medicina, educación, construcción de viviendas, administración económica, etc.

Sin embargo, de la mano de la experiencia y el conocimiento, hoy llegamos a la comprensión, que de algún modo es recuerdo del principio, de que sea cual sea la función que realicemos y con la cual nos identifiquemos, la vida es indisoluble estructuralidad de funciones. En otras palabras, sin importar que función cumplamos, somos órganos del cuerpo social indisoluble.

Los sistemas de intereses particulares son hábitos, creencias, arrastres del pasado. Si se autoafirman más allá de cierto punto, producen la desestructuración o desintegración del cuerpo social. Necesitamos volver a vernos y sentirnos como un solo organismo social. Necesitamos una visión, un camino de reconciliación, integración y unidad a futuro.
Necesitamos un atento aprendizaje, estudio y ejercicio cotidiano, mediante el cual podamos descubrir y corregir en nuestras conductas, las erróneas elecciones históricas que nos han traído a este desenlace actual.

Abriendo así la posibilidad de una mayor y más profunda libertad, igualdad y justicia, que no haya de pagarse esta vez con la esclavitud de nadie. Necesitamos una revolución de la alegría, de la creatividad solidaria, que trascienda todas las arraigadas pero aún así superficiales diferencias culturales.
Entre peregrinos circula la historia de un pequeño poblado en ruinas. Cuentan que un día dio en pasar por allí un flautista. Los niños atraídos irresistiblemente por la dulce melodía de su flauta se fueron en pos de él, danzando y riendo. Las mujeres se miraron un instante entre si y sin mediar palabras salieron tras los niños. No miraron ni una vez hacia atrás.

Los hombres quedaron discutiendo la conveniencia de acompañarlas o esperarlas. Pero en la indecisión el grupo más inquieto su fue tras ellos. Luego otro grupo y otro. Finalmente el último hombre, no teniendo con quien discutir ni a quien contrariar, miró el caserío desierto y se escuchó preguntándose en silencio, ¿qué hago aquí? Aún resonaba la pregunta en su mente cuando ya avanzaba con apresurado paso en pos de la comitiva.


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Michel Balivo


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