Me queda la gran duda, igual a la que me quedaba, cuando en la década de los 90, alegremente Fukuyama anunciaba el funeral de la historia; que hoy vuelva a incurrirse en un similar silogismo al anunciarse que: “La globalización ha muerto”.
Y es que parecería que la historia se encarga de jugarnos una mala pasada, creyendo que la totalidad de ella se resume a nuestro paso por esta. Vale decir que se acaba con nosotros, porque tenemos la idea que la vivencia nuestra, es la vivencia de la propia historia, pero luego es ella misma la que se encarga de desbaratar nuestro egocéntrico deseo.
Es en ese sentido que la globalización hay que concebirla como se concibe la historia, ya que la misma no se agota en nosotros mismos, como que tampoco de la globalización se puede declarar su deceso, pues la globalización es un hecho no sólo político, si no múltiple, mundial e históricamente indefinido, pues se ha dado desde el momento en el que el ser humano, como ser social que es se interrelaciona con sus similares, es lo que ha hecho desde siempre a lo largo de la historia.
Y es que tal vez lo que sí se puede afirmar es que; más que la globalización, como un hecho de interrelación natural de la humanidad haya muerto, lo que se puede advertir, es que el ecuménico eje de la hegemonía estadounidense es el que hoy más que muerto, está en entredicho, por decir lo menos. Vale decir que no es que la globalización, como un fenómeno natural esté hoy extinguiéndose, si no que está en decadencia.
Es por ello que lo que afirmara futuristamente Fukuyama, como el Fin de la Historia; hoy con la elección, y sobre todo con la desconcertante decisión del actual del presidente Donald Trump de construir un Muro, como de asumir medidas proteccionistas -lo propio la elección del Brexit de los Inglaterra- “compra estadounidense y contrata estadounidenses”, o la reciente supresión de la página web de la RAE (Real Academia de la lengua Española); lo que está evidenciándose es que aquella hegemonía estadounidense que hizo presumir que llegaba el Fin de la Historia; lo que está demostrando inseguridad y temor del nuevo inquilino del Casa Blanca de la hegemonía estadounidense. Es en ese sentido que el director de la Real Academia de la Lengua (RAE), Darío Villanueva, ha señalado que: “Ésta decisión cumple las previsiones más negativas y es un retroceso notable, aunque sea simbólico, toda vez que hay una presencia cada vez más firme del español, con un número elevadísimo de hispanohablantes procedentes, en su gran mayoría, de Hispanoamérica". "Esta es una cuestión que tiene que ver con la expulsión de las minorías", subrayó.
Se puede entender entonces que no es que la globalización haya muerto; si no que la globalización constituida en torno a un ecuménico y hegemónico eje, es el que ha muerto. O como diría Gramsci: “lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no termina de morir”. Vale decir estamos en ese trascendental trance entre lo que hay algo que no termina de morir, y algo que no termina de nacer. ¿Qué será? Esa es la cuestión, tal vez será el comunismo; no sé, pero...