Mayobre ha publicado un artículo en El Nacional del martes 25 de julio que intitula: “Nacionalizar el marxismo”.
Valiéndose de la intervención del historiador Germán Carrera Damas se
abraza al cuello de Rómulo Betancourt para tomar de él lo que le sea
necesario para llegar a la conclusión que el gobierno de Chávez hace totalmente lo contrario a la “nacionalización del marxismo y, por tanto, lo degenera”.
Betancourt decía, lo cita Mayobre, que “No es posible que ningún movimiento revolucionario moderno pretenda desechar el pensamiento marxista…”
Eso también, por ser correcto, lo dijo Sartre, el autor de “La náusea”,
pero igual lo han dicho miles de científicos, escritores, sociólogos,
historiadores, políticos, militares y hasta humoristas. De eso no es lo
que se trata, sino de que algunos –como en el caso de Betancourt y con
todo el respeto que se merezca- la nacionalización de “su marxismo” fue
ordenar disparar primero y averiguar después.
Mayobre continúa su análisis volviendo a citar a Betancourt: “Pero
el pensamiento marxista, conforme a la propia definición de sus
geniales creadores, no es una camisa de fuerza, sino un método.
Pretender, en consecuencia, aplicar internacionalmente una esquemática
y simplista interpretación del marxismo es negar la esencia misma,
evolucionista y dinámica del marxismo”. Es una verdad irrefutable.
Veinte puntos, pero una cosa es la teoría y otra la práctica.
Betancourt persiguió no sólo a los comunistas, sino también a la
literatura marxista. Si esto no se cree, en la OEA están los documentos
y testimonios del gobierno betancourista de todo su ensañamiento contra
la revolución cubana, sin la aprobación de los embajadores de México y
de Ignacio Luis Arcaya de Venezuela.
La primera gran mentira que es fácil descubrir en el artículo de Eduardo Mayobre es la siguiente: que Betancourt nacionalizó el marxismo y nacionalizó el petróleo.
La verdad es esta: los marxistas fueron perseguidos, encarcelados,
muchos asesinados y otros en el ostracismo, mientras que el petróleo
continuaba siendo una monedita de oro para las trasnacionales y no para
el disfrute de los venezolanos.
Luego
Mayobre explicando lo que para Betancourt significaba nacionalizar el
marxismo, nos dice que no se requiere patentar teorías autóctonas, sino
comprender las fuerzas de la historia y aplicar sus lecciones al aquí y
al ahora. Añade, citando a Betancourt: “… resulta necesario el duro esfuerzo de asomarse con los ojos propios al drama de un pueblo, para arrancarle la clave de su destino y no conformarse con una fórmula lista para ser deglutida inventada al calor de la tendencia tropical a la pereza, a la ociosidad mental. Aquí decide propinar su golpe planificado lanzando su petardo: “Esto
último es lo que está sucediendo ahora en Venezuela, en donde la
improvisación, disfrazada de teorías autóctonas, ha desnaturalizado
todo intento de comprender la realidad” Cualquiera se da cuenta que es una crítica al gobierno de Chávez por sus pronunciamientos de bolivariano, zamorano
y de toda idea, anunciada por un prócer anterior, que se asuma como
autóctona. Y, de otra parte, una acusación contra el gobierno por
desnaturalizar al marxismo en su “nacionalización” de venezolano.
Quien
haya leído el abc de marxismo –por ejemplo, la dialéctica o “El
Manifiesto Comunista”- sabe que si de algo no tiene nada la anatomía
marxista es de nacionalismo. El marxismo no tiene fronteras y así lo
dice la consigna central de todo su pensamiento: “¡Proletarios del mundo, uníos!”. Lenin, que entendió el contenido universal del
marxismo, nos dice: “La
doctrina de Marx es todopoderosa porque es exacta. Es completa y
armónica y ofrece a los hombres una concepción del mundo íntegra,
intransigente con toda superstición, con toda reacción y con toda
defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el sucesor legítimo de
lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana,
la economía política inglesa, y el socialismo francés”.
El
marxismo no puede ser nacionalizado en ningún territorio delimitado por
fronteras en el mundo. Lo que sí se puede y debe hacerse es tomarlo
como una guía para la acción, para hacer análisis correcto tanto de la
situación nacional como de la internacional, de la correlación de
fuerzas, y así poder trazarse una estrategia y una táctica que se
correspondan no sólo para el país donde se trate de hacer la
revolución, sino igualmente a la necesidad internacional de la misma.
Cuando se habla, por grandes teóricos comunistas, de marxismo –por
ejemplo: ruso o alemán- es porque en esas regiones se están aplicando
sus principios o conceptos de universalidad y no de nacionalismo.
Quien
vea al marxismo con el mismo lente con que se mira a un mineral,
termina negociándolo como mercancía. Es verdad que las ideas necesitan
madurarse sobretodo porque la práctica es quien conforma el criterio de
la verdad, pero ¿qué se le puede transformar al marxismo: su
concepción de la historia, su dialéctica materialista, sus categorías
sociológicas, el descubrimiento de que la mercancía es lo que se
destina a la venta, que el obrero produce con su plustrabajo la
plusvalía que se lleva íntegra el capitalista, que la lucha de clases
en el capitalismo conduce inevitablemente a la dictadura del
proletariado y al socialismo? No jodá quien eso se proponga transformar del marxismo para nacionalizarlo por cada país que tenga el planeta Tierra.
No
faltará un arrogante mago que quiera vendernos la idea que debe
nacionalizarse la ciencia, porque siendo –por ejemplo- el agua H2O en Estados
Unidos o Inglaterra, los venezolanos tenemos que madurarla y
transformarla en O2H. Sin embargo, no dudemos, que tendrán detrás sus
crédulos. Lo que sí debemos es hacer que el H2O se transforme en un
bien para todos, y que con esa fórmula mezclada con frutas se pueda
deglutir exquisitos jugos naturales por todos y no por los pocos ricos
que dominan y deciden el destino del mundo explotando y oprimiendo a
los muchos. Esto es, aunque no se crea, esencia de marxismo de validez
universal.