Es evidente que a los humanos les encanta el poder. Unos sueñan con poseerle para satisfacerse, no sé cómo calificar eso; uno podría decir que está en los genes. Es decir, algo así que le viene de la familia; se le insertó de algún hasta lejano ascendiente que en eso anduvo. Eso que llaman el ego, la sobre estima, sentirse predestinado, podría tener mucho que ver con esa “pasión” o aspiración. El lenguaje coloquial venezolano diría que eso está en las agallas desde que se es chiquito o se le atraviesa en ellas como una espina de pescado en un momento dado. En todos esos casos caemos en la misma disputa, tiene que ver con la herencia, pasiones y convicciones heredadas o se le atraviesan a uno por allí en sus relaciones con la gente y las cosas; lo que sería lo mismo que decir, es un producto cultural del gregarismo y subsistencia.
Sin importar de donde al tipo le venga las ganas de gobernar, de sentirse como exageradamente útil e imprescindible, siempre habrá también de dos categorías como mínimo. Aquellos que de muy buena fe se sienten, dije se sienten, a su fuero interno, tienen algo de mesías o para decirlo de más agrado y que nada tiene de insincero y es veraz, llevan un fuego interno particular y quemante que les hace líder. Y el líder, muchas veces, lo es porque la gente lo recibe como tal con sumo agrado. Algo atractivo tiene para alcanzar aquello. Algo ha encontrado para identificarse con los intereses de quienes optan por adorarlo.
¡Sí! Definitivamente, hay santos. El Drae le da varias acepciones a la palabra. Una de ellas es la de “aquellos declarados como tales por la iglesia”. Pero hay varias, como aquella de “persona de especial virtud y ejemplo”. Esta hace posible que un santo nada tenga que ver con iglesia alguna. Por eso, puede haber líderes, y los ha habido, no voy a nombrar ninguno para no generar polémicas accesorias, que cabrían dentro de la categoría de santos. José Gregorio Hernández, según lo que de él se cuenta y lo que la imaginería o no del venezolano recrea, es definitivamente un santo, aunque la iglesia por racismo u otros intereses igualmente bastardos, no lo haya elevado oficialmente a esa categoría. Para los venezolanos lo es y se acabó. No hace falta comprobar si ha hecho o no milagros, basta que la venezolanidad se los otorgue cada segundo, partiendo de lo que hizo como médico y ciudadano estando en vida.
Así como hay santos, hay demonios. Entonces podría haber líderes demoníacos. De lo que se dice en la historia oficial que “Atila, el rey de los hunos”, líder de aquellas casi hordas invasoras de espacios europeos, impulsados en buena medida por la precariedad de vida que llevaban en los suyos, pudo haber sido un demonio. Tanto que se dice que dijo “donde pise mi caballo no crecerá la hierba”. Es lo mismo que definirse como un dios dispuesto, presto y nacido para destruir y hacer el mal. Es como un cuento de cuna para los hijos de los demonios, donde en lugar de colchón hay espinas. Pero así suelen hablar de Atila. Claro, hay que estar prevenido, esa es la versión eurocéntrica del líder asiático.
Casi la totalidad de los seres humanos hoy cree que Hitler fue un demonio. Le hizo al pueblo israelí, sólo por escoger un ejemplo, porque jodió al mundo entero por distintos motivos, exactamente las mismas barbaridades que el gobierno del Estado de Israel – Ojo: dije “gobierno del Estado de Israel” no los judíos o israelitas – hoy hace a los palestinos y todos aquellos que entren en los planes que comparten con quienes en el mundo concentran el capital o la riqueza. Pareciera, según lo poco que uno logra entender que Hitler, era un demonio loco, como para completar la vaina. Su obsesión por su grandeza y la de su raza (¿?) era tal que violó todo lo que no debería violarse. Hasta llegar a asesinatos en masa, estudiados y planificados fríamente.
Hay quienes son puestos de “jefes”, sin que ellos eso soñasen, por estar parados justamente en la esquina donde pasó la marcha, se lo llevó por delante y le puso al frente, figura excelente creada por Chaplin. Otros porque servirían de mandadero a sus verdaderos jefes, quienes en eso le pusieron y hasta quienes ellos mismos se ponen por aquello de “a mí no me den nada, pónganme donde haya”, como dice el refranero popular.
Hay pues líderes y candidatos para todos los gustos. Por eso, uno debe ser muy cuidadoso.
Hoy se dice que en la oposición hay una lucha de intereses, lo que es como una perogrullada, pero también que ya, la hay por candidaturas presidenciales. No hay duda, está comprobado que Henry Ramos y Julio Borges, se disputaron y están disputando la presidencia de la Asamblea Nacional. Se la disputaron antes y ya, por adelantado, la están disputando.
Henry Ramos, ha pretendido convertir la presidencia del parlamento, eso es demasiado notorio, como la catapulta que le llevaría a Miraflores. Por eso, antes que de allí lo saquen, lo que podría suceder, se apura en sacar a Maduro del gobierno. Piensa que este es su momento, “pa´ luego es tarde”.
Pero resulta, que Primero Justicia, según las cifras electorales, es la primera fuerza opositora, por eso quiso y quiere la presidencia del parlamento para Julio Borges y piensa en la candidatura de Capriles para Miraflores. Este, también quiere que así sea, pues se dice así mismo en lenguaje coloquial. “a la cuarta, quinta, ya no sé cuántas veces, va la vencida”.
No cabe duda que Leopoldo López tiene las mismas aspiraciones. Es natural. Su práctica política y sus arengas, suyas o de los suyos, ha prendido en buena parte del mundo opositor; y ese su discurso, que suele verterse en acciones no precisamente pacíficas y conciliadoras, pareciera atraer a las mayorías que nada quieren con el gobierno. Justamente, por eso Ramos Allup ha puesto empeño en asumir, con su estilo particular, el discurso y el accionar político de López. Lo último que dijo, que la oposición ya nada tiene que hacer para que se cumpla el revocatorio, es una manera nada sutil de llamar a la violencia y darle armas y línea a los marchantes del primero de septiembre. Por supuesto, lo que menos quiere Ramos es que haya diálogo, este podría, nada es descartable, poner a López en la calle.
Pero tal como están las cosas, López no podría presentarse como candidato; lo que, por ahora, le abre espacios a Ramos, salvo que sus planes inmediatistas no se den y en enero le sustituyan del cargo que ahora ocupa.
Pero hay otros candidatos o aspirantes a serlo en la oposición. Henry Falcón, quien no lo es definitivamente, pero se empeña en ser santo con esa cara de sufrimiento que pone cuando habla ante una cámara y un poco al estilo de CAP, se hace fotografiar no saltando charcos, sino metiendo las patas en el barro, quiere llegar a Miraflores. Y hay otros, hasta Eduardo Fernández, ayudado por los socialcristianos europeos, presenta algo así como un programa “bendito”, donde da las claves para la felicidad y unión de los venezolanos y al mismo tiempo regresen los conquistadores con los mismas ventajas, se auto propone con disimulo, pasando por alto que de “tigre” nada tuvo y menos le queda. ¿Y María Corina? ¿Dónde la dejamos?
¡Ah! ¿Pero en el gobierno qué pasa? ¿Allí las aguas están mansas y la unidad es monolítica, como siempre ha gustado decirlo a la gente de la izquierda? ¡Cuánto deseo que así sea, pero no parece!
En el Psuv, pareciera que más de uno sueña con entrar como jefe a Miraflores. Pero sucede que por ahora, están centrados en derrotar la intentona opositora que llame a revocatorio. Que es una opción constitucional, un derecho ciudadano. Pero para decirlo como debo, esta no conviene al país por razones diversas. La crisis que atravesamos, sin importar por ahora la explicación que le demos, demanda centrarse en buscar soluciones, como activar al máximo la producción y no perder tiempo en disputas subalternas o fiestas electorales cuyos resultados nada garantizan. Por eso es bueno que el Psuv y el gobierno se dediquen a esta tarea y hasta que la oposición misma ponga lo que le corresponde y está obligada.
Pese lo anterior o aun así, se nota que hay una lucha, vamos a llamarla sorda, aunque mucho se diga y hasta grite, por la candidatura a las elecciones del 2019. Pongo esta fecha, porque es la que asegura la Carta Magna.
Ayer en la tarde, escribo esto hoy viernes en la mañana, en una de las exageradas menciones que el presidente hace de Henry Ramos Allup, que un amigo califica como manifestaciones de temor, a aquél, para decirlo como Pérez Bolaños o “Chespirito”, se le chisporroteo este comentario.
“Si él quiere ser presidente que presente su candidatura en el 2019”. Luego, pienso de buena fe, que sin percatarse, agregó “nos veremos en la calle”. ¿Cómo interpretarle? Formalmente, siendo presidente y no candidato, no sería precisamente él quien debería “verse en la calle”, con el opositor en medio de la contienda electoral. A menos, que dentro del Psuv, ya esté resuelto, que como decíamos cuando era joven “salga sapo o salga rana”, Maduro iría de nuevo como candidato. Siendo así, cosa que no descarto, por muchas razones, como sentido del discurso y práctica dentro del proyecto bolivariano, ya a Maduro como a Chávez, lo designaron presidente del partido, el ahora presidente piensa en presentar su candidatura; por lo menos esto.
¿Pero qué piensa Diosdado? Este hace todo lo que puede para dejar constancia de su lealtad –es palabra de su preferencia – al Comandante Chávez. Por eso, muestra ser leal con el presidente Maduro. El Comandante dejó un mandato, o para mejor decirlo por el respeto y la admiración que merece, trazó una línea para mantener la unidad en un momento donde no había tiempo ni espacio para maniobrar, dándole a esta palabra el más sano de los sentidos. Diosdado es coherente en eso. Apoya sin duda y con todo su empeño al actual presidente; fue lo que dispuso, quiso o consideró más prudente su comandante. ¿Pero hasta dónde llega eso? La proposición de Chávez fue producto de un momento aciago y para una contingencia. ¿Ya pasó? ¿Qué piensan Diosdado y sus más allegados?
Por los momentos, quiero dejar constancia, como a medida que pasan los días, aumentan las dificultades, se acortan los tiempos, Diosdado no sólo aumenta sus actividades. Su programa “Con el Mazo Dando” recorre el país, en él da muestras notorias del respaldo militar con el cual cuenta y hasta aprovecha para hacer grandes concentraciones en cada ciudad que visita donde hace de orador principal. Pero también, esto ya lo he escrito antes, su discurso ha cambiado. Ya no es aquel del típico reformista, duro contra sus enemigos, sino que se ha cambiado a uno parecido al del mismo presidente. Un discurso habitual de los militantes de izquierda, llenos de palabras claves que reflejan muchas cosas, como sentido de justicia y amor por el bienestar colectivo o, por sí solas, llevan mensajes que son del gusto del activismo. Combate con la misma fiereza de antes a los adversarios políticos, a quienes fueron enemigos de Chávez y lo son de su herencia, sino que intenta aprender hacerlo a través del discurso como solía hacerlo su comandante y como también se preocupa de lo mismo el presidente Maduro.
¿Pero solamente estos dos serían los aspirantes? ¿Mis antenas me dicen otra cosa? Sucede que lo primero es lo primero. Unos van adelante, otros vienen detrás.