La Constituyente puede ser una vía para resolver en parte la crisis de legitimación de una institucionalidad en la cual nadie ya cree, por los abusos de parte y parte. Porque convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, recordando la del 1999, es traer a colación una crisis de legitimación de la institucionalidad, como hizo Chávez en aquel momento. Hoy, esa crisis se debe a que ambas partes se acusan de haber violado varias veces la Constitución, con decisiones de institucionales determinadas. La oposición, por desacatar la Asamblea Nacional una decisión del TSJ; el gobierno, por eludir las elecciones previstas en esa misma constitución y "desaparecer" la Asamblea Nacional para cosas tan delicadas como firmar contratos con empresas extranjeras.
Pero el presidente Maduro no se refirió mucho a esa circunstancia. Más bien, decretó la convocatoria, basándose en tres artículos de la Constitución, como una solución política de momento. En realidad son cuatro los artículos. El 350 puede leerse como los límites de esa Constituyente: los derechos humanos y la independencia nacional. No están descaminadas las impresiones de que se trata de una jugada astuta para eludir las elecciones regionales y municipales, y cuidado si las presidenciales del año próximo, ante la perspectiva de una derrota electoral que las encuestas esbozan. También es una maniobra inteligente ante las presiones internacionales ¿No querían una solución democrática y constitucional, pues? Aun así, aun tratándose de una hábil jugada, incluso llamándola maniobra, hay que reconocer que es legítima y apropiada. ¿Qué otra opción tenía? ¿Decretar el estado de conmoción nacional y pasar a una represión más clara de los sectores que ya caracteriza como terroristas?
Otra virtud táctica fue el recordar a Chávez, apelar a su legado, y con ello trabajar la unidad del chavismo. En este punto, hay que hacer la siguiente observación. El chavismo (decir que "crítico" sería una redundancia, si no existiera otro "chavismo", semireligoso o adulante, que entiende la lealtad como complicidad o alcahuetería con los burócratas) debería decir: Constituyente sí, pero más democrática.
Lo de democrático o mejor que la del 1999, se refiere a las condiciones comiciales. Esta Constituyente debe ser igual o mejor que la del 1999. Se debe contemplar en sus condiciones de elección la representación proporcional de las minorías. Esta sería una innovacióin democratizadora y participativa.
Lo que despierta dudas es lo de la "sectorialización". En este sentido, es buena idea si las comunas y los sectores o "frentes de masa" seleccionan candidatos. Es posible que eso de la sectorialización en la mente de Maduro se deba a la confusión entre la organización del estado y la organización del Partido que tienen los burócratas en la cabeza. Los Partidos (sobre todo las policlasistas, como AD, como el PSUV) tienen "frentes de masa" para especializar el trabajo político. Es diferente con una Constituyente, porque los venezolanos y venezolanas asistirían en su calidad abstracta de CIUDADANOS, no como trabajador, profesor,, periodista, ama de casa, psicólogo, zapatero, campesino o comerciante. Lo de los sectores, insisto, pudiera ser una buena idea si fuera sólo uno de los mecanismos de postulación de candidatos, pero no el único.
Eso de una Constituyente 50/50 no contribuye en nada a la confianza. Si la enfermedad es la crisis de legitimación, de confianza política y consenso, ese remedio se convierte en un veneno Además, se crearían muchas dudas deja: a) cuáles y cuántos serían esos sectores (por ejemplo, ¿los gays serían un sector? ¿los profesores universitarios? ¿los periodistas? ¿por qué no las prostitutas? ¿y los curas?¿y las amas de casa?), b) ¿uno, entonces, votaría dos veces o tres veces? (por su sector profesional – yo, por ejemplo, soy periodista y también profesor universitario, y …y…, y por ser habitante de un municipio, por ejemplo).
De la oposición mejor no hablar. Su incapacidad es proverbial. Siguen confundiendo catarsis emotiva con política. Con razón hasta el Papa se da cuenta de su incoherencia. Por ese camino, van al agotamiento de su gente, nuevas frustraciones y, peor que eso, le dejarían el campo libre a la coalición Partido-estado-fuerzas armadas. Eso no es bueno para la democracia, como ha dicho infinidad de veces José Vicente Rangel: hace falta una oposición, una crítica, un equilibrio al abuso.
Pero, bueno, allá ellos.