He visto con detenimiento un video que está circulando por las redes. En él se muestra cómo una ciencia impotente se doblega ante el poder de la Iglesia y un ser superior, buscando con ello reafirmar - en momentos de pandemia - la fe de los creyentes, al mismo tiempo que cautivar a los indecisos en materia teológica.
Lo primero que habría que decir es que un buen librepensador entiende perfectamente que sería un gravísimo error tratar de convencer de lo contrario a quienes, basados en una fe, tienen la firme creencia en la existencia de seres superiores. Una fe de esta naturaleza puede significar desde un consuelo y refugio frente a lo desconocido hasta una forma virtuosa de vivir, como también puede activar las fibras más sensibles del Ser en búsqueda de aquello que llamamos esperanza y que la Teología de la Liberación la definió como "una fe entendida de partida como praxis de liberación"
Ahora bien, el mundo lo habitan creyentes, no creyentes e indecisos. Está probado que ha sido esta pluralidad de pensamientos la que ha hecho avanzar a la humanidad, y que precisamente esa diversidad compleja ha enriquecido por siglos a las ciencias y a las artes. Heráclito lo dijo abriendo las puertas a la dialéctica: "…de las cosas que difieren entre si se engendra la armonía más bella y todas las cosas nacen en la lucha." Es decir: el desarrollo vendría a ser el resultado de la contienda entre contrarios, como es el caso de los cuarks, fundamentos de esta vida loca, que conviven entre ellos hasta formar la materia nuclear.
A mi manera de ver, los desencuentros y las guerras han sido la consecuencia de querer imponerle al mundo un pensamiento único, castigando, discriminando o masacrando a quienes no acepten tal decisión. En la Grecia antigua ya se vivía esa intolerancia: "Heráclito velaba intencionadamente las ideas que podrían acarrearle una acusación de ateísmo." En ello, las religiones tienen largos y gruesos antecedentes: la Santa Inquisición, las cruzadas, la eliminación de los Cátaros. Otras religiones están igualmente implicadas en estos desaciertos y ello se puede observar en las actuales confrontaciones entre evangelistas del Norte, judíos e Islamistas. Unos, tratando de imponer sus credos y sistemas económicos y los otros defendiendo sus dogmas arcaicos en medio de terribles mortandades. Para lograr tales empeños de conquista, los blancos fundamentalistas acuden a justificaciones teológicas como aquello del "Pueblo escogido de Dios" o del "Destino manifiesto", lo que les permite activar su "plan universal de salvación". Es decir, los poderes económicos y políticos que hoy dominan al mundo, sustentado sus atrocidades en los pensamientos mágico-religiosos más arcaicos.
Ya en el siglo XVIII Baruch Espinoza nos ilustra sobre el tema y dice: "…el gran secreto del régimen monárquico, su interés profundo, consiste en engañar a los hombres disfrazando con el nombre de religión el temor con el que se les quiere meter en cintura…" Como si fuera poco, apenas transcurridos 20 años de nuestro siglo, la humanidad es invadida por la pandemia del coronavirus al que agoreros de oficio le atribuyen la categoría de "castigo divino".
En tal contexto - y ahora vuelvo a lo del video - es normal que incluso hombres de ciencia o ateos viscerales se quiebren. La impotencia de no poder dar solución a la tragedia les conduce a un dogma de fe que todos los humanos guardamos en el subconsciente; la creencia en el poder de seres sobrenaturales. Todo obedece a una reacción instintiva de sobrevivencia y temor a la muerte, de allí que desde los egipcios se haya inventado lo de la resurrección. La Naturaleza nos enseña que tal entelequia no existe. Nunca se ha visto que una planta, animal o humano retorne a la vida luego de fenecido, excepto en mitos y leyendas. De la misma forma está probado que tales temores existen desde tiempos prehistóricos solo que a partir de la aparición de los preceptos religiosos, desde concilios medievales, los miedos fueron sembrados como un medio de amenaza y control de las masas. Desde los púlpitos de la Edad Media aún resuenan las amenazas del infierno o castigo eterno. ¿Qué dice el catecismo católico? "La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno"."
No existen razones entonces para asumir que todas las creencias y prácticas de nuestros antepasados, las que han llegado a nosotros como tradiciones y dogmas, sean verdades absolutas e inamovibles. Así por ejemplo, la Iglesia sostuvo por siglos que la tierra era el centro del universo. Cuantos siglos y cuánta sangre tuvo que correr para que aquellos aferrados a una fe incuestionable descubrieran que la ciencia de Copérnico y Galileo les había advertido de su error. Aquella tozudez tuvo sus víctimas; Giordano Bruno, Arnaldo de Brescia y Pedro de Bruys que como muchos otros terminaron en la hoguera y todo por no aceptar la fe impuesta o pensamiento único.
Llegado el siglo XXI, en medio de guerras y pandemias, con el contrastante y vertiginoso desarrollo del mundo de las comunicaciones, pareciera que se abren grandes posibilidades de hacernos constructores de un mundo diferente donde la solidaridad y el respeto por la diversidad de pensamiento, religioso o político, nos arrope a todos por igual, al mismo tiempo que el conocimiento de una ciencia comprometida con la ética y el espacio infinito de las artes, sean los vehículos que nos conduzcan a superar miedos y quiméricas doctrinas hasta hacernos capaces de construir nuestro propio destino.