Debatir sobre El Estado, es un asunto de vieja data. Izquierdas y derechas mantienen criterios opuestos sobre este aspecto, pero llama la atención como la izquierda reformista cuando es gobierno, decide gobernar con el mismo Estado que ha gobernado la derecha, lo defiende y fortalece. Estos "opuestos" llegan a coincidencias. Ambos alaban y defienden el mercado: es el logro de la felicidad humana. Todos tenemos posibilidades de ascenso social vertical, el Estado es producto del consenso, las diferencias de clases son inevitables, la explotación es natural, y el capital tiene su lado humano. Sólo cuando la derecha llega a niveles de fascismo, la izquierda reformista encuentra diferencias, para salvar su pellejo. La izquierda reformista quiere la misma paz social que pregona la derecha: la gobernabilidad. Olvidado queda para esta izquierda gobiernera, la implosión del Estado burgués, ahora simplemente hay que adaptarlo. Ambos no quieren que "lo viejo termina de morir y lo nuevo termina de nacer".
Comprensible que la derecha actué de esa manera; son sus espacios, lo que cuesta es entender los cambios gatopardianos inconsecuentes de la izquierda reformista que se hace socialdemócrata, prefiere "épocas de cambios" y no "cambio de época" Para los dos, el asunto de los cambios es cuestión de actores políticos. Cuando el partido es gobierno, el gobierno se traga al partido, y al partido se lo traga una élite política. La alta burguesía hace registro de todo. La mentira se oculta tras las falsas promesas de "la evolución", "el progreso", "el desarrollo", "el populismo", "el clientelismo", "el keynesianismo" o "el desarrollismo", son harinas del mismo costal: el capital. Pero hoy los más audaces, le ponen apellido a lo que no quieren hacer, y lo llaman "socialismo del siglo XXI". El partido piramidal no puede evitar su burocratización, la corrupción le acompaña. Pero como no se puede eternamente engañar a los pueblos por siempre, ¿qué pasará cuando "los condenados de la tierra" se arrechen bien arrechos y salgan a las calles a cobrar lo que se les debe? No estamos lejos de insurrecciones populares espontáneas, que pudieran ir creciendo y crear un panorama, donde "mono no carga a su hijo".
La burguesía creó lo que los clásicos del marxismo dicen que se debe eliminar: el Estado burgués. Lo perfeccionan sucesivamente para impedir revoluciones, salvo la tecnológica y científica basada en la obsolescencia de las mercancías, que devalúan los salarios y dinamiza el mercado (trabajo útil para los dueños de los instrumentos de producción y otras formas de capital) capitalista. El ESTADO LIBERAL BURGUÉS NO PUEDE PERMITIR QUE DE SUS ENTRAÑAS SALGA LA CICUTA QUE LO DESTRUYA, NO ES ESTÚPIDA NO SE HACE EL HARAKIRI. La izquierda reformista propala la coerción y el chantaje: "No hay que caer en provocaciones". En "El Manifiesto Comunista", "La crítica a la crítica de la economía política", "La crítica al Programa de Gotha", y "La Ideología Alemana", todas ellas fuertes críticas ontológicas, en ellas "El Moro" advirtió de la necesidad de la destrucción del Estado, no de gobernar con él. Lenin propuso una transición tomada de Marx conocida como "Dictadura del Proletariado", donde la clase trabajadora lleva el peso de las responsabilidades. Pensadores radicales, propusieron un Poder Popular tipificado con diversos nombres como: "Consejos Obreros", "Democracia Obrera" "Democracia directa", "Poder obidencial", o los fallidos "Soviets" rusos. Se dijo que un Estado hay que destruirlo y el otro se autodestruirá. Ese Quijote "nuestro americano" que "vivió como pensó", nos advirtió que "con el capitalismo ni tantico así"; lo olvido la izquierda reformista.
En "El Manifiesto", sus autores predican el peligro de "los comunismos reformistas, religiosos y utópicos". Hoy se toma por las greñas categorías marxistas, para justificar claudicaciones teóricas y prácticas. Se entrega el lomito petrolero y nuestras riquezas naturales en nombre del "desarrollo de las fuerzas productivas", sin importar "el desarrollo de la conciencia de clase". En lo táctico, el reformismo "socialista" se alía (diálogos) con el enemigo histórico de los trabajadores. En lo estratégico, proponen un socialismo que no lo es; una suerte de ensalada, que cuando más llega a un Estado burocrático sin salirse de la esencia del capital, como fue la URSS.
El trabajo no es para Marx una cuantificación económica, sino una ontología social dialéctica. Es el develamiento de los nexos, lo que nos conduce a la transparencia del capital, como una totalidad concreta. "El hombre en cuanto hombre no es nunca (solo) un ser biológico, ni puede ser separado de su realidad concreta" G. Lukács. Transitar sólo la parte cuantitativa de la producción, nos onubla las relaciones enajenantes y alienantes habidas en la producción y hacen aparecer la producción capitalista como una natural necesidad. Es la totalidad de la concreción histórica, lo que trasparenta la verdad de la producción humana. La evolución suele pasar por alto las convergencias y antagonismos dialécticamente realizados en el proceso productivo. Cuando el gobierno hace hincapié en la producción, está sólo cuantificando las mercancías, pero no exorcizando sus contradicciones, donde precisamente está la explicación de toda la crisis. "No la lógica de la cosa, sino la cosa de la lógica" explicitó Marx. La lógica científica no puede absolutamente desplazar a los constructos ontológicos.
La madre de todos los reformismos es LA SOCIALDEMOCRACIA, de allí viene el progresismo, el keynesianismo, el desarrollismo, el populismo, el asistencialismo, y el desbastador burocratismo. Un Estado, un partido o una institución burocratizada no pueden avanzar, la madeja burocrática detiene y desvía sus movimientos. El burócrata no cree en democracia popular; él es la autoridad, enmohecen la revolución. Los partidos férreamente verticales o piramidales, inevitablemente terminan burocratizándose y prontamente se corrompen. Socialismo es democracia y más democracia revolucionaria. El aparataje Estatal, le cierra el paso al nacimiento y desarrollo del Poder Popular (Topofilia), es el dilema entre los Poderes Constituyentes y los Constituidos. El simplismo, reduccionismo y sectarismo en las explicaciones, propio de nuestros actores políticos, complican más cuanto más explican. Los demagogos no tienen "pepitas en la lengua". De eso estamos llenos. Socialismo o capitalismo, no hay otra vía. (Hasta el próximo sábado)
Nota: ¿qué será de la vida de LA LEY DE PRECIOS JUSTOS?