Por allí anda circulando en las redes una carta en la que se rechaza el movimiento surgido en Panamá en contra de la presencia de venezolanos en aquél hermoso país, y que ha conducido a manifestaciones callejeras de panameños con consignas xenófobas. Hasta allí, pareciera que el mensaje en red, responde perfectamente al momento de tensión social que al parecer viven sectores de aquél país, sin embargo, es oportuno, darle otra lectura que podría ayudarnos a entender el asunto.
La caída de los precios del petróleo ha generado en nuestro país una suerte de histeria colectiva con la consigna de que el barco se hunde. Miles de venezolanos han pasado a formar parte de lo que alguien con fiebre hiperbólica, ha denominado la diáspora venezolana, tal cual como si los Venezolanos estuviésemos sufriendo una hambruna equiparable a lo que sucede a menudo en países del continente africano (consecuencia del colonialismo), o se estuviesen asesinando en masa a los enemigos del gobierno, tal como aconteció en España. Franco, apoyado por Hitler y la derecha internacional, fomenta una guerra civil con más de 600.000 víctimas; su propósito: derribar un gobierno legítimamente constituido. Millares de republicanos se convirtieron en una verdadera diáspora buscando salvar sus vidas.
He aquí otro punto de vista: Aparte de aquellos que viajan por el mundo realizando estudios de posgrado o representándonos como embajadores de las ciencias, las artes, las tecnologías o los deportes, son muchos los venezolanos de diversas profesiones emigran en la búsqueda legítima de superiores ingresos para alcanzar un confort de vida cónsono con sus aspiraciones. Luego, este grupo pudiera dividirse en aquellos que siguen amando a su país y reconocen abiertamente que el nivel profesional que alcanzaron se lo deben a la patria que les brindó toda su formación, desde el preescolar hasta la Universidad, e incluso posgrados costosísimos, sin tener que pagar ni un centavo y sin que se les pidiera carnet político o algo inapropiado a cambio. (Que por cierto, vale la pena decirlo: de haber nacido en otro país, difícilmente hubiesen alcanzado tales niveles profesionales). A este grupo, del que no poseemos estadística, los pudiésemos llamar “Embajadores de buena voluntad”. Del otro grupo, mejor no hablar porque da grima, vergüenza ajena y por supuesto dolor; apenas se nos ocurre un calificativo verdaderamente suave para ellos: “desagradecidos”. La lista se alargaría si incluimos a los comerciantes, empresarios y similares que fundamentan su existir en el negocio, la mayoría de ellos aún viven del dólar preferencial que les otorga el gobierno, que como cosa curiosa, muchos, odian apasionadamente.
Regresando al tema de la carta de Panamá, aunque ella pretende revelar una pasión patriótica excepcional, colocándonos a los venezolanos como el crisol de las virtudes en materia de la recepción de extranjeros, quisiera señalar que durante la IV República, ello no fue así. Baste recordar cómo se trataba a los colombianos que entraban a nuestro país huyendo de las guerras y las hambrunas. Se les trataba mal. Fueron tiempos tan terribles para nuestros países que en 1987 Venezuela estuvo a punto de embarcarse en una guerra con su hermano país. La xenofobia se hizo viral utilizándose descalificaciones contra el “invasor” que no me atrevo a repetir. Baste revisar las crónicas de aquella época. Eso sí, no olvidar que fue Chávez quien sembró la reconciliación y la paz entre ambas naciones. Con él muere el discurso xenófobo y se da inicio a una nueva historia, la del internacionalismo, la de la integración latinoamericana caribeña.
Esta historia no es nueva. Cuando estudiaba en Chile en el año 73, supe de centros nocturnos a los cuales estaba vedada la entrada de venezolanos, por desordenados y prepotentes…eran los mismos personajes con ínfulas de superioridad que en Mérida de mi niñez llamábamos “facciosos”. Éstos hacían en Santiago desastres y luego pretendían consideraciones especiales porque andaban forrados en dólares.
Hay un dicho que dice que “todo depende del cristal con que se mire” y es así. El problema panameño radica, en una importante medida, en la calidad humana de los venezolanos que allí se han radicado. Aparte de los “venezolanos ejemplares” de los que ya hablamos, allí se han instalado unos cuantos delincuentes de “cuello blanco”, una clase media con negociaciones no muy claras, corruptos prófugos de todos los colores, y unos cuantos representantes del pueblo llano que engañados por la mediática internacional, comienzan a delinquir en cuanto ven frustrados sus sueños del American dream…por supuesto, ellos son indeseables en cualquier país. En Venezuela, unos cuantos deberían estar presos por delincuentes…no olvidemos el saqueo a CADIVI, los “cursos internacionales de Ingles” las estafas empresariales y la orgía de los cupos viajeros, que se armaron con la complicidad de funcionarios corruptos. Panamá es apenas uno de los destinos de los delincuentes responsables del desangre de nuestro erario nacional.
Insisto, no se trata de meter a todos los viajeros en un mismo saco, en cambio sí es importante generar la reflexión necesaria sobre el fenómeno migratorio venezolano, que es complejo por los múltiples factores que en él inciden…en fin, un verdadero campo de estudio para la educación, la sociología, la historia, la sicología e incluso siquiatría. Al final, todo este embrollo, incluidas las xenofobias sembradas, tiene un nombre: CAPITALISMO… Sistema que embrutece a la gente y enloquece a las naciones.